Alejandro Ríos: Retazos
Tomado de http://www.elnuevoherald.com
Por Alejandro Ríos
Cuba se va manifestando de manera incierta. En lugares públicos me encuentro personas que observan con atención los retazos de país que muestro cada domingo en el programa de televisión La Mirada Indiscreta y quieren saber de esperanzas. El drama se ha banalizado más allá de lo que aconseja la cordura.
En el documental De dónde son los cantantes, el reggaetonero Baby Lores se expresa como un inquieto pensador de barrio cuando dice que no se explica por qué el ritmo que ahora mismo arrebata multitudes está prohibido en lugares como el Parque Lenin y el teatro Karl Marx, casualmente dos fundadores del comunismo, cuando ellos no tienen un marcado interés en protestar en sus textos sino reflejar la realidad tal cual. Agrega, sin embargo, que esa realidad incluye prostitución y drogas. Si se dedicaran a la protesta, amenaza después, entonces sí sería un problema social por la cantidad de seguidores que convocan.
Lo cierto es que el reggaetón promueve un hedonismo en las antípodas de la austeridad socialista rayana en la indigencia. Los numerosos intérpretes del género se desenvuelven como si el derrumbe circundante no fuera con ellos. Se ajustan sus t-shirts rocambolescos, lustran el bling-bling de aretes y gafas de sol hiperbólicas y limpian el piso con la otrora mujer revolucionaria y laboriosa preconizada por la difunta Vilma Espín y su ya maltrecha Federación de Mujeres Cubanas con letras de canciones donde las féminas son objetos sexuales y de consumo: a unas ``le gustan los artistas'' y a otras los celulares motorolas.
Ni decir que al no participar abiertamente de la infidencia revolucionaria como el talentoso dúo de hip-hop Los Aldeanos, dueños de canciones mordaces contra las humillaciones que sufren los cubanos en su propio país, los reggaetoneros se han vuelto embajadores de la música de la isla y un día se presentan en Miami y al siguiente en Roma.
En esta simplificación y atomización de la realidad, las excarcelaciones de prisioneros políticos en Cuba no son noticia más allá de un reducido círculo de conocedores del tema y familiares agraviados.
En la isla existen cientos de portales oficiales que simulan aires de democracia informativa pero ya se sabe el poco acceso que tiene el cubano común a la Internet. Sólo en esos sitios se habla abiertamente de la necesidad urgente de transformaciones en la sociedad para salvar el proyecto socialista. Un conocido columnista ha llegado a decir que la situación pasa ``de la carne a la ceniza'' si no se actúa con premura.
Otros, como el profesor y escritor universitario Guillermo Rodríguez Rivera, a quien le prohibieran un volumen de poemas titulado El libro rojo, de 1970, en su temprana juventud, hoy es el adalid de las causas culturales oficiales proponiendo también fórmulas desesperadas de cambio, en las direcciones electrónicas mencionadas, al mismo tiempo que la emprende, con ahínco, contra pensadores de esta orilla como Emilio Ichikawa y Duanel Díaz.
Afirma Rodríguez Rivera, sin ápice de pudor, que él y otros intelectuales cubanos propugnaron la liberación de los presos políticos ignorando, olímpicamente, los desvelos de Guillermo Fariñas, el calvario de Zapata y la perseverancia de las Damas de Blanco.
Recuerdo que años antes de sufrir semejante metamorfosis vi al profesor de visita en Miami en casa de un novelista ya fallecido, descompuesto por el alcoholismo y rezongando contra el maltrato que había recibido desde los días que estuvo entre los iniciadores de El Caimán Barbudo, revista cultural que alguna vez se vanaglorió de ser liberal.
in duda la situación del planeta Cuba no es muy esperanzadora que digamos, al saber que a una periodista recién graduada le sudan las manos y llora de emoción ante la presencia del dictador resucitado, quien, por otra parte, le da un tapabocas al cantante Amaury Pérez cuando le hace una pregunta que, en su adulonería, trasciende las más disparatadas teorías conspirativas, mientras, en el mismo aquelarre, Silvio Rodríguez le toma las fotos cándidas al vejete y asegura que él nunca quiso tumbar al gobierno.
El panorama es ciertamente vergonzoso, turbio. Si una valla en la calle anuncia que ``Fidel es un país'', la nación está, eventualmente, dislocada sin remedio a corto plazo.
LOS ALDEANOS. LA BANDERA DE TU ALMA
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