lunes, agosto 01, 2011

Fallece Eliseo Alberto, el escritor cubano que defendía estar equivocado. Fue declarado traidor por los hermanos Castro y se exilió en México en 1988

Tomado de http://www.elpais.comLink
Eliseo Alberto, el escritor cubano que defendía estar equivocado


Fue declarado traidor por los hermanos Castro y se exilió en México en 1988

SALVADOR CAMARENA
México
31/07/2011


Eliseo Alberto de Diego García Marruz (Arroyo de Naranjo, Cuba, 1951), más conocido por todos como Lichi, uno de los escritores más entrañables de cuantos han llegado a México en las últimas décadas, falleció ayer a los 59 años por una complicación cardiaca surgida tras un trasplante de riñón. "Cercano, jaranero, jodedor en cubano, ese era Lichi, al que recordaré sentado en la mesa de casa y contándonos unas historias maravillosas, corrompiéndonos de alegría y risa. Era la broma más feliz del mundo", evocó ayer para EL PAÍS su paisano, el pintor Waldo Saavedra.

Víctima de la dictadura cubana, fue declarado traidor por los Castro. Residía en México desde 1988. Dos años más tarde obtuvo la nacionalidad. Sobre Informe contra mí mismo (1978) en una entrevista dijo: "Es un libro sobre Cuba, que se escribe solo una vez. A mucha gente le hizo bien, y sin ser pedante sé que si soy recordado alguna vez va a ser por esa obra". En ella emprende "la búsqueda de respuestas a lo que pasó con la emoción de los años de la Revolución, no con la razón ni con la pasión. Como siempre he dicho: se trata de un libro en el que yo defendí un solo derecho: el derecho a estar equivocado, algo que poco se reconoce y menos por los políticos". Sobre una posible apertura en la isla, en otra entrevista, hace tres años, aseguraba: "Mientras no se liberen los presos, mientras no se abran las puertas burocráticas a los cubanos, mientras no entre preso nadie por opinar distinto... no habrá horizontes de cambios", aseguraba a este diario.

(Eliseo Alberto Diego ¨Lichi¨)

Ganador en 1998 del primer Premio Alfaguara con Caracol beach, escribió también Una noche dentro de la noche (2006) y Esther en alguna parte (2005). Y además de escritor, periodista y editor, fue guionista de radio, televisión y cine. Entre otros, colaboró con Tomás Gutiérrez Alea en la cinta Guantanamera. Dio cursos en el Sundance Film Institute, y en escuelas de cine de Cuba y México.

Cuando se encontraba luchando por su vida después de la operación, el escritor Jorge F. Hernández fue invitado por el diario Milenio a escribir en la tribuna que el novelista cubano tenía todos los jueves y sobre él: "Por Lichi confirmé que las crónicas pueden ser prosa perfecta salpicada de poesía pura y que cada jueves uno ha de asumir con resignación honesta que no hay nadie que cuaje una columna tan llena de vida y voces, tan docta en almas y en apuntar la cicatriz de la belleza o el engañoso guiño de la maldad como lo hace Eliseo Alberto cada semana".

En la última entrega de su columna semanal en Milenio, el pasado 14 de julio, el escritor cubano relataba la emoción de la esperanza de que por fin pudiera recibir el riñón que le alejaría de morir y sobre la generosidad de los pocos que donan sus órganos:

"Hoy quisiera escribir sin la emoción que siempre provoca la gratitud para así (lúcido, objetivo, honrado en la martiana interpretación de la palabra) poderles contar una historia que me tocó vivir a lo largo y hondo de treinta horas de fe, mil ochocientos minutos de esperanzas, ciento ocho mil segundos de caridad...".

El autor de Informe contra mí mismo proseguía: "El martes llamé al doctor Rossano y me confirmó que los dos trasplantes (que precedieron el suyo) resultaron exitosos: "Ya orinan", me dijo, y yo pensé, al apagar mi último cigarro, que debía brindar con agua de Jamaica por los que aceptaron, con todo el dolor del mundo, donar los órganos de su ser querido. Y brindar por los que tomarán mañana idéntica decisión, y también por mis adorables médicos y enfermeras".

"Queda prohibido no donar", escribió Eliseo Alberto al final de su crónica que él nunca quiso que fuese de despedida, pues quería ver, como muchos enfermos, "sin que nadie les contara (...), el sol, claro, ¿no lo ven?, salió como siempre a la mañana siguiente".

El novelista fue intervenido finalmente el siguiente lunes, pero una complicación cardiaca terminó ayer con la vida en el hospital General de México. Algunos de sus amigos quieren que sus cenizas sean llevadas al barrio de la Víbora, en La Habana, que "era donde Lichi jodía de chiquito".

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Tomado de http://www.miscelaneasdecuba.net

Reseña: «Informe contra mí mismo». (Eliseo Alberto, Editorial Extra Alfaguara 1997)
01-01-1998.

(Fragmento)

«Informe» es pura, amarga y seca cátarsis. «Informe» es la historia de la liberación espiritual a través del autoexorcismo. A Eliseo Alberto le pidieron, -como se acostumbra pedir en Cuba-, hace ya muchos años, que redactara informes políticamente comprometedores contra (sobre, le aclarararía su propio padre en cierta ocasión) su familia. Lo más detallado posible, por supuesto. Aquel jovén, entonces soldado, dobló rodilla ante los argumentos convincentes de los exigentes oficiales. Encontró a la hora de la lucha contra el dilema ético su «tabla de salvación», y se enganchó a élla. Eliseo Alberto comprendió cabalmente, sin embargo, el trasfondo sicológico del acto de delación. Da en el blanco el escritor cuando afirma sobre tal hecho: «...lo que realmente importaba era contar con un archivo comprometedor, no una reseña sobre el posible acusado, sino un arma contra el seguro confidente. Un texto donde cada uno de nosotros firmaba, a veces sin darnos cuentas del peligro, el compromiso de nuestro propio silencio, pues tarde o temprano esa página escondida en los naufragios de la historia podría salir a flote con su carga de mierda arriba.» ...Eliseo Alberto firmó con el seudónimo «Pablo» aquellos abortados informes de delación: «Ya me tenían archivado. Yo estoy preso en un file», reconoce el prosista. Pero también admite, -y esto es lo más significativo- que con este, su libro a la interperie Pablo está libre. Pablo, -yo sumaría a Eliseo Alberto-, están excomulgados en y para la historia por su valentía al arrastrar voluntariamente su alma por las pruebas de agua y fuego que la cátarsis individual imponen. Ellos supieron romper el compromiso sellado de su propio silencio.

Cuba es per se un enorme surrealismo. Incomprensible simbiosis de todo y nada, de manía de grandeza y complejo de inferioridad. Los relatos que conforman la arbitrariamente bautizada sección fenomenológica de «Informe» dan crédito del delirium tremens que nuestra historia contemporánea -y de lo que con ella se alquimiza- representa. Eliseo Alberto pasa revista, en memoria y hoja, a algunos de sus extravagantes pasajes. El viaje del amigo Jorge José Candamir Llanes, alias Paella, a San Andrés de Caiganuabo, nada más y nada menos que el Primer Pueblo Comunista del Mundo, ubicado en la provincia de Pinar del Rio, es una de nuestras tantas aberraciones históricas... Con envidiable serenidad el autor de «Informe» nos dibuja las epopeyas de aquel amigo -Rolando Martínez Ponce de León, llamémoslo por su nombre: a él en especial se dedica la obra-, que contrae el sida, y es ubicado en el «sanatorio blindado» «Los Cocos». Triste, doloroso y desgarrante se nos brinda, por supuesto, el destino del amigo. Vergonzozo y espeluznante que fuera encarcelado por seis largos meses en la archiconocida prisión Combinado del Este, rodeado por presos comunes, por haber escapado de aquel inhumano encarcelamiento sanatorial: «Tenía derecho a vivir su muerte.»... «Salud» y «Educación» forman parte del alibí de la subordinación del cubano a la tiranía. Esto explica que el tema no se ausente tampoco en la obra que reseñamos. El argumento, para más de boca de un sencillo y humilde pescador de Batabanó que buscaba refugio en las Islas Canarias, de que «uno no siempre está enfermo ni estudiando» es fácilmente esgrimible en otros contextos. Ni Cuba es un gran hospital ni mucho menos universidad... La asombrosa historia que Teresa del Monte le contase con marcados sobresaltos a la familia Diego recoge nítidamente la perdida de valores culturales, sociales y políticos -todos juntos, y los otros que se quisiesen agregar. Se trataba del saqueo de reliquias del Cementerio de Colón -patrimonio colonial de incalculable valor histórico-resguardados tras la sombra de la noche. Hecho que devendría en la defalcación -más tarde, y ahora a pleno día-, de toda la nación... Julio Antonio Casanovas, alias el Suave (¿quién no tiene nombretes en la ínsula?) es prototipo del sacrificado internacionalista -barata carne de cañón de la revolución en busca de temporales aliados y pedestales históricos- que termina ahogado en la frustración, el engaño de su esposa, y la bajeza de un miembro del PCC, celoso velador del puritanismo oficilista...

Cinco cartas van desparramadas en el lomo de «Informe». Cuatro vienen de amigos y amigas, tanto del exilio como del insilio. Una es del propio Eliseo Alberto al amigo que decide retornar a la isla luego del «exilio de terciopelo» o « de baja intensidad». Esas cartas representan en verdad prematuras reseñas del libro que nos ocupa. Son el primer debate, entonces a puerta cerrada, del contenido de esta obra. El escritor reproduce fragmentos de comentarios de amigos sobre los más variados temas, incluida su opinión y valoración del borrador de «Informe». Cuando Eliseo Alberto se atreve a refugiar en el vientre de «Informe» las más variadas opiniones sobre su prematura y riesgosa empresa, convierte a la obra en tribuna abierta; muestra que se inclina por el debate, por el diálogo, por doloroso que este sea. Por ello, el prosista no vacila un minuto al reproducir las críticas que amigos le dirigen, críticas ora punzantes, ora disimuladas. Lo importante radica, en esencia, en el testimonio, en que éste salga a la lúz. Vayan por delante algunos pasajes. «Ahora que lo pienso: no sigas con ese libro» ...»De nada vale recordar. De nada. Recordar no es volver a vivir, decía tu tío, nuestro Felipe: recordar es volver a mentir. Lo único que vas a lograr es que te metan preso en Villa Marista. Y yo no te llevaré cigarros fuertes, devoto mío»... Otro amigo: «Lo que logras con tus reflexiones es hacer leña del árbol caído, alimentar el falso fuego de la memoria, como sostén de la historia, y quemar de paso en el incendio, un par de notables ideas para un libro de cuento de hadas. Ojalá tanta palabra te sirva para botar a la mierda el lastre del recuerdo y puedas ver la verdadera magnitud de las patrias: la planetaria pequeñez de la vida.» La recriminación por haber escogido el exilio. La invalidación del exilio como representante del pueblo cubanos y sus pesares. Otro amigo: «¿Por qué lo has escrito así, crudo y descojonante? Te van a pasar la cuenta en Cuba y en Miami. No sirve ni a la Revolución ni a la Gusanera. Nadie te citará. Si te va bien, se harán los bobos. Se lavarán las manos, después de limpiarse el cúlo con ellas.»... «[E]n tus libros anteriores jamás habías abordado el problema político. Gozabas de saludable fama de cobardón». «...¿Por qué ahora sí, ahora que en tu isla, nuestra isla, se viven días díficiles, te lanzas al recuerdo con las memorias jodidas de nosotros?...» «¿Habrías escrito el libro en la isla, en tu casa, en tu Underwood?» «¿En cuál bando queda tú libro? ¿Quién va a comprarlo? ¿Y a leerlo? ¿En qué mesita de noche pasará la noche?» «¿Quieres un consejo médico? Termina tu libro. Pon punto final. Termínalo de una vez y no jodas más con la cantaleta de los errores. Mas no lo publiques. Al menos por ahora. Júramelo. Por tu hija.»

Sin embargo, el hilo de Adriana de «Informe» se llama miedo. Salpica de capítulo a capítulo, ora de manera sutíl, ora explicitamente. De verdad que nos metieron miedo para tener un miedo que de miedo precisar, si se me permite parafrasear al autor. Dejemos mejor que el propio Eliseo Alberto cite de memoria: «En algún cuento de mi maestro Horacio Quiroga un personaje muerto de miedo, pero decidido a morir con dignidad, le grita al capatáz de la hacienda: que no te obedezca no quiere decir que te traicione. Podría voltearse la moneda: que te obedezca no quiere decir que te sea leal.» Es precisamente lo que ocurre en nuestra tierra, aunque muchos hagan oídos sordos: se ha confundido impúdicamente la obediencia con la lealtad. Eliseo Alberto se escuda tras el pecho de Quiroga para decir que «el miedo puede explicar buena parte de lo sucedido en su país.» ¿Quién se atreve a desmentirlo? El pánico a la disención se canalizó a través de su mejor aliado: el mutismo. «[E]l miedo nos secó la lengua», metaforeó en una parte el prosista cubano, para en otra afirmar que «el silencio ha sido, al menos para mí, la manifestación más pura del miedo». Sólo cuando se venza el miedo, cuando nuestro pueblo se sobreponga al pánico auguraríamos algún cambio en la isla cautiva. Lo deja entredicho Eliseo Alberto cuando ejemplifica con el derrumbe del Este Socialista: «Emocionante resultó descubrir que el castillo de naipes sucios de la Europa del Este se vino abajo cuando se hecharon afuera los ladridos amargos del miedo». No hay otra fórmula redentora.

«Informe contra mí mismo» es sobre todo sabio llamado a la tolerancia, a la reconciliación. Esta nueva y original cita con la reconciliación no se asemeja, sin embargo, a la que tanto se vocifera acá y allá. Se trata aquí de hacer paces con y dentro de uno mismo, con el otro Yo, con el Yo Traidor, si así se quiere. La apelación a la pacificación interina no deja de tener sus enemigos, principalmente en la pasiones revanchistas, en el ser omnipotente y falto de sensibilidad humana. Es por ello que «Informe» es jaque mate a intransigentes y duros que pretenden invalidar a quienes otrora, engañados o asustado de muerte, sirvieron a sus ideales o, más preciso, a los de otros, pensando que eran los suyos o los únicos acaparables. Sólo en la medida en que esta comunidad de sentimientos arrogantes se neutralicen darémos espacio a análogos «Informes». Por que como bien le escribiera una anónima amiga: «...Ya vendrán otros testimonios similares a ventilar la atmósfera. Luego, se podrá escribir la historia...»Para entonces, como para ahora, harán faltan voces que se alleguen a la de Eliseo Alberto cuando provocativamente manuscribía sobre quienes «dejaron por escrito las huellas de sus terrores»: «No soy quien para juzgarlos pero si a alguien le preocupa el dato, digo aquí que lo perdono, pues es la única manera de perdonarme». Yo me sumo.