lunes, mayo 30, 2016

CALIXTO CAMPOS CORONA. LA VERDAD SOBRE EL 1 DE MAYO COMO EL DÍA DE LOS TRABAJADORES




LA VERDAD SOBRE EL 1 DE MAYO COMO EL DÍA DE LOS TRABAJADORES

Por Calixto Campos Corona
Director de la Revista LUX
28 DE MAYO DE 2016

Policías asesinados por bomba detonada por anarco-comunistas en Chicago

Uno de los fraudes más grandes del comunismo ha sido sobre la fecha del primero de mayo, el mal llamado Día de los Trabajadores.

En la ciudad de Chicago no hubo ningún trabajador muerto. El día 4 de mayo los trabajadores de una fábrica hicieron una manifestación en demanda justa de la jornada de 8 horas. La policía, al formarse disturbios –podemos pensar que un grupúsculo que pasaron a desór­denes– y la policía intervino violentamente después que un grupito lanzó una bomba por la cual murieron cuatro policía y alrededor de siete resultaron heridos. Fueron apresados por la fuerza pública cinco revoltosos, que no por casualidad eran anarquistas y comunistas. Fueron solo cinco los detenidos y semanas después condenados a la horca. Cuatro de los revoltosos eran alemanes, solo uno era norteame­ricano. Uno de ellos se ahorcó en la cárcel. Los restantes fueron ahorcados públicamente.

Como verán, la historia que hacen los comunistas del 1ro. de mayo es falsa, el 1ro. de mayo no pasó nada; no hubo trabajadores muertos; lo del 1ro. de mayo, como es costumbre, los comunistas falseando la verdad.

Llevamos años el Dr. Luis Conte Agüero y la Federación Eléctrica acabando con esa falsa fecha. Pero sí proponemos para la futura fecha de los trabajadores cubanos, el 18 de enero de 1961, cuando tres traba­jadores eléctricos fueron fusilados por el castrismo.

Estos sí son mártires, los del 18 de enero de 1961: Willam Le Santé. Orilio Méndez y Julio Casielles.

El desfile de la firma Chanel en el Prado de La Habana, con todas sus riquezas y sus bellas vestimentas, es una afrenta al pobre pueblo cubano con sus despojos y sus pobres vestimentas. O sea, un choteo ante la miseria del pueblo.

En opinión del Wall Street Journal, la reanudación de relaciones de la administración de Obama con el régimen de los Castro, solo favorece al gobierno cubano.

Halliburton, uno de los mayores contratistas del mundo de campos petrolíferos, fue sancionado por negociar con el gobierno cubano.

Nunca nos atrevemos a opinar sobre la política de Estados Unidos, pero en esta ocasión creemos que el fenómeno Trump se debe a que el pueblo americano está cansado de sus políticos. Por eso la gran acogida al Sr. Trump.

Al principio de la revolución cubana, el dictador Castro dijo que los futuros gobernantes cubanos no permitirían que los viejos se perpetúen en el poder. No lo ha cumplido. Solo los jóvenes pueden encaminar por senderos de progreso y grandeza un país. ¡Demos paso a los jóvenes!
************
José Martí sobre los hechos ocurridos  Chicago:

El proceso de los siete anarquistas de Chicago

Nueva York, septiembre 2 de 1886
Señor Director de La Nación

Aquellos anarquistas que en la huelga de la primavera lanzaron sobre los policías de Chicago una bomba que mató a siete de ellos, y huyeron luego a las casas donde fabrican sus aparatos mortíferos, a los túneles donde enseñan a sus afiliados a manejar las armas, y a untar de ácido prúsico, para que maten más seguramente, los puñales de hoja acanalada; aquellos que construyeron la bomba, que convocaron a los trabajadores a las armas, que llevaron cargado el proyectil a la junta pública, que excitaron a la matanza y el saqueo, que acercaron el fósforo encendido a la mecha de la bomba, que la arrojaron con sus manos sobre los policías, y sacaron luego a la ventana de su imprenta una bandera roja; aquellos siete alemanes, meras bocas por donde ha venido a vaciarse sobre América el odio febril acumulado durante siglos europeos en la gente obrera; aquellos míseros, incapaces de llevar sobre su razón floja el peso peligroso y enorme de la justicia, que en sus horas de ira enciende siempre a la vez, según la fuerza de las almas en que arraiga, apóstoles y criminales; aquéllos han sido condenados, en Chicago, a muerte en la horca.

Tres de ellos ni entendían siquiera la lengua en que los condenaban. El que hizo la bomba, no llevaba más que unos nueve meses de pisar esta tierra que quería ver en ruinas.

Uno solo de los siete casado con una mulata que no llora, es norteamericano, y hermano de un general de ejército: los demás han traído de Alemania cargado el pecho de odio.

Desde que llegaron, se pusieron a preparar la manera mejor de destruir. Reunían pequeñas sumas de dinero; alquilaban casas para hacer experimentos; rellenaban de fulmicoton trozos pequeños de cañería de gas: iban de noche con sus novias y mujeres por los lugares abandonados de la costa a ver cómo volaban con esta bomba cómoda los cascos de barco: imprimían libros en que se enseña la manera fácil de hacer en la casa propia los proyectiles de matar: se atraían con sus discursos ardientes la voluntad de los miembros más malignos, adoloridos y obtusos de los gremios de trabajadores: “pudrían,–dice el abogado,–como el vómito del buitre, todo aquello a que alcanzaba su sombra”.

Aconsejaban los bárbaros remedios imaginados en los países donde los que padecen no tienen palabra ni voto, aquí, donde el más infeliz tiene en la boca la palabra libre que denuncia la maldad, y en la mano el voto que hace la ley que ha de volcarla: al favor de su lengua extranjera, y de las leyes mismas que desatendían ciegamente, llegaron a tener masas de afiliados en las ciudades que emplean mucha gente alemana: en Nueva York, en Milwaukee, en Chicago.