domingo, octubre 09, 2005

A LA ORDEN DEL CHE GUEVARA

A la Orden del Che Guevara.
Por José Vilasuso

Aporte al artículo titulado “Biografía del Che”, escrito por Richard Dido. Richard Dido ensayista suizo, admirador de Ernesto Guevara, acababa de publicar su Biografía del Che. A fin de enriquecer aportaciones sobre el guerrillero argentino, en 1997 me permití acotar informes pertinentes que han recorrido el mundo y hoy continúan siendo solicitados.
En enero de mil novecientos cincuenta y nueve trabajé a las órdenes del conocido dirigente en la Comisión Depuradora, Columna Ciro Redondo, fortaleza de La Cabaña.
Recien graduado de abogado y con el entusiasmo propio de quien ve a su generación subir al poder. Forme parte del cuerpo instructor de expedientes por delitos cometidos durante el gobierno anterior, asesinatos, malversaciones, torturas, delaciones, etc.
Por mi escritorio pasaron expedientes de acusados como el comandante Alberto Boix Coma, quien reportaba los partes de guerra gubernamentales y Otto Meruelo, periodista. La mayoría de los encartados eran militares de baja graduación, y políticos sin relieve ni carisma. Por su parte, los testigos fueron jóvenes fogosos, revanchistas, ilusos o pícaros deseosos de ganar meritos revolucionarios. Recuerdo a un teniente apellidado Llivre, de acento oriental, que me azuzaba.
"Hay que dar el chou, traer de testigos a revolucionarios de verdad, que se paren ante el tribunal y pidan a gritos; justicia, justicia, paredón, esbirros.. Esto mueve a la gente." El entonces comisionado por Marianao, una vez nos exhortó, "A estos hay que arrancarles la cabeza, a todos."
De inicio componíamos los tribunales letrados civiles y militares, bajo la dirección del capitán Mike Duque Estrada y los tenientes, Sotolongo, Estévez, Rivero que terminó loco y los fiscales Tony Suárez de la Fuente, Pelayito apellidado "paredón o charco de sangre," entre otros, quienes en su casi totalidad desertamos a causa de las discrepancias a la vista.
Posteriormente aforados sin instrucción legal, ocuparon nuestros puestos. Hubo familiares de víctimas del anterior régimen a quienes cupo juzgar a los victimarios.
Entre ellos, el capitán Oscar Alvarado, cuyo hijo Oscarito, fuera ultimado por la policía en La Habana. Pero Alvarado dejó un rastro de cordura y equidistancia a la hora de dictar sentencias.
El primer procesado que tuve ante mis ojos se llamaba Ariel Lima, era casi un niño, exrevolucionario pasado al bando gubernamental, su suerte estaba echada; vestía de preso, lo vi esposado y los dientes le temblaban.
De acuerdo a la ley de la Sierra, se juzgaban hechos sin consideración de principios jurídicos generales. El derecho de Habeas Corpus había sido suprimido.
Las declaraciones del oficial investigador constituían pruebas irrefutables. El abogado defensor limitaba su acción a admitir las acusaciones aunque invocando la generosidad del gobierno, solicitaba una disminución de la condena.
Por aquellos días Guevara era visible con su boina negra, tabaco ladeado, rostro cantinflesco, y brazo en cabestrillo. Estaba sumamente delgado y en el hablar pausado y frío, dejaba entrever su "posse" de eminencia gris y total sujección a la teoría marxista.
En su despacho, se reunían numerosas personas discutiendo acaloradamente sobre la marcha del proceso revolucionario. Sin embargo, su conversación solía cargarse de ironía, nunca mostró alteración de temperamento y tampoco atendía criterios dispares.
A más de un colega lo amonestó en privado, en público a todos: su consigna era de dominio público. "No demoren las causas, esto es una revolución, no usen métodos legales burgueses, las pruebas son secundarias. Hay que proceder por convicción. Es una pandilla de crimnales, asesinos. Además, recuerden que hay un tribunal de Apelación."
El tribunal nunca declaró con lugar un recurso, confirmaba las sentencias de oficio y lo presidía el comandante Ernesto Guevara Serna.
Las ejecuciones tenían lugar de madrugada. Una vez dictada la sentencia, los familiares y allegados estallaban en llantos de horror, súplicas de piedad para sus hijos, esposos etc. La desesperación y el terror cundían por la sala. A numerosas mujeres hubo que sacarlas a la fuerza del recinto.
El siguiente paso era la capilla ardiente donde por vez postrera se abrazaban unidos por el dolor. Aquellos abrazos por minutos parecían preludiar un largo viaje. Al quedarse solos hubo quien se resistió hasta el instante de la descarga, otros iban anonadados, trémulos, abismados; un policía como última merced solicitó que le dejaran orinar, varios sentenciados ese día conocieron que era un sacerdote, más de uno murió proclamando "soy inocente."
Un bravo capitán dirigió su propia ejecución. Presenciar aquella matanza a manos de bisoños y lombrosianos, fue un trauma que me acompañará hasta la tumba y tengo por misión divulgar hasta la tumba, a los cuatro vientos.
Durante aquellas horas los muros del imponente castillo medieval recogieron los ecos de las marchas en pelotón, rastrillar de los fusiles, voces de mando, el retumbar de las descargas, los aullidos lastimeros de los moribundos, el vocinglerío de oficiales y guardias al ultimarlos. El silencio macabro cuando todo se había consumado.
Frente al paredón huellado hondamente por las balas, atados al poste, quedaban los cuerpos agonizantes, tintos en sangre y paralizados en posiciones indescriptibles; manos crispadas, expresiones adoloridas, de asombro, quijadas desencajadas, un hueco donde antes hubo un ojo. Parte de los cadáveres con la cabeza destrozada y sesos al aire a causa del tiro de gracia.
De lunes a viernes se fusilaban entre uno y siete prisioneros por jornada; fluctuando el número conforme a las protestas diplomáticas e internacionales.
Las penas capitales estaban reservadas a Fidel, Raul, Che y en casos menores al tribunal o al Partido Comunista.
Cada integrante de pelotón cobraba quince pesos por ejecución y era considerado combatiente. A los oficiales les correspondían veinticinco.
En la provincia de Oriente se aplicaron penas máximas sumarísima y profusamente; pero no poseo cifras confiables. Presumo que algunos cálculos son exagerados. Aunque en total en La Cabaña, hasta el mes de junio de aquel año, debieron fusilarse no menos de cuatrocientos reos, más un número indefinido de condenas a prisión, producto de una lucha en que murieron unas cuatro mil personas entre ambos bandos.
En contraste, como resultado de la Segunda Guerra Mundial, donde entre bajas en frentes de batalla, campos de concentración, bombardeos, etc, se calculan cuarenta millones de víctimas.
Sin embargo, en los procesos de Neurenberg la pena capital únicamente se aplicó a doce criminales de guerra. Posteriormente otros tres o cuatro casos fueron ajusticiados en Israel.
Estos datos sucintos serían útiles al señor Dido tanto en aras de cierto balance en el libro, como para ilustración personal en torno a su apologado.
Para comentarios, correo al autor...
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La divulgación, distribución, y traducción con fines didácticos, periodísticos, y académicos, es bienvenida, pero rogamos de ser posible se nos informe. Comentarios técnicos: jvilasuso@bc.inter.edu
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Publicado el domingo, 21 de septiembre de 1997 en El Nuevo Herald

"Yo enterré al Che"

Exiliado rastreó al Che para vengar suicidio de su padre

JUAN O. TAMAYO

Redactor de El Nuevo Herald

Por primera vez en 30 años el exiliado cubano que dirigió el entierro de

los restos del Che rompe el silencio, aunque su versión de los hechos

contradice en forma importante los datos emanados del hallazgo del

cadáver este año.


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GUSTAVO VILLOLDO

Exiliado cubano y veterano de la CIA

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El 17 de octubre, los principales dirigentes de la revolución cubana se

van a reunir en la ciudad de Santa Clara para una ceremonia sin paralelo

en la historia de Cuba. De Fidel Castro para abajo, estarán presentes en

la base de una estatua de bronce de 22 pies de alto en una plaza de la

ciudad. Allí, con toda la reverencia y solemnidad de una misa,

enterrarán los huesos, perdidos durante muchos años, del legendario

Ernesto ``Che'' Guevara, uno de los fundadores de la revolución y

símbolo mundial de los futuros rebeldes.

Al pie de la enorme estatua, a los 30 años exactos de su muerte, habrá

discursos y lágrimas. Hablarán de los sueños del Che, de su vida

espartana, de su fervor revolucionario. Quizás hasta de su captura y

ejecución en las selvas de Bolivia.

Pero no es probable que en todos esos discursos alguien vaya a mencionar

a un veterano combatiente de origen cubano llamado Gustavo Villoldo.

Si Villoldo estuviera en Santa Clara el 9 de octubre pudiera contar

muchas historias. Pero por otra parte, quizás no pudiera llegar vivo.

A los 61 años, delgado, de cinco pies nueve pulgadas de estatura, una

incipiente calvicie y la tez tan rubia que casi parece escandinavo,

Villoldo es la perfecta imagen del abuelo y el propietario agricultor.

Pero éste fue el agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que

persiguió al Che, que lo rastreó desde el Caribe hasta Africa y de allí

a América Latina, para vengar la muerte de su padre y luchar contra el

comunismo de Castro.

Fue Villoldo quien recogió el cuerpo del Che, que estaba en la

lavandería de un hospital en la selva boliviana, en 1967, y lo enterró

en secreto, para negarle la posibilidad a La Habana de reverenciar los

restos como un monumento a la revolución.

Y fue Villoldo el que se ofreció este verano para desenterrar los

restos, desatando una carrera tripartita por los preciados huesos, en

una lucha entre Villoldo, los cubanos que querían ganar una histórica

batalla de propaganda y los bolivianos que querían una atracción

turística.

Villoldo ha decidido romper el secreto, en su primera descripción

pública del entierro del Che en 30 años, y su historia contradice la

versión cubana de cómo recuperaron los huesos de Ernesto Guevara.

``Tan seguro como que estoy aquí puedo decirle que sé exactamente

cuántas personas enterré y exactamente dónde las enterré'', dice

Villoldo.

El centro de la historia de Villoldo es la muerte de su padre.

Comienza la historia...

Pocos días después del derrocamiento de Fulgencio Batista, el 1ro. de

enero de 1959, el joven Villoldo fue arrestado durante 10 días y acusado

por un cesanteado empleado de la agencia de automóviles y planta de

ensamblaje que poseía su padre en La Habana. Y pocos días después, el

Che personalmente ordenó la ocupación de la firma, Villoldo GM, y su

parque de unos 360 vehículos, alegando que había recibido injustas

exenciones tributarias de Batista.

``El 16 de febrero de 1959, mi padre se suicidó'', recuerda Villoldo.

``Se tomó una botella completa de pastillas para dormir y dejó una serie

de notas para su familia, acusando a los `barbudos' de arruinarlo.

Todavía las guardamos''.

Villoldo se fue de Cuba 29 días después e inmediatamente se unió a los

exiliados anticomunistas en Miami. Como jefe de inteligencia y seguridad

del ala aérea de la Brigada 2506, participó en dos vuelos en B-26 sobre

Bahía de Cochinos pero eludió ser derribado y regresó sano y salvo a la

pista secreta en Nicaragua denominada Happy Valley.

Villoldo se ganó entonces una comisión como segundo teniente en el

Ejército de Estados Unidos para entrenarse en guerrillas y tácticas

contrainsurgentes. Se trasladó a la CIA en 1964.

Villoldo se infiltró entre 30 y 40 veces en Cuba por períodos que

comprendieron entre unas horas y 20 días, en misiones de sabotaje y de

otro tipo, tanto de la CIA como de otras agencias de inteligencia, entre

1959 y 1971, un conteo confirmado por un ex oficial de la CIA que lo

conocía de aquella época.

Hizo trabajos clandestinos contra grupos insurgentes izquierdistas de

Guatemala, el Congo Belga, Bolivia y Ecuador. Se retiró de la CIA en

1970.

Entra en acción la CIA

A principios de 1965, la CIA comenzó a oír rumores sobre el plan del Che

de exportar la revolución castrista. Inmediatamente, los oficiales de la

CIA pusieron a Villoldo y a otros cubanoamericanos tras la pista del

argentino.

Villoldo dirigió a un grupo de agentes cubanoamericanos de la CIA, que

fue al Congo más tarde ese año. El Che apenas tuvo tiempo de escapar,

cruzando a la cercana Tanzania con otros 120 cubanos, después que el

gobierno aplastó a las fuerzas insurgentes.

Las órdenes de Villoldo en la CIA eran de localizar al Che, recuerda,

``pero mi intención era cogerlo, vivo o muerto''.

Del Congo y luego de varios meses de recuperación física y mental, el

Che pasó a Bolivia, donde apenas estuvo 12 meses. Los últimos cuatro los

pasó huyendo de un batallón de Rangers del ejército boliviano,

entrenados por los Boinas Verdes del Ejército de Estados Unidos y

asesorados por un equipo de tres exiliados cubanos que trabajaban para

la CIA. Un funcionario de la CIA que dirigió la operación de Bolivia ha

confirmado que Villoldo era ``el principal agente en el terreno''.

Dos de los otros tres hombres de la CIA, el radio operador Félix

Rodríguez y el asesor de la policía urbana José García, ofrecieron sus

propias versiones en libros sobre la cacería del Che.

Pero el jefe del equipo, Villoldo, ha mantenido su versión de los

sucesos para sí mismo, hasta ahora.

Entre sus tareas estaba evaluar la información obtenida del

interrogatorio al escritor Regis Debray, que había sido capturado tras

visitar al Che en la selva boliviana. Villoldo dijo que Debray ``habló

hasta por los codos''.

El Che, de 39 años, fue herido y capturado en una emboscada el 8 de

octubre de 1967. Dos Rangers bolivianos lo ejecutaron al otro día, en

una escuela de ladrillos de barro en el pueblo de La Higuera,

obedeciendo órdenes del dictador militar de Bolivia, René Barrientos.

``En ningún momento ni yo ni la CIA tuvimos participación en la

ejecución del Che'', dijo Villoldo. ``Esa fue una decisión boliviana''.

......En un mensaje enviado el 23 de abril y hecho llegar clandestinamente a Aleida, hija del Che y partidaria de Castro que vive en La Habana, Villoldo ofreció personalmente desenterrar los restos del Che y entregárselos por razones humanitarias.

Villoldo escribió que sólo dos años antes había creído que los restos del Che deberían de permanecer escondidos. Pero varios factores, añadió, lo habían llevado ``a una profunda reconsideración''. ``No he renunciado a los principios personales, ideológicos y políticos que me llevaron a luchar contra Ernesto `Che' Guevara'', le escribió a Aleida. ``Pero de la misma forma en que Estados Unidos quiere tener los restos de sus muertos en Corea y Vietnam, la viuda y los hijos de Guevara también tienen el derecho a reclamar su cuerpo''.


Puso dos condiciones. No quería política ni propaganda, porque no quería exponerse a los ataques de los exiliados de Miami que pudieran discrepar

de su decisión de cooperar. ``Soy un exiliado político y vivo en una difícil sociedad de exiliados, cargada de múltiples presiones''.

Y quería control exclusivo de toda la publicidad. Dijo que cualquier ganancia derivada de la casi segura explosión publicitaria debía donarse a becas destinadas a estudiantes bolivianos de medicina.


Ahora Villoldo reconoce haber tenido otra preocupación: puesto que era probable que los huesos del Che fuesen recuperados tarde o temprano, ya que después de todo los cubanos excavaban en el sector correcto, participar en las excavaciones le restaría lustre al probable triunfo de

Castro.

Pero, en realidad, la oferta de Villoldo desató una carrera por los restos entre los cubanos, Villoldo y hasta los mismos bolivianos, que querían mantener la tumba del Che en Vallegrande como atractivo

turístico y monumento político.

``Me dijeron que a Fidel le dio un ataque porque no podía permitir que el `gusano' que asesoró al ejército boliviano en la cacería del Che y el hombre que sabía dónde estaba enterrado fuera el hombre que lo devolviera a Cuba''.

Mientras, los funcionarios municipales de Vallegrande declararon que los

restos del Che eran ``patrimonio nacional'' y declararon una moratoria a

las excavaciones hasta mediados de junio.


Villoldo había contratado a una firma cuyo radar de búsqueda en tierra pudiera localizar el lugar de la tumba del Che, en caso de que le fallara la memoria, y negoció en Miami con un equipo de televisión de tres miembros para filmar la búsqueda.


Niega haber querido publicidad para él mismo. ``Quería que la historia supiera exactamente cómo sucedieron las cosas'', dijo. Villoldo había hecho reservaciones en un vuelo del 26 de junio de Miami a Bolivia y, tras mucho cabildeo, consiguió permiso de búsqueda del ministro de Recursos Humanos de Bolivia, Franklin Anaya, ex embajador en

La Habana y autor de un libro simpatizante con el régimen cubano, que actuaba como enlace boliviano con los antropólogos cubanos.

Posteriormente, la prensa alegó que Anaya y el presidente boliviano

Gonzalo Sánchez de Lozada habían llegado a un acuerdo con Castro para favorecer al equipo cubano.

Esas versiones no pudieron confirmarse pero Anaya canceló súbitamente las reservaciones aéreas de Villoldo. Este apeló al presidente Sánchez

de Lozada y nuevamente recibió autorización para viajar a Bolivia. Pero amigos bolivianos le aconsejaron que se quedara en Miami, dijo Villoldo.


``Mis amigos me dijeron que Castro conocía de mi llegada y que había algunas posibilidades de que los cubanos tomaran algunas medidas contra mí'', dijo Villoldo. ``Basado en la advertencia. . . decidí esperar y ver qué pasaba''.

Lo que pasó fue una carrera cubana para encontrar el cuerpo.

Sólo 18 dias después de que la carta de Villoldo llegase a Aleida Guevara, y un día después de concluir la prohibición municipal de

excavar, los cubanos lanzaron una operación de búsqueda por los restos del Che de una intensidad sin precedente en los 16 meses anteriores de

excavaciones.


El gobierno del presidente Sánchez de Lozada había ordenado que todas las excavaciones se suspendieran el 28 de junio, aparentemente debido a la elección de un nuevo presidente boliviano, Hugo Bánzer, el 2 de junio. Bánzer, dictador militar en los años 70, es conocido por sus

escasas simpatías por el Che, por Castro o por Cuba.

En realidad, Bánzer, que había prestado juramento en agosto, se había comprometido a investigar el papel de su predecesor en ayudar a los

cubanos a rescatar los restos del Che, y a investigar informes de prensa

de que Anaya pudiera haberse beneficiado personalmente con los derechos de publicidad para la historia de la excavación.......