domingo, diciembre 14, 2008

EL LIBRO DE RICARDO Y LA VIDA DE TODOS

El libro de Ricardo y la vida de todos


Por Raúl Rivero

Uno de las grandes intelectuales de Europa, el polaco Adam Michnik, me dijo hace poco en Varsovia que la lectura de una crónica de Ricardo González Alfonso, escrita en la cárcel, le había renovado su confianza en el periodismo y en el ser humano.

Michnik, que cumplió seis años de prisión bajo el régimen comunista y es ahora el director del más influyente diario de su país, hablaba a la nota titulada Emigrar al patíbulo, escrita por Ricardo después de compartir celda, en la primavera del 2003, con el joven Lorenzo Enrique Copello Castillo, fusilado junto a otros dos cubanos en medio de aquel ataque de rabia y odio de la dictadura.

Muchos profesionales cubanos, españoles y de otros países coinciden en esa opinión sobre una pieza, redactada en el estalaje adusto de un calabozo, con el lujo del dominio de la palabra y sin dejarse desbordar por el melodrama trivial y la cursilería. Unas hojas manuscritas donde la emoción evocada no pasa de ser poesía.

Y este domingo quiero hablar de esa temperatura, ese misterio del lenguaje humano, porque Ricardo González Alfonso es el único poeta cubano que ha publicado todos sus libros encerrado en una prisión.

Primero, se dio a conocer, en Miami, por Ediciones Plantados, Hombres sin rostros, con un prólogo del poeta Angel Cuadra. Después, en Madrid, Historia sangrada, editado por Amnistía Internacional.

Ahora, acaba de salir de la imprenta de la Editorial Hispano Cubana, el cuaderno (Con)fines humanos, una colección de versos de 145 páginas, con una nota de presentación, precisa y cercana, del poeta y periodista Orlando Fontdevila.

Es, a mi modo de ver, una poesía de madurez y de indagación. Una apuesta por encontrarse él mismo y todos sus recuerdos, como si el autor, en vez de pasear una espejo por la sociedad y el mundo exterior, lo enfocara hacia adentro y se dedicara a dejar escritas las imágenes que se dejan ver.

Hay en (Con)fines humanos más altura en el vocabulario y más complicaciones, veredas, serventías, derivas y enredaderas en estos poemas. Aunque el poeta no abandona su pasión por jugar con el idioma en lo que puede ser su empeño porque una sola palabra trasmita, desde sitios diferentes y mediante un cambio de acento o de postura, los mensajes, las contraseñas que él quiere que el lector reciba.

Ricardo entra en ese cachumbambé idiomático desde la primera página. En una introducción que él llama intromisión, escribe qué se propone con su libro. ``Andar a versos por los confines humanos --y traspasar sus límites-- es la intención e intensión de algunas zonas... La poesía, entre otros riesgos, es un recurso lúdico e impúdico.''

En estos poemas de Ricardo González Alfonso uno puede ver también y recordar a los otros poetas presos. A todos los presos políticos sometidos a la misma miseria humana y material. Retenidos en la misma experiencia que el poeta hace pasar por ese espejo que menciono arriba.

Creo en esta poesía y en su permanencia. En la frágil y prevista eternidad de los versos porque no está sentida y lanzada al aire por la víctima de una dictadura, sino por un poeta que conoce la libertad. Y la trata con confianza en esa otra vida que vivimos en los sueños. Unos sueños que se dan a toda hora, al resistero del sol al mediodía o en las madrugadas frescas y claras, cuando los trenes pasan más cerca de las 300 cárceles de Cuba.