miércoles, mayo 04, 2022

Alejandro Ríos: El cine y los colaboradores del totalitarismo


El cine y los colaboradores del totalitarismo

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Detrás de hechos históricos como el Mariel, el corolario de fugas, la desintegración malvada de los opositores y muchos otros capítulos que se refieren a una sociedad enferma, se esconde el envilecido ejército de sombras delatando al prójimo

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Por Alejandro Ríos

4 de mayo, 2022

MIAMI, Estados Unidos.- Cierta vez conversé con el joven fotógrafo y director de cine Raúl Prado, quien tiene en su haber el corto Alberto, donde se aborda el tema tabú del éxodo del Mariel y sus nefastas consecuencias en una familia cubana.

El cineasta tenía la voluntad y el deseo de explorar la historia obliterada de la isla por la narrativa oficial, lo cual explica que su primera incursión en el ámbito de la dirección cinematográfica de ficción se sumerja en la oscuridad e incertidumbre de un capítulo vergonzoso del castrismo: los llamados actos de repudio, que su generación conocía de manera anecdótica y luego experimentó en carne propia.

Alberto encapsula para la posteridad no sólo las consecuencias de la convocatoria del odio para menoscabar a los contrarios, sino el derrumbe definitivo del proceso social encumbrado por un discurso de esperanza que se disolvió en la corrupción y el encanallamiento de la dictadura.

El cineasta Prado estuvo en la sentada de protesta frente a la sede de la Televisión y la Radio castristas durante la sublevación de julio del 2021.

Por su parte, la plataforma HBO Max acaba de estrenar un largometraje del prestigioso director Barry Levinson, El sobreviviente, que regresa al tema del holocausto, al cual pertenece una filmografía extraordinaria por su tenacidad y variedad temática.

El sobreviviente acontece en la ciudad de Nueva York del año 1949, con flashbacks de espanto al campo de concentración de Auschwitz, donde Harry Haft debió boxear con sus congéneres para sobrevivir, impelido por un morboso oficial alemán que le vio potencial de pegador durante un altercado que casi le cuesta la vida al judío.

En el Nueva York de la postguerra, Haft se sigue dedicando al boxeo y aprovecha la publicidad que le ofrece ser un sobreviviente de Auschwitz.

Lo atormentan, sin embargo, las pesadillas de aquella maquinaria de muerte, así como la incertidumbre de encontrar con vida a su novia de juventud, también secuestrada por los nazis.

La historia es compleja y trae a colación un tema consustancial a los totalitarismos: el de los colaboradores.

Cuando un periodista publica la estrategia utilizada por Haft para su supervivencia, la comunidad judía lo rechaza durante algún tiempo hasta que es capaz de hacer constar su entereza en contra de los desmanes fascistas en las peores de las circunstancias. Al fugarse del campo de concentración pudo ejecutar al oficial que lo involucró en la macabra fórmula de boxear a cambio de vivir.

Haft siempre se lamentó de no haber podido salvar más compañeros en desgracia, hecho que no dejó de atormentar sus sueños.

Numerosos documentales referidos a los presos políticos cubanos, realizados en el exilio, abundan en ejemplos de aquellos reclusos que extendieron sus condenas o incluso perdieron la vida antes de colaborar con los esbirros castristas.

La muerte reciente del músico José Luis Cortés trajo a colación el tema recurrente de artistas cubanos marcados por una gran contradicción: disfrutan el privilegio de la popularidad, al mismo tiempo que traicionan esa virtud cuando comulgan con la doctrina que ha llevado a los mismos habitantes de la isla al borde de un caos irremediable.

Detrás de hechos históricos como el Mariel, el corolario de fugas, la desintegración malvada de los opositores y muchos otros capítulos que se refieren a una sociedad enferma, se esconde el envilecido ejército de sombras delatando al prójimo, desde los estamentos del poder, donde se fusila, hasta la presidencia del comité de defensa en cada cuadra, pasando por organizaciones políticas y culturales de toda laya.


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