viernes, julio 02, 2010

CUBA: LA IGLESIA Y EL CARDENAL

LA IGLESIA Y EL CARDENAL




Por José Antonio Fornaris

Periodista independiente.
fornarisjo@yahoo.com

Managua, La Habana, 1ro de julio de 2010, (PD) El catolicismo nos llegó junto con la colonización española. Esa roca del cristianismo, por lo tanto, para los cubanos no sólo es religión en su esencia, es además historia y cultura.

El padre Bartolomé de las Casas, con la defensa y protección de los primitivos habitantes de nuestra isla, obtuvo para siempre un sitio en la conciencia colectiva de los cubanos.

Luego llegó la esclavitud y continuaron los grandes sufrimientos, y en los templos católicos es donde podía encontrarse un poco de paz y esperanza. La creencia siempre ha estado por encima del arte, la filosofía y la ciencia. El hombre siempre ha creído en algo superior a él, algo que simbolice lo bueno, lo justo. El catolicismo ha sido el camino más expedito en Cuba para la comunión con Dios.

No obstante, si los ingleses, después que su Armada tomó La Habana en agosto de 1762, hubieran permanecido en Cuba, es muy probable que una gran parte de la población cubana fuera ahora anglicana.

Durante las contiendas emancipadoras, según lo escrito sobre el tema en diferentes etapas, la Iglesia estuvo al lado de los integristas. Ninguna de las demás manifestaciones o tendencias políticas del momento gozó del favor o la simpatía del cristianismo católico institucional.

De todas formas los cubanos continuaron siendo católicos. Al extremo que ya en la República, altos oficiales, clases y soldados que habían integrado el Ejército Libertador, solicitaron al Vaticano que la Virgen de la Caridad del Cobre fuera consagrada como la Patrona de Cuba. El Papa concedió esa gracia.

Fidel Castro manifestó en más de una ocasión que la Iglesia Católica en Cuba era la Iglesia de los poderosos. Cuando Castro enfermó de gravedad, el Cardenal Jaime Ortega, pidió de inmediato a los feligreses que oraran por la salud del “Presidente”.

En esos momentos, Gustavo Arcos Bernes, Secretario General del Comité Cubano Pro Derechos Humanos, católico practicante, que al igual que Castro había sido asaltante del Cuartel Moncada, estaba en estado crítico y poco después murió, pero el Cardenal en ningún momento solicitó que se orara por él.

Guillermo Fariñas estaba, también en aquellos momentos, en una huelga de hambre. El Cardenal tampoco solicitó orar por la vida de ese hombre.

Jaime Ortega, jamás ha pedido que se ore por la vida de los presos políticos enfermos, o por el logro de la democracia en la isla. Parece que Castro en ese tema de “la iglesia de los poderosos” tenía alguna razón. Pero no se trata de la Iglesia, en específico es con su máximo jerarca.

Ahora el acercamiento del Cardenal ha sido al general presidente de los Consejos de Estado y de Ministros y Segundo Secretario del Partido Comunista. Él es el actual poderoso.

Imaginemos por un momento que terminó el castrismo. Se realizan elecciones libres y democráticas y el presidente electo va a tomar posesión de su cargo. El protocolo obliga a cursar una invitación a Jaime Ortega para que esté presente en ese acto de gran trascendencia cívica. Bueno, habrá que sentarlo en alguna fila a la izquierda de la tribuna.

La Iglesia católica, con sus luces y sus sombras, durante siglos ha sido la Iglesia de los cubanos. No parece que se necesite otra. Lo que si necesitamos es otro Cardenal, uno que conozca, de acuerdo a las enseñanzas de Jesús, quien es el prójimo.