domingo, septiembre 12, 2010

Fidel Castro quema su libro rojo

Tomado de El Nuevo Herald.com


Castro quema su libro rojo


Por Miguel Cossio


Jeffrey Goldberg contestó a este medio por correo electrónico que Fidel Castro no estaba jugando cuando le dijo que el modelo cubano no sirve más. En opinión del periodista, fue un reconocimiento ``honesto'' para que el otro Castro, Raúl, reordene el sistema económico en aras de mantener a flote el país.

De ser cierta la ingenua apreciación, significaría que el resucitado apila, entrevista tras entrevista, leña mediática para quemar en público el libro rojo del totalitarismo, que escribió a lo largo de cinco décadas, desde que descubrió ``su verdadero destino'' una mañana de septiembre hace 65 años en la Universidad de La Habana.

Implicaría, además, el desmontaje de un sistema creado a su imagen y semejanza, lo cual no es descartable en un cerebro tan maquiavélico como el suyo. Pero sería impensable suponer a estas alturas que una declaración, dicha ``de manera informal'' al reportero de The Atlantic, propicie una transformación radical del modelo cubano.

¿A qué modelo económico se refiere? ¿Al de una nación subdesarrollada que vivió durante tres decenios de la subvención soviética y desde hace unos años de la venezolana, bajo un esquema de centralismo totalitario? ¿O al de la economía planificada? ¿O al del mercado libre campesino y los trabajadores por cuenta propia? ¿O al de los dos pesos, el normal y el convertible, el de Martí y el chavito vil?

Los atentos lectores son testigos de las distintas reinvenciones de Castro. El nunca se arrepiente de nada, ni siquiera falsamente. Su norma es cambiar de piel, como periódicamente la mudan las serpientes para mantenerse en buena salud y, en el caso de los políticos, evitar todas las maldiciones del oficio, que pueden caer encima.

La perversa genialidad de Fidel Castro radica en su enorme capacidad para reinventarse y apropiarse de las circunstancias. Empezó como líder estudiantil y se reinventó como ortodoxo. Intentó un recurso legal contra Fulgencio Batista, reinventándose como leguleyo, y terminó como asaltante del Moncada. Se reinventó acto seguido como exiliado martiano y luego como guerrillero. Cuando llegó al poder en 1959 se presentó como humanista y años después como internacionalista. En cada oportunidad supo hacerse nuevo.

Ahora necesita justificar y ``corregir'' su pasado; ir contra el antisemitismo, al tiempo que exige ¡que Israel renuncie a su arsenal nuclear! Critica al fanático de Ahmadineyad, pero declara que Irán tiene derecho a fabricar bombas atómicas. En fin, le echa maíz a cualquier palomo que lo busque.

Ni en la declaración a La Jornada sobre su responsabilidad por la persecución de homosexuales en Cuba, ni en la que dio a The Atlantic acerca de su recomendación a Kruschov de eliminar a Estados Unidos por medio de la guerra nuclear, hay un mea culpa sincero.

Lo que vemos hoy es un arquetipo de un Castro remasterizado. De ahí que sea prematuro pensar, por no decir inocente, que el reconocimiento de que ``el modelo cubano ni siquiera funciona'' para el régimen conduzca a un cambio. Tampoco creo que una reforma sea su intención más profunda.

Fidel Castro se encuentra ante una encrucijada existencial: o pasa a la historia como el causante de los mayores desastres nacionales, y algunos internacionales. O trata de reinventar una solución que lo coloque un poco mejor en las páginas de la historia universal.

Está en la fase de la reescritura de su vida pública, para quien la quiera comprar, como ocurre con el libro La victoria estratégica, su versión libre de lo que ocurrió en la Sierra Maestra.

El resucitado desea bajar la cortina siendo al mismo tiempo Stalin, Gorbachov y Mandela, en una sola trinidad, como el Dios de los cristianos.