miércoles, diciembre 01, 2010

Wiki leaks a la venezolana parte1: Kikiri-wiki: Filtran fotos de reunión con militares cubanos en Fuerte Mara

Tomado de http://www.lapatilla.com

Kikiri-wiki: Filtran fotos de reunión con militares cubanos en Fuerte Mara
noviembre 29, 2010

(Especial lapatilla.com) No sólo en el mundo anglosajón se filtran documentos (wikileaks) sobre la diplomacia estadounidense. A la redacción de La Patilla, ha llegado en un sobre de manila, sin identificación, un pendrive con fotos, que retratan una reunión del altísimos oficiales del ejército venezolano en Fuerte Mara en Maracaibo, con supuestos altos oficiales de la Fuerza Armada Cubana.

Según la nota que acompañaba las fotos, estos oficiales serían supuestamente unos generales cubanos, en plan de recibir de los altos oficiales venezolanos, los detalles de los planes defensa nacionales en una hipótesis de guerra con Colombia.

Esta filtrada criolla, este ¨kikiri-wiki¨, ratificaría las denuncias de la presencia de militares cubanos en áreas sensibles de las Fuerzas Armadas Nacionales.

Los supuestos altos oficiales cubanos no fueron identificados en el sobre. ¿Nos ayudaría usted a identificarlos?









De espalda, el ministro de la defensa, G/J Mata Figueroa, abraza al supuesto militar cubano



G/J Mata Figueroa y el difunto mayor general Almidien Ramón Moreno Acosta, entonces jefe de la Región de Defensa Integral de Occidente, con los visitantes cubanos



G/J Mata Figueroa con los supuestos altos oficiales cubanos a la entrada de la reunión


G/J Mata Figueroa con los tres visitantes cubanos presiden la reunión



El supuesto militar cubano toma la palabra en la reunión en Fuerte Mara




Detalle de los visitantes cubanos


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Nota del Bloguista

El de la izquierda con pulover, T-shirt, remera, etc.. roja debajo de la chaqueta es el General de División Leonardo Ramón Andollo Valdés
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Tomado de http://www.granma.cubaweb.cu/

General de División Leonardo Ramón Andollo Valdés Segundo Jefe del Estado Mayor General de las FAR

¡Esto es insólito!

Nació el seis de noviembre de 1945. La Segunda Guerra Mundial recién había terminado. El padre era un admirador de la Unión Soviética. Le quiso poner al niño el nombre de Timoshenko, en honor al mariscal ruso. La madre se opuso. La discusión duró días. Finalmente venció el sentido común. El pequeño llevaría el nombre de Leonardo Ramón. Hoy, sesenta años después de esa discusión familiar, el hijo de esos obreros de la fábrica de refrescos Materva, es general de división de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. En 1989 tenía 44 años, y es ascendido al grado de general de brigada. En esos momentos, era el general más joven de nuestras fuerzas armadas. Una de las características relevantes de este militar es su permanente interés por superarse intelectualmente. Diariamente le dedica un tiempo al estudio, lo que combina con el trabajo. Es una persona de conversación agradable, profunda. Cuidadoso, pero muy seguro de sus planteamientos. Hablar con él resulta útil.

LUIS BÁEZ

—¿De dónde es usted?

Del barrio del Cerro. Nací en la Ciudad de La Habana. Mi padre era obrero. Mi madre técnica química. El viejo era miembro del Partido Socialista Popular (PSP). Hijo de españoles. Peleó en favor de la República. Fue de los que salió por Francia. No pasé grandes necesidades. Tuve acceso a la educación; primero en una escuela pública, después en una privada en el Cerro, cerca de la Quinta Covadonga.

Andollo recibe del Comandante en Jefe el ascenso a General de División.

—¿Su padre participó en la lucha contra Fulgencio Batista?

Algo. Cuando la huelga del 9 de abril de 1958 cayó preso. Al ponerlo en libertad nos mudamos para Santiago de las Vegas a una pequeña finquita. Después del 1 de enero de 1959 regresamos al Cerro.

—¿Qué edad tenía al triunfo de la Revolución?

Trece años.

—¿Cuándo comenzó sus actividades revolucionarias?

En 1960 me incorporé a las Milicias. Al producirse la nacionalización de los colegios me nombraron interventor de la escuela donde estudiaba.

—¿Cómo se llamaba?

Academia Pitman.

—¿Qué tiempo estuvo en el cargo?

Cuatro días.

—¿Qué hizo en las Milicias?

Me enviaron de apoyo a la policía. Específicamente a la Décima Estación. Resultó una etapa interesante. Girón me sorprendió en esa actividad.

—¿Caminó los 62 kilómetros?

Sí. También me gané la boina verde.

—¿Siguió los estudios?

Un tiempo. Estudiaba la carrera de Comercio. Finalmente la dejé. Pienso que en aquel momento tomé una decisión importante.

—¿Cuál fue esa decisión?

Dedicarme por completo a las tareas revolucionarias. Mis padres me apoyaron en la determinación.

—¿Le gustaba la carrera militar?

Estaba muy lejos de pensar ser militar.

—¿Cuáles fueron las primeras tareas que realizó?

Estuve en la Finca de los Monos donde había una unidad importante de Milicias. En el mes de junio me mandaron a buscar de la Sección de Ingeniería del Punto 1 del Estado Mayor General, que estaba en el Nuevo Vedado.

—¿Para qué?

Como había sido estudiante de Comercio me plantearon que me encargara de la reserva de armamento. En esos momentos se estaban formando las tropas regulares en las fuerzas armadas. Hasta que en enero de 1962 me enviaron para la Unión Soviética.

—¿A qué?

A pasar un curso.

—¿De qué especialidad?

Mando y Estado Mayor de las tropas ingenieras. Un curso rápido. Un proceso de formación emergente de oficiales. Duró doce meses. Ahí me vinculo a la ingeniería. La escuela estaba a unos 60 kilómetros de Moscú, en la región de Klin. Conocí a muchos compañeros del Ejército Rebelde, entre ellos, los hermanos Rogelio y Enrique Acevedo. Allí vi por primera vez, en persona, al Che. También a Raúl Castro. Estando en el curso nos cogió la Crisis de Octubre. Fueron instantes de mucha tensión.

—¿En qué condiciones vio a Raúl?

Se produjo en un momento muy complejo. Habían ocurrido problemas en el grupo. Raúl empezó diciendo: "Quiero que me los nombren a todos. Uno por uno". A medida que te mencionaban tenías que pararte. Cuando se iba acercando mi turno quería que me tragara la tierra. Así comenzó mi formación militar. Yo tenía 16 años.

Junto al Comandante en Jefe y al Ministro de las FAR durante uno de los ejercicios estratégicos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

—Al regresar, ¿para dónde lo mandaron?

Vuelvo a la Dirección de Ingeniería. Al frente se encontraba Julio García Oliveras. Me nombraron jefe de almacén, contador. Empecé a atender los problemas de abastecimiento, armamento, etcétera. Posteriormente pasé a la sección de preparación combativa. Comencé a trabajar en las cuestiones operativas. También participé en los primeros programas que se hicieron de planificación de las operaciones. En ese periodo empiezo a vincularme, especialmente, con los planes de abastecimiento, desarrollo del armamento y sobre todo del acondicionamiento operativo del Teatro de Operaciones Militares (TOM). Es decir, a todo el proceso de planificación y evolución de las FAR. En esos años me sucede algo muy importante.

—¿Qué sucedió?

Me mandó a buscar el Comandante en Jefe.

—¿Con qué intención?

Viajar al exterior en una misión.

—¿En qué consistió la misión?

Ese año —1970—, se produjo un boom en la construcción de fortificaciones. Habíamos discutido con los soviéticos y los resultados no habían sido los que esperábamos. Fidel decidió mandarnos a comprar unos equipos, para acelerar el proceso e introducir nuevas tecnologías.

—¿Había hablado con él en otra ocasión?

No. Era la primera vez. La conversación se produjo minutos antes de que informara al pueblo que no se lograrían producir los diez millones de toneladas de azúcar.

—¿Cómo lo notó?

Se veía que estaba bajo el impacto del proceso político que tenía que afrontar; sin embargo, me llamó la atención el entusiasmo con que habló de la tarea que me había encomendado. Ya en 1974, como parte de los planes de superación de los cuadros, me enviaron nuevamente a la Unión Soviética.

—¿Con qué finalidad?

A pasar el curso superior de la Academia Militar del EMG Voroshilov. La mayoría éramos jefes jóvenes.

—¿Qué tiempo duró?

Dos años. Era el curso operativo-estratégico de más nivel que tenían los soviéticos.

—¿Cómo la pasaron?

El primer año fue muy duro. Tuve que estudiar como nunca antes en mi vida. Además de los problemas del idioma, fuimos sin la familia.

—¿Hablaba ruso?

No. Al llegar a Moscú nos recibió un coronel. Empezó a preguntarnos y se percató de que de los diez, solo dos hablaban ruso. Al día siguiente nos enfrentamos con el jefe de la Sección Política, un hombre ya mayor, que era coronel general. Al enterarse del desconocimiento que teníamos del idioma, así como de que no habíamos pasado por las escuelas que se exigían para ingresar a esa academia, el militar exclamó: "¡Esto es insólito!". "¡Cómo van a estudiar sin conocer el idioma!", decía el viejo. En la historia de la academia nunca se había producido este tipo de situación.

Fue un momento muy difícil. Nos molestamos. El que estaba al frente de nuestro grupo le planteó que estábamos cumpliendo una tarea del Gobierno y el Partido y que la íbamos a realizar. Se informó de la situación a La Habana. Todo se resolvió políticamente. Pero nos llevaron tenso. Incluso, no nos dieron la oportunidad de pasar un cursito de seis meses para aprender el idioma y después incorporarnos, que era lo que habíamos propuesto. Eso trajo como consecuencia que la Dirección de la Escuela nos asimiló, porque era una decisión política. Nos dieron un curso introductorio de ruso de una semana. El 1 de septiembre empezamos las clases.

En octubre fue la primera prueba. El profesor se percató de que me sabía la materia: "Prueba del Ejército Enemigo", pero no podía expresarme. Me vio tan desesperado que me permitió responder en inglés. Así pasamos el primer año. El segundo fue más fácil. Además de manejar el idioma, ya teníamos a la familia con nosotros. Al graduarnos, nuestro grupo fue escogido el segundo mejor curso de toda la academia. Nunca había estudiado tanto. Fue tremendo llevar un curso simultáneamente con el aprendizaje del idioma. Entré con dos de miopía y salí con cuatro.

—¿Qué importancia tuvo ese curso en su formación?

Ese paso por la Academia Militar fue vital para mí y el resto de los compañeros. Era una institución que tenía aciertos y desaciertos. No era perfecta. Pero no cabe duda de que contaba con un sistema metodológico muy bueno y desarrollaba la capacidad de pensamiento estratégico y operativo. Fueron dos años muy provechosos. Al regreso, cumplí algunas misiones en el exterior hasta que, en abril de 1977, partí rumbo a Etiopía.



—¿Con qué propósito?

Formar parte del primer grupo de ayuda internacionalista que viajó a ese país. Aquí tuve la oportunidad de participar en un proceso político militar desde el máximo nivel. Ya en esos momentos poseía una serie de conocimientos que me ponían en condición mucho más favorable para el análisis de esos fenómenos.

—¿Cuáles eran las instrucciones?

Nuestra presencia en esa nación estaba vinculada con la preparación de las fuerzas armadas etíopes. Esencialmente evitar el desmembramiento del país y salvar la Revolución. Los primeros en llegar fuimos un grupo muy pequeño. Después se amplió con el arribo de los instructores.

En el acuerdo de Adén, con la presencia de nuestro Comandante en Jefe, el presidente somalo Mohamed Siad Barre se comprometió a no atacar a Etiopía. Lo que no cumplió.

Al llegar nos alojaron en el palacio que había sido del Emperador Haile Selassie. Nuestra presencia se mantenía oculta, aunque ya se hablaba de ella. Al principio los soviéticos no estuvieron de acuerdo con nuestra participación.

Era la primera vez que chocaba con África, que conocía al africano y particularmente al etíope, que tiene sus propias características. Para mí todo eso era un fenómeno nuevo. Por esos días realicé un viaje a Yemen.

—¿Con qué objetivo?

En La Habana se decidió mandar un barco con todos los medios para equipar un grupo de unidades. También se planteó que por razones de carácter político, no era posible montar las escuelas en Etiopía. Entonces se decidió ubicarlas en Yemen. Me dieron la tarea, junto con otros compañeros, de llevar a la dirección yemenita una carta del Comandante en Jefe donde se le planteaba el problema y esperar la respuesta de ellos.

Llegamos a Adén. Fidel nos había dado instrucciones de que habláramos con nuestro embajador Jacinto Vázquez para que nos ayudara. Le mostré la carta al compañero y, después que la leyó, me dijo que iba a hacer los contactos para que nos recibieran. Le revelé que el barco estaría llegando al siguiente día. El hombre exclamó:

¡Coño! Bueno, no queda más remedio que ir ahora mismo. Este compañero se portó muy bien.

Fuimos a la sede del Buró Político. Entregamos la carta al presidente. Aproveché también para comunicarle que el barco, de que se hablaba en la misiva, estaba a un día de navegación de Yemen. Nos pidieron que esperáramos en otro salón.

—¿Qué respondieron?

Autorizaron la entrada de la nave.

—Finalmente, ¿el barco llegó?

Sí. Bajamos todo el armamento. Después tuvimos nuevamente que montarlo en el barco.

—¿Por qué razón?

Se decidió abrir el centro de entrenamiento en Etiopía debido a que la situación política había cambiado favorablemente.

—¿Qué responsabilidad le asignaron?

Jefe de Estado Mayor de la Misión.

—¿Qué momento considera trascendental?

Cuando se decidió por nuestra más alta dirección, en coordinación con el gobierno Etíope, la participación de tropas cubanas para responder a la agresión somala. Esto provocó un vuelco en la guerra. Ya en este momento los soviéticos habían mandado asesores.

—¿Cuál fue la experiencia más valiosa?

Todas. Aprendí mucho. La modelación de la participación de las tropas cubanas fue una vivencia muy valiosa. Entre mis tareas, estaba llevar el control de las síntesis informativas operativas que se enviaban a Cuba. Los 19 meses que permanecí en Etiopía desempeñaron un papel importante en mi formación militar.

Como oficial revistador de las tropas en uno de los desfiles militares.

—Ya en La Habana, ¿dónde lo situaron?

Me ubicaron durante algunos años en el Ejército Occidental con la finalidad de tomar experiencias en el mando de tropas. En 1983 me trasladaron como segundo jefe de la Dirección de Ingeniería y a los pocos meses me nombraron al frente de la Dirección.

Desempeñando ese cargo participé en una nueva etapa del desarrollo de las tropas ingenieras, dirigida al fortalecimiento de la capacidad defensiva del país y el cumplimiento de las misiones internacionalistas.

Me mantuve en esta actividad hasta 1997 en que fui nombrado Segundo Jefe del Estado Mayor General-Jefe de la Dirección de Operaciones, cargo que continúo desempeñando.

Durante estos años obtuve el grado científico de Doctor en Ciencias Militares, fui ascendido al grado de general de división y tuve la oportunidad de cumplir diferentes misiones en el exterior así como representar al MINFAR en diversas tareas gubernamentales, en las cuales no solo transmitimos nuestras modestas experiencias, sino también aprendimos mucho, lo que a su vez se revierte en el mejoramiento de nuestro propio desempeño.

—Su hija Déborah fue campeona mundial de inmersión, aunque algunos de sus récords se mantienen vigentes ¿como padre, qué sentía cuando establecía los mismos?

Orgullo y preocupación, porque se trata de un deporte peligroso, de los que llaman "no límite". Ella lo logró por su propia iniciativa y una enorme fuerza de voluntad, así como de valor. No tenía derecho a impedírselo. Además, era una manera modesta de aportar prestigio a la Patria. Eso me hace sentir un padre orgulloso.