50 aniversario de las palabras de Fidel Castro a los intelectuales en la Biblioteca Nacional: Como si nada hubiera ocurrido
Como si nada hubiera ocurrido
Por Leonardo Calvo Cárdenas
Boyeros, La Habana, 21 de julio de 2011, (PD) Tantos años de poder absoluto e incontestable puede enajenar a los seres humanos de la realidad. Por estos días se ha celebrado más que conmemorado el cincuenta aniversario de lo que históricamente ha trascendido como “Palabras a los intelectuales”.
Los días 16, 23 y 30 de junio de 1961 en la Biblioteca Nacional “José Martí” el líder de la revolución Fidel Castro se reunió con un numeroso grupo de intelectuales y creadores del momento, cuyas inquietudes y expectativas fueron lapidadas por el comandante en jefe con esa frase que trascendió para marcar con letras de fuego toda nuestra historia cultural “Dentro de la revolución todo, contra la revolución nada”.
Así, como si nada hubiera ocurrido en el acto conmemorativo efectuado en el mismo escenario y en el programa televisivo de propaganda oficialista conocido como “Mesa Redonda” escuchamos a dirigentes y personalidades de la cultura dibujar una increíble perspectiva histórica del hecho y sus repercusiones:
El vicepresidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) Omar Valiño expresó que…Fidel demostró entonces “las reales coordenadas para un dialogo: sensibilidad, amplitud, justicia, crítica, verdad, sentido político, principios firmes y transparencia”.
El Dr. Eduardo Torres Cuevas, renombrado historiador y director de la Biblioteca Nacional, trajo a colación otra frase paradigmática de Fidel Castro quien aseguró en su momento “No le decimos al pueblo cree, le decimos al pueblo lee.
Por su parte la vicepresidenta del Instituto del Libro nos trasmitió la voluntad oficial de que cada lector encuentre su libro.
En el marco de la conmemoración funcionarios y creadores caracterizaron a “las palabras a los intelectuales” como el fundamento de la política cultural de la revolución, definida como una plataforma de plena libertad de creación y pensamiento donde el escritor y el artista que no son revolucionarios tengan su espacio.
Resulta inconcebible escuchar tales pronunciamientos después de tantos años de arrastrar la pesada carga de dogmatismo, la sospecha permanente, las prohibiciones absurdas, el ostracismo, el martirio o la negación total de grandes figuras de la cultura nacional, de acumular el más alto índice de artistas e intelectuales exiliados de la historia, amén de la triste impronta dejada en nuestra vida cultural y social por comisarios represores y censores.
Esa política cultural ha propiciado durante décadas la persecución y satanización en las escuelas de arte de expresiones como el Jazz, el rock y la más genuina música cubana, además de convalidar el racismo enfermizo que ha sustentado la jerarquía del Ballet Nacional de Cuba.
La interesada ceguera de los que hoy cantan loas a esa política cultural que tanto daño humano y estructural ha causado constituye una nueva ofensa a los intelectuales y creadores que nunca abandonaron su tierra a pesar de ser víctimas de la intolerancia, la desidia y la insensibilidad. La historia de Walterio Carbonell, Virgilio Piñera, José Lezama Lima, Carlos Embale, Pedro Luis Ferrer, Sara Gómez, los animadores de la Editorial El Puente, Inés María Martiatu o Pablo Milanés son el testimonio latente de una realidad histórica que no puede ser omitida por la manipulación autocomplaciente del oportunismo y la hipocresía.
En esta conmemoración los heraldos del poder olvidaron como esa política cultural que hoy tanto elogian promovió aquel Congreso de Educación y Cultura (1971) que le dio carácter inquisitorial al panorama cultural cubano, cuando atinó a expulsar a la diversidad sexual de las aulas y los escenarios y legisló contra las manifestaciones religiosas afrocubanas.
Estos señores olvidan a conveniencia como esa política cultural que tanto veneran ha transitado del ridículo de prohibir la difusión de inocentes cantantes románticos, al absurdo de satanizar como diversionismo ideológico la música cantada en ingles hasta la barbarie de obligar a destacados artistas a justificar ante el mundo un crimen imperdonable.
Como si nada hubiera ocurrido, intelectuales cubanos incapaces de cumplir con su compromiso histórico y social vuelven a conceder el beneficio de la legitimidad a los que el trovador Silvio Rodríguez ?víctima y cómplice? llamó en desgarrados versos delimitadores de las primaveras y perseguidores de cualquier nacimiento.
Ojala que después de tanto dolor e injusticia puedan al menos dormir tranquilos, porque a ellos, tampoco la historia los absuelve.
elical2004@yahoo.es
*Historiador y politólogo
Foto: Juan A. Madrazo
Estatua de Lenon
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