Amos y guionistas . Raúl Rivero sobre Venezuela
Por Raúl Rivero
Madrid
15 de Junio de 2015
EL AVISO llegó temprano desde los relumbrones iniciales de las estrellas en las charreteras de Hugo Chávez y el primer corrido mexicano cantado ante una multitud. La advertencia no provenía de un grupo de sabios o de un equipo de politólogos porque esa gente espera que pasen las cosas para definirlas con precisión. La alarma sonaba apagada en las voces de los testigos, de las víctimas del exuberante caudillismo latinoamericano que nace siempre como un sueño de libertad y acaba en una dictadura.
«Va a pasar en Venezuela lo mismo que aquí», decían los opositores cubanos acosados en las calles por la policía, los presos políticos en sus calabozos, la gente sencilla que carece de pan y libertad, los exiliados, los emigrantes, la gente que perdió hasta el patio de su casa. Pero era mucha la fiesta y el fragor del triunfo de los salvadores del país y de sus aliados de la región y otras partes del mundo para ponerse a escuchar a unos perdedores, enemigos del pueblo y de los pobres.
El problema es que ya hace tiempo que esa Venezuela apareció. Esos procesos se desarrollan bajo un guión básico con algunas variantes, como los de las telenovelas. Quienes han vivido cada capitulo, día a día, por más de medio siglo, conocen la represión, la muerte, la cárcel y el hambre, pero no saben nada del final porque desde el poder se cambian a la fuerza las escenas y convocan a asesores extranjeros para buscarle una salida a los conflictos graves si son económicos y no se pueden resolver con los tanques y las bayonetas.
No lo quisieron creer o no querían, pero aquél Chávez generoso con el dinero ajeno, irreverente, insultador profesional y arrebatador para los nostálgicos del comunismo, consiguió empobrecer el país, dividirlo, convertirlo en una tierra hambreada y peligrosa y dejarlo en manos de Nicolás Maduro, un heredero que ni siquiera canta rancheras. Tararea por lo bajo el punto guajiro de los cubanos.
Ahí está Venezuela con los demócratas en huelga de hambre, con sus vidas en riesgo, para exigir, entre otras cosas, la libertad para los presos políticos, unos 77 opositores, un poco más que el medio centenar encerrado en alguna de las 300 cárceles de Cuba.
Sola y enorme allá en el sur con el apoyo de tres o cuatro políticos de aquella zona y de España, como un animal enfermo que nadie quiere tocar para no enfadar a los herederos del caudillo que son sus amos y señores.
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