domingo, noviembre 22, 2015

Con Raúl Castro, ni diálogo ni reconciliación. Vicente Morín Aguado desde Cuba: El régimen nunca aceptará críticas, perdonará ni soportará ser perdonado.


 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

No me gusta que se oculten  o no se definan claramente las cosas, pues ccuando no se definen bien las cosas ella  traen confusiones y hasta ocultas manipulaciones. En Cuba como en el Exilio hay personas, organizaciones e instituciones (incluyendo la Iglesia Católica, de la que soy miembro) que hablan de la necesidad de  diálogo y de reconciliación pero no  hablan claramente   entre quiénes se debe hacer ese diálogo y esa reconciliación.
 
Tengo la opinión que la Reconciliación entre la inmensa mayoría de los cubanos  prácticamente ya ha concluido eso se puede  apreciar en la actitud que la mayoría del pueblo cubano tiene  con los cubanos residentes en el exterior  que llegan a Cuba, así como la actitud que tienen  los cubanos que se fueron de Cuba  con aquellos que llegan de visita o de manera definitiva a  otros países. También esa reconciliación se puede observar en las relaciones que tienen  los cubanos antiCastristas y los cubanos Castristas  tanto en Cuba como en el Exterior; hasta en la ejecución de los abominables  actos de repudios se observa que es una muy pequeña minoría aquellos individuos que participan agresivamente en esos actos.  Por muy largo tiempo habrán furibundos cubanos Castristas y furibundos cubanos anticastristas,  pero son y serán  una muy pequeña  minoría. Un Estado de Derecho es suficiente para mantener el orden y la integridad de unos y de otros; esto  se ha demostrado en Miami. Por otra parte, es un derecho de esas personas ser furibundos o no serlos. La tiranía totalitaria Castrista  sólo dialoga cuando está sujeta a situaciones de  fuerzas y/o de necesidad imperiosa o le sea extremadamente  conveniente cierto posibles resultados de esas negociaciones; en otro contexto,  ella sólo exige sumisión a sus mandatos, dando  nada  o  algo poco significativo a cambio.

La Reconciliación no debe usarse para eximir de Justicia; hasta en el Sacramento de la Reconciliación uno debe, según plantea la Biblia, restituir al afectado por la acción pecadora y a la Iglesia con oraciones por el daño que la acción pecadora le causó a la imagen de la Iglesia.  La Reconciliación  y el Perdón no invalida la acción de la Justicia, la cual tampoco debe ser una Justicia veterotestamentaria de ¨ojo por ojo y diente por diente ¨, sino una Justicia neotestamentaria donde esté presente la misericordia.  El perdonar o no perdonar  corresponde  a las víctimas y no a personas ajenas al crimen o delito cometido.  La Justicia debe ser aplicada independientemente de la vertiente política o ideológica de la persona que cometió el crimen u otro delito grave siempre que no haya penado en prisión por esos actos. Finalmente sobre este punto: La Reconciliación, la Justicia y el Perdón deben pasar por la Verdad; de no ser así, se estará ¨cerrando en falso¨una herida que en cualquier momento puede  abrirse como hizo el Presidente de Gobierno Español Jorge Luis Rodríguez Zapatero al reverenciar a Santiago Carrillo y quitar, sin consulta previa, con nocturnidad, una estatua madrileña de Francisco Franco y solamente hablar de las matanzas franquistas, mientras callaba las llevadas a cabo por  los republicanos, los cuales actuaban   instigados por los comunistas que los habían  desbordados por su experiencia y por las órdenes de la Internacional Comunista dirigida realmente por Stalinaunque  el búlgaro Jorge Dimitrov aparecía nominalmente como su figura cimera..

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Tomado de http://www.diariodecuba.com/

Con Raúl Castro, ni diálogo ni reconciliación

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El régimen nunca aceptará críticas, perdonará ni soportará ser perdonado.
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Por Vicente Morín Aguado
La Habana
22 Nov 2015

Pronto se cumplirá un año desde el anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y EEUU.

¿Diálogo? ¿Reconciliación? Estas dos palabras resumen las esperanzas mayoritarias de los cubanos al norte o al sur del estrecho de la Florida. Sin embargo, el historial de los últimos 11 meses conduce al desencanto. Cada día que pasa el Gobierno raulista se aparta aún más del pueblo que se vanagloria en representar, empeñado en "actualizar" un fracaso que jamás se atreverá a reconocer.

Para el liderazgo histórico de 1959 la política en ciernes puede resumirse así: mejorar a su favor las relaciones interestatales, nada más. Tratándose de Cuba, el mencionado objetivo significa mucho, casi todo diríamos, pues la concepción del socialismo al estilo de Fidel Castro representa un partido-estado abarcador, propietario y administrador de casi todo.

Estados Unidos es esencialmente lo contrario, desde sus orígenes y hasta el presente prevalece la menor intervención posible del Estado en la vida de las personas, de ahí su evidente insistencia en un fructífero contacto pueblo a pueblo, equivalente entre nosotros al diálogo y la reconciliación.

¿Por qué desde la Plaza de la Revolución no hay indicios de dialogar y menos aún de reconciliarse? Sencillo. Semejante camino pasa por el reconocimiento, implícito y explícito, de que existe un conflicto, habría que evaluar la historia de los últimos 56 años, aceptar críticas, autocriticarse, perdonar, ser perdonados.

Hasta hoy, en el país por excelencia de los congresos —se reúnen desde los pioneros hasta el Partido Comunista, pasando por campesinos, mujeres, sindicatos y un infinito número de gremios y agrupaciones—, nunca asistimos a una evaluación crítica del proceso revolucionario. Si se trata de evaluar la actuación de sus líderes, ni siquiera cuestionarlo es bueno.

Y es que la carencia de cuestionamientos profundos sobre las decisiones tomadas durante más de medio siglo conducen a una conclusión: no existen conflictos de importancia, no hay agraviados, la inmensa mayoría apoya alegremente la causa fidelista, ¿por qué habría de plantearse reconciliación alguna?

Desde el Palacio de la Revolución en La Habana, hacia el exterior la conclusión es aún más radical. Los equivocados son "ellos", les toca rectificar sus errores. Cualquier otra interpretación de las relaciones mutuas será rechazada bajo el cacareado "principio" de no injerencia en los asuntos internos.

Este comentario es una alerta para quienes albergan esperanzas inmediatas de cambiar las cosas en Cuba. Tratándose de los pasos adelantados en una sola dirección por la administración Obama, le asiste al menos una justificación histórica: la política anterior no dio frutos palpables a lo largo de medio siglo. Probar de otra manera es  políticamente plausible.

En todo caso, de una u otra forma, será un largo camino, pues los veteranos de La Habana andan lejos de los conceptos diálogo y reconciliación.