viernes, marzo 08, 2024

Jorge Luis González Suárez desde Cuba: Los principios propagandísticos del nazismo, aplicados por el castrismo

Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Fragmento de extensa entrevista hecha a Ángel Perez-Vidal por Pedro Corzo, presidente del Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo. Para más información o colaboraciones puede contactar al IMHCT en www.cubamemorial.net

Fidel Castro admirador de Adolf Hitler


Fidel Castro comiendo spaghettis; en la foto me parece reconocer a Mario Chánez de Armas quien fue  atacante a Cuartel Moncada, expedicionario del yate Granma quien cayó preso y cumplió cárcel en ambas ocasiones  en el gobierno de Batista y  que posteriormente con la tiranía de Fidel Castro cumpliría 30 años de prisión; Mario Chánez de Armas expresó que comparativamente la cárcel de Batista era el cielo y las de Fidel el infierno.  No aseguro que esa ¨comelata¨ de la foto haya sido en una de esas ocasiones a las que se refería Ángel Perez-Vidal en el video.

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Tomado de https://www.cubanet.org/

Los principios propagandísticos del nazismo, aplicados por el castrismo

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La propaganda política es una de las herramientas más eficaces con que cuentan los regímenes dictatoriales, particularmente si son del tipo totalitario.

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Por Jorge Luis González Suárez

7 de marzo, 2024 

LA HABANA, Cuba.- La propaganda política es una de las herramientas más eficaces con que cuentan los regímenes dictatoriales, ya sean de izquierda o derecha, y particularmente si son del tipo totalitario.

Joseph Goebbels, quien fuera el ministro de Propaganda del Tercer Reich en Alemania, elevó la propaganda a un nivel científico. Los principios enunciados por Goebbels han sido aplicados por el régimen castrista en Cuba de forma rigurosa desde hace 65 años. Veamos.

Simplificación del enemigo único al adoptar una idea única: El Gobierno cubano, de forma reiterada, señala al “gobierno imperialista de los Estados Unidos” como un “enemigo histórico de Cuba” y culpa de la mayoría de las dificultades padecidas por los cubanos al “bloqueo y las políticas anti-cubanas del gobierno yanqui”.    

Método del contagio: Se basa en reunir a diferentes adversarios en una sola categoría. Significa que todo individuo, gobierno o país que se oponga a la izquierda, en cualquier lugar que esté, exponga otras teorías, o adopte otra postura diferente a la del régimen castrista y sus aliados, es un enemigo.

Principio de la transposición: Consiste en señalar errores o defectos iguales a los suyos a la otra parte, en una especie de contrataque. Este precepto lo aplican los castristas con frecuencia para señalar cosas negativas de cualquier otro país para hacer ver cómo en el mundo también hay problemas y obviar los propios. Por ejemplo, el Gobierno cubano hace un apabullante escándalo en contra de Israel por su ofensiva en Gaza, pero justifica la agresión de Putin contra Ucrania y nunca se refiere a las atrocidades cometidas por los rusos.

Goebbels decía: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. Es algo que hacen constantemente los castristas, expertos en crear cortinas de humo.

La exageración y desfiguración: Presentar cualquier hecho como una grave amenaza. El castrismo ha puesto esto en práctica infinidad de veces para crear miedo e intimidar al pueblo sobre lo que ocurriría si viniese de nuevo el capitalismo, por lo cual se perderían “los logros de la Revolución”.

Orquestación: Repetir hasta la saciedad una pequeña cantidad de ideas, pero siempre de manera diferente, aunque la concepción primaria de ellas no tenga variación y no presente ninguna duda. Esto se refleja en los lemas y consignas que se usan en los eventos y actos políticos, culturales u otros para reafirmar la ideología socialista.                   

Renovación: Implica la emisión constante de informaciones y argumentos nuevos a ritmo vertiginoso, de forma que cuando la parte contraria responda, las personas hayan olvidado estas cuestiones y así contrarrestar las acusaciones del enemigo. Para eso existe el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista, que dispone de todos los medios de comunicación. 

Verosimilitud: Se basa en construir argumentos a partir de fuentes diversas o informaciones fragmentarias y manipuladas.

Silenciamiento: Se basa en ocultar cuestiones inconvenientes y disimular o tergiversar las noticias que favorecen al adversario.

Principio de la transfusión: Se aplica a partir de algo existente con anterioridad, puede ser un mito nacional, odios y prejuicios tradicionales. Así se construye un argumento que esté arraigado en hechos del pasado. Por ejemplo, cuando presentan la revolución de Fidel Castro como la continuación de la lucha de los mambises por la independencia, y justifican el partido único con el Partido Revolucionario Cubano de José Martí.   

Unanimidad: Tratar de convencer a las personas de que la mayoría piensa igual y es unánime en su apoyo al régimen.

Todas estas técnicas han sido ampliamente usadas por el régimen castrista desde 1959, no solo con destino interno, sino también para promover su imagen en el mundo.

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Tomado de http://www.martinoticias.com

La propaganda nazi del castrismo

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Comprender de dónde surgen los resortes de la propaganda castrista nos permite descubrir los manejos disimulados del régimen, para de este modo descartarlos con efectividad y no convertirnos en los loros que necesitan para eternizarse en el poder.
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Apropiarse de todos los medios de prensa e impulsar su imagen como líder máximo absoluto hacedor de bienes, con una inteligencia superior que nunca se equivoca, fueron las principales herramientas de Fidel Castro para expandir su mejor arma: la propaganda.

El aparato de propaganda del régimen consiguió una mayor efectividad para desplegar todo su potencial debido a la condición de isla de la nación cubana. Con la población geográficamente aislada del resto del mundo, cada día le fue más difícil a los ciudadanos tener rápidas referencias sociales o políticas de primera mano.

Si a eso sumamos la prohibición de escritores, libros, obras de arte, películas, revistas y cualquier tipo de material que el régimen consideraba "contrarrevolucionario" y la censura feroz a los intelectuales y periodistas locales, tenemos entonces que la castración a la libertad de expresión fue total y exitosa.

La población quedó inerme al bombardeo y propagación de las ideas totalitarias del nuevo régimen que le prestaba una singular importancia a la propaganda. El propio Castro en carta a Haydee Santamaría mucho antes de tomar el poder, el 18 de junio de 1954, escribió: "sin propaganda no hay movimiento de masas y sin movimiento de masas no hay revolución."

Pero ese fervor hacia los mecanismos de propaganda intensiva tiene un origen mucho más evidente y tenebroso de lo que quisiéramos creer. Si examinamos la historia hallaremos que el modelo del castrismo para la utilización de este sistema dominante, fue el método de Joseph Goebbels, el nefasto ministro de propaganda de Adolfo Hitler.

El hombre que decidió matar a sus seis hijos y luego suicidarse junto con su esposa, dijo en uno de sus discursos una definición muy similar a la enunciada por Fidel Castro.
"¿La propaganda? ¡Por supuesto! ¡Buena propaganda para una buena causa! Hacemos propaganda no en la remuneración de las fuerzas o los hombres en el fondo, sino más bien hacemos propaganda en favor de nuestras propias convicciones honestas. Nos anunciamos para nuestro propio ideal, y por lo tanto luchar por todos los medios para hacer propaganda buena para ganar el alma de nuestro pueblo."

Pero vean algunas similitudes del aparato de Goebbels con algunas instituciones castristas para que saquen sus propias conclusiones.


(Fotos añadidas por el Bloguista de Baracutey Cubano)

NAZIS: El departamento IV de los nazis ofrecía apoyo a la prensa. Proporcionaba información constante los periódicos nacionales y extranjeros, las agencias de noticias y los corresponsales. También incorporaba la Dienst Drahloser, agencia de noticias de la radio alemana que ofrecían todas las estaciones de Reich, en cuatro idiomas a través de la onda corta.

CASTRISMO: La Agencia Cubana de Noticias (ACN) brinda continuamente materiales periodísticos en diversos soportes, y difunde la actualidad noticiosa de Cuba y el mundo. También dispone de un Canal de Televisión, Señal ACN, dirigido especialmente a los médicos y demás cooperantes cubanos en Venezuela y otras naciones, además de multimedia, productos fotográficos y radiales, y sitios web en español, inglés, entre otros idiomas. También tiene un homólogo en Radio Habana Cuba que informa en varios idiomas el acontecer de la revolución cubana a todo el mundo. Durante la guerra fría transmitió propaganda de Viet Nam del Norte y Corea del Norte. En la década de los 60 dirigió emisiones a los afroamericanos que luchaban contra la segregación racial.

NAZIS: Departamento V (Ministerialrat doctor Seeger) Responsable de todas las cuestiones relativas al sistema de cine, la industria del cine y la tecnología de película.

CASTRISMO: ICAIC, Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, institución dedicada a la promoción de la industria cinematográfica que fue creada en 1959, a 83 días del comienzo de la revolución cubana.

NAZIS: Departamento VI (Ministerialrat Laubinger) se encarga de las amplias áreas de teatro, la música y las artes.

CASTRISMO: Ministerio de Cultura con los departamentos de artes escénicas y los dirigidos a la música y las artes plásticas.

Para mayor claridad sobre el propósito de esta estructura hitleriana dejo a su juicio la explicación de un manual nazi de la época.

"Esos departamentos, subordinados al ministro del Reich para la ilustración popular y la propaganda, eran llamados a trabajar en estrecha colaboración con la dirección nacional del Partido Socialista. De aquí vienen las nuevas consignas para el pueblo, que se formó en una unidad nueva."

¿No les parece semejante la expresión para el pueblo que se formó en una unidad nueva, a la reiterada consigna castrista la unidad del pueblo junto a la revolución y Fidel?

Sin embargo, hay más puntos comunes entre la propaganda de Goebbels y la de Castro. Por ejemplo el ministro del Tercer Reich recomendaba la simplificación del enemigo único, lo cual consistía en adoptar una única idea, un único símbolo para individualizar al adversario en un solo enemigo.

¿No les parece muy parecido eso a que todos 'los contrarrevolucionarios' son pagados por el imperio yanqui?

Goebbels manejó también el método de contagio, que consiste en reunir a diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los oponentes deben constituirse en suma individualizada. ¿Acaso no suena eso a 'gusanos', 'escoria', 'mercenarios', todos nombres descalificativos que emplea el castrismo para satanizar a sus rivales?

Otro principio nazi fue el de la transportación, que consistió en cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo al ataque con el ataque, bajo el fundamento de "si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan".

¿No resulta eso muy parecido a las culpas achacadas al bloqueo criminal que no deja avanzar y a que la neuritis óptica fue una maniobra de la CIA? Ambos son argumentos dados por el gobierno cubano para disimular sus errores económicos y la falta de proteínas de la población.

Los principios de la exageración, la desfiguración y la vulgaridad, fueron otros ardides de la propaganda goebeliana. El primero convertía cualquier anécdota en amenaza grave, mientras que el segundo afirmaba: ""Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar".

¿Estos dos recursos no son empleados a profundidad por el régimen castrista en todas sus campañas y consignas, como en el '80 cuando popularizaron ¡Qué se vaya la escoria!?

El principio de la orquestación fue otro de los puntos vitales de la técnica goebeliana, el cual indica:"La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas".

De aquí viene también la famosa frase: "Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad".

¿No suena eso a la vieja mentira castrista de que todos los que disienten o se oponen al Estado, son pagados por el imperio yanqui y quieren la destrucción de Cuba, con lo cual confunden a su favor los intereses patrios con su régimen?

Otro de los elementos de la mortal propaganda goebeliana fue el principio de la renovación, donde hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otro tema. Las respuestas del adversario nunca pueden contrarrestar el creciente nivel de acusaciones.

¿No suena eso también a las múltiples acusaciones del régimen cubano a su enemigo favorito, el imperialismo norteamericano, acerca de provocaciones y muchas veces acciones que son realizadas por sus propios agentes encubiertos en los Estados Unidos?

El principio de la verosimilitud fue otro gallo de pelea de la doctrina hitleriana, diseñado para construir argumentos a partir de fuentes diversas con el uso de los llamados globos o informaciones fragmentarias suministradas a la población.

Sin embargo de todas estas tesis la llamada 'silenciación nazi' tal parece redactada en el Comité Central del Partido Comunista de Cuba: "Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también 'contraprogramando' con la ayuda de medios de comunicación afines".

Y del último principio nadie puede dudar que es uno de los argumentos castristas por excelencia y el favorito de sus reclamos: la tesis de la unanimidad, la cual se basa en convencer a toda la población que se piensa "como todo el mundo", creando una falsa impresión de unanimidad.

Comprender de dónde surgen los resortes de la propaganda castrista nos permite descubrir los manejos disimulados del régimen con su feroz y activa manipulación. De este modo, podremos descartarlos con efectividad y no convertirnos en los loros que necesitan para eternizarse en el poder.
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LA HORA DE LA UNANIMIDAD

 
Por Luis Aguilar León
La Habana,Cuba
13 de mayo de 1960

La libertad de expresión, si quiere ser verdadera, tiene que desplegarse sobre todos y no ser prerrogativa ni dádiva de nadie. Tal es el caso. No se trata de defender las ideas del Diario de la Marina; se trata de defender el derecho del Diario de la Marina a expresar sus ideas. Y el derecho de miles de cubanos a leer lo que consideren digno de ser leído. Por esa plena libertad de expresión y de opción se luchó tenazmente en Cuba. Y se dijo que si se comenzaba por perseguir a un periódico por mantener una idea, se terminaría persiguiendo todas las ideas. Y se dijo que se anhelaba un régimen donde tuvieran cabida el periódico Hoy, de los comunistas, y el Diario de la Marina, de matiz conservador. A pesar de ello, el Diario de la Marina ha desaparecido como expresión de un pensamiento. Y el periódico Hoy queda más libre y más firme que nunca.

Evidentemente el régimen ha perdido su voluntad de equilibrio.

Para los que anhelamos que cristalice en Cuba, de una vez por todas, la libertad de expresión. Para los que estamos convencidos de que en esta patria nuestra la unión y la tolerancia son esenciales para llevar adelante los más limpios y fecundos ideales, la desaparición ideológica de otro periódico tiene una triste y sombría resonancia. Porque, preséntesele como se le presente, el silenciamiento de un órgano de expresión pública, o su incondicional abanderamiento en la línea del gobierno, no implica otra cosa que el sojuzgamiento de una tenaz postura crítica. Allí estaba la voz y allí estaba el argumento. Y como no se quiere, o no se puede, discutir el argumento, se hizo imprescindible ahogar la voz. Viejo es el método, bien conocido son sus resultados.

He aquí que va llegando a Cuba la hora de la unanimidad: la sólida e impenetrable unanimidad totalitaria. La misma consigna será repetida por todos los órganos publicitarios. No habrá voces discrepantes, ni posibilidad de crítica, ni refutaciones públicas. El control de todos los medios de expresión facilitará la labor persuasiva: el miedo se encargará del resto. Y, bajo la vociferante propaganda, quedará el silencio. El silencio de los que no pueden hablar. El silencio cómplice de los que, pudiendo, no se atrevieron a hablar.

Pero, se vocifera siempre, la patria está en peligro. Pues si lo está, vamos a defenderla haciéndola inatacable en la teoría y en la práctica. Vamos a esgrimir las armas, pero también los derechos. Vamos a comenzar por demostrarle al mundo que aquí hay un pueblo libre, libre de verdad, donde pueden convivir todas las ideas y todas las posturas. ¿O es que para defender la justicia de nuestra causa hay que hacer causa común con la injusticia de los métodos totalitarios? ¿No sería mucho más hermoso y más digno ofrecer a toda la América el ejemplo de un pueblo que se apresta a defender su libertad sin menoscabar la libertad de nadie, sin ofrecer ni la sombra de un pretexto a los que aducen que aquí estamos cayendo en un gobierno de fuerza?

Lamentablemente, tal no parece ser el camino escogido. Frente a la sana multiplicidad de opiniones se prefiere la fórmula de un solo guía y una sola consigna, y una total obediencia. Así se llega a la unanimidad totalitaria. Y entonces ni los que han callado hallarán cobijo en su silencio. Porque la unanimidad totalitaria es peor que la censura. La censura nos obliga a callar nuestra verdad; la unanimidad nos fuerza a repetir la mentira de otros. Así se nos disuelve la personalidad en un coro colectivo y monótono.

Y nada hay peor que eso para quienes no tienen vocación de obedientes rebaños.
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La grandeza de Josef Stalin


Por Olavo de Carvalho
Folha de S. Paulo,
18 de diciembre de 2003

La Segunda Guerra Mundial fue preparada y provocada deliberadamente por el gobierno soviético desde la década de los 20, en lo que constituyó tal vez el plan estratégico más ambicioso y complejo, y de mayor éxito, de toda la historia humana. El propio nacimiento del nazismo fue una etapa intermedia, no del todo prevista en el proyecto original, pero rápidamente asimilada para dar una mayor solidez a los resultados finales.

Los documentos de los archivos de Moscú reunidos por los historiadores rusos Yuri Dyakov y Tatyana Bushuyeva en "The Red Army and the Wehrmacht" (Prometheus Books, 1995) ya no permiten eludir esa conclusión.

Alemania, reducida a la miseria por unas indemnizaciones exorbitantes y obligada por el Tratado de Versalles a desarmarse, sabía que, para recuperar su Ejército, tendría que reorganizarlo secretamente. Pero burlar el control de las potencias occidentales era imposible. La ayuda sólo podría llegar de la URSS.

En el ínterin, Stalin, incrédulo respecto a los movimientos revolucionarios europeos, pensaba imponer el comunismo al Occidente mediante la ocupación militar. En esa perspectiva, Alemania aparecía naturalmente como la punta de lanza ideal para debilitar al adversario antes de un ataque soviético. Con esa finalidad Stalin invirtió abundantemente en el rearme secreto de Alemania y cedió parte del territorio soviético para que en ella se reestructurasen las tropas alemanas, lejos de la vigilancia franco-británica. De 1922 a 1939, la URSS militarizó ilegalmente a Alemania con la intención consciente de desencadenar una guerra de dimensiones continentales. La Segunda Guerra fue, de cabo a rabo, una creación de Stalin.

El éxito del nazismo no modificó el plan sino que lo reforzó. Stalin veía el nazismo como un movimiento anárquico, útil para generar confusión, pero incapaz de crear un poder estable. El auge de Hitler era un complemento político y publicitario perfecto para el papel destinado a Alemania en el campo militar. Si el Ejército alemán iba a abatir las puertas de Occidente para la entrada de las tropas soviéticas, la agitación nazi iba a constituir, según la expresión del propio Stalin, "el barco rompehielos" de la operación. El nazismo, debilitando la confianza europea en las democracias, sembrado el caos y el pánico, iba a crear las condiciones psicosociales necesarias para que el comunismo, transportado en las puntas de las bayonetas soviéticas con el apoyo de los movimientos comunistas locales, se presentase como un remedio salvador.

Para realizar su plan, Stalin tenía que actuar con un prudente y fino maquiavelismo. Necesitaba fortalecer a Alemania de momento, para precipitarla en el desastre en el futuro, y tenía que cortejar al gobierno nazi a la vez que azuzaba contra el mismo a las potencias occidentales. Stalin, de larga experiencia en la praxis dialéctica, llevó adelante con asombrosa precisión esa política de dos barajas en la que estriba la explicación lógica de ciertas contradicciones superficiales que en ese momento desorientaron y escandalizaron a los militantes más ingenuos (como las sutilezas de la estrategia del Sr. José Dirceu escandalizan y desorientan hoy a la Sra. Heloísa Helena).

Por ejemplo, Stalin promovía una intensa campaña antinazi en Francia, al mismo tiempo que ayudaba a Alemania a militarizarse, organizaba el intercambio de informaciones y prisioneros entre los servicios secretos de la URSS y de Alemania para eliminar a las oposiciones internas en ambos países y negaba cualquier tipo de ayuda sustancial a los comunistas alemanes, permitiendo, con una cínica sonrisa, que fuesen aplastados por las tropas de asalto nazis. La conducta aparentemente paradójica de la URSS en la Guerra Civil Española también fue planificada dentro de la misma concepción estratégica.

Movilizando batallones de idiotas útiles de las clases intelectuales de Occidente, la espectacular ostentación estalinista de antinazismo -- cuyos ecos aún se escuchan en los discursos de la izquierda brasileña, última creyente fiel de los mitos de los años 30 -- sirvió para camuflar la militarización soviética de Alemania, pero también para echar a Occidente contra un enemigo virtual que, al mismo tiempo, estaba siendo precipitado contra Occidente.

Hitler, que hasta ese momento era un peón del tablero de Stalin, se dio cuenta del ardid y decidió derribar la mesa invadiendo la URSS. Pero Stalin supo sacar provecho de ese imprevisto, cambiando rápidamente la tónica de la propaganda comunista mundial del pacifismo al belicismo y anticipando la transformación, prevista para mucho después, del antinazismo de fachada en antinazismo armado. A pesar del error de cálculo, inmediatamente subsanado, el plan funcionó: Alemania desempeñó su papel de barco rompehielos, se fue a pique, y la URSS ascendió a la posición de segunda potencia mundial dominante, ocupando militarmente la mitad de Europa e instalando en ella el régimen comunista.

En la valoración de la concepción estalinista, ¿qué representan 40 millones de muertos, el Holocausto, naciones enteras barridas del mapa, culturas destruidas, locura y perdición por todas partes? Según Trótski, el carro de la historia aplasta las flores del camino. Lenin recordaba que sin romper huevos no se puede hacer una tortilla. Flores o huevos, el Sr. Le Pen, más sintético, resumiría el tema con una palabra: "Detalles". Nada más que detalles. Nada que pueda invalidar una grandiosa obra de ingeniería histórica, ¿no es así?

Por haber colaborado con esa empresa, el Sr. Apolônio de Carvalho fue, en opinión del ministro Márcio Thomaz Bastos, un gran héroe. Pero, si el diminuto siervo de Stalin tiene las proporciones majestuosas de un héroe, ¿qué no habrá sido el propio Stalin? ¿Un dios?
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Las estrechas relaciones entre la Alemania Nazi y la URSS

 
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Hitler y el Che, dos caras de la misma moneda

Por Manuel Llamas

Resulta del todo aberrante observar cómo, a día de hoy, la izquierda sigue cantando las bondades del comunismo, cuyo triunfo condenó a muerte a más de cien millones de personas. El último ejemplo de tal barbarie propagandística tuvo lugar recientemente en Ecuador, donde la Asamblea Nacional aprobó una resolución para condenar el asesinato del terrorista Ernesto Che Guevara.
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Más allá de esta anécdota, lo trágico de la cuestión radica en que multitud de jóvenes, políticos e intelectuales continúan alabando las virtudes de esta ideología totalitaria y genocida, al tiempo que proclaman con total soltura su espíritu "antifascista", cuando en realidad comunismo, fascismo y nazismo configuran un frente común. Son, en esencia, manifestaciones diversas del pensamiento anticapitalista más extremo.

Uno de los aspectos más llamativos y contradictorios de estos movimientos de izquierda tiene que ver con su total ignorancia del ideario nacionalsocialista, que guarda numerosas similitudes con el comunista. Ambos aspiran a reconstruir la sociedad desde los cimientos –para lo cual precisan derribar las instituciones existentes–; a conformar un mundo nuevo que, a modo de paraíso utópico, dé origen a un hombre renovado, cuya voluntad individual quede anegada por el bien común, el espíritu del pueblo (léase Estado). Así pues, el eje vertebrador de comunistas y nazis es ni más ni menos que su idolatrado socialismo.

Hitler y Lenin perseguían un mismo objetivo: erradicar la libertad individual y el capitalismo. El primero tenía una visión nacionalista basada en la lucha de razas; el segundo, una perspectiva internacionalista sustentada en la lucha de clases. Luciano Pellicani, en su obra Lenin y Hitler, los dos rostros del totalitarismo, desentraña a la perfección el denominador común de ambas ideologías. Así, basta con leer los alegatos anticapitalistas de los líderes nazis para comprobar el germen puramente socialista del totalitarismo hitleriano:

    Adolf Hitler: La lucha más fuerte no debía hacerse contra los pueblos enemigos, sino contra el capital internacional. La lucha contra el capital financiero internacional era el punto programático más importante en la lucha de la Nación alemana para su independencia económica y su libertad (...)

    En la medida en que la economía se adueñó del Estado, el dinero se convirtió en el Dios que todos tenían que adorar de rodillas (...) La Bolsa empezó a triunfar y se dispuso lenta pero seguramente a someter a su control la vida de la nación (...) El capital debe permanecer al servicio del Estado y no tratar de convertirse en el amo de la nación.

    Tampoco después de la guerra podremos renunciar a la dirección estatal de la economía, pues de otro modo todo grupo privado pensaría exclusivamente en la satisfacción de sus propias aspiraciones. Puesto que incluso en la gran masa del pueblo todo individuo obedece a objetivos egoístas, una actividad ordenada y sistemática de la economía nacional no es posible sin la dirección del Estado.

    Yo no soy sólo el vencedor del marxismo, sino también su realizador. O sea, de aquella parte de él que es esencial y está justificada, despojada del dogma hebraico-talmúdico. El nacionalsocialismo es lo que el marxismo habría podido ser si hubiera conseguido romper sus lazos absurdos y superficiales con un orden democrático.

    Joseph Goebbels: Nosotros somos socialistas (...) somos enemigos, enemigos mortales del actual sistema económico capitalista con su explotación de quien es económicamente débil, con su injusticia en la redistribución, con su desigualdad en los sueldos (...) Nosotros estamos decididos a destruir este sistema a toda costa (...) El Estado burgués ha llegado a su fin. Debemos formar una nueva Alemania (...) El futuro es la dictadura de la idea socialista del Estado (...) Ser socialista significa someter el Yo al Tú; socialismo significa sacrificar la personalidad individual al Todo.

    S. H. Sesselman (líder el partido nazi en Múnich): Nosotros somos completamente de izquierda y nuestras exigencias son más radicales que las de los bolcheviques.

    Gregor Strasser (presidente del partido nazi entre 1923 y 1925, mientras Hitler estuvo encarcelado): Nosotros, jóvenes alemanes de la guerra, nosotros, revolucionarios nacionalsocialistas, desencadenamos la lucha contra el capitalismo.

El programa político nazi incluía la "eliminación de las ganancias" y de la "esclavitud del interés", la "estatalización" de empresas estratégicas y la "expropiación" forzosa, sin indemnización, de la propiedad privada. Y si bien el régimen nazi no nacionalizó todos los medios de producción, puso la economía al servicio de los intereses del Estado, bajo amenaza de duras penas y castigos (expropiación, cárcel, trabajos forzosos y condena a muerte). No en vano, tal y como razonaba la cúpula nazi, "¿qué necesidad tenemos de socializar los bancos y las fábricas? Nosotros socializamos los seres humanos".

Así, no es extrañar que el último canciller de la República de Weimar, el general Kurt von Schleicher, advirtiera de que el programa nacionalsocialista "apenas era distinto del puro comunismo". De hecho, muchos de los que engrosaron las filas de las temidas SS y SA procedían de las filas comunistas, siendo su fin último el bolchevismo.

Visto lo visto, y puesto que los nazis combatieron tanto o más que los comunistas el malvado capitalismo, me pregunto por qué Ecuador no condena igualmente el asedio de las potencias aliadas al régimen de Hitler... O bien por qué los jóvenes antisistema no estampan el rostro del Führer sobre camisetas rojas con una esvástica de fondo, al más puro estilo Che Guevara. ¿A qué viene esta discriminación, si al fin y al cabo Hitler y el Che perseguían el mismo fin, empleando, además, medios tan similares?






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