martes, julio 25, 2023

Roberto Álvarez Quiñones: ¿Será un Partido Comunista el que dominará el mundo?. Según Pekín, para crecer la dictadura es mejor que la democracia. Occidente creó un Frankenstein que ahora apunta a su hacedor

 Tomado de https://diariodecuba.com/

¿Será un Partido Comunista el que dominará el mundo?

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Al convertir a China en la fábrica planetaria el capitalismo desarrollado hizo como el doctor Frankenstein: creó un monstruo que ahora apunta contra su hacedor.'

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Por Roberto Álvarez Quiñones

Miami

25 de julio 2023

¿Será uno de los cuatro partidos comunistas que todavía gobiernan en el mundo (Cuba, China, Vietnam y Corea del Norte) luego de los funerales del "socialismo real" en Moscú, en 1991, el que con su propia moneda nacional lidere la economía global?

¿Será el régimen comunista de Pekín, aliado clave de la tiranía castrista, represivo y antioccidental, convertido en ente global gracias a Occidente, el que marcará pautas geopolíticas y económicas del planeta en la segunda mitad del siglo XXI?

Napoleón Bonaparte devino oráculo cuando en 1803 dijo que China era un gigante dormido que haría temblar al mundo cuando despertase. En efecto, 220 años después ese gigante está despierto y se dispone a hacer temblar al mundo, si no lo paran ¡pronto!

Claro, el célebre corso no se imaginó que China no se despertaría ella sola de su milenario letargo, sino que sería despertada. Fue el Primer Mundo capitalista el que sacó a China de su atraso semifeudal y la convirtió en la fábrica del mundo, en la segunda economía más grande.

En busca de mayores ganancias con el pago de salarios más bajos, y aprovechando la laboriosidad de los chinos, las naciones industrializadas desde fines de los años 70 han invertido allí varios billones (millones de millones) de dólares. Solo en 2022, la cifra ascendió a 189.130 millones de dólares en inversiones directas de capital (IED) en suelo chino.

Los cincos continentes fueron invadidos, no con tropas y cañones como se imaginó Napoleón, sino con productos made in China. ¿Se acuerda alguien de cuando la mayoría de los artículos que se vendían en cualquier país decían made in USA?

Hoy China es el país mayor exportador mundial, el segundo mayor importador. Con 27 millones de automóviles fabricados en 2022 casi triplicó los diez millones fabricados en EEUU. Produce tanto acero como EEUU y, con sus masivas compras de materias primas, es motor del crecimiento de América Latina.

Los 3,2 billones de dólares de reserva en divisas al inicio de 2023, según el Banco Central chino, casi triplican los 1,2 billones de Japón, que ocupa el segundo lugar.

Occidente creó un Frankenstein que ahora apunta a su hacedor

Al convertir a China en la fábrica planetaria el capitalismo desarrollado de hecho hizo como el doctor Frankenstein: creó un monstruo que ahora apunta contra su hacedor. Sobre todo, con Xi Jinping al mando, ya con tanto poder, o más, que el mismísimo Mao Tse Tung.

En China gobierna el mismo Partido Comunista (PC) que con la colectivización forzosa de las tierras, el Gran Salto Adelante y la "revolución cultural", mató a 65 millones de chinos, de hambre o ejecutados por motivos políticos.

Hoy Pekín amenaza con invadir Taiwán, lanza globos espías sobre EEUU, compra fábricas y activos por todo el planeta, le "boconea" a Washington y lo espía desde La Habana. China es el mayor socio comercial de América Latina, salvo México, y apoya a cuanta dictadura o gobierno odia a EEUU.

Y aspira a imponer el yuan como moneda universal en sustitución del dólar, para lo cual cuenta con el apoyo de gobiernos populistas, autoritarios y antiestadounidenses, que son mayoría en la escena internacional, todos "amigos de Cuba" que denuncian el "bloqueo" de EEUU y silencian los crímenes del castrismo.

Al frente de esa avanzada antioccidental global, cuyo meollo es antidemocrático, están los países emergentes BRICS (siglas de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), con más de 3.200 millones de habitantes, a los que se van a sumar en agosto próximo muchos millones más (hasta con otros 40 países), en una reunión en Sudáfrica para precisar cómo desplazar al dólar, y montar un "nuevo orden mundial", que como mostró Charles Darwin en su teoría, tendría como líder al más fuerte, el Pekín comunista.

O sea, el Primer Mundo despertó al gigante, y los países de la periferia de ese mundo se encargan de que sea cada vez más poderoso. Como dicen los guajiros cubanos: "eso es soga pa' tu pescuezo".  

A todas estas, todo indica que el ancestral “sinocentrismo”, o chinocentrismo, el creerse el "ombligo del mundo", no falleció con las reformas capitalistas, sino que subyace en el tuétano de la sociedad china y cunde en la cúspide oligárquica dictatorial.

El propio nombre de China en mandarín es zhong guo y significa "país del centro" o "el reino central". Los chinos creían que su país era el centro geográfico del mundo y eran ellos la única cultura civilizada.

Durante milenios, en China todo lo que no era chino era secundario. En los mapas de los emperadores chinos, hasta el siglo XIX, aparecía China en el centro del mundo. Los países periféricos, como Corea, Vietnam, o Japón, constituían un primer círculo de pueblos que habían asimilado la cultura y los caracteres chinos. Más allá en el mapa se encontraban los pueblos no chinos de Asia. Y solo después se ubicaban los "bárbaros" (waiyí), incluyendo Europa, y luego, bien lejos, estaba América.

Millones de chinos nacían y morían sin saber que había seres humanos sin los ojos rasgados. Con la enorme extensión del país, la autosuficiencia en recursos, su colosal población, y su geografía montañosa, ese país se encerró en sí mismo. Incluso en 1390, durante la dinastía Ming, el emperador Hongwu llegó a prohibir todo el transporte marítimo.

Hoy, convertida China en la segunda economía mundial, casi por gravedad están rebrotando retoños del "ombligo". Pero esta vez hacia afuera, en aras de convertirse en un imperio global con su Partido Comunista al frente.

Con teléfonos móviles y acceso al mundo, pese a la censura comunista (como en Cuba), hoy los chinos difícilmente pueden creer que China es el centro del mundo. Pero la cúpula pekinesa sí se aferra al egocentrismo, ahora imperialista, para expandirse.

A la muerte de Mao, el defenestrado Deng Xiaoping lanzó la consigna antimarxista de "enriquecerse es glorioso" y se desmontó el hambreador sistema económico estalinista. Pero sin ceder un ápice en el control del Big Brother sobre la sociedad, sin restablecer las libertades ni los derechos fundamentales de los ciudadanos. Baste recordar la masacre en la Plaza de Tiananmen en 1989, ordenada por el propio Deng.

Según Pekín, para crecer la dictadura es mejor que la democracia

El "socialismo de mercado", como lo llama Pekín, es un híbrido de capitalismo con socialismo, no imaginado por Marx o Lenin, aunque sí por los utopistas John Galbraith y otros autores que a mediados del siglo XX formularon la "Teoría de la Convergencia", según la cual las diferencias entre los sistemas capitalista y socialista se van borrando y tienden a la fusión completa.

Para Xi Jinping y sus allegados esa fusión es cierta, eso es el "socialismo" chino. Y pretenden convencer al mundo de que la fórmula perfecta para el desarrollo económico y social no radica en las "decadentes" libertades y la democracia occidental, sino el autoritarismo y la dictadura, como lo muestra el caso chino.

Falso. No fue el tiránico Partido Comunista el que sacó a China de su letargo feudal, sino el capitalismo liberal, afincado en las libertades humanas y la democracia.

El "socialismo de mercado" chino prohíbe las inversiones extranjeras o nacionales en los sectores que Pekín llama de "seguridad nacional", que incluye a los medios de comunicación, y mete en la cárcel a quienes critican al Gobierno. O los masacra, como hiciera en la Plaza de Tiananmen.

En China lo que hay es capitalismo de Estado, que solo es posible en un sistema totalitario con partido único, el monopolio de los medios de comunicación, el control policial enfermizo de la sociedad, y la violación masiva de los derechos humanos.

Y vuelvo al Frankenstein comunista. El Federal Reserve Bank de Dallas (RBD) reveló que en los primeros cuatro meses de 2023 México desplazó a China como primer socio comercial de EEUU, con un volumen comercial de 263.000 millones de dólares, el 15,4% de todas las exportaciones e importaciones de EEUU, cifra que superó el 15,2% del comercio con China. Por su parte, el Gobierno de Alemania anunció que "reducirá la dependencia comercial de China". Y se aprecia en el comercio internacional una tendencia al nearshoring, a comerciar más con países cercanos, y menos con los distantes.

¿Pudiera ser esto último el comienzo de un proceso global para contener las ínfulas imperialistas del Partido Comunista chino? El mundo necesita que la respuesta sea sí. La diferencia entre esa necesidad y su factibilidad real la abordaré en otro artículo.


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