DOS DE BENIGNO NIETO CHINOFILOS Y EL SUCESOR CRIMINAL Y TRAGICO
Chinófilos
Por Benigno Nieto
Chinófilos serían los que apoyan o aceptan, como transición deseable, reformas en Cuba semejantes al modelo chino. La idea de una apertura capitalista surgió en China luego del fracaso de los planes quinquenales (el Gran Salto Adelante de Mao, como la Zafra de los 10 Millones de Castro, resultaron fantasías destructivas). En Cuba, a partir de 1979 los miles de millones de dólares de los exiliados, sumados al turismo, impulsaron empresas monopólicas estatales, como GAESA y otras, administradas por la mafia de Raúl, el asesino cuya imagen han relanzado como un administrador eficiente y un reformista. (Es ridículo cómo los medios han aceptado la comedia montada por los Castros: por un lado Fidel ataca las reformas y porque crean ''irritantes desigualdades'', y por el otro, Raúl las propone. Fidel, para salvar su legado histórico, y Raúl para salvar el patrimonio. Un combo maquiavélico: Fidel en su papel de profeta mesiánico, y Raúl como el protector del feudo. Si coronan con éxito esta maniobra maestra consolidarán el continuismo en el poder para beneficio de sus hijos, parientes y secuaces.)
Hay chinófilos en la derecha y la izquierda. Inversionistas de Wall Street, frustrados por un embargo que los ha excluido, llamaron a Cuba ''el tesoro prohibido''. Las transnacionales de EEUU claman por una transición china, y los hoteleros españoles se apuntan en la lista. Hay chinófilos en Hollywood y en el Vaticano, entre académicos y periodistas. Son chinófilos esos intelectuales y artistas que, cuando salen al extranjero, guardan una equidistancia emblemática entre Miami y el régimen de La Habana. Confunden al verdugo con las víctimas, como si ambos fuesen igualmente socios en el crimen y la opresión.
Chinofilo el ex general que se dirige al compañero ministro para aconsejarle, citando a Marx, que les devuelva a los cubanos los medios de producción. Existe el chinofilo ambiguo y los solapados: uno defiende los ''logros'' de la revolución, los otros, por su odio visceral hacia el exilio de Miami. Los cubanólogos sueñan que los llamen para ese proceso que, según sus análisis, es el escenario correcto. En esta lista deliciosa incluiremos a la letrina letrada del régimen porque, con una reforma continuista, ellos se reciclarían en la burocracia cultural sin dar cuenta por su abyección.
Chinófilos astutos esos inmigrantes cubanos, diestros en el arte de la resolvedera y el invento, casi delincuentes. ¿Cómo no serlo si el castrismo los obligó a robar para sobrevivir? Vienen a Miami en busca de dólares, la casa y el auto, y las remesas para sus familiares queridos. Son nuestros compatriotas: sus gestos y el acento entrañable tocan las fibras más íntimas de mi memoria. De repente dicen que las cosas mejoran en La Habana. ''¿Cómo es eso?'', pregunto. ''Están dejando pasar los DVD y los artefactos, sin problema.'' Si se conforman con esa mínima concesión, ¿qué no harían si les permitieran trabajar y montar negocios en beneficio propio? Ellos practican el aforismo de Bertolt Brecht: ''Primero el estómago, y luego la moral''. Un sofismo triste, que justificaría el jineterismo y otras miserias del castrismo.
Mao con su comunismo mató a 30 millones de chinos, y su revolución cultural destruyó templos y monasterios milenarios. La idea de Deng Xiaoping (''un partido, dos economías'') en 25 años transformó a China en la cuarta economía del mundo. Hay miles de millonarios, una clase media creciente, 300 millones se han beneficiado (aún quedan mil millones en la pobreza). China es ya el primer emisor de gases de invernadero y el país más contaminado del planeta. El faciocapitalismo chino está plagado de chovinismo, mitos, mentiras y opacidad. Pero ya nadie les reclama los periodistas presos, las ejecuciones sumarias y los derechos humanos.
Las ruinas de La Habana versus los modernos rascacielos de cristal de Shanghai. Los veloces trenes relucientes con aire acondicionado contra el camello apestoso. El trillón de dólares en reservas de China contra el hambre castrista. El modelo es tentador, pero no es transferible. Para empezar se trata de dos culturas distintas. Decíamos: ''es un chino de Manila'' a las personas frugales (nada que ver con los aseres). China y Vietnam están al otro lado del mundo. A Cuba y a México los condena la geografía. Con la velocidad del cubano, ¿se conformarán con 150 o 200 dólares al mes, cuando al otro lado de la frontera sus parientes y amigos ganan diez veces más, y van y vienen?
Hace medio siglo nos alzamos contra una dictadura próspera, en nombre de la libertad. De hecho Cuba era un laboratorio en ciernes de la globalización (empresas como la Dupont y otras situaban en La Habana plantas modelos para duplicar en los países del Caribe). La horrenda paradoja sería que, 49 años después, con millares de muertos, presos políticos, vidas arruinadas y exilios, nuestro futuro deseable sea, no ya una dictadura transitoria próspera, sino una vitalicia eficiente.
( Fulgencio Batista cargando al niño Raúl Castro en un recorrido que hizo Batista por Banes, su lugar de nacimiento, a mediados de los años 30s )
¿Volver al capitalismo? ¿Tanto horror y marxismo para al final permutar al general Batista por el generalito Raúl? ¡Ah, la carcajada que voy a soltar cuando vea un poster monumental de Fidel ya difunto, y a una cuadra de distancia a Raúl con sus hijos y nietos inaugurando una McDonald!
Por Benigno Nieto
El Nuevo Herald
Florida
E.U.
La Nueva Cuba
Noviembre 4, 2006
Calladamente, con la cautela de un usurpador, Raúl Castro ha ido asumiendo las funciones de gobierno. En su leída columna Cuba por dentro del 26 de octubre, Pablo Alfonso publicó un brillante análisis de este hecho: ''Comienza el sepelio del fidelismo'', donde informa e interpreta los sutiles cambios que se están produciendo en la isla. Todo confirma el pronóstico de que, en cuanto sepulten a Fidel, su sucesor aplicará reformas económicas. Y el modelo chino, por autoritario, es el más tentador.
¿Qué razones tendría Raúl, el fanático, para sepultar al fidelismo? Los tiempos lo obligan: el mito mesiánico de la economía comunista está en bancarrota. Chinos, rusos y vietnamitas han tirado a Marx por la borda, y se han incorporado a la economía capitalista globalizada. Hoy, con la economía dolarizada, una consigna suicida como ''socialismo o muerte'' sería el ridículo. Lo sabe la nomenclatura militar y civil que administra las empresas del Estado en Cuba. Raúl implementará los cambios. ¿Y quién sabe si no sienta el placer recóndito de poder, al fin, contrariar la voluntad de Fidel?
Incapaz de asumir el liderazgo antiimperialista, anticapitalista y antinorteamericano, Raúl será un dictador opaco. Hugo Chávez es ya, de facto, el heredero vociferante del fidelismo. El propio Fidel lo confirmó hace dos años, con una metáfora extraña por lo degradante: ''Ellos [el exilio de Miami] pensaban que muerto el perro se acabó la rabia; pero ahora hay un perro nuevo''. El perro nuevo fue a la ONU a ladrar insultos contra Bush, en una versión envilecida del máximo líder (recuerden que Fidel llamó ''millonario analfabeto'' al presidente Kennedy.)
En su orfandad, Raúl no puede ocupar el enorme vacío de poder que dejará Fidel. Desgastado por los años (75) y el alcoholismo, no tiene otra alternativa que presidir un gobierno colegiado. Es previsible que ese colegiado se dividirá en facciones; es previsible que el mandato de Raúl será, si llega a consolidarse, breve . La insurrección popular, que algunos predican, es improbable. Los cubanos de adentro están fatigados de violencias y revoluciones. Peor aún, no creen en nada, ni en nadie.
Raúl ha sido el segundón mediocre. Fidel era alto, apuesto, carismático, dotado de una voz sonora y gestos de actor consumado; las masas enloquecían con sus discursos; escritores consagrados, periodistas y políticos caían fascinados ante su presencia. (''Se levantó soberbio, parecía un dios griego, y no dejó hablar a nadie más'', diría un testigo del juicio contra Húber Matos).
Raúl ha sido todo lo contrario: bajito, sin carisma, pujador de gracias, voz histérica, con rabietas violentas. Como Kafka ante su padre, la comparación física con Fidel lo humilla. En la revolución de los gloriosos barbudos fue un triste lampiño con cabellos largos. En la Sierra le decían ''el casquito''; entre sus compinches, ''el chino''. Para colmo las calumnias (''el comandante de la cola de caballo y la mirada lánguida'') y los rumores de su bastardía, que debieron herirle el alma. No hace falta ser un sicoanalista para diagnosticar su dipsomanía. Algunos nacen con gracia y otros nacen desgraciados.
( Para ver mas grande estas fotos de los asesinatos en la Sierra Maestra mediante los fusilamientos haga click AQUI )
En la primera reunión de dirigentes, en el Tribunal de Cuentas, 1959 (cuenta Carlos Franqui), cuando se discutía la legalización de los fusilamientos, Raúl la interrumpe para decir que ''aquello era una mierda''; cuando Fidel le pide que se disculpe, se echa a llorar. Por eso nunca inspiraría el respeto.
Cuarenta años después, cuando se emborracha se pone sentimental y lagrimoso. Ninguneado por Fidel, que no lo consultó nunca. Ni para nombrar jefe del Ejército de Occidente al general Ochoa. Raúl se celaba de Ochoa, popular entre la tropa. Cuando la crisis, se presentó embriagado ante centenares de oficiales de la FAR, convocados para anatematizar al general Ochoa, y meterles miedo. Toda aquella oficialidad respondiendo, como un coro embrujado de idiotas, a los gritos de Raúl: ¿Quién es su papá? ¡Fidel! ¿Quién es su papá? ¡Fidel! La lealtad revolucionaria ''era'' un auto de fe, y una misa negra: el supremo sacerdote es papá Fidel.
Mientras Fidel inventaba fantasías agropecuarias, guerrillas y guerras delirantes, Raúl, obsesionado con los homosexuales, inventó las noches de las tres P, para limpiar La Habana de patos, putas y proxenetas. Raúl metía miedo como el guardián vengador: ''Si matan a Fidel, el río Almendares se teñirá de sangre'', decía. Aseguran que fue él quien concibió los campos de concentración de la UMAP. En Santiago, en enero de 1959, capitaneó los fusilamientos en masa; decenas de cadáveres enterrados en una zanja .
La semana que ''intervinieron'' al Diario de la Marina, vi a Raúl con una daga plateada en la mano, pararse a dos metros de mí. Era medianoche en Revolución (cuando el periódico estaba aún en Carlos III). Raúl entró bromeando; detrás su escolta armada hasta los dientes. Recuerdo que Franqui salió al estrecho pasillo a recibirlo y Raúl hizo un amago feroz con ensartarlo con la filosa daga. Risas forzadas por la broma, y luego al asunto del Diario de la Marina. ''Yo soy partidario que lo derrumben. El edificio y las prensas están impregnados de los espíritus de esos viejos retrógrados'', chilló Raúl, tajante.
''Una extraña anomalía gobierna el alma de este hombre'', dijo en privado Waldo Frank, después de su entrevista con Raúl. Un juicio perturbador porque provenía de un viejo escritor socialista norteamericano a quien respetábamos. Mi desprecio por Raúl es antiguo. Sucedió que, estando yo en Nueva York (1958), publicaron su foto pegándole un tiro de gracia a un infeliz tirado en tierra. Esa noche fui al apartamento de Padilla con la dramática foto y la pregunta: ``¿Quién es este hombre que se hace fotografiar pegando un tiro de gracia? ¿Un vulgar carnicero? Si él es el comandante del Segundo Frente, ¿por qué no delegó en otro este acto repulsivo?''
Los cubanos no merecemos este sucesor criminal y trágico.
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