domingo, mayo 26, 2024

Video de la presentación del documental: Los cubanos de Harvard. Alberto Luzárraga: en 1899 cientos de maestros cubanos fueron invitados a Harvard donde además de métodos modernos de enseñanza, aprendieron del ‘American way of life’

Algunas observaciones respecto a algunos planteamientos que se dijeron en el documental Los cubanos de Harvard  y, sobre todo, en su presentación, el jueves 23 de mayo de 2024 en The American Museum of the Cuban Diaspora en la ciudad de Miami.

Por Pedro Pablo Arencibia Cardoso
26 de mayo de 2024

A la historiadora cubana Marial Iglesias Utset, graduada en Moscú,  que habló en el  documental Los cubanos de Harvard y también después de finalizada la proyección  del documental, le sugiero leer mi artículo Enmienda Platt y República, escrito y publicado en la revista Vitral, de la Diócesis de Pinar del Río, en su número 48, a principios de este siglo XXI.   Deseo aclararle  a la ¨compañera¨ de ¨cuna roja¨ que Estados Unidos de América nunca ha sido imperialista,  pues aunque ha tenido algún que otro episodio imperialista en su historia,  esos los llevó a cabo solamente el Presidente Polk;  de EE.UU. ser un país  imperialista hubiera conquistado el mundo entero con las 7 bombas atómicas que le quedaban al finalizar la II Guerra Mundial, pero lejos de eso reconstruyó a Japón y a buena parte de Europa con el descomunal Plan Marshall.

La  historiadora Iglesias Utset  culpó solamente  a las autoridades españolas de todas las muertes que hubo por la Reconcentración  (se dice que fue ideada por Martínez Campos, pero implementada por Valeriano Weyler) cuando realmente  las órdenes del Generalísimo Máximo Gómez en prohibir la entrada de alimentos a los poblados y ciudades  controladas por el ejército español (que eran casi todas o todas las del país)  tuvieron mucho  que ver en esas muertes.  En mi artículo No sólo fue Valeriano Weyler: dos ¨Circulares¨ del  General en Jefe Máximo Gómez Báez que provocaron la muerte por hambruna de miles de habitantes  de Cuba pueden leer más detalles sobre esas dos Circulares del Jefe del Ejército LIbertador..

Sobre la posibilidad de la  anexión de la República de  Cuba  por parte de los EE.UU. y que algunas pocas personas piensen que eso pueda ocurrir y/o usen el temor que eso pueda ocurrir, el Gobernador Provisional Charles E. Magoon cuantifica y califica esas actitudes al  escribir lo siguiente en  el Informe de la Administración Provisional corresondiente al período entre el 13 de octubre de 1906 hasta el 10 de diciembre de 1907:

(Fragmento) 

 ¨... Los cubanos tienen la mayor fe en el Presidente Roosevelt y en su Gobierno; muchos de ellos comprenden que el sentimiento público y muchos de los importantes intereses especiales de los Estados Unidos están opuestos a la anexión, tanto ahora como más adelante; saben que la resolución Conjunta adoptada en abril de 1898 por el Congreso de los Estados Unidos de ´que el pueblo de la isla de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente ´, es parte de la legislación permanente de los Estados Unidos y que fue necesario hacer uso de la facultad de la nación, de hacer la guerra, para obligar al reconocimiento de esta declaración; pero, a pesar de todo, ese temor sigue latente, especialmente entre la clase ignorante; esto viene, en gran parte, de que periódicamente vienen agitando el problema los residentes de la Isla que desean la anexión, y de que, de esos mismos temores del pueblo, se valen numerosos agitadores y politicastros que de ese modo tratan de aumentar sus intereses personales o su prestigio. Si fuera posible calmar por completo esos temores y hacer que todo el pueblo de Cuba comprendiera lo sincero y firmemente que el pueblo de los Estados Unidos desea e intenta que la soberanía independiente de la República de Cuba sea conservada, y que el Gobierno de la Isla sea desempeñado por funcionarios elegidos por los ciudadanos de la República, muchas dificultades de la situación cubana quedarían descartadas por completo; pero han sido tantas las seguridades que se han dado por parte de los Estados Unidos, y éstas han quedado ya de tal modo cristalizadas en forma de legislación del propio Congreso, en las estipulaciones de tratados y en la palabra internacional empeñada, que ya no es posible añadir más.

Indudablemente, el deseo de ponerse bajo la jurisdicción y dirección del Gobierno de los Estados Unidos continúa vivo entre el gran contingente extranjero y un corto número de cubanos que poseen bienes y temen se repitan los desórdenes. Una abrumadora mayoría de cubanos no está dispuesta a abdicar su independencia y soberanía; para conquistarla prácticamente todos los cubanos de esta generación se unieron a la revolución contra España. El arraigo de este sentimiento en el pecho de los cubanos me inspira la confianza de que llegarán a lograr un gobierno bueno y estable ... ” (Pichardo, Tomo II, pp 302-303) 

La mencionada historiadora  en su artículo Imágenes en conflicto: Cuba y la presenzia imperial norteamericana (1898-1902)   mostró que lleva ¨en su alma La Bayamesa¨ que le sembró su padre y el Castrismo,  ya que escribe:

Sin lugar a dudas, el acto central de traspaso de poderes, efectuado en La Habana el 1° de enero de 1899 quedó en la memoria de las generaciones posteriores como símbolo inequívoco de la humillación de los cubanos ante el poderío imperial estadounidense. La imagen de la bandera norteamericana ondeando sobre el Morro de La Habana es hasta hoy día, la representación más gráfica de la frustración y la impotencia inherentes a la nueva condición neocolonial. Un examen más a fondo de las fuentes de la época muestra en cambio un curioso fenómeno apenas estudiado: la subversión, en términos nacionalistas, del sentido original de la ceremonia imperial.

La historiadora parece desconocer, o no se acuerda, de ciertos versos de la poesía Mi Bandera, de Bonifacio Byrne,  donde se lee: Al volver de distantes riberas / con el alma enlutada y sombría / afanoso busqué mi bandera / y otra he visto ADEMÁS de la mía !

Yo he visto fotos del primer período de intervención norteamericana donde en el antiguo Palacio de los  Capitanes Generales está ondeando la bandera norteamerica y al lado,  en el Palacio del  Segundo Cabo (entonces otro edificio oficial del gobierno interventor)  está flotando la bandera cubana. He leido que en el despacho de Leonardo Wood, localizado en el antiguo Palacio de los  Capitanes Generales,  estaban ambas banderas.  Para conocer cual era la disposición del pueblo cubano ante la intervención norteamericana en la guerra, me voy a referir a una entrevista publicada en el libro de María Poumier titulado  Apuntes sobre la vida cotidiana en Cuba en 1898, que le hizo (el día 16 de diciembre de 1969) al destacado historiador cubano José Luciano Franco Ferrán, donde éste expresó:

El ejército americano fue bien recibido, contra todo lo que diga todo el mundo; porque el odio concentrado de Cuba desde años era contra los españoles; se tomó en ese momento por el pueblo la llegada norteamericana como una cosa libertadora. Había, en comparación con España, un idealismo cubano, considerando al norteamericano el mejor del mundo.

 La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)  SÍ  fue  emperialista,  pero las relaciones con el régimen comunista de Cuba no eran de Imperio a colonia o a  satélite; eran relaciones de carácter simbiótico. 

(Ramiro Guerra y Sánchez en 1955)

En la Cuba castrista  el  Premio de la Crítica Histórica  lleva el nombre del gran historiador Ramiro Guerra y Sánchez, lo cual fue algo totalmente deliberado por razones políticas: ya en la segunda década de los años 60s del siglo pasado el ¨antimperialista¨ Ramiro Guerra estaba deteriorado mentalmente;   su  mente  en los últimos años de esa década estaba  como si fuera la de un bebé y otros grandes historiadores cubanos de  esa época cuyos nombres podían llevar el Premio de la Crítica Histórica,  habían partido tempranamente  al Exilio  a causa del régimen impuesto en Cuba  a partir de 1 de enero de 1959; algunos  de esos grandes historiadores que habían partido tempranamente al Exilio fueron Emeterio S. Santovenia, Herminio Portell Vilá, Juan J. Remos, Leví Marrero, Octavio Costa, etc.  y con algunos otros (como fue el caso del marxista Manuel Moreno Fraginals) se temía que cambiaran, con el tiempo y sus vivencias,  su opinión respecto a la situación política sufrida por Cuba después del 1 de enero de 1959. Ramiro Guerra fue aprovechado por la tiranía Castrista debido al carácter antiexpansionista en contra de los EE.UU. que aparece en parte de su obra. Herminio Portell Vilá, en su etapa ya de maduro historiador, fue su contrapeso, aunque es justo decir que  Ramiro Guerra nunca llegó a la posición ¨antimperialista¨ (realmente antinorteamericana) de Emilio Roig de Leuchsenring, el cual era de ideas francamente de izquierdas. La dictadura ¨fue al seguro¨ con el nombre  de Ramiro Guerra y Sánchez al darle  su nombre al Premio de la Crítica Histórica.  

De  algunas pequeñas cosas que expresó Jorge Ignacio Domínguez no digo nada,  pues él no tiene remedio a estas alturas de su vida y, al  estar ya  retirado, no le dirá en sus conferencias,  clases o seminarios a sus alumnos  que honremos a Fidel Castro,  ya que Fidel Castro Ruz fue  la figura más importante de la historia de Cuba, a la única persona en la historia de ese país con trascendencia mundial; en su artículo  El comienzo de un fin. Jorge Ignacio  Domínguez escribe lo siguiente  en el mencionado artículo  el cual  fue publicado en Foreign Affairs En Español, Octubre-Diciembre 2006: 

¨... Honremos, pues, a Fidel Castro mientras observamos el sol poniente de su vida, no sólo quienes lo apoyaron, sino también quien, como yo, no lo hicimos. Él fue el transformador de un pueblo en una nación; quien modernizó decisivamente esa sociedad; quien mejor entendió que los cubanos querían "ser gente," no sólo apéndices de Estados Unidos. Fue él quien comprendió que ese pueblo hipocondríaco requería más médicos y enfermeros por centímetro cuadrado que cualquier otro en la faz de la tierra. Fue él el arquitecto de una política de inversión en capital humano, que convierte a los niños cubanos en los campeones olímpicos de la educación latinoamericana y que, por tanto, permite vislumbrar un mejor futuro para Cuba. Fue el diseñador de una política que permite a los cubanos de todas las características raciales tener acceso a la salud pública, a la educación, a la dignidad que le corresponde a todo ser humano, al derecho a pensar que yo, mis hijos, y mis nietos, cualquiera que sea el color de la tez, merecemos el respeto y las mismas oportunidades que los demás. No fue él quien inventó que las mujeres tenían derechos igualitarios en la sociedad, pero sí un promotor de la igualdad de género en el desempeño ciudadano.¨

Fue el responsable de un gesto que la humanidad agradece: poner en riesgo la sangre de sus soldados por la causa noble de contribuir poderosamente a impedir que el régimen racista del apartheid sudafricano se expandiera sobre Angola. Fue él, igualmente, quien se merece el reconocimiento por contribuir al fin del apartheid en Sudáfrica, a la independencia de Namibia y a defender la independencia de Angola. El día que Fidel muera, las banderas de esos países africanos deberán reflejar duelo nacional.

¿Fue cruel? Sí. ¿Fue dictador? Sí. ¿Atropelló el poder público? Sí. ¿Cometió crímenes en nombre de la revolución, la patria, la soberanía nacional y el socialismo? Sí. ¿Fue un obstáculo para la prosperidad de los cubanos, el ejercicio de los derechos humanos de ese pueblo, y la realización de una democracia plena? Sí. Y, la historia, ¿lo absolverá, como dijo en 1953 que así sería? No. Pero no entremos en más detalles. Honrar honra, y es preciso que en este artículo más renglones se dediquen a honrar a la figura más importante de la historia de Cuba, a la única persona en la historia de ese país con trascendencia mundial. Ámesele, u ódiesele, merece respeto

De Cordoví no escribiré casi nada, pues reside en Cuba y tiene menos de 65 años;  aunque  quizás por su posición académica puede tener acceso a una información histórica  a la que la inmensa mayoría del pueblo cubano no tiene acceso.

El documental, en general, está muy bueno (no hablo de lo que dijo la Dra. Marial Iglesias Utset al terminar de exhibirse el documental),  pero tengo la opinión que en el documental faltó señalar al equipo de maestros  cubanos de primera línea que asesoraban al teniente Alexis Everett Frye y a  M. Hanna,  como Superitendente General el primero y como Comisionado de Escuelas el segundo, que estaban al frente de la Educación en el gobierno interventor norteamericano como fueron, por sólo dar algunos ejemplos, el Secretario de Instruccion Pública Enrique José Varona Pera y los superintendentes asociados Esteban Borrero (¿H?)Echevarría y  Lincoln Zayas. También faltó decir que inmediatamente de fundada la República de Cuba  el 20 de mayo de 1902,  ilustres cubanos  como los ptopios  Enrique José Varona Pera y Esteban Borrero (¿H?)Echeverría junto a Manuel A. Sanguily Garritte, Rafael Montoro Valdés, Vidal Morales y Morales, Juan Gualberto Gómez Ferrer, Carlos de la Torre  y Huerta y otros,  unieron sus esfuerzos para seleccionar y escribir los programas y manuales destinados a sustituir aquellos procedentes de Estados Unidos de América que no se ajustaran a los objetivos  de la muy joven República  de Cuba. La Dra. Marial Iglesias Utset hubiera aportado mucho en ese aspecto y así no quedaría la idea, o el mal sabor de boca, que en Cuba se copió o calcó lo aprendido en esos cursos impartidos en la Universidad de Harvard,  y en otras instituciones educativas foráneas, aunque el  documental se llamara Los cubanos de Harvard. La República de Cuba tuvo su propia identidad en Educación, Salud Pública, Leyes laborales, etc.,  que hablan fehacientemente  en contra de aquellos que plantean que ls República de  Cuba era una colonia o neocolonia de los EE.UU..

Finalmente: Veamos ahora unas contundentes palabras de Manuel Sanguily como Ministro de Estado (es decir: Ministro de Relaciones Exteriores) del gobierno de José Miguel Gómez, en su discurso de 1913 en el teatro Politeama; supongo que fue en el Politeama grande de los dos teatros Politeama que habían entonces en el techo del edificio habanero conocido durante un siglo como La Manzana de Gómez, cuando dicho edificio sólo tenía dos plantas; actualmente el edificio se llama Hotel Kempinski.

(Manuel A. Sanguily Garritte)

"Mantendrá el Gobierno las relaciones más cordiales en el orden diplomático y de los negocios, con las naciones amigas entre nosotros dignamente representadas, y sobre todo cultivará los grandes y vitales intereses que en franca y afectuosa correspondencia nos ligan a los Estados Unidos, no ya solo en consideración a las ventajas que deriva de ellos nuestra economía, sino por los incomparables servicios que el pueblo y el Gobierno americanos han prestado a la causa de la justicia, de la civilización y de nuestra nacional soberanía.

Y no os sorprenda esta sincera manifestación de quien siempre ha vivido inquieto y receloso en el temor de los grandes y los fuertes. Dos veces -una, por la ceguedad de nuestra vieja y orgullosa Metrópoli; otra por la ceguedad de enconos fratricidas-, vinieron aquí los americanos traídos por su fortuna o llamados por nuestras discordias, y siempre se retiraron de nuestro territorio, haciéndonos el doble beneficio de construir dos veces la república, y dejándonos en el corazón atribulado, desengaños y escarmientos; más en ambas ocasiones, motivos superiores de admiración y de gratitud por esa magnánima conducta que jamás en la historia habían observado los pueblos fuertes y triunfantes con los débiles, conturbados y decaídos" (Ibarra, 312)

He escogido esas palabras de Manuel Sanguily en el teatro Politeama, y no las de otro cualquier patriota o ciudadano, por la posición vertical que siempre mantuvo Sanguily en su quehacer político:


Más en mi libro:

 La Historia de Cuba que te ocultaron y otros temas

 (Spanish Edition) Paperback – March 28, 2022

Para ir a la página de Amazon.com   en la que  se muestran más detalles  del libro y donde se  puede comprar, si así lo desea, favor de  hacer click  en la siguiente imagen.

***********************

Wenceslao Cruz

23 de mayo, 2024

En el año 1900, durante la ocupación norteamericana de Cuba, 1,273 maestros cubanos de las escuelas públicas, viajaron a Cambridge, Massachusetts, para participar en un Curso de Verano de la Universidad de Harvard, de seis semanas de duración. Este experimento pedagógico fue iniciativa de Alexis Frye, a la sazón Superintendente de Escuelas de Cuba y de Charles Eliot, presidente de la Universidad de Harvard. El pueblo de Massachusetts.. convencido de que este experimento contribuiría a la reconstrucción de Cuba después de la terrible destrucción causada por las guerras de independencia, donó mas de $70,000 para sufragar gastos de la visita. Este proyecto educacional no solo fue un rotundo éxito, sino que constituyó el mayor intercambio cultural en la historia de Cuba y los Estados Unidos.

La presentación del documental  se llevó a cabo el jueves 23 de mayo de 2024, a las 2 p.m. en el  The American Museum of the Cuban Diaspora localizado en 1200 Coral Way, Miami, FL 33135; la entrada fue libre.

Presentación del documental: Los cubanos de Harvard (Organizado por NACAE)

******************
Hace 124 años, más de 1273 maestros cubanos participaron en la Escuela de Verano de Harvard, lo cual influyó notablemente en el futuro de la Escuela Pública en la Isla. Para celebrar este aniversario, estamos confeccionando un website que pensamos lanzar próximamente. Debajo de esta publicación usted podrá ver el listado completo de maestros, ordenado alfabéticamente. Si usted es un descendiente de esos educadores, o conoce a alguien que pueda estar interesado en el tema, puede ponerse en contacto con nosotros a través de nuestra página en Facebook.

PARA VER EL LISTADO DE LOS MAESTROS QUE PARTICIPARON EN ESOS CURSOS  HACER CLICK AQUÍ

Delante y en la extrema izquierda Alexis E. Frye, Superintendente de Escuelas en Cuba; a su lado  me parece reconocer a Elliot,  Rector de la Universidad de Harvard 

Al centro Alexis E. Frye, Superintendente de Escuelas en Cuba

*****************


 Maestros cubanos en Harvard, una historia a rescatar

**********
El intercambio entre estudiantes cubanos y universidades norteamericanas se remonta a principios del siglo XX
1,300 maestros cubanos viajaron a Cambridge
Además de métodos modernos de enseñanza, aprendieron del ‘American way of life’
**********


 


Maestras cubanas a bordo del Sedgwick, camino a Estados Unidos para asistir al curso de verano en Harvard. En el centro, con sombrero de plumas, María de Jesús Hernández Alfonso. Cortesía Harvard University Archives


Por Eliana Rivero
Especial/el Nuevo Herald

Con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, el intercambio académico entre ambos países se ha fortalecido, al punto que muchos esperan que el próximo paso sea otorgar becas a cubanos para que estudien en universidades estadounidenses.

Existe, sin embargo, un antecedente de este tipo de experiencia educativa, una que se remonta al comienzo de la intervención norteamericana en Cuba a principios del siglo XX


Los archivos de la biblioteca de la Universidad de Harvard contienen varios documentos e imágenes de un viaje que hicieron más de 1,000 maestros cubanos a los Estados Unidos en 1900 para recibir un curso de verano. Mi abuela fue una de ellos.

En una foto color sepia se la distingue, al centro, con sombrero de plumas y una expresión seria en el rostro. Se llamaba María de Jesús Hernández Alfonso, y había nacido en Los Palacios, pequeño pueblo de la provincia de Pinar del Río, en la región occidental de Cuba. Era el primer viaje al extranjero de aquella muchacha de 21 años recién graduada de la Escuela Normal de Maestros en La Habana.

En esa ocasión, junto a otros maestros, residió por ocho semanas en el recinto de Cambridge, Massachusetts, para asistir a la Harvard’s Summer School for Cuban Teachers, ideada en febrero de 1900 por dos ex alumnos de esa universidad que vivían en La Habana: Alexis E. Frye, Superintendente de Escuelas en Cuba por nombramiento del ejército norteamericano, y Ernest Lee Conant, abogado norteamericano que ejercía su profesión en la capital de la isla.

Los dos explicaron sus planes y pidieron apoyo al entonces rector de Harvard, Charles W. Elliot. El objetivo del programa, además de proveer a los maestros de conocimientos y cultura, estaba orientado a forjar lazos más estrechos entre Cuba y los Estados Unidos.

“Usted puede ver fácilmente los tremendos resultados que vendrán (después de esa experiencia tan abarcadora), con 1,000 hombres y mujeres inteligentes dispersos por toda la isla”, escribieron Frye y Conant en su carta a Elliot.

La Corporación Harvard aprobó el proyecto, que fue apoyado por el general Leonard Wood, gobernador militar de Cuba entre 1898 y 1902.

En julio de 1900, aproximadamente 1,300 maestros cubanos viajaron a Cambridge. Los hombres se hospedaron en dormitorios de Harvard College, mientras las mujeres quedaron alojadas en casas particulares cerca del recinto universitario. Hombres y mujeres comían separadamente y estas últimas eran acompañadas por chaperonas.

El programa de estudios incluía lecciones de inglés, conferencias en español sobre geografía y aprendizaje infantil, así como charlas sobre el sistema de educación en EEUU. Las mujeres atendían charlas adicionales sobre los jardines infantiles y los hombres recibían instrucción sobre trabajo manual de talleres.

La llegada de los maestros a Harvard fue ampliamente cubierta en la prensa de la época. Figuras y grupos locales ofrecieron recepciones en su honor. Los maestros viajaron a la capital, Washington D.C. yFiladelfia antes de regresar a Cuba.

En Washington, fueron recibidos por el presidente William McKinley en la Casa Blanca, en agosto de ese mismo año. Tres semanas después el primer mandatario fue asesinado por un anarquista.

(Fue el presidente McKinley quien, después de la explosión del acorazado Maine en La Habana, pidió autorización al congreso para intervenir en la guerra hispanocubana, conflicto que culminó en 1898 con la derrota del ejército español en Santiago de Cuba, y con el nombramiento de un gobierno interventor para Cuba hasta 1902).

Un sobrante de los fondos recaudados para el programa de verano de 1900—unos $71, 145—hizo posible que otros ochenta maestros pudieran regresar a Cambridge al año siguiente a recibir clases en inglés. Los fondos alcanzaron para financiar el programa de verano durante varios años para pequeños grupos de maestros cubanos.

De niña, cuando me enfermaba, mi abuela “Chucha”, como le llamábamos, se sentaba junto a mí contándome historias de su viaje a los Estados Unidos, y la travesía por mar desde Matanzas en el vapor Sedgwick hasta South Carolina. Me hablaba también sobre el trayecto en ferrocarril desde Charleston hacia el norte, y los huertos de manzanas que se veían por las ventanillas. En Harvard las muchachas estaban separadas de los hombres, incluso durante las comidas, y eran “guardadas” por chaperonas que viajaron con ellas. Mi abuela contaba las dificultades de las clases de inglés y de otras materias de que constaba su entrenamiento.

¿Qué pensarán entonces las nuevas y las viejas generaciones, en Cuba y en Estados Unidos, si en un futuro no muy lejano la Universidad de Harvard invita a estudiantes cubanos a participar en programas educacionales que los traigan becados a Cambridge? ¿Podría esperarse una penetración mayor y más intensa de la cultura de masas norteamericana en la isla si el intercambio cultural, diplomático y económico entre ambas partes se convierte en una one-way street de norte a sur?

De un lado, tanto allá como acá, se percibe la euforia sobre la apertura política y económica, pero la cúpula dirigente cubana está preocupada por la supuesta “agresión imperialista” y subversión ideológica que esta comunicación entre ambos pueblos podría traer.

Tal parece como si existiera más de un paralelo entre los eventos de hace 115 años y los que vemos desarrollarse en el presente. El Harvard Program for Cuban Teachers queda como episodio histórico que revela rasgos del pasado nacional, a la vez que –en mi caso personal– atesora memorias y recuerdos de familia. Pero en esta coyuntura, en la que se abren posibilidades de un reencuentro entre las sociedades cubana y estadounidense y sus respectivos gobiernos, quizás resuenen ecos de la intervención de 1898 y de la enorme influencia (algunos la han llamado injerencia) que “el Norte” tuvo para Cuba hasta 1961, cuando la bandera de las barras y las estrellas dejó de ondear en la embajada norteamericana en La Habana.

Para mi abuela María de Jesús, que presenció el izar de la bandera cubana en 1902 en el Castillo del Morro y el nacimiento de la república por la que luchó y murió José Martí, el presente sería quizás prometedor. Para nosotros, cubanos de esa isla que se repite y se expande por el mundo, será necesario esperar.

La Dra. Eliana Rivero es profesora emérita en el Departamento de Español y Portugués en la Universidad de Arizona en Tucson.

************ 
Nota del blogguista de Baracutey Cubano del año 2008 pues ese tema ya se  había publicado en este blog en el 2006

Uno de los tantos pasajes de la Educación cubana ocultados o arrancados de la historia de nuestra Patria. Debo añadir que se dice que no sólo la Universidad de Harvard, sino también la Universidad de Yale, participaron en la formación de verdaderos maestro emergentes en esa etapa.

Durante la ocupación norteamericana se implementaron notables medidas y acciones relativas a la enseñanza. El teniente Alexis Everett Frye y M. Hanna, como Superitendente General el primero y como Comisionado de Escuelas el segundo, por la parte norteamericana, y Enrique José Varona y otros ilustres ciudadanos, por la parte cubana ( entre ellos Borrero el padre de la poetisa) contribuyeron de manera relevante en la reorganización y desarrollo de la educación primaria en el país. Estas personalidades extrajeron lo mejor de la tradición educacional cubana y de los novedosos métodos educacionales norteamericano y los aplicaron exitosamente en la enseñanza de la Isla. Las Escuelas de Verano y los cursos emergentes, mediante exámenes anuales, contribuyeron a la formación y al aumento de la eficiencia de los maestros; esta formación acelerada se hizo imprescindible por la gran falta de maestros y la creación masiva de aulas por parte del mando militar norteamericano, pues solamente por la orden militar No 368 de 1900 se crearon 3 000 aulas; este movimiento de creación masiva de aulas solamente es comparable con el movimiento de creación de las Escuelas Cívico Militares en el campo, el cual fue llevado a cabo más de tres décadas después por Fulgencio Batista, y posteriormente con el gigantesco movimiento llevado a cabo por la Revolución que triunfó el 1ro. de enero de 1959. Las primeras Escuelas Normales para Maestros se fundaron en 1915.

Sobre esta experiencia pueden profundizar en :
  • The Cuban Educational Association: An Early Experiment in International Education
    • Kenneth B. O'Brien, Jr.
  • The Journal of Negro Education, Vol. 32, No. 1 (Winter, 1963), pp. 6-15 (article consists of 10 pages)
y también en
  • An Episode in International Education: The Cuban Expedition to the United States

  • Walter Crosby Eells

  • The Journal of Higher Education, Vol. 34, No. 2 (Feb., 1963), pp. 67-72 (article consists of 6 pages)

  • Published by: Ohio State University Press
********************
Tomado de http://futurodecuba.org

1899 Maestros cubanos invitados a Harvard

Por Alberto Luzárraga


Esta excelente foto de profesoras cubanas a bordo de un vapor se refiere a parte de un contingente invitado a tomar un curso de verano en Harvard. Los detalles de este episodio los relata el Dr. Martínez Ortiz en su libro 'Los primeros Años de la Independencia' (Paris 1921) que nos explica como se gestó el curso.

Fue una brillante idea del Superintendente de Educación, Sr. Alexis Frye nombrado por el general John Brooke, primer interventor, para ese cargo. Frye gran educador y hombre de capacidad ejecutiva consiguió que el gobierno americano facilitase los transportes y que la Universidad de Harvard donase $70,000 para gastos mientras que el resto se obtuvo por suscripción particular. Las maestras se alojarían en Cambridge, en casas particulares, y los maestros en la Universidad. De 3,500 maestros embarcarían 1350. 900 maestras y 450 maestros. Se escogieron con un sistema muy inteligente. En cada municipalidad se escogían dos grupos de maestros y cada cual seleccionaba los correspondientes al otro. El curso cubriría Inglés, Historia de Cuba, de América Latina, Geografía, e Historia de la Revolución Americana para que los maestros supieran como se organizó esa república.

(Cuban teachers on board the Sedgwick, 1900 )

Es un dato muy interesante que muestra dos cosas. Primero que hubo grandes y desinteresados personajes en la intervención pues Mr. Frye nunca quiso aceptar un sueldo y que había gran calidad humana disponible, a pesar de todas las vicisitudes de la guerra. No tendrían muchos medios pero todas las maestras están vestidas con elegancia y propiedad. Se ve a la larga su decencia.

El 'hombre nuevo' no entiende de estas 'cosas burguesas'. La inmundicia, la grosería y la chabacanería son su moneda corriente

***********************
Tomado de http://www.cubaliteraria.cu

.Eliana Rivero: apuntes para un álbum de familia

Por Ambrosio Fornet

Eliana S. Rivero, poeta y ensayista, se desempeña como profesora universitaria en Estados Unidos. Es una notable estudiosa de las literaturas latinounidenses (la cubano-americana entre ellas), así como del género testimonio y la literatura de mujeres. Ha publicado dos poemarios y numerosos textos poéticos y críticos en revistas y antologías. Los fragmentos que siguen forman parte de un curioso diario en el que se mezclan los documentos con los recuerdos personales, lo histórico con lo íntimo.Memoria de la abuela María
Tucson, Arizona, abril de 1977

Me trajo Bernadette un número de la revista The Americas en el que -sorpresa sin igual- aparecía un artículo sobre el viaje de los maestros cubanos a la Universidad de Harvard, Estados Unidos, en el verano de 1900. Y allí, por milagro de la tinta impresa y de la cámara fotográfica, se veía la figura de mi abuela materna, mujer de traje blanco y sombrero de ala ancha, captada para la historia a bordo de un vapor cuyo nombre se me escapa, listo a zarpar desde el puerto de Matanzas al de Charleston, Carolina del Sur. [...]

New Haven, Connecticut, julio de 1982

Tal vez serían las grandes piedras amarillas de la Universidad de Yale recubiertas por la hiedra y la luz del verano, o la conversación que aquí tuve con Pepe Arrom y Emilio Bejel sobre las playas de Oriente de Cuba, o quizás la persistente memoria de tu juventud con sucesos extraños, visitante en este Norte de bibliotecas y monumentos, abuela, lo que me hizo pensar en tu pasado de muchacha y maestra novicia, que viajó en vapor desde Matanzas en aquel julio de principios de siglo hasta los recintos de Harvard, no tan lejos de aquí -ahora-, y en aquel entonces rodeados de huertos de manzanas y arces crecidos cuyas hojas admiraste. Lo cierto es: tu historia (pensada tantas veces, recogida en la ojeada a los retratos sepia con tu talle de avispa y tu moño alto, en el patio habanero con arecas; adivinada en la joven del sombrero de paja con cintas, que traicionaba su seriedad a bordo del vapor vislumbrado en una revista 75 años más tarde). Lo cierto es: tu recuerdo, con la pena de no haberte visto pasar al sueño último. Lo cierto es: tu voz y tu sonrisa, que fueron materia de visiones imaginarias para mi lejanía desterrada. Lo cierto es que mis pasos han repetido los tuyos aquí, ahora, y también en Cambridge, Massachusetts, por las calles empedradas, tantos veranos después que los maestros de Cuba viajaron por el mar desde la tarde soleada de un puerto matancero, porque el gobierno interventor de Leonard Wood quería instruir a los cubanos en el "American way of life", y qué mejor forma que mostrar el progreso y la democracia de la formidable Unión a los que instruirían a los niños en aquella isla, marcada por estaciones carboneras y enmiendas territoriales, fatigada en sus palmas, que pasaron de españolas a norteamericanas: así se trajo a los maestros a absorber esta vida del Norte, su lengua y costumbres por medio de ocho semanas de inmersión, desde luego que con chaperonas que acompañaran a las jóvenes.

Lo cierto es que te pienso, abuela, en la ironía histórica de duplicar tus huellas por estos alrededores, en la doble ironía de tener que constatar tu existencia por medio de un traductor certificado de la Embajada Suiza en La Habana de 1963 (por la tarifa de 15 francos o U.S. $3.45), cuando tú hace rato que dejaste de mecerte en un portal pinareño, cuando los canarios de tu jaula se fueron a cantar a otros montes más etéreos, cuando ya las vicarias de tu jardincito no reciben más el agua de tu mano. El dulcero vizcaíno, vendedor ambulante con paciencia, de boina y alpargatas, que traía quesitos de almendra y cusubú criollo, y apeaba su gran canasta de golosinas frente a mis ojos, también pasó a los libros del recuerdo. Y te pienso aún antes, antes de que tu pelo se emblanqueciera, cuando todavía cantabas en la vieja casa de Guanabacoa con sus vitrales, donde tus vecinos eran una familia de apellido Lecuona, y cuando Ernestico, de apenas cinco años, se sentaba casi al amanecer en la banqueta del piano a la que apenas se podía subir, y se desesperaba porque Ernestina, su hermanita mayor, le revelara los secretos del do bemol y de todas aquellas teclas negritas que lo atraían obsesivamente.

Me contabas que de allí, de aquella casona de las afueras donde te alojabas con la tía solterona -a la que recuerdo ya anciana, con sus lentes de cinta negra y los barquillos de helado en forma de abanico que me compró una vez- te ibas por las mañanas a la Escuela Normal en tranvía de mulas, al que te subías con las mismas mangas de hilo y entredoses de la pechera que yo quería tocar en tu retrato. Ay, abuela, ¿sería verdad que en el cuarto último de tu casa de la infancia, en Los Palacios, vivía encerrada tu madre Teresa Alfonso, mi bisabuela de nombre místico que veía visiones y aparecidos, y creía conocer a los espíritus que subían del río? Aquella casi legendaria mujer, en la que a veces creo reconocerme, era cuidada por la antigua esclava liberta de nombre Clara, quien fabricaba polvos de arroz para blanquear el cutis de las señoritas Alfonso, en los ratos de ocio que le proporcionaban las siestas de la abuela enloquecida. Todavía imagino sus cantos de soprano operática, mi antepasada cuya voz heredó mama, y la que tuvo tres hijas que se casaron con tres hombres tan disímiles: Pilar, con el senador de la República Matías de la Fuente -allá en los tiempos en que el presidente Estrada Palma dicen que perjuraba de su historia- y con el cual viviría después en una casa grande y extraña del barrio habanero de Lawton. Lola, la menor, con el funcionario Menalio San Juan, al cual recuerdo en su gusto por la leche quemada, en la casa de la calle San Lázaro número 22, donde reposaba el gran piano de cola que tocaba su hija Teté, con sus teclas de marfil legítimo cubiertas por aquel lienzo de terciopelo de aroma embriagador que yo acariciaba a los siete años, aquella casa semioscura donde se recordaba al maestro Eusebio Delfín, compositor de canciones románticas de la vieja trova que cuentan de niñas grabando su nombre en troncos de árboles... Y a ti, abuela, que tanto te dedicaste a los niños campesinos en tu aula rural de Ríohondo, en el kilómetro 79 de la Carretera Central, casi llegando a Candelaria, el pueblo dedicado a la Virgen del 2 de febrero, cuando las muchachas se cortaban el pelo y hasta las puntas de las pestañas (para que les crecieran bonitas); a ti, que te casaste con mi abuelo Antonio de la larga familia, que me dio primas con nombres melodiosos -Perla, Josefina, Antonieta-, y primos que después fueron combatientes dentro y fuera de su país... A ti, que te tocó pasar la infección de piojos que padecían los pobres muchachos de tu aula cerca del río Bayate, con las pesadas curaciones de alcohol de reverbero y trapos enrollados en la cabeza a manera de turbante, según me contaba mamá... A ti, abuela, te tocó casarte con aquel hombre de ternura chistosa y vista miope, de familia un tanto excéntrica, dueña de cines y boticas y lecherías. En aquel teatro de nombre Capetillo, donde pusiste tu enseñanza musical al servicio de las pianolas y las películas silentes de Thom Boyd y Theda Bara, según me contaba papá, y donde se les cobraba la entrada por igual a familiares y conocidos, nada de pases gratis, y todo el público se emocionaba al compás de tus pies que pedaleaban en el instrumento mecánico. En aquel pueblo donde vivías con tus hijos y con mi abuelo Tonito en la misma casa de la Calle Real número 26, con la lámpara Tiffany en el comedor que me tocó ver después que te mudaste, con sus colores de vivo azul prusia y rojo sangre que teñían el mantel de la mesa de reflejos, cuando me contabas de aquella vez que te picó un alacrán en la barriga y desde entonces siempre dormiste con mosquitero grueso, a pesar del calor...

Cómo te tocó en tus años tempranos salir de tus costumbres y comer jalea dulce junto a la carne asada en los comedores de Cambridge, al igual que me tocaría a mí años después en aquellas residencias de Virginia y Tennessee, a mis diecisiete años, en que te pensaba comparando nuestros destinos relacionados a este Norte que nos cambió la vida, donde le diste la mano al presidente McKinley en la elegante recepción que ofreció a los maestros cubanos en la Casa Blanca, a los maestricos cubanos recién graduados como tú (tú, con tu flamante diploma que te certificaba y no "habilitada", como a tantos otros al comienzo de la República, decías orgullosa). Todavía me miran esas caras lustrosas desde la foto, en la fila triple sobre la cubierta del vapor, desde las páginas de la revista donde Bernardette te recortó y donde papó y yo te descubrimos, seria, junto a las señoras que chaperoneaban al grupo. Y qué paralelo de nuestro destino darle la mano al Presidente, pensaría yo mucho tiempo después cuando en una primavera de Tucson me tocó saludar a Clinton, que pasaba por la base militar recogiendo simpatía cuando los rehenes de Kosovo todavía tocaban el corazón del gran público.

Pero antes, abuela María de Jesús, "señora Chucha" para los guajiritos de la escuela, mucho antes te había tocado a ti ver de cerca la Guerra grande del 98, y me contaste cuando me reponía del sarampión que habías visto a los campesinos reconcentrados, echados de sus sitios y fincas por Valeriano Weyler, azote de los campos de Cuba, para que no ayudaran a los mambises insurrectos, y por eso -me decías- no te asustaban los disparos ni los truenos, por todo lo que habías visto y pasado. Ay, abuela, quién te viera de nuevo con tus vestidos blancos y tus anillos finos de oro, sentada en tu portal esperándonos. La guerra de Independencia le tocó asimismo a la abuela María, la de trenza larga y esposo español venido de la más pequeña de las Islas Canarias, La Gomera, hasta aquella vega de Vueltabajo donde cultivaba tabaco y criaba gallos finos de pelea y donde se quedó hasta el final de su vida.

(Tomado de la revista Correo de Cuba)

****************************

Teachers from Cuba

Throughout its history the Harvard Summer School has included programs that are intercultural in scope. The earliest of these programs, the Summer School for Cuban Teachers, was initiated by Alexis E. Frye, Superintendent of Schools for Cuba by appointment of the U.S. military, and Ernest Lee Conant, an American lawyer practicing in Havana. The two men, both of whom were Harvard alumni, wrote to President Eliot in February 1900 about their plan to bring Cuban teachers to the United States for summer study and touring. The goals of the program were to provide educational and cultural enrichment for the teachers and to forge closer ties between Cuba and the United States. By this time, the Harvard Summer School enjoyed a national reputation and both men felt that their alma mater would provide the best setting for such an endeavor. The Harvard Corporation voted to approve the project and it was endorsed by General Leonard Wood, Military Governor of Cuba.


(Cuban teachers on board the Crook, 1900. )


In June and early July of 1900 nearly 1300 Cubans, most of whom were teachers, traveled to Cambridge by U.S. government transport. The men were housed in Harvard College dormitories, while the women lived in private homes nearby. Men and women dined separately, in Randall and Memorial Halls.

The program of instruction included two English lessons daily; lectures in Spanish on physiography that were illustrated by field trips to sites in the Boston area; lectures on American libraries and schools; and lectures on the psychology of imitation and allied faculties in children. In addition, the women attended special lectures on kindergarten education, while the men received instruction in American "sloyd" (shopwork). Excursions to local sites of historical, cultural and industrial interest were also organized.


( American Assistants, Cuban Summer School, 1900. )


The arrival of the Cuban teachers in Cambridge was widely publicized and their various activities were well documented in the press. Many local individuals and community groups provided social events, tours and other services. Following their stay at Harvard, the teachers traveled to Washington, D.C., New York and Philadelphia before returning to Cuba.

A surplus of funds raised to support the Cuban Summer School of 1900 enabled a group of eighty Cuban teachers to return to Harvard the following summer for instruction in English. At the end of the course, examinations were given and certificates awarded. For several years thereafter, small groups of Cuban teachers returned to Harvard for summer study and received stipends from this fund.

For more details about the expedition of the teachers from Cuba to Harvard in 1900 see the report of President Eliot in the Annual Reports of the President and Treasurer of Harvard College, 1899-1900 (Cambridge: 1900).

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , , , , ,