lunes, julio 24, 2006

ENTERRAR A MARTI

Nota del Blogguista


¡ Ahora sí Armengol acabó " de partir el bate " !. ¡ Tanto leer, estudiar y escribir para sacar conclusiones como esta !: ¨Un país no se fundamenta sobre el ideal exaltado de un poeta¨.

Alejandro Armengol ya anteriormente había escrito esta peculiar síntesis del pensamiento martiano en la cual se refleja la ignorancia, la arrogancia y la soberbia del que la escribe.

¨Todo el discurso encierra dos o tres ideas básicas: la peculiaridad de América Latina frente a las potencias europeas y a un vecino poderoso como Estados Unidos; la elaboración de un pensamiento latinoamericano y la visión de un continente en marcha. La riqueza verbal supera los fundamentos ideológicos del texto y nos arrastra encantados, pero se hace necesario imponer una distancia saludable entre adjetivos y conceptos... ¨

Tal parece que los grandes estudiosos del pensamiento martiano hubieran ahorrado mucho tiempo si hubieran tenido a su lado a Älejandro Armengol. Por cierto, yo diría, siguiendo el gran poder de síntesis del ¿ articulista ? de El Nuevo Herald: La Biblia como texto religioso es la historia de la Salvación del hombre. Dije una gran verdad y no dije nada.


Antes de continuar criticando el artículo de Armengol quiero decir algunas cosas sobre la persona y la obra de José Martí:

José Martí ha sido para generaciones de cubanos el paradígma ético y patriótico a seguir aunque su ejemplo no fuera seguido en la práctica por la inmensa mayoría de los cubanos; José Martí durante más de un siglo ha sido admirado y frecuentemente endiosado por muchos cubanos que han cerrado sus ojos, o desviado su mirada, ante las debilidades de la naturaleza humana que como todo hombre tuvo el Apóstol de la Independencia cubana; José Martí y su pensamiento han sido frecuentemente manipulados en Cuba por numerosos ¨arribistas¨político que han usado su legado intelectual y patriótico para hacer carrera política: Fidel Castro ha sido el él más ¨desfachatado de todos ellos . José Martí muchas veces acertó con su pensamiento y con su actuar pero algunas veces también se equivocó. José Martí era un hombre con demasiada ética para ser político; por ahí se dice que los políticos no tienen principios sino intereses.

No obstante lo anterior, el pensamiento y la obra de José Martí forma parte esencial de nuestra cultura cubana y pocos países pueden mostrar un prócer tan sobresaliente por su claro pensamiento, la limpieza en su actuar, sus virtudes así como por su voluntad de sacrificio como nuestro José Martí. Pese a esa gran impronta de José Martí en la cultura de la sociedad cubana, nunca se utilizó a José Martí y a su pensamiento como el libro rojo de sentencias de Mao Tse Tung ( hoy llamado Mao Zedong ) durante la Revolución Cultural china; nunca los escritos martianos fueron utilizados como lo son los textos sagrados por las sectas religiosas fundamentalistas. Lo del vino de plátano y su agritud no ha primado NUNCA en nuestro actuar como sociedad; Armengol lo sabe.

Es absurdo enterrar a José Martí y el ¨corpus martiano ¨ de la Cultura cubana porque sencillamente se haría un gran vacio en nuestra cultura; este gran vacio no solo aparecería por lo relativo propiamente a las obras martianas sino también por ser la Obra martiana el gran referente. para bien o para mal, de la casi totalidad de los pensadores, intelectuales, políticos, etc. cubanos de cierta valía de todo el siglo XX cubano y lo que va de este.


Deseo aclarar que no adoro a José Martí, pues solamente adoro a Dios, pero a José Martí sí lo pongo en un pedestal, no por su santidad, que no fue santo, sino para que los cubanos lo tengamos como un punto de referencia para nuestro actuar en el devenir patrio; gran necesidad tenemos de puntos referentes como Martí para no perder la fe en los cubanos y en la reconstrucción del alma nacional; fe que seguramete tú, Armengol, hace rato que perdistes.
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Enterrar a Martí

Por Alejandro Armengol


Creo que para los cubanos ha llegado la hora de enterrar a José Martí. No se trata de olvidarlo, sino de bajarlo del pedestal que sólo sirve de provecho a los arribistas de cualquier tendencia. Otorgarle el valor merecido a sus escritos y dejar que los críticos valoren sus versos --algunos brillantes, otros mediocres-- y los historiadores continúen analizando su papel en la fundación de la república cubana.

Es lamentable que en la formación de la nacionalidad se sobrevalore un cuerpo rector formado por frases brillantes, que forman un catecismo de fácil manipulación, propicio a todos los usos. Pensamientos en los que lo luminoso de la palabra dificulta encontrar lo efímero de su contenido. Lugares comunes que nos parecen únicos por lo ejemplar de la escritura.

Un ejemplo es una de las frases más repetidas de Nuestra América: ``Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio ¡es nuestro vino!''

Se trata de una exclamación lapidaria y funesta. A partir de ese momento, los incapaces y oportunistas --abundantes en Cuba y en el exilio-- han tenido su justificación garantizada.

Esta declaración apasionada contribuyó a la creación de un canon de miseria y chapucería donde lo autóctono se impuso sobre lo extranjero, no por su esencia, sino como una categoría moral falsa. No hay manifestación más clara, en el terreno político y cultural, que ese vanagloriarse de los errores mediante un nacionalismo agresivo e inculto. En el plano individual o ciudadano, se nos regaló la posibilidad de hacer mal las cosas y cerrarles la boca a los críticos.

Por supuesto que es tonto, además de injusto, el achacarle a Martí toda la chapucería que se acumula a lo largo de nuestra historia. Su pensamiento ha sido utilizado como un recurso más en la elaboración de patrañas y falsedades. Pero no reconocer que se trata de un código mal construido y peor aprovechado es cerrarle la puerta al análisis de un pensamiento que encierra conceptos caducos e ideales arcaicos junto a aspectos novedosos e ideas progresistas.

El artículo Nuestra América, al que se ha hecho referencia, es una buena muestra de esta necesidad de deslindar el valor de una prosa de belleza tentadora de la validez de un pensamiento apegado a su época, limitado a su momento.

Todo el discurso encierra dos o tres ideas básicas: la peculiaridad de América Latina frente a las potencias europeas y a un vecino poderoso como Estados Unidos; la elaboración de un pensamiento latinoamericano y la visión de un continente en marcha. La riqueza verbal supera los fundamentos ideológicos del texto y nos arrastra encantados, pero se hace necesario imponer una distancia saludable entre adjetivos y conceptos. Cuando saltamos la barrera del escritor extraordinario que lo creó, y queremos convertir algunas de estas frases en patrones de conducta, corremos un grave riesgo.

Al sacar el discurso del contexto en que fue formulado y lo transformamos en normas para la vida, caemos en el error no sólo de establecer códigos alejados de la realidad --cuya imposibilidad de cumplir descarta de inmediato cualquier valor práctico--, sino de adoptar criterios erróneos, sólo justificados por la sonoridad de la frase.

La república cubana no surge de la imaginación martiana, no nace sólo del escritor, sino es en parte consecuencia de su voluntad patriótica.

La nación ideal martiana no es más que la mistificación de varios de sus pensamientos --muchos valiosos, otros simplemente bonitos--, los cuales constituyen una obra abierta y víctima de todo tipo de tergiversaciones.

Esto no disminuye el valor de documentos como el Manifiesto de Montecristi y los discursos y cartas. Simplemente, a Martí no le dieron tiempo para contribuir a plasmar su ideal en una guía imperecedera y práctica, como es una constitución.

No hay manifestación más clara, en el plano político, de ese vanagloriarse de los errores del pasado y esa exaltación de la incapacidad más absoluta que el recurrir al ideario martiano.

Parte de la genialidad de Martí radica en agrupar en una sola persona al pensador y al hombre de acción. Pero esa grandeza es a la vez su tragedia: muere como soldado, en una lucha no sólo por la libertad de Cuba sino para evitar que los militares se adueñen del poder. Lo que los generales y coroneles lograron antes, un comandante hizo definitivo.

Junto a este afán de partero, la audacia innovadora y la temeridad que van a servir de excusa a los aprovechados.

Librarse del apostolado martiano es un gesto de independencia necesaria. Un país no se fundamenta sobre el ideal exaltado de un poeta.

aarmengol@herald.com