miércoles, noviembre 18, 2015

Recordando a Jorge A. Pomares Abicú Liberal. Un poco más de respeto por la vida y obra del Magno Paciente Glosas abicueriles a "Lo que el diario Granma olvida” / Post de Sergio Ramos en Cubaencuentro, 17-01-2010

 Nota del Bloguista  de Baracutey Cubano


Recuerdo que en Cuba vi por la TV castrista, la única existente desde hace medio siglo, un documental histórico sobre la República de Cuba antes de 1959,; que al hablar de la oposición del pueblo cubano a la dictadura de Gerardo Machado mostraron las imágenes de gigantescas manifestaciones populares que según las palabras del narrador, eran de oposición a Machado. Me llamó mucho la atención esas imagénes y con mi viejo video VHS, las pasé en cámara lenta para leer un cartel que aparecía un tanto lejano en la multitudinaria manisfestación; el cartel decia:

¡ CON MACHADO HASTA EL POLO !


que era una de las consignas más populares de los machadistas. Nada, que hay que desconfiar siempre de los tramposos.
 Hace  dos días me entré   del fallecimiento de Jorge A. Pomar, firmante de la Carta de los Diez que estremeció a la intelectualidad de la isla de Cuba´. Entre sus firmantes se encontraban además María Elena Cruz Varela  y Raúl Rivero.
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Tomado de http://abiculiberal.blogspot.com

Un poco más de respeto por la vida y obra del Magno Paciente

Glosas abicueriles a "Lo que el diario Granma olvida” / Post de Sergio Ramos en Cubaencuentro, 17-01-2010


Por Jorge A. Pomar, Colonia

Ramos: Ninguna dictadura es buena. Ni de derecha ni de izquierda. Ni laica ni teocrática. Ni del proletariado ni de la oligarquía. Se sabe que el poder corrompe, por eso es droga que hay que otorgar diluida, contrapesada y por tiempo limitado.

Abicú: Cierto, Ramos, pero difieren tanto entre sí que las de derecha --ni por asomo el caso del Batistato, régimen de corte socialdemócrata tolerante con los comunistasse encarnan en los subversivos violentos. Amén de que, por regla general, distan largo tramo de afectar la vida cotidiana del individuo.

Si gobernase el perfil aindiado del dictador nacido en Banes, en vez del grecolatino del oriundo de Birán, con toda probabilidad el Abicú y su Alter estarían ahora mismo sorbiendo sabroso batido de mamey en un cafetín de la Habana Vieja en la grata compañía de un par de sicarios o, en su defecto, redactando sin desasosiego un post contra el general a la vista del Palacio Presidencial (en este "jodido mundo" hay que escoger el mal menor con criterio práctico y, sobre todo, huir de las promesas utópicas igual que del cólera o la lepra). Como solía hacer Blas Roca Calderío, a la sazón Secretario General del Partido Socialista Popular, PSP, vecino y amigo personal del "siniestro" Fulgencio Batista y Zaldívar.

Excepto las fascistas clásicas --cosa que igual distaron distaron mucho de ser las de Franco y Pinochet--, los regímenes autoritarios de signo capitalista nunca suprimen del todo ni a título permanente las libertades civiles y jurídicas, especialmente el Habeas Corpus (salvó la vida al autor material del asalto al Moncada y, de paso, jodió las de varias generaciones al hilo) el derecho de circulación interna y externa. Amén de fomentar propiedad privada y libre empresa dentro de los cánones corporativistas.

En cambio, las de izquierda, que suelen ser más longevas, son invariablemente totalitarias, o sea, cancelan todo esos derechos y muchos más a título constitucional. No era lo mismo vivir en la URSS de Stalin que en la Jruchov o Brezhnev. En el Vietnam del viejo Ho Chi Minh que en el de Nyguyen Minh Triet. Mucho menos en la China del "viejo chocho" Mao Tse Tung --de donde huyen despavoridos menos "narras" que cubinches de la Isla-- que en la de Deng Xiaoping y sus epígonos. [Foto de abajo: Fulgencio Batista y Zaldívar, Banes 1901-Marbella 1973.]

Incluso, poco después de la construcción del Muro de Berlín bajo la batuta del estaliniano secretario general del SED, al ser interrogados en el lado occidental A sobre sus móviles para asilarse en la revanchista RFA, consta en acta que los tránsfugas de la RDA solían recalcar con una frase tajante las notables diferencias existenciales entre su vida cotidiana bajo Hitler y Ulbricht: Kein Vergleich! (“¡No hay comparación!).

Y eso porque los hitlerianos, genocidas maniático-compulsivos con su propio programa Nacional Socialista Obrero Alemán (nazi), fueron de todo menos chabacanos en materia económica y mezquinos con sus propias "bestias rubias" (arios) en el plano económico. Para ceñirnos al caso criollo, que es el que el autor tiene en mente, basta leer, por ejemplo, “Cuba. Un recuento más”, elocuente artículo publicado por la exiliada de ambas dictaduras criollas Margarita Nogueras en Hispanicla.com. A continuación, cito un párrafo:

No olvidaré cuando fui llamada al primer piso del Palacio Presidencial en 1951 por un contacto de mi familia que le enseñó al General Batista [foto de arriba] un artículo que escribí : “Playas cubanas”, en donde yo denunciaba varias cosas de ese gobierno dictatorial. De acuerdo con lo que me contaron, a él le hizo mucha gracia que una chica tan joven escribiera con tanto entusiasmo. Me ofrecieron trabajar para ellos y me llamaron para tomar un examen. Asistí impulsada por esta curiosidad que no me ha abandonado nunca. Me examinaron en el lujosísimo piso con puertas blindadas. Pasé el examen, pero pobre como era, no acepté tal empleo”.

Ramos: El artículo en cuestión se basa en los crímenes del dictador Fulgencio Batista y hace un recuento de los muertos y esbirros de aquella triste dictadura que sirvió de pretexto a la actual…

Abicú: Kein Vergleich! Ya lo garabateaba a escondidas en las paredes el obstinado Liborio en el más célebre de los grafiti contrarrevolucionario: “Preferimos a Batista con sangre a Fidel con hambre”. Además de que no se sabe de Pánfilos clamando por “jama” antes del 59, los muertos del bando revolucionario durante los siete años de próspera dictablanda batistiana --que no fueron los 20 000 de las estadísticas oficiales sino, exactamente, 1 816 del total comprobado ascendente a 2741-- no eran precisamente disidentes perseguidos por opinar a secas sino por atacar cuarteles y palacios fortificados, poner bombas a diestra y siniestra y “ajusticiar” a civiles indefensos. O sea, a desertores, chivatos y esbirros que, hoy lo sabemos, defendían la libertad perdida a manos de los libertadores del "llano y la montaña”.

Ramos: Al igual que no podemos olvidar a José Antonio Echeverría y Frank País, tampoco puede borrarse de la memoria a Pedro Luis Boitel, César Páez y mucho menos los genocidios, como el hundimiento del remolcador "13 de Marzo" o la masacre de Río Canímar, en 1980.

Abicú: Por desgracia, el equívoco violento del líder de la FEU y el primer jefe de la clandestinidad del M-26-7 en Santiago de Cuba se lo disputan a porfía ambos bandos en pugna. Pero el destino trágico de Pedro Luis Boitel (lamento ignorar quién fue Páez, pero prometo averiguarlo), dejado morir en inútil huelga de hambre presidiaria por sus ex compañeros de causa en el poder, es la prueba más fehaciente de la funesta irresponsabilidad juvenil de Frank y José Antonio. Por lo demás, sabido es que, aunque ambos firmaron “pacto con el Diablo”, no cortaban el bacalao entre el pescuezo y la cabeza como el jefe del asalto al Cuartel Moncada, al que intentaron en vano disputarle el liderazgo de la errática rebelión. [Cuadro:

En cuanto a las víctimas del remolcador, suponiendo que hubiesen querido perderse del Morro a toda costa bajo el Batistato, nadie les habría podido impedir pirarse en una lancha por, pongamos, el embarcadero de Cojímar o a bordo de un avión de línea de Panamerican. Todo ello sin temor a que el Estado se incautara previamente de sus viviendas, autos, títulos, cuentas bancarias y demás pertenencias. [Cuadro: Carga al machete durante las Guerras de Independencia.]

Ramos: Del mismo modo que existieron Weyler, Machado y Batista, que torturaron y asesinaron por pensar diferente…”.

Abicú: Falso, amigo mío. Está bueno ya de confundir: al margen de que en el mejor caso los revolucionarios supliciados desde el alzamiento mambí de La Demajagua en 1868 hasta el uno de enero de 1959 compartían idiosincrasia con sus verdugos, al extremo de --con la notable excepción del interludio del 33 al 40, gracias a la mano de hierro de Batista y la mediación de los emisarios de Roosevelt-- representar un salto atrás, ninguno de esos tres déspotas mencionados por Usted mandaba torturar y asesinar a nadie “por pensar diferente”.

Gerardo Machado --“asno con garras” (muy liberales, por cierto) al decir del poeta estaliniano Rubén Martínez Villena, pero tan popular durante su apogeo que los Matamoros le dedicaron aquella solidaria tonada que canta: "Mala lengua, tú no sigas / hablando mal de Machado / que te llena la barriga / y te ha puesto aquí un mercado / y te llena la barriga…"-- corrió una suerte muy parecida a la de Batista. A manos de las veleidades de "nuestro pueblo", siempre casquivano como las doñas de la famosa ópera de Giuseppe Verdi. De ahí esa esquizofrénica amalgama de invocación al pacifismo a ultranza para el presente y culto al discurso maceico-martiano de "pluma y machete" de cara al pasado. Típica por excelencia de Cubaencuentro, el mal apuntalado portal digital para el que escribe nuestro equidistante autor.

Ramos: “Nadie niega la necesidad de reformas que el país requería entonces… y parece bien tener un pueblo educado y sano…”

Abicú: Una mentira monumental. Tergiversa a conciencia la realidad historia prerrevolucionaria. Que se sepa, hasta enero del 59 la lucha contra el Batistato se libró exclusivamente con el fin de restaurar la Constitución del 40, que en la práctica, salvo en lo concerniente a la usurpación de la primera legislatura de la República, nunca fue derogada del todo por los Estatutos de aquella dictablanda, a día de hoy todavía denigrada. Más bien de diente para fuera por la mayoría de los veteranos sobrevivientes en ambos bandos. Y sólo al objeto de exonerarse a sí mismos de cara al desastre nacional que ayudaron a crear.

Por lo atañe a salud y educación castristas, la segunda, casi sin personal docente a causa de la renuncia masiva de profesionales del ramo, está garantizada por la pericia y la buena fe de monitores, “maestros emergentes” y televisores chinos. La primera, poco más que un eslogan publicitario. Si no fuese suficiente con el deprimente espectáculo de unos hospitales en ruinas donde escasea el personal facultativo y la higiene brilla por su ausencia, ahí está aún, urbe y orbe como un gigantesco signo de interrogación sobre la "Potencia Médica", la paradójica, surreal agonía colectiva de 26 (suponiendo que sea ésa la cifra real) pacientes en el emblemático Hospital Psiquiátrico Nacional.

Muertos dizque a causa de un síndrome de “hipotermia" (frialdad) infligido a los occisos, según se colige de buena fe, por efecto de una aguda falta de mantas, combinada con hambruna crónica y negligencia criminal continuada por parte del personal administrativo y asistencial. Sin añadir el trauma colectivo por haber perdido, a pesar de su enorme ventaja de arrancada en enero del 59, el Maratón Nacional de Chifladura con sus por entonces aún relativamente cuerdos rivales del otro lado de la cerca de Mazorra (antiguo nombre popular del manicomio, aún en uso).

Eso en una Isla tropical con medio siglo de paraíso experimental socialista a cuestas cuyos moradores, a juzgar por la fantasía del calentólogo mayor Al Gore y de nuestro Yacente Ecologista en Jefe, deberían estar asándose en su propia salsa durante un invierno criollo que jamás ha existido. Hum… demasiados difuntos a la vez.

Puesto que las autoridades sanitarias jamás le sacarían de dudas, vaya el lector en persona a saber si no habrán sido víctimas de algún revolucionario experimento a base de psicofármacos o tecnología electrónica de punta made in Cuba. A lo mejor, murieron de botulismo (intoxicación con cárnicos infectos) con, por ejemplo, sobras de nuestro sabroso “picadillo de soya texturizado”. [Cuadro: Casa de locos, Francisco Goya, óleo sobre tabla, 1812-19, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.]

Descarto cualquier epidemia letal, dada la circunstancia de que no se reportan bajas entre el personal de plantilla. Y no por ser el remate menos importante: cualquiera haya sido el desempeño real de la Segunda República, donde me consta que la atención médica y magisterial eran mayormente gratuitas para la plebe de a pie, a la hora de cotejar pasado y presente de esos dos rubros ministeriales se debe tener en cuenta que median más de 50 años entre ambos, así como el dato arqueológico de que el segundo se construyo sobre la base del primero. No al revés...

Ramos: “Tampoco dice nada sobre la ineficiencia congénita de un sistema que desmotiva la productividad del trabajador. Lejos de abrirle vías de prosperidad y bienestar, lo hunde en la miseria y lo obliga a resignarse con un salario miserable…”

Abicú: ¡Bingo! Gran verdad de Perogrullo que podría tener su principal razón de ser en el enorme déficit de economía de mercado capitalista. Vale decir, de neoliberalismo gerencial puro y duro, según le diagnosticara al Reino del Medio el camarada Deng Xiaoping, ese médico chino del “socialismo realmente existente”. Por lo demás, desengáñese y tenga en cuenta el siguiente, genial aporte teórico del Abicú.

Junto a la “plusvalía capitalista”, inhrente al modelo socioeconómico bosquejado por Karl Marx en el siglo XIX --y llevado hasta sus últimas consecuencias por el Magno Paciente-- elimina de cuajo el “salario miserable” y los sindicatos.

De hecho, lo reemplaza con un sueldo estatal equitativo que, felizmente en el Archipiélago Cubensis, alcanza y sobra para sacar el patético rancho mensual de la cartilla de racionamiento desde hace 50 y pico de años. [Foto de al lado: Una de las tiendas de morires "normados" durante los albores del, según la vox populi, "Año del Poste" (el "cable" del dicharacho se lo jamaron completo en el 2009) ahora mismo en La Habana.]

De ñapa sendas contribuciones teóricas originales de mi Alter Ego a la teoría económica turbocapitalista y a las estancadas reformas del Hermanísimo: (1) “Para que alcance, tiene que sobrar”. De ahí el éxito occidental de las injustas, oprobiosas, mefistofélicas sociedades de consumo occidentales y la pasión de nuestras tránsfugas y balseros por sus abarrotados supermercados y tiendas por departamentos.

Ramos: Mientras el discurso reivindicaba la soberanía nacional, el país se entregó a los dictámenes de la URSS, y el pago en vidas de jóvenes cubanos, muertos en guerras ajenas y lejanas. Ahora el régimen reverencia al otro régimen, el de Hugo Chávez. Una declinación de la soberanía que sólo tiene un nombre: traición a la Patria.

Abicú: Aquí tampoco anda el autor menos errado, con y sin hache: nuestro Reflexivo Patriarca Vitalicio jamás ha delegado en ninguna potencia extranjera el ejercicio omnímodo de la “soberanía nacional” omnímoda sobre su plantación insular. No iba a donársela, por puro amor a los ilusos “bolos” (rusos en la jerga popular de la época) después de, más que traicionar (jugaban en la misma novena zurda), embaucar a unos cuantos aprendices de brujo político ansiosos por ser sodomizados a fin de conquistar la Perla de las Antillas para sí, su clan biránico y sus secuaces más contumaces de la Sierra Maestra.

Ahora bien, de principio a fin ese excéntrico matrimonio de conveniencia con Moscú --contraído por iniciativa unilateral suya por mediación de la doctrinaria, arribista e incauta elite del Partido Socialista Popular, para asombro y regocijo de la contraparte soviética-- nunca fue mutuamente ventajoso: el astuto gigoló criollo siempre llevó la mejor parte, material y espiritualmente. De calle...

En Sudamérica hizo y deshizo a su antojo, puso y quitó gobiernos. Salvo en Bolivia, reñida partida de ajedrez donde se esforzó bastante pero al final sacrificó al energúmeno rioplatense de la "estrella que ilumina y mata" en la frente. A saber, a diferencia de Fidel, pragmático, jesuita y maquiavélico como para él solo, el Ché era un lunático capaz de creerse sus propias fábulas hasta cuando no le cuadraban ni atrás ni alante.

Otro engorro, muerto en su ley manicomial, que le granjeó a la Revolución preciosas lealtades subcontinentales para luego hacer mutis por el foro en el sitio y momento adecuados. A la postre la historia le ha dado el espaldarazo al Quijote caribeño: sin necesidad de tirar un chícharo, Bolivia es hoy por hoy un cutre satélite de Cuba. ¿Quién lo duda? Igual de obvia la circunstancia de que el Palacio de la Revolución manda a su antojo en el Palacio de Miraflores y no al revés. ¿Estamos? [Foto: Con Nikita Jruchov en la ONU, septiembre de 1960.]

Recordemos la anécdota de un Hugo Chávez torpemente depuesto por los golpistas del 2002: apendejado, Biblia, rosario y crucifijo en mano, ha doblado la cerviz ante el Todopoderoso (a la sazón todavía no su padre adoptivo Fidel sino Jehová) y se dispone a abordar el avión rumbo a la Isla. Como Deus ex machina entra en escena el Magno Paciente y lo salva por un pelo.

Acto seguido, ya con esa impagable deuda de gratitud del Gorila Rojo en su haber, se las apañaría sin esfuerzo para que los pozos petroleros de Maracaibo sustituyeran providencialmente al “oro de Moscú”, que a su vez había costeado tanto sus desastrosos experimentos de ingeniería social con conejillos de Indias criollos como las fracasadas aventuras militares de gran envergadura en África.

Éstas últimas también iniciativa suya a partir de Angola en el 75, dieron al traste con la hasta entonces férrea hegemonía del general Siad Barre en Somalia (el caos tribal imperante ahora mismo en ese otrora próspero y estable país, piratería incluida, lleva el copyright de las tropas cubanas). De paso, desestabilizaron a Etiopía y ensangrentaron a Eritrea, pero a la postre cimentaron el lucrativo prestigio del castrismo en África. No es poco beneficio comparado con el descrédito ruso…


Hay más, entre las regalías de PEDEVESA y el celestinaje comunitario de Zapatero & Moratinos, que igual bailan al compás del sillón de ruedas-escribanía del Comandante en Jefe, compensan bastante bien las calabazas de Putin & Medvedev, que aún conceden créditos a La Habana en virtud de similares intereses geopolíticos. Sin contar los “amores perros” de la Unión Europea.

Si, no obstante, la economía isleña continúa en caída libre, la explicación dialéctica habría que ir a buscarla en la misma fijación que motivó a nuestro Máximo Líder a rechazar la sugerencia breshneviana de abolir la cartilla de racionamiento en el País de la Siguaraya: la certera suspicacia de que cualquier reforma exitosa que le mate el hambre de “jama” a Pánfilo surtiría el efecto contraproducente de multiplicar ipso facto ad infinitum los reclamos populares por toda clase de despreciables pacotillas occidentales.

Fenómeno que, como predijera el de la antaño tupida barba leonada hogaño rala, culminaría a buen seguro en un maremoto de alebrestamiento plebeyo idéntico al que echó a pique en un abrir y cerrar de ojos al Bloque Socialista. Eclosión popular que previó lúcidamente mucho antes que sus homólogos y, congruentemente, sigue conjurando de manera óptima incluso desde la postración absoluta va para tres años le mantiene atado a su versátil sillón de ruedas-escribanía. [Foto de al lado: El joven Fidel durante una arenga estudiantil en la Universidad de La Habana, 1947.]

Siendo de entrada la parte débil de la soga, se obligó a honrar ciertos compromisos geopolíticos conyugales con la Plaza Roja, más o menos ingratos, en coyunturas internas desfavorables donde no le quedase más remedio que enseñarle su famosa “sonrisa de Mona Lisa” a la poderosa consorte oligofrénica dentro de la ciudadela del Kremlin a fin de ganar tiempo y asegurarse nuevos y más jugosos créditos a fondo perdido. Como en efecto…

Verbigracia, el ruidoso fiasco de la Zafra de los Diez Millones a aceptar el Sistema de Dirección y Planificación del CAME, que sólo en el papel redujo sus potestades omnímodas. En la vida real --me consta por mi experiencia como jefe de la Sección de Traductores del MINBAS--, los presuntuosos e ineptos asesores soviéticos siguieron siendo el clásico convidado de piedra hasta su humillante mutis por el foro a raíz de la caída del muro berlinés.

Mi voluntariamente despistado Ramos, un poco más respeto por la paradigmática vida y obra del Magno Paciente. A quien, amén de que fue mi Jefe Supremo durante once años de conflictiva pero en general irreprochable militancia en las aguerridas filas del glorioso PCC, une aún al Abicú el mutuo aprecio y respeto de un duelo a primera sangre entre dos pundonorosos caballeros andantes.

Saldado con honrosa derrota de mi Alter Ego y regia magnamidad del honorable vencedor: tuvo con nosotros la, en él, excepcional deferencia de ordenar a sus jueces, fiscales y carceleros que el presidio nos fuese leve y breve (dos añojos que los pasaba un sapo roncando debajo de una piedra).

Finalmente, estimado Ramos, lo cortés no quita lo valiente: estamos hablando aquí de uno de los estadistas criollos dotados de más vista larga, conocimiento de la idiosincrasia nativa y voluntad de poder en toda la historia delArchipiélago Cubensis. Por no pecar por exceso de orgullo nacional y decir lo justo: a nivel sideral.
Cosa muy distinta, amén de mezquina, sería ponernos a reparar en el detalle intrascendente del para qué otra cosa útil le ha servido esa admirable trinidad de virtudes políticas. Además, su arrogancia y longevidad con las botas sobre nuestras malas cabezas no se entiende sin, por un lado, la ineptitud de sus rivales ortodoxos y auténticos".

Ni, por el otro, sin los de defectos de fábrica de nuestro megalomaniaco, flatulento imaginario nacional, caraterizado por una intrincada mezcla de fanfarronería, indolencia, credulidad, tracatranería... Por azar concurrente, tuvimos la mala pata de tropezar con la horma de nuestra lacayuna alpalgata hispana (anote ahí el lector a modo de referencia la perruna empatía de Zapatero y el PSOE con Barack Hussein) en la coyuntura adecuada. El caso es que a estas alturas ya ningún articulista erudito de valía en su sano juicio se atreve a borrar su nombre de las enciclopedias.

Y cómo no, Clío, musa de historia con notoria debilidad por los déspotas osados y victorioros, si no lo absuelve tan pronto su mórbida ánima descienda al Hades, por mor de no fatigarse sopesando loores, errores y horrores, tendrá que estudiar su inagotable leyenda hasta el fin de los tiempos. Sucede por estos lares teutones con Adolf Hitler, que no tiene estatua en ninguna plaza pero sigue siendo el tema retrospectivo número uno y el eje de una pujante industria biográfica, museológica y catártico-sadomaso nacional que deja cuantiosos dividendos a sus promotores. Al extremo de que malas lenguas locales conocedoras del paño propalan que, vaerbigracia, el prolijo historiador alemán Guido Knopp le ha sacado más plata al negocio historiográfico de marras que de por vida Goebbels, Himmler y Goering juntos al Tercer Reich...

Escudriñando al esperpento austrotedesco a través de ese telescopio cínico, no se puede negar la evidencia de que la historia acabó absolviendo de manera rentable al Führer, autor intelectual (Die Geschichte wird mich freisprechen: "La historia me absolverá", proceso de Múnich, 1923) de la cursilería jurídico-escatológica plagiada tal cual por el jefe del asalto al Cuartel Moncada tres décadas más tarde.

Así las cosas, no me cabe la menor duda de que el Magno Paciente va camino de trocarse en atracción turística y, por ende, fortuna futurible a beneficio exclusivo de las nuevas generaciones. Añádanse las homéricas carcajadas que mitigarán sin falta el complejo de culpa de los sobrevivientes al desastre al escuchar en boca de un sinfín de fanfarrones las historietas heroicas acerca de cómo tumbaron a Fidel Castro.

Por suerte --y démonos por ello con un canto en el pecho--, el triple virtuosismo mencionado arriba brilla por su ausencia en el anodino Raúl. Es que el Hermanísimo, siendo de cuna tan endeble de salud --de nuevo canto contra el pecho, plus índice y dedo del medio en cruz, por favor--, bien que podría prestarle a la obstinada Cubanidad un único y póstumo servicio: superar en algo por primera vez al Patriarca de Birán, virándose poco antes que ÉL. Por lo demás, ¿qué iba a hacer esa en el fondo tierna, tímida, turulata criatura cruel inconsolablemente a solas con los múltiples riesgos del poder absoluto sobre el frío granito del Palacio de la Revolución?