lunes, julio 12, 2010

SOBRE CUBA: EL CRIMEN DE LA FALSA ESPERANZA

EL CRIMEN DE LA FALSA ESPERANZA




Por Orlando Fondevila

La dictadura cubana no ha alcanzado la longevidad por gusto. Dice el dicho popular que más sabe el diablo por viejo que por diablo. El castrismo es, entre otras cosas, perversamente mañoso por ambas cosas. Por diablo siempre, y ahora también por viejo.

Siempre que se hacen análisis para explicar la duración inconmovible de la dictadura de los Castro se suele aludir a la represión generalizada e institucionalizada, al terror inducido a toda la sociedad, al estricto control de los medios de información y de la educación, al dominio universal de los medios de producción; en fin, a la perfecta construcción de una sociedad totalitaria que no sólo se hace con el poder sobre vidas y haciendas, sino incluso con la sumisión del alma de quienes pierden la condición de ciudadanos para tornarse en cabales siervos. Se añade también, con toda justicia, el respaldo abierto o disimulado del que ha disfrutado siempre de casi toda la comunidad internacional. Niño lindo de la izquierda o niño algo díscolo pero gracioso para los demás. Siempre el horror enmascarado o silenciado.

Pero todo lo anterior, siendo rigurosamente cierto, no es suficiente para explicar la perdurabilidad del horror. Hay mucho más.

En el mucho más hay que tener en cuenta las facilidades de que dispone la Seguridad del Estado para infiltrar con sus agentes de espionaje o de influencia a los grupos de la disidencia interna o externa, así como su reconocida capacidad de maniobra en las sociedades libres de Occidente. Además, la eficaz manipulación psicológica y emocional de sus víctimas. Y la tramposa utilización del humo colorido de la esperanza. Ahora sí, ahora sí que vamos a rectificar. Ahora sí habrá cambios. Sólo basta que nos dejen tranquilos (el “bloqueo”, la Posición Común, la “violencia mediática contra Cuba –Cardenal Ortega dixit-“. Negociamos con la Iglesia y con Moratinos y estamos dispuestos a negociar con Obama. Que vengan los inversores extranjeros, incluso los cubanos del exilio. Que vengan los turistas norteamericanos y los créditos. Y entonces el mundo mundial verá cómo cambiamos. ¿Querían gestos? Pues allá les mandamos a algunos presos y sus familias. Háganse cargo Uds. A partir de ahora Estados Unidos, La Unión Europea y todo el planeta está en deuda con nosotros.

Lo triste es que haya quien compre esta mercancía averiada. Mercancía que ya han vendido muchas veces en el pasado. Se la compran, por supuesto, algunos ingenuos. Pero, sobre todo, se la compran, y revenden, aquellos a quienes les importa un bledo la libertad y la prosperidad de los cubanos. Los que están prestos, extranjeros o cubanos, a compartir ganancias con los generales. Los políticos inescrupulosos. Los falsos disidentes, agentes o no, que avizoran la posibilidad de participar en el pastel. Un pastel que sin duda están preparando entre muchos. Y que tiene hedor vietnamita. Muy alejado del perfume de la libertad que buscan los mejores cubanos.

Claro que nos alegramos de que abandonen la cárcel un grupo de prisioneros que injustamente están en ella. Nos alegramos hoy como nos hemos alegrado tantas veces en el pasado. Pero si las múltiples excarcelaciones ocurridas en estos más de cincuenta años de ignominia no significaron avance alguno, esta de ahora tampoco.

Es más, la esperanza que nos quieren vender hoy es mucho más peligrosa que nunca antes. Cuando el Cardenal Lombardi afirma desde el Vaticano que "El mundo mira con esperanza a la novedad que proviene de Cuba", o cuando Héctor Palacios declara sin sonrojo que ““A mi juicio, es el paso más serio que ha dado el Gobierno en los últimos 50 años buscando una concordia nacional, por lo que puede abrir una nueva etapa”, están engañando miserablemente al pueblo cubano y estafando a la comunidad internacional. Engañar a un pueblo esclavo con falsas esperanzas, o mostrándole caminos equivocados para alcanzar la libertad, no sólo es un crimen, es una traición.

Crimen y traición, porque busca desmovilizar a los actores que, dentro de Cuba y en el exilio, luchan por la verdadera libertad, que no podrá ser alcanzada sin el desmantelamiento político represivo del régimen. Crimen y traición porque parece conformarse con ridículas reformitas económicas. Crimen y traición porque pretende conseguir que el mundo, cesando la “violencia mediática”, vuelva obsequiosamente al silencio cómplice o la infame alabanza.

Luchar hoy contra tamaño crimen y traición es nuestra inclaudicable tarea.