lunes, junio 25, 2007

UN MATRIMONIO DE ADMIRAR

Un matrimonio de admirar


Por Shelyn Rojas

24 de junio de 2007

La Habana – www.PayoLibre.com – Corría el año 1994. Para los cubanos un año igual a otro. Sin expectativas ni futuro.

A mediados de ese año, en la heladería Coppelia, ubicada en el centro de la capital, con el fin de detectar fraudes y violaciones, se hizo una auditoria. Se encontraron fallos. Los auditores trabajaron días interminables para solucionar las alteraciones.

Luego de una detallada inspección, se registró que las operaciones de contabilidad en los almacenes, estaban aparentemente bien.

Económicos y auditores terminaron la labor con satisfacción. Pero siempre en un grupo, hay uno que habla más de lo debido. La Seguridad del Estado citó a varios de ellos.

Carlos, licenciado en Contabilidad, fue uno de los auditores capturados en la redada. Fue trasladado hacia las mazmorras de Villa Marista. El trato que le ofrecían los agentes del gobierno era sencillo: delatar a sus colegas a cambio de ser liberado. No aceptó. Cumpliría pundonorosamente la condena que le fuese impuesta.

Lidia era fiscal y novia de Carlos. Fue llamada por sus superiores. Una muchacha que sus estudios, y todo lo que poseía, eran adeudos con la revolución. Debía aceptar sus normas sin reclamar.

Ante sus superiores, Lidia escuchaba las exigencias: “no podía continuar sus relaciones con un traidor”. Ese día, entregó el carné de la juventud, el arma que poseía y la licencia de pertenencia.

Se paró frente a sus jefes y aseguró pedir la baja del trabajo y entregar también el título si fuera necesario. Afirmó que se casarían por la ley si ese era un impedimento para estar junto a él todo el tiempo que tuviese que cumplir la condena que le impusieran.

No habló más. Tampoco era necesario. Dio media vuelta y se retiró de la reunión.

Después de nueve meses Carlos fue liberado. Se desempeñó como auxiliar de limpieza y custodio.

Del brazo de su esposa Lidia paseaban las calles de La Habana con orgullo. Sus amistades, algunos de cerca, otros desde lejos, los admiraban. Sus enemigos también.

Poco tiempo después, mediante sus amistades y buenas relaciones que tenían, descubrieron la única forma de ser libres. Escapar. Una carta de invitación para Rusia fue la solución. Con el tiempo emigraron hacia los Estados Unidos.

Carlos volvió a desempañarse como auditor. No necesita alterar papeles para ganar la manutención de su esposa e hijo. Su licenciatura es valorada y pagada como tal.

Lidia ejerce su abogacía. Defiende las leyes con amor. Se ve reflejada en los casos donde las parejas verdaderamente demuestran valor y son capaces de dar todo por amor.

Carlos y Lidia añoran regresar un día a Cuba. Por el momento desde Miami son libres y felices.