Esteban Fernández: "¡Y...DIOS CREÓ LA MUJER!"
Por Esteban Fernández
10 de diciembre 2013
Menos mal que esa primera impresión se desvanece relativamente fácil al darse cuenta que es amor platónico y que todas las "muchachonas" activistas de mi “fan club” son asiduas lectoras de mis artículos y son simplemente amigas sin conexión romántica alguna. No es que me quieran a mí sino a Cuba y su libertad. Sin embargo, eso me crea una imagen de ser "promiscuo" la cual es totalmente falsa. ¡Qué más quisiera yo!... La gran verdad- monda y lironda- es que ser feo me ha perjudicado mucho.
Y encima de eso soy muy selectivo. En inglés se dice "picky". Me explico: ¿Cuales son verdaderamente las que me gustan y las que no me llaman la atención? Se los voy a decir porque este escrito es precisamente para eso, para indicarles mis gustos por las féminas aunque a ustedes quizás no les interese.
En mi defensa les diré que hubo un error garrafal al concebir a los hombres donde todo nos envejece menos el gusto por las hembras. Es decir que podemos tener 78 años y nos siguen encantando las mismas damas que nos gustaban cuando teníamos 38. Considero que lo correcto sería que al alcanzar los 60 años ya nos gusten las canas, las arrugas, los senos caídos y la celulitis, pero no es así.
Aunque en mi caso particular no tienen que ser necesariamente mujeres jóvenes sino simplemente que me cautiven de alguna forma. Eso es todo lo que pido. Existen mujeres mayores, como por ejemplo Ann Romney -la esposa del ex candidato a presidente Mitt Romney- que yo la encuentro estupenda. Sin embargo, Miley Cirus ("Hannah Montana") es jovencita y no la quiero ni para que me saque los perros a orinar.
Voy a ser más específico, pero recuerde que esto quede entre nosotros y cien amigos más de sus listas: A pesar de que hasta hace 14 años fui fumador no me interesan las mujeres que fuman y no me gustan los tatuajes. Me vuelven loco las que tienen grandes caderas y exuberantes traseros. Sin embargo, me caen malísimamente mal las que tienen esos dos atributos y se quejan de tenerlos. La que se atreva a decirme que quiere hacerse una cirugía para quitarse caderas y glúteos le hago la cruz de Caravaca.
No me agradan las mujeres brutas, pero instintivamente les huyo a las que son más inteligentes que yo. Mi damisela encantadora debe ser agradecida y extremadamente cariñosa. Un fallo tremendo es emperifollarse y maquillarse demasiado porque detesto acostarme con una linda y levantarme con una fea.
Para que nadie crea que soy un "machista insoportable" les puedo asegurar que la mujer no tiene que cocinarme, ni lavarme ni plancharme la ropa. Yo perfectamente puedo hacerme esas cosas. Desde luego, si realiza esos menesteres domésticos yo encantado de la vida, pero no es un requerimiento.
Me interesa mucho que sea limpia y perfumada. Una peste me desilusiona por completo. Unas uñas largas en los pies es para mí como un antídoto contra el amor. Un requisito muy importante es que no aspire a que yo constantemente la ayude a mover los muebles de un lugar para otro.
Y lo más importante: Debe estar políticamente de acuerdo conmigo y que jamás se atreva a querer que yo deje de redactar mis columnas para que vaya a hacer “algo más constructivo”. No tiene que ser cubana pero tiene que respetar mi cubanía.
Y es imprescindible que a la hora de la hora no me diga: “Oh my God!” sino “¡Qué rico papi!”... Aunque sea por misericordia.
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