miércoles, febrero 18, 2009

CABO ROTO

Cabo roto



Por Jorge Olivera Castillo
Sindical Press

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Entender el mecanismo del socialismo cubano es complicado. No es fácil interpretar el interior de una maquinaria que funciona con una combinación de piezas antiguas y novedosos aditamentos de la ciencia moderna.

El hecho que pueda activarse y lograr una secuencia de movimientos, no indica que el artilugio esté calificado para formar parte de las invenciones más notables en los estantes de la historia.

Obviamente, el producto es perdurable a pesar de los forzados empalmes, los parches por doquier y otras soluciones aprendidas en el duro, pero oportuno oficio de mantener la lozanía de una revolución que sobrepasa el medio siglo de existencia.

Por eso, ya apenas causan asombro las magistrales combinaciones entre el absurdo y la excelencia, lo terrenal y lo fantástico, el altruismo y el odio. Ello tiene su explicación a partir de la caprichosa idea de modernizar un socialismo con la herrumbre pegada en todas las junturas.

En la Isla se gradúan todos los años miles de médicos, se eliminó el analfabetismo, el acceso a los servicios de salud pública es gratuito, decenas de miles de galenos, educadores y entrenadores deportivos brindan sus conocimientos en decenas de países del mundo subdesarrollado. La lista de virtudes pudiera ser larga, pero no más que la suma de contratiempos a soportar cotidianamente por los mismos destinatarios de esos logros sociales.

Mientras se practica la filantropía fronteras afuera, existe para los nacionales un universo de precariedades que dado su número y duración explican los altos niveles de suicidio, violencia, alcoholismo y drogadicción.

Los asuntos más sencillos adquieren un nivel de complejidad que terminan por reproducir un esquema de enajenación y marginalidad.

Reparar una plancha eléctrica, abordar un ómnibus, encontrar un medicamento para una determinada dolencia, comer tres veces al día, realizar en un tiempo prudencial un trámite burocrático sin tener que recurrir al soborno, masticar un bistec de res, hallar los materiales para la reparación del inmueble fuera de los límites del mercado negro, son asuntos harto complicados. Una muestra del infierno en el que regularmente es preciso invertir mucho tiempo y energías.

Un tal J. Pino Pedre está inmerso en uno de esos anillos de la espiral que acabo de citar. Su situación, publicada la pasada semana en el diario Juventud Rebelde, corrobora el manto de incoherencia e irracionalidad que caracteriza a un sistema político sustentando por una élite que ve a Cuba como un cuartel.

Este señor no encuentra un cabo para su olla marca Pronto. En de reparaciones le comunicaron que los repuestos llegaron una sola vez cuando las ollas estaban en garantía. “La cantidad de los accesorios no pasaron de 10”, le dijo el mecánico para subrayar la imposibilidad de una reparación.

Los clásicos anuncios que venden un país maravilloso y ejemplar quedan empequeñecidos delante de escenas caracterizadas por una mezcla de dolor, ironía y comicidad.

Hace 15 años, un extranjero de visita en Cuba, me aseguró que lo que había visto era suficiente para calificar a Cuba como república bananera. Cuando indagué sobre su particular interpretación, me dijo que esto significaba un país gobernado por personajes grotescos, torpes, casi ficticios por el nivel de dislates y bufonadas. Su comentario se basaba fundamentalmente en los personajes directamente relacionados con el poder. Nunca repitió la visita.

Si llega a conocer el caso del cabo roto de la olla para el que no hay solución, lo más probable es que confirmara su tesis junto a una soberana carcajada. La zona cómica de la revolución siempre tiene sorpresas. La de la tragedia no se queda atrás. Entre los dos sitios discurre la vida de millones de cubanos. A menudo se funden y llega la tragicomedia. Tal vez eso es algo premeditado con el objetivo de potabilizar los infortunios del proletariado. La nomenclatura no se detiene en experimentos y coartadas para sobrevivir. Aquí seguimos soportando las consecuencias.

oliverajorge75@yahoo.com