miércoles, septiembre 14, 2016

LOS DISIDENTES DE ANTES Y LOS OPOSITORES DE AHORA. Roberto Luque Escalona a raiz de la supuesta huelga de hambre y sed de Guilleromo Fariñas



 Montaje fotográfico: Guillermo Fariñas con una lata de Tropicola (remedo de la internacionalmente conocida  CocaCola, que sabe a rayo!)

LOS DISIDENTES DE ANTES Y LOS OPOSITORES DE AHORA
 
Por Roberto Luque Escalona
Demanario -Libre 
Septiembre 14, 2016

Para empezar, no viajábamos. A mí no me dejaban salir de Cuba con posibilidad de regreso ni para un viaje turístico a la difunta Unión Soviética. Ellos viajan y viajan. Comenzaron con Miami, siguieron con Europa, México  y Suramérica, y ya andan por el Lejano Oriente, de donde acaba de regresar Berta Soler, la Dama de Blanco. ¿Tienen ustedes idea de lo que cuesta un viaje a ese país que antes se llamaba Birmania y ahora es Myammar? Eso queda entre la India, Bangladesh, China, Laos  y Thailandia, o sea, donde el diablo dio tres voces. ¿Quién paga esos viajes? ¿Acaso la Fundación?

Luego, las huelgas de hambre. Hace catorce años se publicó mi novela Bonpland #8, cuyo protagonista moría por deshidratación, no durante una huelga de hambre “y de sed”, sino asesinado por una mujer con la que tenía cuentas pendientes. La dama lo drógó, lo amarró a una cama y lo dejó morir de sed.

Yo sé de huelgas de hambre. Hice dos en Cuba. Al terminar la primera, que duró 35 días, pesaba 103 libras. En la segunda me fue mejor: terminé con 108. Pero como ni en una ni en otra deje de beber agua, al escribir sobre la muerte de Mario Trigo, que así se llama mi personaje, acudí a mi médico y amigo el Dr. Wilfredo Ventura, que en Gloria esté, en busca de asesoramiento. ¿Cuánto puede vivir un hombre sin consumir líquidos?, pregunté. Seis o siete días, contestó Ventura. Nueve o diez es inimaginable. Mario Trigo murió a los siete días.

Guillermo Fariñas lleva cincuenta días sin agua, dicen. Miente él y mienten quienes se hacen los tontos y repiten esa patraña.

Esa no es la única diferencia. Fariñas reclama un diálogo entre el gobierno y la oposición. Eso mismo reclamaba yo en mi primera huelga, pero ningún periodista se dio por enterado, ningún senador me llamó por teléfono. No me quejo. No puedo quejarme porque Gustavo Arcos, que pidió lo mismo y al mismo tiempo que yo, fue propuesto para un hipotético Premio Nobel de la Infamia por los mismos que Ahora financian a Fariñas, y para los que pidieran un diálogo con el gobierno se acuñó en Miami un mote despectivo: dialoguero.

(Mapa de Myammar, antigua Birmania)

“La represión es cada vez más intensa”, dicen allá y repiten aquí. ¿Cómo se atreven a decir eso? ¿Creen que es posible olvidar los miles de fusilados, las decenas de miles de presos durante las dos primeras décadas de la robolución? ¿Creen que nadie recuerda los salvajes “actos de repudio” de 1980, en los que más de cien mil personas fueron golpeadas y humilladas a todo lo largo y ancho de la Isla, de Mantua a Baracoa? Se sabía de los maltratos y torturas en las cárceles y centros de detención de la tiranía, pero de ellos no había testigos; en cambio  todo el mundo en Cuba pudo presenciar los “actos de repudio” de aquella primavera de 1980, que sí fue negra de verdad.

Otra notable diferencia del trato que se les da a los llamados opositores y el que se les daba a los llamados disidentes se refiere a lo que fueron antes de enfrentarse al régimen. Ese fue miembro del PSP, aquel lo fue de la Juventud Socialista, ese otro fue profesor de marxismo. Resulta que Guillermo Fariñas fue miembro de las Tropas Especiales, cuerpo de élite del Ministerio del Interior al que se ingresaba por solicitud (si ésta era aceptada), con el que combatió en Angola a las órdenes de Patricio de la Guardia, uno de los terribles mellizos que tan bien sirvieron a Fidel Castro hasta que éste los traicionó. Debo señalar que Fariñas solicitó ingreso en “Tropas”, como se les conocía, después de ser no sé si participante, pero al menos testigo de las salvajadas colectivas de 1980.

¿Dónde estaba Fariñas cuando Ricardo Bofill y sus compañeros entraban y salían y volvían a entrar en el Combinado del Este, cuando encarcelaron a José Luis Pujol y María Elena Cruz? ¿Dónde estaban él y Biscet y Antúnez y Rodiles y Ferrer y Berta Soler y Yoanis Sánchez cuando yo escribía y publicaba Los Niños y el Tigre? Estudiaban, hacían sus vidas. Nunca supe siquiera que existían. ¿Creen ustedes que yo hubiera podido estudiar Psicología como Fariñas? El que sea capaz de creer tal cosa es porque no conoce ni de lejos la Cuba castrista.

Aunque Fariñas estaba disgustado. Tanto era su disgusto que pidió la baja de “Tropas”. Sólo que su disgusto era provocado no por los miles  de asesinatos perpetrados en nombre del socialismo, sino por la muerte del general Arnaldo Ochoa, también asesinado, pero después de haber sido cómplice de esos miles de asesinatos anteriores.

Las huelgas de hambre son sumamente peligrosas, sean cuales sean las intenciones con que se lleven a cabo. Imposible saber cuándo va a colapsar un organismo depauperado por la falta de alimentos. Dicen que Fariñas dejó su huelga el lunes. Pero su decisión no cambiaría mi opinión sobre sus huelgas de hambre “y de sed” ni sobre su historial como esbirro de la tiranía y mercenario al servicio de lo que Reagan llamó “el Imperio del Mal”.