TIEMPOS DE INSOMNIO
( Extraido del Sitio de la Unión Liberal Cubana)
Por Julián B. Sorel
Tiempos de Insomnio
Las medidas con las que Fidel Castro amenazó a los cubanos el pasado 15 de noviembre y que empezó a dictar poco después les han quitado el sueño a muchos en la isla. El desvelo no tiene nada que ver con “el anhelo torvo y el impulso sagrado / de atisbar en la vida mis ensueños de muerto”, que cantaba Rubén Martínez Villena. Las pupilas insomnes de ahora se deben al afán de encontrar la manera de escapar a la última vuelta de tuerca con que el castrismo trata de “meter en cintura” al pueblo de la isla y, de paso, exprimir aun más los recursos del exilio.
En resumen, lo que Castro anunció fue la erradicación de casi toda la actividad económica de carácter privado -mercados campesinos, elaboración de artesanías, prestación de servicios, restaurantes familiares o alquiler de habitaciones- y la reconcentración de los “medios de producción” en manos del Estado. Es el equivalente histórico de lo que ocurrió en la URSS a finales de los años de 1920-30, cuando se puso fin a la Nueva Política Económica (NEP) –liberalización a medias de la que Lenin había echado mano para evitar el colapso total del sistema soviético- y se inició la vuelta al dogma marxista puro y duro. Estas nuevas restricciones vienen a completar las medidas monetarias adoptadas desde el pasado año, destinadas a eliminar la circulación del dólar estadounidense e imponer una paridad leonina (+20 % a favor del chavito) que afecta a las operaciones de cambio y al poder adquisitivo de quienes reciben remesas familiares del extranjero.
De paso, el nuevo espasmo estalinista se cobra otras víctimas colaterales en la credibilidad de buen número de dialogueros, transitólogos y reformistas in pectore que con tanto afán vienen obrando para mejorar la imagen exterior del castrismo y asegurar la viabilidad del tinglado sucesorio. Resulta que este año llegan a la isla más de dos millones de turistas, aumentan las compras de productos agropecuarios que el gobierno cubano realiza en Estados Unidos y mejoran los vínculos económicos con sus valedores de Caracas y Pekín. Pues bien, la respuesta de Castro a tantos indicios favorables consiste en regresar al modelo de estatización, represión y centralismo decisorio cuyo fracaso está más que comprobado en el mundo entero.
Con el pretexto de luchar contra la corrupción, se sacrifica el bienestar real de las personas de carne y hueso en aras de una supuesta “pureza revolucionaria”, que en esencia consiste en que todo súbdito del régimen se resigne a cobrar un salario o una pensión de miseria, simule que trabaja y aplauda todos los caprichos del anciano dictador.
Detrás de este enésimo desaguisado económico de Castro hay cuatro factores: el petróleo que Hugo Chávez le regala, las remesas del exilio, los beneficios del turismo y las inversiones prometidas por China. Confiado en la solidez de esas cuatro fuentes de financiación, el dictador cubano cree que puede dar marcha atrás al reloj y reimplantar el modelo totalitario de corte soviético de los años 1970-80.
Pero el socialismo real es una ideología fracasada, arcaica y en vías de extinción en el resto del planeta. En Cuba el modo de producción estalinista sólo funcionó (y eso, a duras penas) cuando recibía una inyección masiva de recursos del exterior, los mismos que la economía planificada era incapaz de generar internamente, y al mismo tiempo imponía el ahorro forzoso mediante el racionamiento. Es poco probable que los ingresos que ahora el gobierno percibe logren igualarse a los cuantiosos subsidios que Moscú le otorgó durante 30 años. Y si además, como anunció, elimina la libreta de racionamiento, tendrá que aplicar el ahorro forzoso sólo mediante el control de precios y salarios. En esa configuración económica –doble moneda, escasez de oferta y fijación arbitraria de costos- los remedios anunciados suelen ser mucho peores que la enfermedad.
Los arbitrios adoptados por Castro a partir de 1991 para “salvar la revolución” –o sea, para preservar su poder personal omnímodo- crearon mínimos espacios en los que se toleraban actividades económicas de menor cuantía: artesanía, servicios de reparación, hostelería en pequeña escala y algún que otro comercio por cuenta propia. Para completar esta “apertura” de mentirita se autorizó la circulación del dólar norteamericano y se permitió la recepción de las remesas que los exiliados enviaban a sus parientes en la isla.
Junto con el turismo y la aceptación de determinadas inversiones extranjeras, esas nuevas reglas de actuación económica permitieron el surgimiento de empresarios nacionales, cuya eficacia en la producción y distribución de bienes y servicios puso de relieve una vez más la índole ortopédica y absurda del socialismo. Aunque estrangulados por las multas, los “sablazos” de las autoridades y los impuestos leoninos con que el Estado trataba de desalentar su actividad, los nuevos empresarios cubanos han logrado una holgura relativa, gracias al talento y el esfuerzo que han desplegado en su oficio.
En cualquier país sensato, esa capacidad de creación de riqueza habría contado con la aprobación y el estímulo de las autoridades; en Cuba, constituye un síntoma delictuoso que es preciso aplastar lo más rápido posible. Porque un empresario exitoso –aunque salga adelante vendiendo maní, trasquilando perros o desempeñando cualquier otra humilde tarea de las toleradas por el castrismo- es por definición alguien que escapa en gran medida al dominio del Estado.
Con esta tercera o cuarta edición de la “ofensiva revolucionaria” que acaba de lanzar, el régimen vuelve a cerrar los modestos espacios de libertad económica que había concedido a regañadientes. El objetivo es, según Castro, “que todo el mundo viva de su salario o pensión”. Es decir, que cada ciudadano vuelva a depender completamente del Estado-patrón y no disponga de la más mínima autonomía para pensar o actuar por cuenta propia.
Como ha demostrado con meridiana claridad Carmelo Mesa Lago, ésa ha sido, desde 1959, la clave de la política económica del castrismo: aflojar el dogal en los momentos difíciles, para que la creatividad de la sociedad civil le ayude a superar la crisis y, una vez salvado el peligro, recoger cabos para que todo el mundo vuelva a formar filas y marcar el paso. Lo otro son gaitas de cubanólogos trasnochados, que en un ejercicio de wishful thinking se empeñan en maquillar la realidad para acomodarla a las más peregrinas hipótesis.
Las consecuencias de esta recuperación de las esencias del socialismo en Cuba son harto previsibles: mayor control estatal, más pobreza, aumento de la represión y, por ende, más balseros/boteros en el Estrecho de la Florida. Pero el apretón no se limitará esta vez al “pueblo combatiente” que ha venido sobreviviendo a duras penas, gracias a la bolsa negra y la ingeniosidad de los “mecaniqueros”. También corren malos tiempos para los dialogueros, los transitólogos y los secuaces del castrismo. Tiempos de silencio, de párpados cerrados y pupilas insomnes, que diría el poeta.
Noviembre 25, 2005**********************************************
REPRESION
( Extraido de Cuba Net news )
Detienen a decenas de jóvenes en La Güinera
LA HABANA, Cuba - 23 de noviembre (José Antonio Fornaris, Cuba-Verdad / www.cubanet.org) - Decenas de jóvenes de ambos sexos fueron detenidos en la barriada conocida como La Güinera, municipio Arroyo Naranjo, el pasado miércoles, en un amplio operativo realizado por la Policía Nacional Revolucionaria (PNR).
José Manuel Pereira, residente en la zona, dijo que las detenciones comenzaron en las primeras horas de la mañana, y que entre los policías había una brigada de las llamadas "avispas", un cuerpo especial que se hace acompañar de grandes perros pastores.
Agregó la fuente que la policía efectuó las detenciones en las calles y en algunas viviendas. Puntualizó Pereira que contó cuatro camiones, de los que utiliza la policía para transportarse, llenos de detenidos, los que fueron llevados para el cuartel policíaco conocido como Capri.
"Los 'caballitos' (policía motorizada), detenían el tránsito para que pasaran los camiones con los presos. Por la noche todavía había mucha gente afuera de Capri, esperando para ver qué iba a pasar con sus familiares", puntualizó Pereira.
Al parecer, el operativo policial estuvo dirigido contra el llamado "potencial delictivo", personas que no tienen vínculo laboral o de estudio o que realizan pequeños negocios calificados de ilegales por las autoridades, que tienen antecedentes penales y que son un poco pendencieros.
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Castro hasta después de muerto
Por Carlos Alberto Montaner
El senil dictador Fidel Castro |
La CIA filtró la noticia de que Castro padecía de Parkinson y el Comandante no lo negó. Se burló, recordó al Wojtila enfermo e incansable, y habló durante cinco horas para demostrar que estaba en forma, pero no lo desmintió. Tampoco estaba en forma: balbucía, se le trababa la lengua y, a ratos, perdía el hilo del discurso. El Parkinson, sumado a las isquemias transitorias que ha padecido (una buena media docena), le ha ido pulverizando cruelmente el cerebro. Sin embargo, el lóbulo donde aloja el antiamericanismo y la repugnancia a las libertades se mantiene intacto. Incluso, parecía que hasta se le había revitalizado en un juvenil espasmo estalinista.
La clase dirigente cubana, «sotto voce», calcula que a Castro le quedan, mal contados, dos años de vida o, al menos, de una incierta cordura. De medio loco pasa lentamente a loco completo. La información la contó sin ilusiones el mismo personaje del régimen que durante la Cumbre de Salamanca reveló que el canciller Felipe Pérez Roque es un asmático crónico que sufre ataques de ansiedad cuando olvida el broncodilatador. «Estamos en manos de un par de enfermos terminales. Fidel se deteriora día tras día. Raúl tiene el hígado destrozado» -dijo con preocupación.
Pero lo que le quita el sueño a la nomenklatura cubana no es tanto la salud del Máximo Líder, sino el legado envenenado que deja. Cuando los herederos se disponían a enderezar el país dotando al gobierno de racionalidad y de una mínima carga de sensatez en la administración pública, sin consultar con nadie, como es su costumbre, Castro ha forjado un peligrosísimo pacto político con Chávez, nombrándolo albacea del minucioso desastre insular. El pobre Carlos Lage, que es un médico organizado y eficiente, fue el encargado de anunciar la mala nueva en Caracas, durante un discurso pronunciado en octubre: Cuba tenía dos presidentes, Castro y Chávez.
Eso quiere decir que el proyecto sucesorio ha sido interrumpido. La nomenklatura daba por hecho que, tras la muerte de Fidel, todo el círculo del poder podría descansar en paz, pero no será así. Una vez enterrado el inquieto Comandante, y con él sus siete hachas de guerra, resulta que lo reemplazará el teniente coronel venezolano, líder de la «revolución bolivariana», una cosa tumultuosa con la que quiere destruir a Estados Unidos y conquistar a Occidente. O sea, el regreso a los fatigosos años sesenta, pero ahora todos con la próstata mucho más abultada y ni una pizca de ilusión con las tonteras marxistas. La frase del informante fue lapidaria: «Este tipo nos va a seguir haciendo daño hasta después de muerto».
ABC, 23 de Noviembre de 2005
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