sábado, marzo 26, 2011

Sobre Fidel Castro y su desprecio por los periodistas cubanos de la Isla: El Máximo y los periodistas

Tomado de http://www.primaveradigital.org

El Máximo y los periodistas

Por Rogelio Fabio Hurtado


Marianao, La Habana, 24 de marzo de 2011, (PD) Ahora, con la entrega del carnet de la Unión de periodistas de Cuba (UPEC) al agente Emilio, los rectores de la prensa estatal han renunciado a uno de sus argumentos favoritos contra nosotros: argüir la carencia del título que nos acredite como periodistas.

Así, aparentan ignorar que estrellas del gremio, como John Reed, Hearst, José Martí o Pablo de la Torriente Brau, tampoco contaron con formación académica.

Hoy quiero referirme a las relaciones del Líder con la prensa, a lo largo de su carrera política.

A fines de la década del 40 del pasado siglo, Cuba vivía bajo la liberalísima Constitución del 40, y abundaban los buenos periodistas: Sergio Carbó, Ramón Vasconcelos, Mario Kuchilán, Guido García Inclán, Antonio de la Osa y Agustín C. Tamargo, por sólo mencionar unos pocos. Entre ellos, el joven llegado desde Birán con inocultables aspiraciones políticas, escogió como más afines a Vasconcelos, García Inclán y al también oriental Luís Conte Agüero, a quien llamaba hermano. Chibasistas como él los dos últimos, gran periodista y director de un diario habanero el segundo.

Cultivó asimismo la amistad de Miguel Ángel Quevedo, propietario de la revista Bohemia, cuyas muy leídas páginas acogieron gustosas los primeros artículos de opinión firmados por el Dr. Fidel Castro, quien, dicho sea de paso, tampoco era graduado de la Escuela de Periodismo “Manuel Márquez Sterling”.

Durante el Juicio por el asalto al cuartel Moncada, contó con la valiosa colaboración de Marta Rojas, una joven santiaguera recién graduada, cuyos reportajes de las vistas, publicados por Bohemia, le facilitan convertir el revés militar en victoria política, forjándole una aureola de liderazgo que ya no dejaría de acompañarlo.

La prensa de oposición, radial y escrita, mantuvo una intensa campaña a favor de los moncadistas, que forzó a Batista a concederles en 1955 una generosa amnistía.

Ya instalado en la Sierra Maestra, solicitó y recibió la visita de uno de los editorialistas del New York Times, el Sr. Herbert G. Mathew, quien no tomó en cuenta su edad, casi 60 años, ni los peligros para escalar el macizo montañoso y hacerle la célebre entrevista, que lo consagraría como héroe internacional. En 1959, durante su primera visita como gobernante a los Estados Unidos, no vacilaría en ridiculizarlo contándoles a todos como le hizo creer que contaba con un número mayor de guerrilleros. .Mathew tuvo que soportar toda su vida los ataques de la prensa de derecha, que lo acusaba de “haber inventado a Fidel Castro”. Muchos años después, otro periodista del propio periódico, Anthony de Palma, usó la frase para titular su biografía de Mathew.

Esta parece la primera manifestación pública de la tendencia de Fidel Castro a menospreciar a quienes hacen la prensa, que se evidenciará después contra el venezolano Segundo Cazalis, el olvidado Siquitrilla, cuando este llamó la atención acerca del proceso contra Marquitos Rodríguez por la matanza de Humboldt 7 y la dinámica articulista de Juventud Rebelde Soledad Cruz, quien osó repetir una frase frecuente en los años 90: “Esto no hay quien lo tumbe ni quien lo arregle”, y le mereció el calificativo de mentecata, honor compartido por Marta Limia, la galerista de Extensión Universitaria que auspició la última exposición del Grupo Arte Calle. En compensación, la corresponsal mexicana Martica Solís gozó mucho tiempo de toda su simpatía.

A través de los años, ha concedido extensas entrevistas a periodistas de diferentes países, la mayor a Ignacio Ramonet, publicada en forma de libro. Sin embargo, ha evitado ponerse al alcance de ningún cubano. Ni siquiera sus favoritos, Luís Báez o Marta Rojas lo han conseguido. A la bella Katiuska Blanco le ha permitido ocuparse de su entorno familiar, pero tampoco se ha decidido a concedérsela. Al final de un congreso de la UPEC se habló del asunto, pero las múltiples tareas y el grave percance de salud lo han excusado.

Ahora, desde el espacio farandulero que la carismática Edith Mazola ha defendido contra viento y ralea en la TV cubana, lanza su pedido Ciro Bianchi Ross, hasta ahora un exitoso entrevistador literario. Tampoco creo que lo logre. El Máximo prefiere a los foráneos, a quienes parece respetar más que a sus subalternos compatriotas.

rhur46@yahoo.com