Roberto Álvarez Quiñones: Cuba no está en el siglo XXI
Los Ángeles
21 de Febrero de 2018
En los tiempos que corren, de avances asombrosos en la tecnología e innovaciones científicas y académicas que están abriendo una nueva era para la humanidad basada en el conocimiento, con atisbos ya de inteligencia artificial, el panorama de la educación en Cuba es muy triste.
El atraso tecnológico, científico, educacional y cultural en que se van quedando los cubanos —bien atrás en el siglo XX— por razones políticas e ideológicas, debiera ser considerado como un nuevo tipo de crimen de lesa humanidad.
Esa marginación de Cuba de la modernidad las futuras generaciones cubanas no se lo van a perdonar a los jerarcas dictatoriales ni a quienes apoyan la dictadura, realizan "actos de repudio" o agitan banderitas en las plazas públicas. Todos serán duramente enjuiciados por la historia.
Es dramática la situación educacional. Escuelas y universidades hoy son una vergüenza en lo docente y en todo lo demás. Ya ni el dictador, ni nadie en la cúpula dictatorial menciona siquiera la palabra educación. De vitrina publicitaria devino tema tabú hasta para el Partido Comunista.
El déficit de profesores se agrava a ritmo geométrico. Con una orfandad tecnológica e informativa total, además faltan libros de texto, uniformes, equipos imprescindibles para las clases y las prácticas de laboratorios. Escasean lápices y libretas.
No hay acceso libre a internet ni programas de estudios propios del siglo XXI. Los edificios y muebles, en estado ruinoso, sueltan los pedazos. Estudiantes y profesores se han quedado muy atrás en el tiempo.
Debido al bajísimo salario que reciben (unos 25 dólares), los maestros abandonan la profesión y se convierten en "repasadores", abren "paladares", van a trabajar en el turismo o como bicitaxistas, o a vender croquetas. O emigran.
Según la Oficina Nacional de Estadística e Información de Cuba (ONEI), 21.600 maestros y profesores abandonaron las aulas entre 2009 y 2017. En el curso escolar que finalizó en 2017 hubo 248.438 maestros, cifra inferior a los 270.038 de 2009.
Datos oficiales revelaron que de 19.859 plazas disponibles en 2015 para cursar estudios pedagógicos, solo se matricularon 4.398 alumnos. O sea, 15.461 plazas (casi el 80%) se quedaron sin cubrir porque nadie se interesó por ellas. Muchos jovencitos, sin vocación ni aptitud para la enseñanza, sí se alistan en estos planes pero solo para evadir el Servicio Militar Obligatorio. ¡Qué maestros esos!
La corrupción campea entre el profesorado y el alumnado. Con regalitos al "profe" los alumnos son aprobados fraudulentamente. Difícilmente haya hoy en Latinoamérica un panorama educativo más corrupto y desastroso que el de Cuba. Nada comparable con el que había antes de 1959.
Si saltando las barreras del tiempo se pusiesen a competir en conocimientos un bachiller graduado en 1958 en la Isla y uno de 2017, nos asombraríamos de lo mal parado que saldría el estudiante de estos tiempos castristas.
¿Pocas escuelas antes del castrismo?
A propósito, la dictadura insiste siempre en su calumnia preferida: antes de 1959 en Cuba apenas había escuelas públicas y maestros, y la enseñanza universitaria era tan cara que era solo para "niños ricos", como repetía Castro I.
Totalmente falso. En 1958, según el Anuario Estadístico de Cuba, había en la Isla 7.567 escuelas primarias públicas (gratuitas) y 869 privadas, o sea, 8.436 en total. De las escuelas públicas, 1.206 estaban en el campo. A mediados de los años 50 la educación pública contaba con 25.000 maestros, y la educación privada con 3.500. Había siete veces más maestros públicos que privados.
También el sistema educacional público contaba con institutos de segunda enseñanza (bachillerato), escuelas normales para maestros, escuelas del hogar, escuelas normales de kindergarten, escuelas de comercio, escuelas de bellas artes, escuelas tecnológicas, de agrimensura, de artes y oficios, de periodismo, escuelas profesionales de publicidad, entre otras. En estas 150 instituciones en 1956 había 70.029 estudiantes. En general, el sistema educacional cubano era uno de los mejores de Iberoamérica completa.
Por otra parte, hoy casi nadie en Cuba sabe que en la Universidad de La Habana la matrícula anual costaba solo 60 pesos —equivalían a 60 dólares—, a pagar en tres plazos. Un joven podía graduarse de médico, ingeniero, abogado, arquitecto, contador público, físico-matemático, o doctor en Ciencias Sociales, en Filosofía y Letras, o en Pedagogía, con solo cinco pesos mensuales.
Un graduado de Bachillerato matriculaba la carrera que le gustaba. Y de hecho resultaban prácticamente gratis las clases, las prácticas de laboratorio, los deportes, el formidable Balneario Universitario en Miramar con su piscina olímpica, y la playa. También era gratuita la asistencia médica en la Clínica del Estudiante, en el séptimo piso del actual Hospital Fajardo.
Universidad solo"para los revolucionarios"
Bajo la dictadura castrista sin un buen expediente "revolucionario" no es posible matricular en la Universidad. Y mucho menos en carreras como Periodismo, Economía, Filosofía, Relaciones Exteriores, Ciencias Sociales, Psicología, Pedagogía, Historia y otras especialidades relacionadas con la ideología comunista. Copiada de una frase de Mussolini, en 1961 Castro I dictó la pauta a seguir "Dentro de la revolución todo, contra la revolución nada". Y luego precisó: "La universidad es para los revolucionarios".
Miles de graduados de Preuniversitario no han podido ingresar en la Universidad por no ser "políticamente correctos", o han tenido que matricular carreras para las cuales no tienen vocación pues no había cupo en las que les gustaban.
Periódicamente se producen purgas político-ideológicas de estudiantes, de estudiantes brillantes muchas veces. Son expulsados. Y los que permanecen estudiando deben integrarse a tareas revolucionarias, o luego de graduados no consiguen empleo en su especialidad.
Como fanático de su hermano, Castro II siguió haciendo lo mismo que Castro I, pues el régimen no puede dejar de adoctrinar. Sobre todo cuando cada vez menos gente cree en la "revolución" y el socialismo. Pero se acabó el dinero del Kremlin, el de Caracas se ha encogido, y la improductividad de la economía castrista genera menos recursos que nunca.
O cambio político o más atraso
Cuba hasta 2009 dedicó a la educación más del 13% de su PIB. Y lo ha disminuido hasta el 10,2% del PIB en el presente curso 2017-2018, según la ministra de Finanzas y Precios, Lina Pedraza. Pero sigue siendo demasiado alto.
Ni siquiera las economías más avanzadas del mundo registran esos porcentajes. Datos del Banco Mundial revelan que en 2016 Alemania gastó en educación el 4,9% de su PIB; Francia; 5,4%, España; 4,2%, y Japón 3,5%. En Latinoamérica países con economías fuertes dedicaron en 2016 a la educación la mitad del porcentaje del PIB que Cuba: Chile, 4,92%; México, 3,9%; Argentina, 5,33%; Brasil, 5,99%; Panamá, 3,1%; Perú, 3,9%. Costa Rica es el país que más gastó, con 7,2%.
Ante la quiebra ya definitiva de la economía castrista, el régimen tendrá que seguir reduciendo el presupuesto educacional y se enfrentará a un círculo vicioso nefasto: si gasta poco en educación cae el adoctrinamiento, además el capital humano se embrutece y se agrava la improductividad laboral; pero si gasta mucho se queda sin dinero para importar alimentos, medicinas, materias primas y todo lo que necesita un país que produce muy poco, lo cual podría desestabilizar políticamente a la dictadura.
La única solución sería desmantelar el modelo socialista, liberar las fuerzas productivas para generar recursos y así financiar la educación y demás gastos sociales. En Cuba deben ser restauradas todas las libertades y no solo las económicas. Sin cambio político no hay cambio económico.
Lamentablemente eso no se atisba por ahora en el horizonte político raulista, no importa quién sea el nuevo "presidente" en abril. Con esa asfixia totalitaria, marginada totalmente de la modernidad, la sociedad cubana seguirá hundiéndose más en la pobreza, el atraso y la desesperanza.
Moraleja: Cuba no ha entrado aún al siglo XXI. Y cabe preguntarle a Raúl Castro: ¿qué ha aportado entonces la "revolución" a la educación en Cuba?
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