Nota del Bloguista de Baracutey Cubano
Si mal no recuerdo, fue Manuel Mercado el que había hecho posible, varios años antes, la entrevista de José Martí con Porfirio Díaz con el objetivo de buscar ayuda para la independencia de Cuba de España; la ayuda pedida no cristalizó o fue muy exigua.
Gonzalo de Quesada y Aróstegui sí fue ese amigo cercano y entrañable para José Marti.
En la foto: sentado Calixto García Iñiguez; de pie y de izquierda a derecha: Mario García-Menocal y Deop, Jose A. González Lanuza, Gonzalo de Quesada, Manuel Sanguily y José Miguel Gómez. La foto es de 1898 y corresponde a la Comisión (creada por la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana de Santa Cruz del Sur) que estaba en los EE.UU. para gestionar el reconocimiento oficial de la Asamblea de Represanetantes de la Revolución Cubana y obtener recursos para el licenciamiento del Ejército Libertador; en la foto de esa comisión solamente falta José Ramón Villalón Sánchez quien fuera su Secretario.
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El falso “Testamento Político” de Martí
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Empleando tácticas antiguas, el castrismo manipula la caída en combate del Apóstol y la carta que escribió a Manuel Mercado
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Por René Gómez Manzano
23 de mayo, 2020
LA HABANA, Cuba.- En días recientes, los cubanos tuvimos la ocasión de conmemorar dos fechas de gran significación patria: el 19, Aniversario 125 de la caída en combate del Apóstol José Martí; y el 20, surgimiento —en 1902— de la República de Cuba como Estado independiente (aunque con Enmienda Platt) reconocido por toda la comunidad internacional.
En lo tocante a esta última efeméride, se repitió la torpe y tozuda negativa que los castristas hacen a ultranza de ésa que, en tiempos de la Cuba democrática, fue la máxima fecha patria. Con respecto a la primera, se insistió una vez más en la carta inconclusa del Maestro a su amigo Manuel Mercado, y se insistió en su condición de supuesto “Testamento Político” del prócer.
En este tema, como en tantos otros, se insiste en la manipulación (o, para ser más exacto, la total tergiversación) de la figura histórica de José Martí que hace el régimen. En base a ese manejo interesado y mentiroso, el habanero epónimo habría sido profeta del unipartidismo totalitario (porque “él fundó no dos o tres, sino un solo partido”), preconizaba el enfrentamiento a ultranza a Estados Unidos y sería “el autor intelectual del asalto al Cuartel Moncada”.
Refiriéndose a la misiva a Mercado, el colega Raciel Guanche Ledesma, en su artículo Las ideas de un gigante, publicado en Juventud Rebelde vísperas del aniversario de la inmolación, escribió lo siguiente: “la que posteriormente se convertiría en su testamento político”.
(Manuel Mercado y José Martí)
Se trata de una manipulación de larga data. En su momento fue enarbolada por los “pericones” del viejo Partido Socialista Popular (nombre eufemístico y politiquero adoptado a fines de los años treinta por los estalinistas). A lo largo del tiempo, la especie fue respaldada por rojillos y tontos útiles. Los castristas se limitaron a retomarla y darle absoluta preeminencia, gracias a su dominio total de los medios masivos.
Al evaluar si efectivamente estamos o no en presencia del “Testamento Político”, lo primero que conviene señalar es cuán inverosímil resulta que, para un documento de tanta importancia, el Maestro haya redactado no un manifiesto dirigido al pueblo cubano, sino una carta personal destinada a un conocido mexicano.
Se trata de un documento de cuya existencia sabemos sólo por la coincidencia que él tuvo con la tragedia de Dos Ríos. En caso contrario, Martí lo habría enviado y es posible que no fuese conocido siquiera. Además, el citado señalamiento de Guanche Ledesma resulta anonadante en su desparpajo: “posteriormente se convertiría en su testamento político”. Lo que equivale a confesar que el Apóstol no le atribuyó ese carácter a la misiva, sino que fueron otros quienes le asignaron tal condición…
Para precisar conceptos, también conviene aclarar quién era Manuel Mercado. La propaganda roja lo califica de “amigo entrañable” de José Martí. Es cierto que ambos se habían conocido y tratado lustros antes, durante la estancia del Maestro en la capital mexicana. Pero lo mismo sucedió con otros muchos hijos de ese país hermano.
Si queremos ser veraces, tenemos que reconocer que, para la época de la carta, el “amigo del alma” de nuestro Apóstol se había convertido en un perfecto sinvergüenza: ¡Era nada menos que Subsecretario de Gobernación del gobierno tiránico de Porfirio Díaz! Se trataba —pues— de uno de los principales jefes de la represión ejercida por ese régimen despótico, continuista y corrupto.
Debemos suponer —por ende— que no podía haber grandes afinidades políticas entre Martí (demócrata y libertario convencido) y el represor tiránico al que había tratado años antes. Pero nuestro Apóstol, hombre agudísimo y político visionario, no podía permanecer de espaldas a las realidades del pícaro mundo que le tocó vivir. Sabía que su antiguo conocido Mercado tenía fácil acceso a los oídos del déspota.
Aquí conviene hacer una pequeña digresión: A diferencia de los países hermanos del continente, Cuba se enfrentó al colonialismo español sola. Esa lucha desigual la realizó no contra una Metrópoli dividida e invadida por extranjeros (como lo hicieron aquellos), sino contra un país unido en lo esencial y en paz con las restantes potencias.
En esas condiciones, nuestros patriotas tenían que obtener toda la ayuda posible para llevar a feliz término su difícil empeño. Y por supuesto que un país grande y vecino como México era un candidato tan bueno como cualquier otro para que nuestros independentistas le pidiesen la ayuda que necesitaban de manera desesperada.
Eso es lo que hizo Martí con su carta. No en balde, en un pasaje de ella menos publicitado que otros, pregunta: “Y México, ¿no hallará modo sagaz, efectivo e inmediato, de auxiliar, a tiempo, a quien lo defiende?”. Y él mismo responde: “Sí lo hallará —o yo se lo hallaré—. Esto es muerte o vida, y no cabe errar”. Más claro…
Como el país azteca había tenido serios enfrentamientos con su gran vecino del Norte (bajo cuyo dominio había pasado más de la mitad de su territorio), era razonable esperar que Martí, con tal de obtener la ayuda del gobierno de Porfirio Díaz, sugiriera la conversión de Cuba Libre en un futuro aliado natural de México en su enfrentamiento secular a Estados Unidos.
Cuando el Apóstol habla de impedir que Washington se apodere de Cuba y que, por consiguiente, “los Estados Unidos caigan con esa fuerza más sobre nuestras tierras de América”, en realidad a lo que se está refiriendo es a evitar que la superpotencia naciente realizara un ataque futuro al país azteca. (Esto dicho —claro— de manera más sutil y fina, y a oídos de un mexicano).
Es eso (y no un hipotético antiyanquismo a ultranza) lo que explica la insistencia de José Martí en tañer la cuerda antinorteamericana. No olvidemos que él amaba a la patria de Lincoln tanto como odiaba a la de Cutting. Pero, claro, ¡como a los comunistas les encanta todo lo que huela a enfrentamiento a Estados Unidos!…
Esto es lo que cabe decir del llamado “Testamento Político” de Martí. En resumen: una mentira más de los comunistas.
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JOSÉ MARTÍ: UN POETA CON LOS PIES EN LA TIERRA
(Fragmento)
Por Pedro Pablo Arencibia Cardoso
1 de septiembre de 2006
José Martí tuvo máculas como todo ser humano, pero no fue intelectualmente deshonesto ni políticamente demagógico y mucho menos ¨le postuló a Cuba la misión de impedir la expansión de la influencia gringa sobre el resto de nuestros países ¨. José Martí admiraba cualidades de la sociedad norteamericana y de su gobierno, al igual que le reprochaba otras con toda razón.
Sobre esas palabras de José Martí y su significado escribí lo siguiente en el número 53 de la revista Vitral (http://www.vitral.org ):
Martí, profundamente permeado de los ideales liberales que universalizó la Revolución Francesa y de la práctica de democracia, libertad, independencia y soberanía que observó en la sociedad norteamericana, no dudó en escoger lo mejor de ambas fuentes.
En su testamento político, la carta a Manuel Mercado pocas horas antes de morir, Martí planteó algo que parece descabellado si lo entendemos como una confrontación entre Cuba y los Estados Unidos: que Cuba pudiera evitar que los Estados Unidos se extendieran ¨con esa fuerza más¨ por las Antillas. Martí en esa carta en ningún momento se refiere a una confrontación de Cuba con los Estados Unidos, pues él no estaba fuera de la realidad y conocía perfectamente la correlación de fuerzas, pero más importante, fundamental y decisivo que lo anterior, es que Martí era un hombre de paz y no de guerra. Para Martí, solamente la instauración de un ejemplar modelo republicano cubano podía servir de alternativa a los países antillanos para evitar la tentación que provocaba incorporarse al modelo y sistema de los Estados Unidos; tentación en la que cayeron muchos cubanos antes y durante los primeros años de la Guerra Grande (iniciada en 1868) y que se prolongó de manera decreciente hasta esos años de finales del siglo XIX; Santo Domingo fue otro país que quiso ser anexado. Esa oportunidad, según Martí, no la desperdiciarían los Estados Unidos. En la carta a Federico Henríquez y Carvajal del 25 de marzo de 1895 ya había expresado esos objetivos.
¨… Pero aún puedo servir a este único corazón de nuestras repúblicas. Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo...¨ (Tomo 4, 111)
Un modelo republicano, profundamente democrático y de culto a la dignidad plena del hombre, que no tuviera los defectos del modelo estadounidense, podía ser un modelo alternativo para Hispanoamérica, donde las dictaduras y los caudillos, como en ese momento Porfirio Díaz, se habían enseñoreado y se enseñoreaban sobre sus pueblos.
Volviendo a la posición antianexionista de Martí deseo añadir que una de las objeciones o argumentos martianos en contra de la anexión de nuestra América (¨ la del perro de presa¨) por la otra (¨la del arado¨, la anglosajona) era el desprecio que los muchos habitantes del Norte tenían por sus vecinos latinos; hasta con respecto al independentismo, ese desprecio, tenía su importancia: Martí alertó a los cubanos de la época que había que ganarse el respeto del vecino, sin cuya simpatía era imposible alcanzar la independencia, y mucho menos mantenerla.
Sobre el desprecio particular de los norteamericanos hacia los cubanos, se lee lo siguiente en el periódico Patria, órgano oficial del Partido Revolucionario Cubano, periódico fundado por José Martí, Delegado de dicho partido.
¨Los americanos, dijo, no deben juzgar los esfuerzos de Cuba desde el punto de vista de hoy. Ellos parecen desdeñar a Cuba porque Cuba no hizo lo que ellos hicieron hace un siglo, pero las colonias americanas tenían tres siglos de vida cuando arrojaron el yugo inglés, y Cuba solamente ha vivido cincuenta años en la cultura. Diez años de ellos gastados en una guerra infructuosa por la libertad. Pónganse los americanos en el lugar de sus antepasados, en 1776, y ellos comprenderán lo desigual de la lucha. La diferencia del idioma ha sido la causa de tantos errores acerca de la causa cubana. Es injusto que un país que ha vivido trescientos años desdeñe a la colonia militar de cincuenta años ¨ (Tomo 4, 333)
Y en otra parte de ese artículo se lee:
¨ El Delegado analizó concienzudamente, las diferencias de composición, carácter, sociedad, gobierno y tendencias de España y Cuba; demostró que Cuba es superior a España en civilización, en ideas de gobierno, en riqueza, y que no puede esperarse que una metrópoli que no sabe ni puede resolver sus propios problemas resuelva los de su colonia; explicó el por qué del fracaso de los autonomistas, y dijo que la recompensa que había recibido era ver los impuestos doblados, y los derechos desconocidos; expuso con claridad las razones por qué ni a este país ni a Cuba convenía la anexión, y sí la amistad y comercio entre las dos repúblicas.¨ (Tomo 4, 333-334)
Sobre la admiración y el reproche a algunas de las cualidades de esa sociedad he aquí un ejemplo:
¨Nunca se ha visto cosa más hermosa. De este pueblo del Norte hay mucho que temer, y mucho que parece virtud y no lo es, y mucha forma de grandeza que está hueca por dentro, como las esculturas de azúcar; pero es muy de admirar, como que cada hombre se debe aquí a sí mismo el magnífico concepto de la libertad y decoro del hombre en que todos se mantienen y juntan, y produce espectáculos de viril y gigantesca indulgencia, o de pacífico y radical volteamiento, que en nada ceden al brío épico y resplandor marmóreo de la grandeza pública de Grecia.¨ (Tomo 10, 459)
Ya al inicio de esa carta había expresado: “La tolerancia en la paz es tan grandiosa como el heroísmo en la guerra.” (Tomo 10, 459)
La lucha por los derechos civiles de los negros del Sur de los Estados Unidos en la década de los años 60s del siglo pasado nos dice que habían algunas influencias norteamericanas ( los cubanos en nuestra Cultura no usamos la palabra GRINGO y yo en particular la rechazo ) que no deberíamos hacer nuestra. En la anterior República existió cierto racismo que fue decreciendo con los años, y aún hoy ha seguido existiendo solapadamente. pero nunca llegó a lo que ocurría en el Sur de los Estados Unidos.
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Martí, en una carta rimada del 21 de octubre de 1889 (Tomo 16, 354-358), dirigida a un antiguo compañero y colaborador, el anexionista Néstor Ponce de León, expuso sus convicciones antianexionistas pero a la vez el respeto a las ideas de los demás.
A mi Señor Néstor Ponce de León:
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Viene a decirme Capriles
Que alguien dijo en Broadway,
Que en mi discurso exclamé:
“¡Los anexionistas viles!
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¡Bien y con mucha razón
Me mandó usted el recado
De tenerme preparado
El espinudo bastón!
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Miente como un zascandil
El que diga que me oyó
Por no pensar como yo
Llamar a un cubano “vil”
......................................
Donde no nos puedan ver
Diré a mi hermano sincero:
“¿Quieres en lecho extranjero
A tu Patria, a tu mujer? ”
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Pero enfrente del tirano
Y del extranjero enfrente,
Al que lo injurie: “Detente”
Le he de gritar: “¡Es mi hermano!”
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En la Patria de mi amor
Quisiera yo ver nacer
El pueblo que puede ser,
Sin odios y sin color.
*
Quisiera, en el juego franco
Del pensamiento sin tasa,
Ver fabricando la casa
Rico y pobre; negro y blanco.
*
Y cuando todas las manos
Son pocas para el afán,
¡Oh, patria, las usarán
En herirse los hermanos!
*
Algo en el alma decide,
En su cólera indignada,
Que es más vil que el que degrada
A un pueblo, el que lo divide.
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¿Quién con injurias convence?
¿Quién con epítetos labra?
Vence el amor. La palabra
Sólo cuando justa, vence.
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Si es en uno el honor, los modos
Varios se habrán de juntar:
¡Con todos se ha de fundar,
para el bienestar de todos!
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Su Martí. New York. 21 de octubre de 1889
Etiquetas: carta a Manuel Mercado, cuba, falso, José Martí, manipulación, Manuel Mercado, tesyamento político
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