BARACUTEY CUBANO

Tomado de http://www.ddcuba.com

Formell: ¡Está bueno ya de abuso!

Por Ángel Santiesteban
La Habana
Del blog Los Hijos Que Nadie Quiso
(en construcción).


…así gritó el músico Juan Formell, director de la orquesta Van Van, en plena Plaza de la Revolución al culminar el Concierto por la paz. Se infiere que lo hizo para contentar a la oficialidad cubana.

Ahora en Miami, Formell dice estar dispuesto a compartir el escenario con Gloria Estefan y con el polémico grupo Los Aldeanos, aunque asegura dudar que ellos lo hagan porque hacen otro tipo de música. Como si fuera mediocre (el Maestro ha revolucionado la música al fusionar los géneros y crear nuevos ritmos); entendemos que lo dice para asegurar su regreso a la isla y mantener su status de protegido. El gran músico declaró: "Nosotros hablamos de temas sociales, pero ellos (Los Aldeanos), hablan de temas propiamente políticos".

Es decir, que hablar de la marginalidad, el hambre, la droga, los perseguidos, los estratos sociales, la falta de derechos y de oportunidades, no es social, y sí lo son los temas El baile del buey cansao, Pastorita tiene guararey, Quien bien te quiere te hará llorar, Voy a publicar tu foto en la prensa, Marilú, El negro está cocinando, Sandunguera, Tú quisiste ser la fiera, Con una lata y un palo, bailando hasta el otro día, El negro no tiene na, caballero… Estas letras, fatuas y anodinas, son un fenómeno que ocurre en la música nacional, y acompañan los grandes éxitos musicales de Formell. Siendo honesto, las letras son el ingenio del no-decir. Habría que pedirle al Maestro, sin menospreciar, que no confunda lo social con sus temas populares.

El músico Juan Formell, como diría un dicho popular, "nunca le ha tirado un hollejo a un chino" y como buen mercader, acude a Miami y otras tantas ciudades de Estados Unidos, para cantarle a los "abusadores", los mismos a quienes les gritó desde La Habana; sólo que ahora, cara a cara, no lo reafirma como un grito de principio, ahora está dicho como súplica porque lo importante es cobrar, llenar los bolsillos del dinero de los productores y público que, según la oficialidad, son los que mantienen presos a los cinco espías y pagan para que termine la dictadura de los Castro. En definitiva, parece que el dinero no tiene ideología, y Juan Formell, tampoco.

( Juan Formell )

Pero este travestismo o moda de lagarto, antes llamado cambiacasaca, ocurrió también el pasado fin de año, cuando otra afamada orquesta, con tal de presentarse en Miami y otras ciudades, aceptó omitir, sustituir la letra de una canción, por el sentido contrario, después de ser promocionada con vídeoclip, para no lastimar a la exiliada comunidad cubana.

Alguien diría: "el dinero manda". Otro respondería: "cuando no hay vergüenza, ni siquiera artística". Pocos, como Pablo Milanés, después de tantos años de equivocación, quieren o necesitan decir las verdades, aunque estén convencidos de ellas y sólo la comenten entre familiares y amigos. Es el precio a pagar de esos talentosos artistas por vivir como capitalistas en un país socialista. Mantienen sus miles de dólares, algunos son millonarios (los más lamebotas), con la fachada de que lo único importante es el arte, y reprimen sus sentimientos y la libre expresión, y se aterran cuando otro artista lo hace.

Es cierto que para las agrupaciones de Los Aldeanos o Porno para Ricardo, entre otros, sería un honor compartir el escenario con Juan Formell, pero más cierto es que si esos jóvenes les permitieran cantar con ellos, para el gran músico significaría limpiar su alma y su curriculum de la sombra oficialista.

Por ahora es casi imposible que eso ocurra, ya que el afamado Juan Formell no pondrá en juego su estatus, después de tantas patadas que ha soportado en silencio a través de su carrera artística, por levantar la voz en contra de la oficialidad nacional.

De todas formas, estoy seguro, con todo el respeto artístico por Formell, que si existiera ese compartir de escenario, él ganaría más que los jóvenes, sobre todo, ante la historia inalterable que nos mira y grita siempre lo mismo, sin cambiar un ápice de la realidad.