HURRA POR EL MERCADO NEGRO
Por Alejandro Tur Valladares
A pesar de la virulencia con que las autoridades fustigaron a los operadores del comercio subterráneo, donde se llegó a penalizar a individuos que para vivir, vendían pan con queso, cucuruchos de maní, o barras de dulce guayaba, una vez que los vendedores furtivos se adaptaron a las nuevas condiciones, comenzaron a ejercer su oficio bajo nuevas normas que le posibilitan comerciar sin mayores consecuencias.
En tal sentido, conozco la experiencia de un amigo que luego de ser sorprendido in fraganti por un cuerpo de inspectores, mientras vendía un poco de maíz y frijoles, de ser multado con una suma astronómica y de que su mercancía fuera decomisada, lejos de abstenerse, lo que hizo fue cambiar el modus operandi. Ahora no vende los productos en su vivienda, realiza el servicio a domicilio, a personas que sabe de su confianza, hecho que le hace pasar desapercibido ante las autoridades.
Otra práctica muy ocurrente es la de pregonar el producto sin tenerlo a mano. Una vez que el comprador se aproxima al anunciador y se interesa por la oferta y este último confirma que no existe ningún peligro potencial, le hace una seña a un socio que muestra la mercancía y que luego de negociar un precio, se encarga de cobrar. Esta práctica no sólo disminuye los riesgos de detección policial, más importante aún, evita los grandes decomisos.
Pero quizás estos ejemplos no sean los más ilustrativos. Otros mercaderes han sido menos sutiles y se hallan de vuelta en las calle. Verdad que luego de extremar medidas, pero en desafío abiertamente a la arbitrariedad oficial. Éstos, han hecho suya aquella máxima que expresa que, “nada es para siempre”. Saben por experiencia anteriores, que siempre que las aguas han rebasado las márgenes del río, al poco tiempo vuelven a su cauce.
Estos últimos pudieran estar siendo alentados por un rumor que circula en la calle desde hace unos días. Este refiere que tras tener los resultados de varias encuestas realizadas entre la población para conocer su sentir en relación a lo que las autoridades han denominado combates contra las ilegalidades, y de percatarse del rechazo universal que conquistó la cruzada, Raúl Castro ordenó bajar los decibeles represivos.
Cierto o no, la verdad es que ya no se hace tan visible la presencia policial y no se conocen ni comentan nuevos casos de represaliados entre los que ejercen uno de los oficio más viejos del mundo, el libre comercio. Ahora se puede ver a muchos de ellos, con sus cajitas de cartón en las manos o sus sacos de yute a la espalda, en su recorrido por la geografía insular alegrándonos con sus pintorescos pregones.
Sin querer magnificar el hecho, debemos considerar que lo que ocurre demuestra en primer lugar, que el régimen ya no controla, y que existe un sector poblacional que desconoce su autoridad. Luego, es falsa la tesis de que la sociedad cubana está anestesiada y que no reacciona ante las políticas arbitrarias del Estado.
Por lo pronto debemos reconocer que el régimen ha perdido otra batalla. Por lo que sólo me queda exclamar ¡Hurra, Mercado Negro!
JP-SDP
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