Esteban Fernandez, Jr. : 1959 EL AÑO DE LA MARICONERÍA
Por Esteban Fernandez, Jr.
A pesar de que yo era un muchacho, perfectamente entendí que algunas mujeres se arrebataran con Fidel Castro y con los barbudos. Fue algo así como si hoy en día cientos de Luis Miguel anden solos en bicicletas por Miami Beach. En aquel manicomio colectivo los miembros del Ejército Rebelde eran como montones de Elvis Presley contoneándose al unísono. Un par de miles de pavos reales vestidos de verde olivo.
Lo que no comprendí y todavía no puedo concebir es por qué tantos machos se volvieron locos y se arrebataron ante la presencia de otro varón llamado Fidel Castro Ruz. Aquello fue un desenfreno. Hombres en toda la extensión de la palabra ponían fotos en sus casas de Fidel Castro y lo consideraron un supermán oriental. Un adonis.
Un amigo, que hasta ese día fue mi amigo, se me acercó con lágrimas en los ojos, y en sus manos traía una revista Bohemia y en un verdadero éxtasis me enseñó un enorme dibujo ( o caricatura o foto, que sé yo) del recién estrenado dictador donde se asemejaba enormemente a Jesucristo. Al borde de la locura, en una mezcla absurda de pajarería con devoción mística, me decía: “¡Mira que cosa más linda, mil veces más bello que nuestro Señor Jesús, este si es el Todopoderoso!”...
Me contó un asistente a la manifestación, que la bestia, cuando visitó mi pueblo, tiró un cabo de tabaco, mordisqueado y baboso al piso, alguien lo recogió e hizo una subasta y un “enamorado” del nuevo caudillo dio un montón de pesos por él. Ganas de vomitar da recordar eso.
A cuanto “hediondo, peludo y barbudo” recorría las calles habaneras, y del interior de la república, hombres que se las daban de muy varoniles, corrían a su encuentro, a estrechar sus manos, a abrazarlos y hasta acariciarlos.
Y si eso era con Fidel y sus soldados el “afeminamiento” con Camilo Cienfuegos ¡todavía perdura!...Sí, porque el tirano y los demás han envejecido. En el caso de Fidel Castro parece un dinosaurio con tifoidea, pero como a Camilo lo mataron a tiempo, y sus fotografías siguen siendo las de antaño, a cada rato nos encontramos que algunos que son varones probados y no tienen la necesidad de salir del closet pero entonces simplemente asoman los ojos por una rendija para decir: ¡Qué sonrisa, qué ojos soñadores, era una especie de Dios de la mitología griega!
Como Camilo no era nada más que un jodedor cubano, un tártaro, un mujeriego que tomó el “triunfo” como si se hubiera sacado el premio gordo de la lotería, ligó por lo menos un par de miles de jebas. Y yo digo: “Menos mal que no le gustaban los hombres porque por lo menos a 500 machazos hubiera llevado a un hotel de mala muerte del barrio de Colón”.
Y no vayan ustedes a creerse que Huber no tenía arrastre. Un sábado por la noche en una fiesta que fui al barrio de Leguina escuché una conversación muy interesante entre un grupo de jóvenes bailarines admirados ante “Los bellos ojos verdes que tenía el Comandante Matos”. ¡Le roncan los mameyes!
Todavía yo no acabo de asimilar como un grupo de aventureros, al bajar cochinos y con las ropas empercudidas de unas montañas, donde la inmensa mayoría no había ni participado en pequeñas escaramuzas, lograron cautivar al 80 por ciento de un pueblo compuesto de mujeres, hombres y “macho menos”...
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