Lech Walesa: esencia y virtud
Lech Walesa: esencia y virtud
Por Jorge Olivera Castillo
Sindical Press
LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Con su osadía produjo una serie de cortocircuitos en las redes del comunismo real. Dijo las palabras precisas delante de aquellos obreros que buscaban nuevos horizontes. La legitimidad de los discursos podía constatarse a partir del tronar de los aplausos y otras muestras de asentimiento generalizado.
( Lech Walesa con las Damas de Blaco Maria Elena Alpizar. Yolanda Huerga y Josefa López Peña en Miami )
Lech Walesa exhortaba a tomar el camino de la redención, ponía a prueba su liderazgo en los astilleros de Gdánsk. El descontento rompía los diques impuestos por el imperialismo soviético en Europa Oriental. Un sector del proletariado polaco mostraba su impaciencia por zafarse del yugo de una dominación ejercida sin el consentimiento popular y en detrimento de la soberanía. Era el comienzo de los acontecimientos que explicaban la decadencia de un modelo político basado en el control absoluto de los medios de producción y la aplicación de la fuerza ante cualquier postura disidente.
En 1980, Walesa emergía como el líder de la huelga general que estremeció a las fuerzas conservadoras del comunismo local y a sus patrocinadores del Kremlin. De esos antagonismos irreconciliables, entre los referentes del cambio y la nomenclatura comunista, nace el sindicato Solidaridad ese mismo año.
Al general Wojciech Jaruzelski le encomiendan restablecer el orden. En 1981 ilegaliza al movimiento sindical alternativo, impone la ley marcial y encarcela, y posteriormente libera a Walesa, en 1982. Los actos represivos, de una u otra forma, se extienden hasta 1989.
Uno a uno los gobiernos de Europa del Este, asociados a Moscú, se desmoronan. Sobre los escombros del Muro de Berlín se construye una nueva era basada en el pluripartidismo, la economía de mercado y el respeto a las libertades fundamentales. Desde Polonia llega a Cuba el aliento y la esperanza. No es algo novedoso, pero sí una entrega que se continúa recibiendo sin retrasos ni adulteraciones. Lech Walesa es uno de esos remitentes puntuales. En su memoria aún están frescas las imágenes de su país sometido a las reglas del estalinismo.
Sabe de primera mano qué es un acto de repudio, un juicio político sin las debidas garantías procesales y sujeto a las más burdas manipulaciones, conoce el precio de enarbolar el criterio propio bajo un sistema totalitario.
( Lech Walesa y el expreso político Miguel Sigler Amaya, hoy desterrado en los EE.UU.)
Por eso extiende la mano para firmar una declaración de apoyo, alza su voz para denunciar los atropellos que se cometen en nombre de una ideología surgida de las bajas pasiones que crecen en los márgenes de la razón.
El partido único, los presos de conciencia, el racionamiento, el miedo a decir lo que se piensa, la poco edificante figura del delator, todo eso es historia en la Polonia de hoy. El anhelo de tratar tales temas desde la perspectiva del pasado, es en Cuba parte de un proceso inconcluso.
La dictadura cubana persiste en dominar la escena política y desafortunadamente parece que aún cuenta con las estrategias para alargar un poco más su dilatada trayectoria. Walesa es una de las luces que tienen los luchadores prodemocráticos para guiarse en la espesura de sus adversidades.
Lo bueno de esta realidad es que no hay temor de que se apague. Estamos hablando de un electricista que además de voltios y amperes conoce muy bien la naturaleza del coraje y la necesidad de ser libre. Fue tanta su dedicación que mereció el Premio Nobel de la Paz en 1983.
oliverajorge75@yahoo.com
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