Francisco Almagro: Médicos encadenados
La población cubana en 1958 era de aproximadamente 6 763 736 habitantes y había en el país 6 286 médicos ( sin incluir estomatólogos ) y un total de 32 501 camas y de ellas 28 536 de asistencia médica (Anuario Estadístico de 1988, 564 y 569). Del total de camas de servicio hospitalario 10 643 pertenecían al servicio estatal, servicio en el cual laboraban 1 125 médicos (Zuaznábar, 5). El 51% de las camas de los hospitales estaban situadas en la capital del país (Abreu, 40). Los números de habitantes por cama (237) y de habitantes por médico (1076) en 1958 eran mejores que los de la mayoría de los países latinoamericanos en esa época y más aún, que los que tuvieron esos países aproximadamente 20 años después como se puede comprobar observando la página 675 del Anuario Estadístico de 1988. Observando las cifras de aproximadamente el año 1980 diré, que solamente Puerto Rico (789), Argentina (521), Uruguay (533) y Venezuela (888) tuvieron mejores índices de habitantes por médico que el que tuvo Cuba en 1958; el resto lo tuvieron peor. Al comparar las cifras de aproximadamente el año 1980 con relación al número de habitantes por camas diré que solamente Argentina (176 ), Puerto Rico (229) y Guyana (215) tuvieron mejores índices que el que tuvo Cuba en 1958; el resto de los países latinoamericanos todavía en el año 1980 presentaron índices peores que el que presentó Cuba en 1958. En la Cuba de 1958 el número de camas de asistencia médica por cada 100 000 habitantes era de 422, En América Latina en su conjunto y en estos momentos es solamente de 220 camas (Granma, 5).
La prevalencia de la Lepra en 1958 era de 0,7 por cada mil habitantes (Informe Anual 1976, Anexo p. 46). Las tasas de morbilidad por cada 100 000 habitantes de muchas enfermedades en la Cuba de finales de los años cincuenta eran también mejores que las de muchos países latinoamericanos: Tuberculosis (18,2); Difteria (2,4); Escarlatina (0,1). No se habían presentado casos de Fiebre Amarilla, Tifoidea y Peste Bubónica; al comenzar la República, la Tifoidea, por ejemplo, había presentado una morbilidad de 5,1 por mil habitantes. Las cifras de morbilidad de Viruela, Tifus, Tosferina, Sarampión, Sífilis y Hidrofobia eran de las mejores en América Latina. Las siguientes tasas de muerte por 100 000 habitantes en el año 1958, salvo que se especifique otro año, apoyan lo anterior: Fiebre Tifoidea (0,4); Tétanos (3,0); Tuberculosis en 1959 (16,6); Poliomielitis aguda (0,1); Sarampión (0,4); Meningitis no meningococcica (2,1); Paludismo (0,4); Difteria en 1959 (0,9); suicidio o lesiones autoinfligidas (13,9); accidentes de vehiculo de motor y otros accidentes de transporte (7,2); defunciones maternas (125,3) y defunciones maternas por aborto (9,3). Las dos últimas tasas son por cada 100 000 nacidos vivos. (Informe Anual de 1976, Anexos 36-43). La tasa de mortalidad materna de Cuba en 1958 de 125,3 era mejor que las que aún aparecen en el año 1992 para Países en Desarrollo (350) y Países menos Desarrollados (590) en la Tabla mencionada del Material de Estudio del MINED..
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Médicos encadenados
Por Francisco Almagro
Miami
9 Dic 2015
Pueden que hayan sido dos jóvenes doctoras, entrevistadas en Costa Rica y parte de la riada humana en camino a EEUU, quienes dieron el aldabonazo. Una de ellas, especialista joven, se declaró de "rendimiento excepcional", como si tal excepcionalidad académica la eximiera de cumplir determinados deberes con quienes pagaron por su carrera y especialidad. Rendimiento excepcional y Plan Talento significa que los médicos pueden hacer una especialidad directamente, es decir, una vez graduados, pasar a ser residentes y tras unos pocos años, especialistas en una rama médica.
No tenemos idea de cuántos galenos y técnicos de la salud están entre esos cubanos varados en Centroamérica, pero pueden ser muchos y podrían haber sido muchos más si el Gobierno cubano, "casualmente", no publica el 30 de noviembre una declaración donde recicla el Decreto 306 que regula las salidas temporales para asuntos personales de profesionales y técnicos de la salud.
En honor a la verdad, debemos recordar que tal decreto no es una regulación nueva. Ya existió algo parecido hace años y ocasionó importantes e innecesarios sufrimientos a médicos y técnicos de la salud cubanos. En aquellos tiempos una ordenanza que muy pocos pudieron ver, y menos discutir, mantuvo separadas a familias y a médicos y técnicos casi siempre por más de cinco años.
Eran los días del incremento de la colaboración médica en el exterior, sobre todo en Venezuela con la Misión Barrio Adentro. Para que el régimen mantuviera allí miles de médicos y técnicos, se bloqueó la salida de cientos de trabajadores de la salud. Muchos habían sido reclamados por sus familiares en EEUU o habían ganado el sorteo de visas de la Oficina de Intereses.
Pasaban los años, se cumplía el tiempo, parte de la familia debía emigrar y en Cuba quedaba el profesional de la salud con todas las consecuencias que ello traía. La respuesta de los funcionarios siempre fue la misma, dicha sin una gota de compasión: el Ministro no ha firmado su liberación. Liberación, nunca mejor palabra. Pero aquel sacrificio ajeno no bastó para que cientos, tal vez miles de médicos y técnicos de esas misiones en Venezuela, Brasil, Ecuador y Bolivia no fueran, ellos mismos, emigrantes; o mejor y como los llama el régimen, "desertores". Nunca mejor venganza: desertar.
En aras de balancear las cosas, es necesario decir que si usted vive en La Habana o Santiago de Cuba y lleva a su hijo a la emergencia de un hospital y no hay un cardiólogo, un cirujano infantil o un intensivista que le salve la vida a la criatura, usted puede estar muy de acuerdo con la regulación del Gobierno cubano. La carrera de Medicina es una de las más caras en cualquier parte del mundo. Una especialidad médica aumenta en varios miles la deuda contraída y se necesitan años para adquirir la maestría necesaria para lidiar con una grave enfermedad cardiaca, un quirófano complicado o un ser humano acoplado a máquinas de asistencia vital. Es una deuda que debe pagarse. Pero no es una deuda eterna ni un cheque en blanco al prestamista. Antes de recibir la primera conferencia de Anatomía o Fisiología, los futuros galenos deben saber cuánto y cómo devolver la inversión en sus estudios y prácticas. Es lo justo. Es, ni más ni menos, una muestra de seriedad y ética ciudadana.
El dilema histórico de los médicos y los técnicos cubanos es que casi nunca las cosas quedan claras para ellos, y muy pocas veces las cosas están a su favor. Eso sucede con las llamadas misiones internacionalistas, las asignaciones de automóviles y viviendas, la ubicación laboral una vez concluido el servicio social. Funciona más o menos así: se emite un decreto y son los funcionarios quienes deciden cuándo, cómo y dónde se cumple la letra. Un decreto, por cierto, no es una ley pues no ha sido refrendado por los destinatarios o sus representantes.
Es aquí donde el juramento hipocrático hace aguas. El juramentado depende de la voluntad del gris funcionario, de los compromisos políticos del Gobierno, del ego de quienes usan el poder para convertir las mochilas con medicamentos en cajas de balas. El encadenado hipocrático se debate en un conflicto ético, moral: siente tener derecho zafarse de las cadenas y al mismo tiempo, se duele al abandonar el deber al cual se ha consagrado.
Sucede que la medicina, como el deporte, no soporta politizaciones. La medicina no puede ser un negocio como tampoco un arma política porque pierde su esencia; quienes así la practican, se envilecen al punto de hacer daño en vez de curar. Los seres humanos son nacidos con una libertad intrínseca para tomar decisiones sobre sus vidas. Ese derecho no lo da ningún gobierno, y mucho menos el funcionario de turno. Nada ni nadie puede violar ese principio sin pagar algún día por las consecuencias de tal desatino.
De ese modo, es responsabilidad del Gobierno procurar a su patrimonio profesional y técnico tomar decisiones responsables y libres de toda presión política, ideológica e incluso económica pues cuando quienes velan por la salud están confundidos, cansados y mal pagados, sus servicios son, igualmente, lamentables. También los médicos tienen el compromiso de velar porque el niño, el anciano o la mujer embarazada sean asistidos con sus dolencias sin excusas de ningún tipo. En pago, ni jaba de viandas, ni litros de gasolina ni reservación en la playa. A los médicos y los técnicos de la salud, solo respeto a su dignidad y el derecho, humano e inapelable, de emigrar una vez cumplidas las obligaciones con la sociedad.
Documental hecho por el Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo que recoge testimonios de profesionales de la salud cubanos, de tres generaciones, que han ejercido en Cuba y en el extranjero, durante las cinco últimas décadas y que actualmente residen en la isla y en el extranjero.
Etiquetas: cuba, Medicina cubana, médicos, misión médica., república de cuba
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