viernes, noviembre 26, 2010

El periodismo como fe de vida, entrevista telefónica de Claudia Cadelo con Pedro Argüelles Morán

Tomado de http://octavocerco.blogspot.com



El periodismo como fe de vida, entrevista telefónica con Pedro Argüelles Morán #liberenlosYA


Por Claudio Cadelo


En el año 2003 fueron arrestados en sólo cuatro días 75 cubanos. ¿El delito? Ser activistas políticos pro-democracia, luchadores por los derechos humanos o simplemente periodistas independientes de la línea hegemónica del único partido político cubano, el Comunista. Pedro Argüelles Morán fue uno de ellos.

Siete años después –sobre las mismas bases arbitrarias de las encarcelaciones- supimos a través de un comunicado de la Iglesia Católica Cubana que el gobierno se había comprometido a liberarlos en un plazo de, paradoja injusta, cuatro meses.

El pasado siete de noviembre expiró el largo periodo que otorgó el gobierno cubano para devolverle la libertad a los inocentes y nos encontramos frente a una triste certeza: Sólo han sido excarcelados de los 75 aquellos que aceptaron una dolorosa condición, el exilio. De los que sueñan con regresar a sus hogares sólo uno está en su casa. Los once restantes presencian desde las prisiones el gotear de la mentira sobre la promesa incumplida de un gobierno sin palabra.

1- Pedro, usted tiene sesenta y dos años de edad, lleva siete años preso y está condenado a veinte. El gobierno cubano se comprometió a su liberación pero aún no cumple su palabra. Está reconocido como preso de conciencia por Amnistía Internacional y es uno de los periodistas independientes que quieren vivir en Cuba y exige salir de la celda para su casa. Cuénteme qué hacía en el año 2003, antes de ser apresado.

Quisiera corregirte un error: llevo preso siete años, ocho meses y dos días.

Yo ejercía como periodista independiente en la Provincia de Ciego de Ávila. Teníamos una agencia de prensa pequeñita “Cooperativa Avileña de Periodistas Independientes” (CAPI). Y éramos varios hermanos: Pablo Pacheco Ávila, mi amigo y mi compañero; Oscar Ayala Muñoz, un moronero, o sea, de Morón, una gente tremenda, economista, profesor de economía de la Universidad de Ciego de Ávila y en la escuela de economía de Morón, y algunos otros hermanos más.

Tratábamos de escribir sobre la realidad, denunciábamos las violaciones de los Derechos Humanos y escribíamos sobre aquellos temas que la prensa oficialista no toca ni con el pétalo de una rosa.

En síntesis: hacíamos periodismo independiente.

2- ¿Cómo eran las publicaciones?

Vertíamos paquetes de información en Internet, sobre todo en Nueva Prensa Cubana, y también Radio Martí y otros medios, sobre todo on-line. No teníamos un fin concreto ni exclusividad en las noticias que emitíamos: la información estaba abierta a todos los medios que quisieran servirse de ella.

3- Me parece imprescindible conocer los detalles de su arresto. ¿Cuándo fue, a qué hora, cómo sucedió? ¿Hubo irregularidades?

Fui secuestrado como rehén por la policía política castrista el 18 de marzo de 2003.

Días previos yo me había medio encerrado en mi casa para leer unos libros que me habían llegado (prohibidos por supuesto por la dictadura y clasificados como “propaganda enemiga”). Estaban las memorias de Huber Matos “Cómo llegó la noche”, “Narcotráfico: tarea revolucionaria” de Norberto Fuentes y en el momento del secuestro estaba leyendo “Las guerras secretas de Fidel Castro” de Juan Francisco Benemeli. Llevaba solamente leídas ochenta o noventa páginas cuando me llevaron.

Ese día mi esposa iba para La Habana a pasar unos días con su hijo. Alrededor de las cuatro menos cuarto de la tarde yo bajaba las escaleras –vivo en un tercer piso- para ir al supermercado mientras subía una invasión de trece o catorce agentes de la policía política. Me interceptaron en la escalera, no llegué ni al segundo piso. Me dijeron que no podía ir a ningún lugar, que estaba arrestado y que iban a registrar la casa.

Uno de los agentes tenía una cámara de video, otro una cámara de fotos e iban sacando imágenes todo el tiempo.

El registro empezó pasadas las cuatro, porque hicieron el paripé de ir a buscar dos testigos. Algo que me llamó la atención fue que ningún vecino quiso participar y por eso se demoraron en empezar. Finalmente encontraron dos y cuando uno de ellos dio el carnet para asentar el acta, pude ver que la dirección era de La Habana, ni siquiera de aquí de Ciego de Ávila; el otro era un SEPSA, Servicio Especializado de Protección Sociedad Anónima, es decir, una agencia del Ministerio del Interior para custodiar las tiendas recaudadoras de divisas y esas cosas. Ése, por supuesto, no se pudo negar y sí vivía en el edificio mío, pero en el otro hueco de escalera.

Yo estaba muy preocupado, ya me habían dicho que estaba arrestado y me esposa se había ido para la capital. Estaba solo en el apartamento con mis dos perros (una pareja de salchichas) y mi preocupación era dejarlos solos. Tenía que lograr avisarle a alguien para que se hiciera cargo de ellos.

( Vivienda de Pedro Argüelles Morán y Yolanda Vera Nerey; foto añadida a la entrevista por el Bloguista de Baracutey Cubano al igual que la anterior )

A las cinco y pico tocaron a la puerta y cuando abrieron entró mi esposa. Me explicó que la fueron a buscar a la terminal y le informaron que en su casa había un registro.

Todo terminó alrededor de las once de la noche porque encontraron el archivo mío. No es que estuviese escondido sino en una habitación que yo utilizaba como oficina y que no tenía luz porque se había fundido el bombillo. Encontraron dos o tres jabas llenas de escritos, denuncias y el que estaba al frente del registro dijo: Si nos ponemos a leer una a una terminamos pasado mañana, vamos a contarlas nada más. Fueron cerca de novecientos escritos.

A esa hora me condujeron a los calabozos de la Seguridad del Estado.

4- Antes de terminar con el registro. ¿La orden estaba firmada por las correspondientes instancias? ¿Reunía los requisitos legales de validez?

La orden de registro nunca me la enseñaron. Yo les pregunté ¿Ustedes tienen una orden de registro, una orden de arresto? Ellos respondieron “Tenemos una orden de registro” y se metieron en la casa. Tampoco me enseñaron la orden de arresto.

Había un oficial de la seguridad del estado que supuestamente llevaba el acta y anotaba lo que los otros encontraban. No encontraron bombas, ni revólveres, ni pistolas, ni fusiles, ni granadas, ni un plan de nada. Encontraron una máquina de escribir, una cámara de video, lápices, bolígrafos…materiales de oficina para hacer periodismo independiente. Además de libros, revistas, literatura, poesía. Nada más.

Eso presentaron en mi juicio para decir que yo era un mercenario.


5- Su familia, ¿cómo asumió la debacle de sus vidas?

Imagínate, mi esposa iba para la Habana y la interceptaron: Su esposo está arrestado, en su casa hay un registro. Hacía muchos años que yo hacía activismo pro derechos humanos y después periodismo independiente. De alguna manera estaba acostumbrada, ya yo había sufrido prisión en el 95 y el 96. No fue ni el primer registro ni el primer arresto.

Ella sabía que como una espada de Damocles pendía sobre mi cabeza un posible encarcelamiento, pero siempre es sorpresivo.

No sabíamos que comenzaba una ola represiva que duraría cuatro días. Por ejemplo, el mismo 18, cerca de las ocho de la noche Pablo pasó por la casa en medio del registro. Un oficial de la Seguridad del Estado le dijo: Pablo Pacheco, retírese que Argüelles está arrestado.

Al día siguiente por la tarde, estando yo en los calabozos, me empiezan a llamar y a llamar. Era Pablito, lo acababan de arrestar a él y lo habían traído también para un calabozo. Ahí fue que supe que había hablado con Raúl Rivero y que los arrestos eran a nivel nacional.

6- ¿Bajo qué cargos específicos fue usted condenado y cómo fue el proceder del tribunal? ¿Qué pruebas se exhibieron en el juicio? ¿Su abogado lo defendió?

Yo le pregunté al capitán aún en mi casa ¿Por qué me arrestan? Y él me dijo: Por violación de la ley 88.

El juicio fue el viernes 4 de abril en el Tribunal Provincia de Ciego de Ávila. Duró desde las nueve de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Hubo un gran despliegue policial, el carro en el que yo iba estaba custodiado por patrullas y policías. Cerraron las calles cercanas al tribunal. Un oficial de instrucción desde días antes nos pidió la lista de los familiares que asistirían al juicio y los no familiares no podían entrar.

Cuando llegamos a la sala ya estaba llena de gente del Partido Comunista, de las FAR, del MININT, grupos sindicales…gente de ellos, pro-castristas. Familiares míos sólo mi esposa y mi hermana, y de Pablo, su esposa, su hijo y no recuerdo si un hermano.

Yo no acepté abogado y me pusieron una de oficio. Una muchacha recién graduada, yo fui su primer caso. Sólo nos vimos una vez antes del juicio: media hora en la misma sala en la que me hacían los interrogatorios los oficiales de la seguridad del estado. Ella en definitiva, lo que es defender, no defendió nada porque no podía.

Pablito sí nombró a una abogada. A mí me daba mucha gracia, porque cuando ella se refería a nosotros decía “los contrarrevolucionarios” y yo pensaba “si esta es la abogada y nos llama contrarrevolucionarios…”. Un detalle curioso, esa misma abogada de Pablo, que era contratada, unos años después se fue por el bombo con su esposo para los Estados Unidos.

Sin embargo la abogada defensora mía hizo mucho mejor papel y nunca me llamó contrarrevolucionario. Cuando yo iba a hablar la presidenta del tribunal me torpedeaba, no me dejó decir ni media palabra y ella, incluso, protestaba. Durante el receso para almorzar me dijo: Sigue protestando, yo también voy a protestar porque no te han dejado hablar en tu defensa.

Fue un juicio muy amañado, se sabía que allí no iba a pasar nada. No hubo testigos a favor de nosotros. La fiscalía llevó gente del CDR de Pablo porque de mi cuadra no fue nadie.

En la petición fiscal mía -es decir, en las conclusiones provisionales del fiscal- venían dos reclusos de aquí de la Prisión Provincial de Canaleta que supuestamente iban a testificar al juicio por una denuncia que yo había sacado por Radio Martí sobre asistencia médica de ellos. Tampoco fueron y entonces presentaron a una doctora de los Servicios Médicos del Ministerio del Interior, especialista en dermatología. Ella dijo que los jueves o viernes daba consulta en la prisión y que la asistencia médica era muy buena.

La petición fiscal fue de veintiséis años y me condenaron por sanción única y conjunta a veinte años. El secretario del tribunal provincial me la entregó a la mañana siguiente del juicio.

7- Las cárceles cubanas son impresentables. El relator para la tortura y los malos tratos no pudo visitar Cuba el año pasado por falta de voluntad por parte del gobierno cubano. Cuénteme de su vida en prisión, del periodismo tras los barrotes, de cómo ha logrado mantener su moral y sus principios en condiciones tan terribles.

Yo hablo siempre por mí, y también por mis hermanos, pero en este caso por mí: yo estoy muy convencido de lo que estoy haciendo y desde que me inicié en esta lid en el año 1992 sabía a todo lo que me exponía. Sabía los riesgos que tendría que correr y los sacrificios que tendría que hacer. Podían expulsarme del centro de trabajo. Me vigilarían y sería declarado oficialmente no persona por denunciar las violaciones a los derechos humanos. Porque Cuba es signataria de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Aquí adentro uno vive en condiciones pésimas, un hacinamiento increíble, mala alimentación y atención médica. La chivatería -hablando en los términos populares- es enorme, los informantes de la policía son por millones. Estoy constantemente observado, hay muchos ojos arriba de mí porque cada vez que hay una violación a los derechos humanos yo lo investigo y lo denuncio a riesgo de lo que pueda pasar.

Trabajar y escribir dentro de la cárcel no es fácil. La vida aquí es dura: esto no es un círculo infantil, ni una escuela en el campo, ni una escuela urbana. Esto es una prisión con una serie de elementos psicodélicos, psiquiátricos, retrasos mentales, gente peligrosa que ha asesinado, ha violado, que ha cometido todo tipo de delitos. Gente que nunca saldrá de la cárcel. Es un basurero social y tú estás obligado a convivir con todo. Hay también, claro, personas normales, buenas que nunca debieron venir a prisión o que fueron excesivamente sancionadas por cualquier bobería.

Todo el tiempo le informan a la policía lo que haces, con quién hablas y te reúnes. Pero hay que seguir adelante aunque el medio sea hostil.

Las condiciones sanitarias son pésimas. Yo estoy en un cubículo con capacidad para dos personas y estamos viviendo seis, porque hay dos literas de tres camas cada una. Los baños son huecos en el piso y ponen el agua dos veces al día. Un agua que no es potable y es para todo: para tomar, para bañarse, para limpiar.

La atención médica es terrible. Por ejemplo, aquí hay un muchacho que desde el día diez tiene ordenada una placa de rayos X y no se la han hecho: cuando no es que el guardia no lo puede llevar, es que el técnico no vino. Hay casos en que logras que el médico venga y te recete un medicamento, entonces pasan ocho, diez días y la medicina no llega. No hay nada, a veces llegas a la enfermería para comprobar que no hay ni duralgina.

En términos generales vas a la enfermería y es por gusto –ellos mismos lo dicen- porque te ve el médico y no te hace caso. Ha habido muchos casos de muertes aquí en la cárcel por falta de atención médica, yo he denunciado unos cuantos.

El personal de la prisión siempre justifica las muertes de alguna forma. En definitiva el sistema es uno sólo: todo es estatal y todos responden al gobierno. Los médicos son jóvenes que se acaban de graduar y sus primeras actividades laborales son aquí como servicio social. Antes de comenzar a trabajar los reúnen en la dirección de la prisión y les dicen que la población finge que se siente mal para ir a la enfermería para traficar con psicofármacos, para mirar a las enfermeras. Entonces ese médico te ve a ti como a un fingidor y como tal te atiende. Por otro lado las doctoras, las mujeres, empiezan a tener relaciones con la jefatura de la prisión y se sienten amparadas para hacer una labor profesional pésima.

¿Cree que será finalmente liberado? ¿Qué es lo primero que hará cuando sea de nuevo un hombre libre?

Yo hablaría de excarcelado, porque yo me siento libre aunque esté preso. Pienso que sí, que en algún momento de algún día de algún mes de algún año me van a excarcelar. Lo primero que haría sería llamar por teléfono a mi hermano Guillermo El Coco Fariñas y decirle que ya estoy en mi casa, con mi esposa. Y mi primera salida sería para ir a Santa Clara a verlo y darle un abrazo.

Después continuar con mi lucha pacífica, civilista a favor del respeto de los derechos, las libertades y la dignidad de la persona humana.

Pero aunque no me excarcelen, desde aquí de la prisión de Canaleta o desde cualquier otra prisión a la que me confinen, seguiré defendiendo la Declaración Universal de los Derechos Humanos.