viernes, junio 06, 2014

Alfredo M. Cepero: EL OCASO DE LA IZQUIERDA TOTALITARIA EN AMÉRICA.


Tomado de http://www.lanuevanacion.com/articles.aspx?art=4601

EL OCASO DE LA IZQUIERDA TOTALITARIA EN AMÉRICA.

Por Alfredo M. Cepero

Director de www.lanuevanacion.com
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Desde Alaska hasta la Tierra del Fuego cabalga el fantasma de una izquierda totalitaria en retirada porque ha perdido los argumentos que justifiquen su permanencia en el poder. Pero no debemos hacernos ilusiones, porque, aunque este ocaso podría prolongarse por un buen tiempo, no se trata de una desaparición total sino de un eclipse transitorio. En este sentido, no debemos olvidar que la izquierda totalitaria, como la mala hierba del marabú, tiene una increíble capacidad de renacer cuando los pueblos se olvidan de sus desmanes y caen de nuevo víctimas de su demagogia. El hombre es, como ya sabemos, "el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra". Ahí tenemos el ejemplo de Chile cayendo de nuevo en la hipnosis de la misma gente que estuvo una vez a punto de convertirla en una colonia del castrismo. Pero a esto volveremos más adelante.

Regresando al presente, el pasado fin de semana, gobernantes y viejos militantes del fundamentalismo zurdo, con la ausencia notoria de Raúl Castro y Nicolas Maduro, se dieron cita en San Salvador para festejar el ascenso a la presidencia de Salvador Sánchez Cerén, el cuarto ex guerrillero en llegar al poder en la América Hispana, después del nicaragüense Daniel Ortega, el uruguayo José Mujica y la brasileña Dilma Rousseff. Pero, teniendo en cuenta que los tiempos cambian, los pueblos se cansan y el poder desgasta, sobre todo cuando es abusado como lo hacen estos totalitarios de la izquierda, Sanchez Cerén, cuyo margen de victoria estuvo limitado a 6,000 sufragios, podría muy bien ser el último de estos guerrilleros presidentes.

La otra guerrillera, Dilma Rousseff, llego al poder con la ayuda del brujo del foro de Sao Paulo, Luis Inacio Lula Da Silva, padrino junto a los Castro de las mafias de izquierda totalitaria que han proliferado en el último medio siglo en la América Hispana. Pero un sondeo reciente mostró que la persistente preocupación por la inflación y un escándalo que involucra a la petrolera estatal Petrobras están afectando la popularidad de la presidenta. Un 37% de los encuestados dijo que si la elección se realizara hoy votarían por Rousseff. El porcentaje se compara con el 43,7% que tenía esa intención en febrero.

Al sur del gigante brasilero, el pulgarcito uruguayo sufre la ignorancia y la arrogancia de un ex guerrillero que defiende el matrimonio gay, la legalización de la marihuana y el aborto. Los compatriotas de José Mujica, gente con bien ganada fama de tolerantes y cultos, han expresado su indignación por la reunión que el presidente sostuvo en Nueva York con el multimillonario George Soros, aliado de Obama en la misión de subvertir los valores cristianos tradicionales de la sociedad norteamericana. Por ello, sus opositores han acusado a Mujica de convertir el Uruguay "en el conejillo de indias de un millonario".

El otro miembro del cuarteto guerrillero, el violador y borracho Daniel Ortega, cuya fuerza en las urnas se ha limitado tradicionalmente al 30 por ciento del electorado, confronta una crisis en dos frentes. En el primero, la alta probabilidad de que se terminen los regalos petroleros venezolanos que, entre el 2007 y el 2011, alcanzaron la cifra de casi 2,000 millones de dólares. Y en el segundo, la creciente incapacidad de Arnoldo Alemán para inclinar a favor de Ortega a los votantes y a los asambleístas de su partido.

En Ecuador, el histérico Rafael Correa trata de reformar la constitución por la puerta trasera del Poder Legislativo y sin consultar al pueblo. No le basta con sus tres períodos presidenciales. Está aterrado ante la pérdida de las alcaldías de Quito y Cuenca, así como el hecho de que la de Guayaquil continúe en manos de su némesis Jaime Nebot. Correa quiere establecer la reelección indefinida de todos los cargos de elección popular, e impedir lo que calificó de "una restauración conservadora".

En Bolivia, el incongruente Evo Morales confronta un panorama que comienza a vislumbrar problemas de mayor intensidad provocados incluso por sectores cercanos al Gobierno. La oposición es liderada por los gobernadores de Santa Cruz, Tarija y Beni, los alcaldes de seis de las nueve capitales y los diputados y senadores conservadores, con una propuesta de enfrentamiento radical al Gobierno y sus decisiones, al que califican de totalitario.

En la Argentina, los opositores al kirchnerismo parecen finalmente haberse puesto de acuerdo para salvar al país. Han creado un frente amplio que agrupa a ocho partidos opositores con el objeto recuperar la Casa Rosada en las elecciones del 2015, en las cuales Cristina Fernández no podrá aspirar a un tercer período. Por su parte, el oficialismo se ha visto debilitado por huelgas obreras convocadas por la Confederación General del Trabajo (CGT), por el sector antigubernamental de la Central de Trabajadores de Argentina (CTA) y por la CGT Azul y Blanca.

En Chile, Michelle Bachelet se ha quitado la careta y se dispone a poner en vigor medidas encaminadas a crear el estado parasitario, benefactor y derrochador propugnado por sus ídolos Salvador Allende y Fidel Castro. Con ello, es altamente probable que ponga fin a tres décadas de crecimiento acelerado que hicieron de Chile el país más próspero de América Latina. El tiro de gracia será la reforma tributaria que ha enviado al Congreso en la que se eleva la tasa impositiva de las empresas de 20% a 35%.

En Colombia, Juan Manuel Santos confronta la ominosa posibilidad de perder la segunda vuelta electoral frente al candidato del uribismo, Oscar Iván Zuluaga. Sus negociaciones desesperadas en La Habana para lograr una paz precaria con las Farc que salvara su debilitada candidatura le han resultado contraproducentes. Los colombianos han demostrado estar más preocupados en la educación, el empleo, la economía y la seguridad ciudadana que en la paz. Todo parece indicar que la paz es un tema prioritario en las áreas rurales pero no en las ciudades.

En Venezuela, el palo mayor del circo del Socialismo del Siglo XXI está en peligro de quebrarse no sólo por la pérdida del payaso mayor sino por el impacto del viento huracanado de una rebelión interna que no da señales de miedo ni de cansancio. Una encuesta interna del chavismo confirma la acelerada pérdida de capital político por la que atraviesa el régimen de Nicolás Maduro. Según los encuestados, el deterioro económico es uno de los mayores problemas que aflige a los venezolanos, con el 86.9 por ciento considerándolo de grave, y solo un 3.4 por ciento asegurando que no es así.

En los Estados Unidos, una encuesta del Washington Post y ABC News muestra que la popularidad de Barack Obama ha disminuido a los niveles más bajos de su presidencia. De acuerdo al sondeo, Obama cuenta sólo con el 41 % de aprobación de los electores. Sin embargo, sus dos talones de Aquiles son el Obamacare--rechazado por el 59 por ciento de los norteamericanos-- y la crisis del Departamento de Asuntos de Veteranos, cuyas consecuencias adversas podrían causar daños considerables a los candidatos demócratas en las elecciones del 2014 y el 2016. Lo peor para los demócratas es que, a diferencia de otros escándalos, estos dos trascienden cualquier retórica política y no pueden ser atribuidos a rencillas partidistas. La realidad inocultable es que ambos impactan en forma negativa la vida de todos y cada uno de los ciudadanos.

He dejado a propósito para el final a los parásitos cubanos del petróleo venezolano que ahora miran hacia Washington como su última tabla de salvación. Ante la muy probable desaparición del régimen de Maduro y la pérdida de poder de un Obama asediado por los escándalos los Castro se han quedado sin las fuentes de financiamiento externo que les han servido hasta ahora para mantenerse en el poder. Su única alternativa parece ser regresar a la represión y el terror de sus primeros años. Pero, como dije al principio de este artículo, los tiempos cambian, los pueblos se cansan y el poder desgasta. Y, a pesar de nuestra docilidad de medio siglo, los déspotas podrían llevarse una sorpresa.