Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
Para este bloguista es ¨chocante¨ ese uso que se le da a la bandera, ya que las actividades, el ambiente y el deseo de usarla no tiene ninguna motivación o connotación patriótica.
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Tomado de
http://neoclubpress.com
Los bateos de Desiderio
Por Nicolás Águila
Madrid
Mayo 22 de 2016
Míralas qué lindas vienen. Las rumberas afro recibieron al crucero Adonia con sandunga abanderada. O sea, bailando en trusas diseñadas con la enseña nacional y, para remachar, con una bandera cubana arrollada en la pierna izquierda a modo de polaina. Qué falta de respeto hacia el más sagrado de nuestros símbolos patrios —exclamó Desiderio Navarro fuera de sí, poniendo el grito en el cielo.
Ya se sabe, cada cierto tiempo el Sr. Navarro salta a la palestra con su peculiar grito de guerra: “Me desiderio, amor, me desiderio”. Lo que significa que se rasga las vestiduras y amenaza con una nueva guerrita de emails (de esas que solo juegan con la cadena pero no tocan al mono ni de lejos). A los Desis y a los Derios les encanta atacar a los comisarios subalternos de los Castro —al sargento Pavón y al comandante Papito, por ejemplo, hace unos años, cuando estaban tronados y a punto de morir—, pero nunca a sus dos jefes y primeros responsables de todos los males de la Nación. Que suman un desastre total sin paliativos.
Ahora, pocos días después, Desiderio vuelve a la carga con la candanga del símbolo patrio, armando otro bateo al ver en venta un delantal-bandera en el aeropuerto de Rancho Boyeros. Y monta en cólera, en dengue, en zika y hasta en chikunguña, con una pasión digna de mejor causa.
Este humilde servidor, por su parte, no pone en duda que el relajito con la enseña nacional se pasa de lo que se entiende por mal gusto —incluso puede considerarse sacrílego, visto con la óptica de un patriotismo primario o simplón—, pero en estos dos casos no se trata en puridad de un acto de profanación de la bandera. No constituyen un delito o infracción que estén tipificados en la legislación nacional vigente. Y dudo que siquiera aparezca en el reglamento de la bandera, que rige para los militares y actos solemnes de carácter oficial, hasta donde tengo entendido.
¿Tendrá claro Desiderio el concepto de libertad de expresión? A mí, personalmente, no me gusta andar por el mundo de portaestandarte, pero eso no me otorga ningún derecho a condenar a aquellos que se pongan una camiseta o un vestido con los colores patrios, descritos e idealizados en aquellos versitos escolares de mi niñez: “Tres listas azules con dos listas blancas, el triángulo rojo y la estrella de plata”. Creo que es mucho peor envolverse en la bandera, metafórica y demagógicamente, como hace el quisquilloso personaje de las batallitas por correo electrónico, que siempre se quedan en el consabido parto de los montes al confundir la causa con el efecto y tomar lo anecdótico por lo esencial.
De hecho, Desiderio sobredimensiona el símbolo patrio en detrimento de lo que este representa: la patria, la república, la nación cubana o como se desee llamar a la isla larga y estrecha cuya destrucción sistemática durante estas seis décadas a él le importa un carajo, al igual que a una gran parte de nuestros escritores allende y aquende.
Para ser un estudioso que ha incursionado con tanta pasión en el campo de la semiología, resulta muy grave que Desiderio trastoque olímpicamente el significante con el referente. Y que confunda la bandera con la patria, es decir, el símbolo con el país de la siguaraya, convertido en la tenebrosa isla del marabú, que solo por comodidad o por la fuerza del hábito seguimos llamando Cuba.
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