miércoles, abril 02, 2008

REVALORIZACION O CRISIS

Revaloración o crisis


Nicolás Pérez Diez Argüelles

Cada día veo más lejos la libertad de Cuba. Y hay razones para ello. Confundir con una apertura la venta al pueblo en tiendas diplomáticas por dólares, de ollas eléctricas y microwaves es un espejismo como cuando contemplamos en el desierto donde sólo hay arena, oasis llenos de lagunas azules, palmeras de dátiles y odaliscas.

Y es que los deseos de ver libre a nuestra patria nos hace distorsionar la realidad con una intención impecable, pero con pésimos resultados políticos porque subestimamos a un enemigo formidable que, para neutralizarlo, tenemos que planificar a largo plazo (este exilio sufre de inmediatez táctica); hay que romper viejos dogmas y buscar nuevos y atrevidos caminos y, finalmente, tenemos que terminar de entender que los Estados Unidos son un generoso aliado, pero que responde a los intereses de 350 millones de norteamericanos, no a los de un millón de exiliados cubanos. Llevar sentados en el regazo del Tío Sam, escuchando sus cuentos, las últimas cinco décadas ha sido un error de consecuencias irreparables. Hemos carecido de imaginación para dar dos pasos lejos del padrastro y brillar con luz propia, y por eso hemos perdido güiro, calabaza y miel.

Fidel sigue en el poder en la isla, su renuncia es un cuento. Pero eso y la carabina de Ambrosio es lo mismo. Aun con esta situación ambigua debemos aceptar que en nuestras propias narices se ha desarrollado una sucesión exitosa, a la cual ni este exilio ni la disidencia hemos podido ni siquiera arañar.

Las últimas visitas importantes al país han hecho caso omiso de una golpeada disidencia. El cardenal Tarcicio Bertone ha visitado La Habana y salido de allí convertido en un empleado de relaciones públicas de quinta clase del castrismo, tratando de terciar en las diferencias Cuba-EEUU. Y el delegado de la Unión Europea ya ni intenta disimular, por pudor, la poca importancia que Europa le presta a la oposición interna.

El valor político del exilio ante el mundo es aún más bajo. En las cancillerías latinoamericanas nuestra influencia es de menos cero. E incluso el famoso cabildeo de este exilio en Washington ha colapsado ante una nueva corriente en Miami donde perdió su omnipotencia el voto republicano y se divide con el demócrata. Hoy es matemáticamente imposible, como en los viejos tiempos, que seamos el factor de triunfo en una elección por la presidencia de los Estados Unidos. Y obrar en contacto con la realidad, y advirtiendo el poco favor que nos hacemos siendo sargentos políticos de demócratas o republicanos, nos ha costado perder peso político ante nuestros aliados yanquis. Porque ya no les servimos a sus más caros intereses.

Tengo un gran amigo que me dice Cándido el optimista. Y es cierto. Todas las mañanas abro El Nuevo Herald con la esperanza ingenua de encontrar un cintillo favorable a la libertad de Cuba, pero de un tiempo a esta parte no veo un solo pájaro sobre las aguas que me indique que hay cerca tierra firme.

¿Qué podemos hacer?... No sé, a veces pienso que nada. Otras, que debemos revisar unas estrategias que llevamos aplicando hace 50 años sin ningún tipo de resultado práctico.

Al comienzo del ''plan de trabajo forzado'' en Isla de Pinos, un admirado amigo, José Antonio Martínez Mariño, hoy fallecido, escribió un artículo en una de nuestras revistas de prisión confeccionadas a mano que tituló Revaloración o crisis, y su tema era bien sencillo: o el presidio cambiaba su estrategia contra el castrismo o permaneceríamos en la cárcel hasta el día que a Fidel Castro le diese la realísima gana, y así fue. Hoy el cuartito esta igualito, pero para el exilio, que o se revalora o entra en una crisis final. Y para mayor desgracia no tenemos ni una cuchillita de afeitar para iniciar una lucha armada y al búnker castrista le interesa tres pepinos iniciar un diálogo de paz con nosotros. Es decir, si bien es cierto que hay que insistir para salvar ''la honrilla'', como me decía Luis Fernández Rocha durante la clandestinidad, hoy no estamos en condiciones ni de hacer la guerra ni de firmar la paz.

Mientras, la dirigencia raulista, en contra de los pronósticos de los cubanólogos, se mantiene sólida y sin una fisura, y es que allá saben que si pestañean, pierden. Y como una paradoja de nuestra realidad, son el petróleo de Hugo Chávez y las remesas de este exilio de Miami quienes apuntalamos la economía castrista.

Malas noticias. Lo sé de memoria. Prometo que para el próximo miércoles volveré a escribir que el comunismo está a punto de colapsar en Cuba. Pero hoy, al contrario del resto de los 364 días del año, he amanecido lúcido y esa lucidez deseo trasmitírsela a mis lectores, aunque no me lo agradezcan.

nicop32000@yahoo.com

1 Comments:

At 8:17 p. m., Anonymous Anónimo said...

Es cierto que siempre hemos estado esencialmente solos. Es cierto que, encima de carecer de ayuda, hemos padecido incontables traiciones de todo tipo. Ni con el Vaticano se puede contar, que es bastante decir. Asi y todo, hemos fallado, o sea, no hemos hecho todo lo posible, y lo que es peor, hemos actuado de forma contraproducente.

La gran (posiblemente la unica) oportunidad nuestra vino al caer la Union Sovietica y terminarse su subsidio a la dictadura. Ah, pero que hicimos entonces? Pues suplir el apoyo material ruso con el nuestro, lo cual no ha hecho mas que aumentar con el tiempo. Claro, seguimos hablando horrores del castrismo, pero bailando al son que pone La Habana.

A este brillante chantaje sentimental no le veo fin. La unica posibilidad ahora es que los jovenes dentro de Cuba no aguanten mas cuentos chinos provenientes de la gerontocracia y haya una explosion social. Por supuesto, no hay garantia de que esto suceda, pero no vislumbro otra solucion.

 

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