lunes, agosto 16, 2010

Restauración en la Casa de los Castro

Nota del Bloguista

Todas las decisiones importantes fueron consultadas con Fidel Castro, incluyendo el destierro de los excarcelados hacia España; Raúl Castro estaba muy al tanto de la mejoría de Fidel Castro y no iba a dejar de consultarle esas decisiones con un grupo ¨de presos de Fidel ¨. Raúl Castro no es de mucho hablar en actos y muchas veces le molesta dar discursos. Alcibiades lo conoce bien y no se porqué fabula. l regreso de Fidel no fue inesperado para Raúl ni para otras personas cercanas.
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Tomado de http://eichikawa.com/


Restauración en la Casa de los Castro


Por Alcibíades Hidalgo
agosto 15, 2010



“Cuando despertó, el Comandante estaba nuevamente allí.”, podría haber escrito el guatemalteco Augusto Monterroso –el del relato más breve del idioma– con el mismo resultado de espantado estupor que nos deja la presencia de su dinosaurio, que sigue allí al regreso de todos los sueños. Y es que Fidel Castro, como el inmutable dinosaurio de Monterroso, todavía sigue allí, de nuevo en el centro de la escena y rumbo a su 85 cumpleaños.

La reaparición coincide con el momento exacto en que su hermano menor tomaba la decisión política más trascendente en cuatro años de un gobierno marcado por purgas, amagos e indecisiones, dando espacio político a la Iglesia Católica y enviando al destierro al grupo más conocido de prisioneros políticos de la isla, mientras se reiteran las promesas de reformas y las esperanzas de motivar la compasión de Washington.

Quizás nunca lleguemos a saber si el inesperado regreso cotidiano del Comandante en Jefe a las pantallas de todos los cubanos es el resultado de su evidente recuperación tras una muy larga convalecencia o la evidencia de su alarma ante el curso de los acontecimientos políticos. La sospecha de que bien puede tratarse de una combinación de ambos factores sí es más evidente. La indica el silencio oficial de Raúl Castro el 26 de julio, cuando su hermano ignoraba el acto nacional por la más importante fecha de su revolución, para presidir simultáneamente uno más a su medida, rodeado de íntimos aduladores ajenos a la nomenclatura. La indica también la actitud taciturna de Raúl durante el regreso triunfal de Fidel al parlamento para profetizar ante dóciles diputados un porvenir apocalíptico que solo puede evitar el buen juicio que aconseja a Barack Obama. Cierto es que el Comandante solo habla de temas foráneos o de memorias de lejanas guerras y no opina de la realidad nacional. No critica, pero tampoco aprueba. Prudente fórmula para marcar una distancia inusitada con los temas cruciales, desde la cual –según él– solo aconseja.

Visto así, Fidel Castro es más poderoso que nunca antes, aunque su entorno preferido haya desaparecido durante la prolongada ausencia. Faltan ahora casi todos los leales a quienes confió con carácter provisional sus temas predilectos el 31 de julio del 2006, mediante proclama leída por el secretario Carlitos Valenciaga, el mismo que ahora desempolva manuscritos en la Biblioteca Nacional. Ya no están los herederos designados Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, en otro tiempo “el cuadro revolucionario que mejor interpretó el pensamiento del Comandante”. Faltan, entre otros, el banquero Soberón; “Joseito”, fiel jefe de la escolta plenamente reemplazada; Eugenio Selman, el médico que le vaticinó 120 años de vida pero descuidó, al parecer, el funcionamiento de sus intestinos. Desapareció su Grupo de Coordinación y Apoyo, verdadero gobierno paralelo con la ayuda del cual burlaba al resto de las instituciones. Y faltan también la mayoría de sus ministros, sustituidos por diversas causas en el torbellino de cambios desatados por Raúl para que todo permanezca igual.

Fidel Castro no dispone de los viejos instrumentos para su administración de los detalles nacionales. Pero le basta la ayuda de sus caballeros de la Mesa Redonda y las fotografías de Alex Castro para paralizar con esas pruebas de vida cualquier pretensión de los cambios sustanciales que Raúl Castro y su entorno prometían y continuaban estudiando con asombrosa parsimonia. ¿Cuán libre fue el Regente en estos años? Quizás tampoco lleguemos a saberlo. En la Casa de los Castro ni la proclama de abdicación puede darse por segura.

-NOTA: Publicado en La Tercera, Santiago de Chile, Domingo 15 de Agosto de 2010.

1 Comments:

At 7:48 p. m., Anonymous Anónimo said...

Es un doble.

 

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