jueves, diciembre 17, 2009

CUBA: TESTIMONIOS SOBRE LA EXPROPIACIÓN FORZOSA DEL PATIO DE KARINA Y DEL LOCAL DONDE SE REUNÍA EL CONSEJO DE REDACCIÓN DE LA REVISTA CONVIVENCIA

Delante del muro y de izquierda a derecha: Karina Gálvez y uno de su sobrinos, un matrimonio pinareño, Dagoberto Valdés, una mujer que no reconozco dada la calidad de la foto y Olguita, esposa de Virgilio Toledo.


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Tomado de http://convivenciacuba.es/


La expropiación.

Convivencia - Última Hora

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Por Karina Gálvez

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Estoy recordando hoy a los expropiados de la Cuba del 59 y el 60. Ver los bienes que trabajaron durante años y años caer en manos de quienes no tenían ningún derecho, ya sabía que tenía que haber sido muy duro. Pero una cosa es saberlo y otra muy distinta es vivirlo.

La frase del director de la escuela donde trabajo, trajo a mi memoria la época de estudiante:

__ Karina, recoge tus cosas y vamos un momento a la Dirección. Jamás pasó por mi mente el verdadero motivo. Más me sorprendí cuando el señor que me esperaba me dijo que era el director municipal de Educación en Pinar del Río y que me iba a llevar a mi casa porque la dirección municipal de Vivienda le había pedido que me llevara para unos “trámites”. Algo totalmente inusual. Pregunté, me asombré, me alarmé, pero él no decía nada. Me trató con un poco de compasión creo, con mucha cortesía. Incluso me ofreció llevarme de vuelta cuando terminara el “trámite”. “Para que no pierda el día de trabajo, profesora”, me dijo.

No había nadie en mi casa cuando llegué, aparte de mi familia. Llegaron apenas un minuto después. Eran 11 personas, entre ellas dos médicos. A lo mejor por si a alguien le fallaba el corazón. Venimos a confiscar su patio. Protestas nuestras, mutismo de ellos. Solo la subdirectora jurídica de Vivienda se atrevía a discutir esgrimiendo que era la ley. Dos de los 11 se fueron. No soportaron ser parte de tanta injusticia. Ninguna explicación de lo que pensaban hacer. “Esperemos un poco”, fue la respuesta a mis reclamaciones de información.

Comprendimos cuando sentimos el ruido de un taladro eléctrico abriendo un hueco en la pared del fondo. Estábamos mi hermana y yo, mi madre de 74 años y mi padre de 83 y mi sobrino de 10 años que preguntaba ¿por qué lo hacen, tía? Mi respuesta para él fue la que me doy a mí misma:

__Solo por un tiempo, Marcos. Cuando los malos hacen más cosas malas, los muñequitos se están acabando. Y siempre gana el bueno.

Y gracias a Dios, comenzó la solidaridad de todos los miembros de Convivencia, de vecinos, de amigos, de la familia. Más tarde de amigos en la diáspora. Llamadas y mensajes de aliento, solidaridad concreta y dispuesta a todo. Nadie creyó que era cosa de Vivienda. Nunca antes se había conocido caso igual en la ciudad. Convivencia es un proyecto ante el que la mentira es débil. La fortaleza se adueñó de la actitud de las víctimas que éramos todos. Mi madre no se fue del patio ni un momento, asombró a todos resistiendo y respondiendo. Mi padre logró contenerse (muy difícil en su carácter) y no se violentó. Dos amigos que fueron detenidos sin ninguna causa frente a mi casa, lograron no dejarse provocar y reaccionar sin violencia. El niño se fue a jugar y nosotras (mi hermana y yo), desesperadas, pero increíblemente tranquilas.

Fue una oportunidad para decir cosas muy claramente: Ustedes están defendiendo una ley injusta que puede virarse contra ustedes. Quien defiende una ley así, es su cómplice. ¿Cómo van a responder por esto después? ¿Creen que nunca se les va a remover el suelo que pisan?

Afuera dos policías con traje. Muchos de civil. Nos enteramos después que había más de veinte en el frente, escondidos. Y muchos más rodeando la manzana. ¿Para qué?, nos preguntamos. ¿Tanto control y no saben que somos pacíficos, que nadie aquí iba a actuar con violencia?

No nos conocen. Pero tampoco nosotros a ellos. Han superado todas las posibilidades que habíamos calculado. Esto debe seguir. Pero, ¿hará falta mucho más para que el mundo libre crea y considere nuestro sufrimiento como algo inaceptable? ¿Qué hay que esperar para convencerse de la injusticia y la arbitrariedad de las leyes cubanas? ¿Cuántos muertos en las calles hacen falta para que no haya argumentos justificantes?

Recordé a los expropiados del 59. Pero sabiendo que tengo una ventaja: Ellos lo sufrieron comenzando. Yo sé que lo estoy sufriendo en su final.

Karina Gálvez
Lic. en Economía
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia
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El desamparo del cubano.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Por Virgilio Toledo López


El día 15 de diciembre, la familia Gálvez Chiu, lo recordará por el resto de sus vidas. Los órganos represivos del Estado cubano son los responsables, al usurparle su patio. Aunque parezca inverosímil, todo el poder y la fuerza de un régimen, que ha optado en estos últimos tiempos por aumentar el control y la represalia sobre los cubanos y cualquier manifestación de autonomía y libertad, ha sido usado contra ellos despiadadamente.

En Cuba, en la provincia de Pinar del Río, en la calle Gerardo Medina número 129 a: Eloy Gálvez, padre y abuelo, 83 años de edad, Caridad (Caruca)Chiu, madre y abuela, 74 años, Karina Gálvez, hija mayor, 40 años, Livia Gálvez, hija menor, 38 años, Idael Márquez, esposo de Livia, 36 años, Enmanuel Márquez, hijo y nieto, 11 años, Marco Antonio Márquez, hijo y nieto, 10 años, y César Abel, hijo y nieto, 7 años, le han arrebatado: un baño, una cocina y una terraza, reconstruidos por ellos en su propiedad.

Las razones públicas que alegan los perpetradores de esta atrocidad, es que esta reconstrucción, la han hecho de manera ilegal. En Cuba hay que solicitar lo que es llamado un permiso de construcción para: construir, remodelar o ampliar una vivienda, aunque sea en tu propiedad, pero dichos permisos, son extremadamente difíciles de alcanzar y demoran por lo general, 1, 2, 3 o más años para darse, si se consiguen, o la institución de la Vivienda estima que necesitas hacerlo, por lo que las personas que se han decidido a construir, remodelar o ampliar su vivienda, en la mayoría de los casos lo hacen sin previo autorizo de la entidad que se encarga de ello , y posteriormente pagan una multa, solucionándose el litigio. Pero en este caso concreto, ya le habían aplicado dos medidas punitivas: una multa de 600 pesos cubanos, aproximadamente 30 dólares estadounidenses, y por si fuera poco, le tienen que pagar de por vida por lo construido, habiéndose efectuado ya el primer pago.

Cuando me avisan sobre el hecho, me traslado al lugar y soy testigo del enorme y desproporcionado operativo policial que ha sido desplegado. Toda la manzana donde está emplazada la casa de los Gálvez Chiu, ha sido rodeada. Varios coches patrulleros, personas de la seguridad del Estado, camufladas, vestidas de paisanos, pero fáciles de identificar, y varios grupos de personas vestidas de civil, que han devenido en llamarse, “brigadas de respuestas rápidas” mostradas al mundo a través de los medios de comunicación masiva, en varias ocasiones, como el pueblo enardecido, pero que realmente son una extensión del ejército represivo del régimen cubano”. Todas estas fuerzas militares y paramilitares asechan expectantes a la presa indefensa para, en caso de protestar porque le están arrebatando su propiedad, asestarle el golpe de gracia, reprimiéndolos con violencia física.

Ojalá que hechos como estos ayuden a mostrar al mundo y a todas las personas de bien, la verdad sobre la crueldad del régimen de Cuba, que ha tratado de vender y en no pocas ocasiones ha vendido una imagen paradisiaca de esta isla, para que no se vea la violación sistemática, durante 50 años, de los derechos más elementales de los cubanos, que está alcanzando en estos momentos, tintes de color púrpura. Quiera Dios que no sea necesario una masacre de cubanos para que los gobiernos, las instituciones y todas las personas de bien condenen y exijan al régimen de La Habana que respeten los derechos humanos de los cubanos.

Soñemos y trabajemos por que ninguna familia más en Cuba, ni en ninguna parte del mundo, tenga que lamentar la usurpación de una parte de su propiedad, menos aún, por el empleo de la fuerza, el abuso y la arbitrariedad. Que no haya más 15 de diciembre en Pinar del Río, en nuestra Isla.

Virgilio Toledo
Ing. Electrónico
Miembro del Consejo de Redacción de la revista Convivencia

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Expropiación forzosa. Las cosas que suceden en Cuba.


Foto de archivo: Monseñor José Siro González Bacallao, Obispo Emérito de la Diócesis de Pinar del Río, se trasladó de su retiro en Mantua para bendecir el 5 de diciembre de este año 2009, la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre que se encontraba en esa parte de la vivienda de la familia Gálvez Chiu

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Por Jesuhadín Pérez.


“No sé por qué en mi país cada vuelo de palomas tiene que ser correspondido con una pedrada”

No recuerdo quién lo dijo. Debió ser cubano.

…dicen que era por el permiso. El permiso, el permiso, el permiso… ¡Mentira, no es el permiso! El permiso es el pretexto, la parte que queda para amarrar la cuerda de la legalidad. Lo hacen por miedo. Solo un miedo desesperado justifica tanta miseria humana. Tanto odio.

Las “rutinas” policiales son bastante oportunas. Especialmente cuando vamos a atender el grito de socorro de alguien que le aplastan los derechos. Veinte minutos irremediable e injustificadamente perdidos y se supone que debo agradecer. Otros fueron esposados a la espalda como delincuentes. Sus mujeres empujadas en plena calle y conducidos sin miramientos a las oficinas de la policía. Grave el incidente. No podía creerlo cuando mi cell sonó con la primera alarma, a la que respondí con una llamada directa a los implicados. Fue algo increíble.

Pensé que estas cosas solo les sucedían a otras personas. No a nosotros. Algo estúpido de mi parte, cierto, pero siempre he sido un hombre ingenuo. Siempre he creído en la bondad y en la razón. Hoy me convencí de que en este país, para algunos, no funcionan.

Bastaron el par de esposas antes mencionadas y los ruidos que salían despedidos por la puerta de la casa… dentro, el dolor de la pérdida, indistinguible del coraje. Gentes que ante lo saqueado permanecen inviolentos mientras contemplan la Virgen despojada de su pedestal por hombros que no respetan el derecho ajeno, que no saben de justicias ni de misericordias. Después, un montón de planchas lisas y brillantes, separadas especialmente para este ritual, van sembrando una distancia entre lo que ayer fue tuyo y hoy pertenece a otros.

Y mientras paseas entre el doloroso estrépito del desprendimiento, un puñado de seres raros te miran a ti, que defiendes lo tuyo con lágrimas, como si vieran un animal peligroso y violento. Ellos, los mismos que resguardan gruñendo con sus lobunos dientes los decretos que clavan en tu propiedad, que fotografían tu dolor como si todo fuera una puesta en escena, ni siquiera te conocen. No saben cómo te llamas, si tienes hijos, si te interesan las flores o dónde volarán mañana tus palomas.

Es asqueroso mirar este entra y sale de gentes desconocidas. Ver cómo patean tus jardineras, como llenan de huecos tus lisas paredes, y sueldan tus puertas, y ríen, y miran y tocan lo tuyo actuando como si fueran legítimos dueños... da asco, repugnancia ver tanta miseria humana. Hay que ser muy fuerte para no vomitar.

Te subes en una silla para salvarle a una pobre lámpara la paternidad y el flash de una capciosa cámara te llena los ojos de insinuaciones, mientras, te debates entre la rebeldía de los cables o tu mejor perfil. Ellos no. Son vegetarianos. Prefieren las zanahorias a nuestras fotografías. Cada vez que pueden dan la espalda, hunden la frente en sus sudaderas o se adentran en la penumbra de la nueva propiedad. ¡Qué lástima, con lo bien que lucirían para el mundo mientras ejecutan tan digno trabajo en nuestro patio! Total…

¿Y hasta cuándo el mundo permanecerá silencioso? Parece que no existimos. Somos solo un puñado de gente que no ha desistido de remangarse la camisa. Solo eso. No traficamos heroína, no hacemos hombres bomba, queremos solo espacios donde vivir en paz, donde poder educar a nuestros hijos, queremos ser parte de este país. ¿Por qué nos patean todo el tiempo? ¿Por qué nadie ve nuestro martirio?

A veces pienso que estamos solos. Que sufrimos solos. Y que moriremos o triunfaremos igualmente solos.

Yo llegué, vi y sufrí como si fuera mío porque mío también era lo que se perdía, y tragué el dolor de aquella anciana, de aquellas mujeres, de aquellos niños que no entienden por qué se les arrebata un espacio que siempre les perteneció… no entienden, no entienden, pero sí sienten y eso que sienten pasarán muchos años para que dejen de sentirlo.

He visto en presente el dolor de esta familia desposeída por el poder. Es una imagen que perdurará en mi memoria para toda la vida. Y no quiero callarlo.

Cuando vinieron a buscar a los comunistas, Callé: yo no soy comunista.
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, Callé: yo no soy sindicalista.
Cuando vinieron a buscar a los judíos, Callé: yo no soy judío.
Cuando vinieron a buscar a los católicos, Callé: yo no soy “tan católico”.
Cuando vinieron a buscarme a mí, Callé: no había quien me escuchara.
Reverendo Martin Niemöller


Jesuhadín Pérez Valdés.
Estudiante de Derecho.
Miembro fundador del Consejo de Redacción de la revista Convivencia.

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Experiencia liberadora frente a un muro de pompas de jabón.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Por Juan Carlos Fernández

Ya no le alcanzan los parales para apuntalar lo que queda de un sueño que hace bastante tiempo se ha convertido en pesadilla.

Levantan muros, el desastre siempre trata de escudarse tras los muros, piensan que será refugio seguro, cuando en verdad es una tupida tela de araña de la que ya no saben cómo salir, enredados los del ejército inseguro y han llevado a enredarse también a unos cuantos seres que no han tenido la capacidad y la lucidez de decir simplemente: no. ¡Lástima de ellos, que han formado parte de un circo de la peor calidad!

Las planchas de zinc que hoy 15 de Diciembre han puesto en el patio de la familia Gálvez Chíu son, por ellas mismas, la prueba del desespero, la incapacidad, la cerrazón de mentes y, sobre todo, la crueldad pensada y llevada a cabo con la mayor frialdad; pero lo torcido y oscuro le teme a la luz, nuestra Cachita, la Madre de todos los cubanos, los miraba desde su sencillo altar. La oscuridad tembló, ni acercársele querían, ¿qué hijo le teme a su madre? Solo un hijo que ha hecho algo bochornoso. Hoy he visto cómo una anciana madre, encorvada por el peso de los años, le hiciera bajar la mirada a la intolerancia.

Hoy hubo miradas de odio escudadas tras uniformes disimulando miedos, patrullas, detenciones y esposas demasiado apretadas en las muñecas, empujones. Hubo confiscaciones y violaciones, burlas y risas cómplices, lágrimas y dolor. Pero sobre todo ha sido un día liberador para muchos, un día donde ha mandado la solidaridad, el amor y el decoro.

Hoy se le dio un buen empujón a la transición que ya camina en Cuba. Ha sido una experiencia que nos ha hecho crecer como personas un poco más. Hoy he sentido una inmensa compasión de esos que no la han tenido. Me he sentido fuerte frente a la fuerza bruta y he vivido la verdadera mayoría de edad de mi hijo, ¡cómo ha crecido! Hoy tengo que agradecer, una vez más, a Dios por permitirme conocer y compartir la vida con una mujer que todos los días se descubre inmensa en un cuerpo tan pequeño y unos hermanos y hermanas que son un verdadero regalo de Nuestro Señor. Esto, nada ni nadie lo puede empañar.

Antes de irme tarde en la noche a mi casa, me he parado frente al muro de planchas de zinc, juro que he visto pompas de jabón en él, tan efímeras que se rompen antes de alcanzar altura y nadie se acuerda de su existencia. Casi de inmediato se disuelven o explotan y no contienen en su interior nada. Así es el muro del patio de la familia Gálvez Chiu, vacío, efímero, aguantado por parales que por el momento impiden que caiga físicamente, pero que de hecho está en el suelo desde el momento en que fue levantado, porque la crueldad y la injusticia nunca tendrán la última palabra. Hoy se optó en la cruda práctica por la convivencia y el amor, y el mundo respondió a esa opción.
¿Quién dijo que todo está perdido?

Juan Carlos Fernández Hernández (1965). Pinar del Rio.
Ex Corresponsable de la Hermandad de Ayuda al Preso y sus Familiares de la Pastoral Penitenciaria de la Diócesis de Pinar del Rio. Animador de la Sociedad Civil.

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Dormiré tranquila.


miércoles, 16 de diciembre de 2009

Por Livia Gálvez

Me hice el propósito de dormir tranquila. Hoy no estoy feliz, pero tengo cierto gozo. No estoy nerviosa, pero tengo un cosquilleo. ¿Qué siento? Satisfacción y pena. Satisfacción por mí y los míos. Pena por ellos y los suyos. No la he pasado bien. Tengo padres viejos y tres hijos que vieron todo. Padres muy valientes y niños que nunca olvidarán el día de hoy, a los que ya en la escuela no podrán confundir.

Creo que ya, a su corta edad, han empezado a aprender a diferenciar el bien del mal. Cada martillazo, el ruido de la barrena, los rostros, permanecerán dentro de nuestro recuerdo de una manera especialmente dolorosa. El momento le arrancó a mi pequeño de 11 años preguntas muy difíciles de responder para una madre: “¿dónde estarán mis palomas ahora que ya no tienen palomar?, ¿dónde vamos a jugar si no tenemos patio?”. La injusticia tiene un feo rostro. Mis hijos lo vieron. ¡Pero, qué distinta será mi conversación nocturna acostumbrada con ellos, a la que quizás tenga otra madre u otro padre! A la pregunta de ¿Qué hiciste hoy, mami?, yo podré responder: hice lo que tenía que hacer, estuve del lado de los justos, así quiero pasar a la historia. Y puede ser que en otro cuarto, un padre o una madre respondan a la misma pregunta, a lo mejor abochornados, mientras la conciencia los tortura porque saben que hoy están del lado de la injusticia: “descansa, hijo, no he tenido un buen día”. Y pondrá la cabeza en la almohada. Yo dormiré tranquila.

Livia Gálvez Chiu
Correctora de la revista “Convivencia”

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El peor de los peores.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Por Idael Márquez

Uno siempre piensa, cuando algo malo sucede, que ese es el peor momento. Hoy tengo este recuerdo como el peor de los peores. ¿Cómo encontrar la forma de consolar al mayor de mis hijos? ¿Cómo explicarle que ya su palomar no puede estar donde estaba, que ya sus juegos no pueden ser como antes, que ya su patio no es suyo? Sencillamente no tenía fuerzas.

Yo no estaba en la casa. No sé si fue cosa de Dios o del destino, porque, de estar, no sé qué hubiera pasado.

Sé que mis tres niños decían: ¡Ay, cuando llegue mi papá va a romper ese muro! ¿Cómo decirles que su papá no puede romperlo, que hay que escoger entre tumbar el muro y la compañía de su papá? Ya mis niños escogieron, quieren a papi con ellos. Algún día entenderán que hace falta más valor para quedarse con las manos abajo, y espero que se sientan orgullosos. Las palomas de mis hijos ya vuelan libres por el cielo, nosotros… algún día.

Idael Márquez Arteaga.
Esposo de Livia y padre de los niños.

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Un muro de exclusión para un espacio de convivencia.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Por Dagoberto Valdés


Abren un boquete en el muro que delimita la propiedad de los padres de Karina y Livia Gálvez Chiú, ambas miembros fundadores de la revista digital www.convivenciacuba.es .Pero la mandarria no es para mayor apertura, es para dar paso a la mordaza y a la cerrazón.

En efecto, con la agilidad que extrañamos en todo el resto de las gestiones de una sociedad momificada, pasan por el boquete: taladros, antorchas de soldadura, vigas angulares de acero, inmensas planchas de grueso zinc parecido al de los contenedores, y una brigada de hombres de mirada perdida que comienzan a levantar un muro. Sí, un muro, en medio de la convivencia familiar.

Tres hombres levantan las planchas de zinc de más de dos metros. Van tapiando lentamente el espacio para la convivencia. Avanzan sin respiro erigiendo un absurdo y brutal monumento a la cerrazón, al fin de una etapa, a la sinrazón.

Mientras, tres niños de la casa preguntan dónde volarán ahora sus palomas. Su palomar estaba tras el muro.

Hace 10 días que un obispo, Mons. Siro, había venido al patio de Karina para bendecir una artística réplica de la imagen de la Virgen de la Caridad de El Cobre. Amorosamente entronizada en un sencillo y digno pedestal con el escudo y la bandera cubanos, el símbolo religioso inspiraba los sentimientos que construyen fraternidad. Piden que quitemos a la Virgen de su altar confiscado. Nos negamos a sacar de nuestros espacios el signo de nuestra fe, el emblema patrio y la razón de nuestra Convivencia: el amor y la paz.

La superstición les indicó, “de profundis”, no tocarla ellos, pero apareció al fin un jefe sin piedad y sin escrúpulos y bajó la imagen que parecía intentar cubrirlo, también a él, con su manto de caridad. Pero se le escapó con gesto firme y rostro burlón.

Luego las lámparas del techo, los armarios de la cocina, las toallas del baño. Tres puntos de soldadura sellaron la puerta de hierro y cristal del servicio sanitario. Un primer bloqueo llegaba a su fin. Mientras, izadas con premura y estruendo, avanzaban las planchas de zinc en apretado sellaje de las tinieblas y la división. Son las mismas que han sembrado de odio a este noble y sufrido pueblo. Hasta que uno de los trabajadores de cano pelo, al verse filmado y fotografiado, deja la plancha recostada a un árbol que quedó del lado de la luz y se marchó cabizbajo. Otro la atornilló. Poco a poco van desapareciendo, tras el muro de la infamia, las grises figuras del funcionariado y la represión.

Al caer la noche, el frágil silencio de un hogar crispado volvió a romperse con las barretas que abrían una zanja para los cimientos de otro muro, este de bloques y cemento, que según el jefe tenía que terminarse esa misma noche. Tras el muro de acero y zinc, otro de bloques y cemento. Todo le parece poco seguro a la exclusión. A media noche todo había concluido.

A veinte años exactos de la caída del Muro de Berlín, el signo más repugnante del totalitarismo, parece increíble este viaje al pasado de bochorno y exclusión. Pinar del Río ve levantarse un muro durante una luminosa mañana del 15 de diciembre de 2009. No divide a una ciudad, peor, divide el espacio de la convivencia. Como en toda Cuba, divide el corazón de una nación. Bloquea la tolerancia y se erige en parte aguas de las tinieblas. La más pacífica y sencilla ciudad de Cuba contempla, espantada, un nuevo muro para coartar la convivencia entre sus hijos e hijas.

Para los que creían que los muros se hacían en la frontera mexicana o en la tierra santa de Palestina, aquí tienen un nuevo muro en tierra vueltabajera.

Para los que creían que, razonablemente, este tipo de cosas ya no ocurriría en el siglo XXI, aquí lo pueden ver al acercarse las Pascuas más tristes e inciertas que ha tenido Cuba.

Para los que creían que el diálogo y la razón irían abriendo espacios en la sociedad cubana y, por enésima vez, volvieron a intentarlo, aquí tienen los métodos con que responde la impotencia del poder ante la vulnerable maternidad de la verdad.

Los que decidieron levantar el muro han cruzado peligrosamente la línea roja que algunos creían ver entre la política y la sociedad civil. Han transgredido el límite entre las tácticas y las estrategias.

Y cuando se traspasa violentamente la línea entre lo político y lo cultural, todo se pierde. El pie transgresor se hunde. La mano que ejecuta se vuelve descarga de odio. Y anochece en las mentes que lo planificaron y ordenaron.

Se alza un simbólico muro. La convivencia de la familia cubana pierde momentáneamente espacios. Se avanza vertiginosamente a un pasado de violencia y cerrazón.

Cuba pierde.

Sabemos que un día este muro caerá. Como todos los otros. Para eso la revista Convivencia, como muchos otros, ha querido ser un sencillo umbral para la ciudadanía y la sociedad civil en Cuba. El muro caerá porque será derribado a base del más perseverante amor a Cuba. De una incluyente voluntad de reconciliación y de una apasionada entrega por la paz de la nación cubana.
Entonces todos los muros caerán y Cuba ganará.

Ing. Dagoberto Valdés
Director de la revista Convivencia
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