EL MALECONAZO || AQUEL 5 DE AGOSTO
Nota del blogguista
Para dar un elemento más que muestre que el castrismo en Cuba es un régimen que surgió, se impuso y se mantiene por la fuerza y la mentira, y en particular por la fuerza descomunal que alcanza la mentira en una dictadura totalitaria que elimina y bloquea todos los canales informativos alternativos al oficialista, el único inexistente en Cuba y en toda dictadura totalitaria, mostraré lo que dijo Fidel Castro en una de sus últimas visitas a Argentina; dicha entrevista pueden leerla en:
http://www.clarin.com/diario/especiales/entrevistas/castro/entrevista.htm.
Veamos la introducción:
¨Durante su reciente visita oficial a la Argentina, Fidel Castro concedió una entrevista exclusiva a los editores de Clarín cuya versión completa (en audio y texto) se publica ahora por primera vez. Durante casi dos horas, sin condiciones, el líder cubano se explayó sobre la nueva realidad social y política de América latina. El terrorismo y la lucha armada, los fusilamientos en la isla, el enfrentamiento con los Estados Unidos, el nuevo protagonismo de la clase media y las razones de su venida para asunción del presidente Néstor Kirchner fueron algunos de los temas tratados en profundidad. Un documento único. ¨
En una parte de ese ¨documento único¨ se lee :
¨ ... Ya una vez se creó el único desorden que ha habido en La Habana, que fue el 5 de agosto de 1994. No sé si ustedes conocen la historia, no me gustaría hacerla, cómo aquello se resolvió sin ejército, sin policía, sin un solo disparo. Ya estaban rompiendo piedras. Y era que les habían engañado desde la radio aquella (Radio Martí); les dijeron que venía un grupo de barcos a buscarlos. Entonces, ese elemento se acumuló por allí. Al no venir, empezaron de una piedra y crearon un desorden, por primera vez. Eso fue en el momento más difícil del período especial. ¨
Les diré que en Cuba fui siempre un sistemático y diario oyente de Radio Martí , al igual que de los noticieros televisivos y de las Mesas Redondas que veía en la TV cubana; por cierto, era de los poquísimos que las veía en el barrio. Nunca oí ese anuncio por Radio Martí al que alude Fidel Castro ,y menos en esas fechas en la que se decía todo lo contrario: que no arriesgáramos nuestras vidas tirándonos al mar. El difunto Ángel Martín, el periodista que daba el parte del tiempo en Radio Martí, siempre aconsejaba eso al terminar con su informe del tiempo.
El régimen cubano NUNCA presentó NI HA PRESENTADO la grabación de Radio Martí, ni de ninguna otra emisora radial o televisiva, donde se incitaba a esperar ese grupo de barcos que vendría a buscarnos a los cubanos que queriamos salir de Cuba, pese a que todas las transmisiones ¨de la radio enemiga¨ son monitoreadas y grabadas.
Otra mentira, que se ha dicho en otras ocasiones, es que la Oposición cubana organizó esos disturbios.
Fidel Castro miente y miente descaradamente.
*******************
EL MALECONAZO
Por un régimen democrático para Cuba
Por Iliana Curra
Fue el 5 de agosto de 1994. Un verano caliente con los acostumbrados apagones. Hacían ya 14 años del masivo éxodo del Mariel, y la presión política y social estaba a tope nuevamente. Se desbordaba.
El secuestro de una lancha de pasajeros fue la primera chispa que brotó para activar en la población el deseo de abandonar el “paraíso” de Fidel Castro. Los “hombres nuevos” formados por la revolución, siempre con su mirada al norte, abrigaban la esperanza de la huída. No importa cómo, ni en qué condiciones. La cosa era huir de la patria que nunca les proveyó libertad.
La serie de secuestros de las naves marítimas animó a la gran mayoría descontenta de la isla, especialmente en la capital, y una concentración en el área del malecón no se hizo esperar. El rumor de un éxodo era suficiente para que los ánimos se caldearan y la adrenalina brotara por los poros. Parafraseando al escritor pro castrista, Lisandro Otero, se rebosó “la justa cólera de los martirizados”.
La policía política, tratando de controlar a las delirantes masas que se estacionaban en el área, intentó desviarlas, y con sus perpetuas culpas al imperio, pretendió inútilmente encaminarlas frente a la Sección de Intereses de los Estados Unidos.
Pero las cosas no le salieron bien esta vez. La manipulación no fue posible, y la juventud, enardecida y violenta, arremetió contra todo lo que significaba desigualdad social. Los cristales del hotel Douville y de cuantas tiendas que vendían en dólares en la céntrica Habana fueron destruidas en cuestión de pocas horas. Las calles fueron tomadas por jóvenes y adolescentes que, ansiosos de libertad para expresarse, hicieron barricadas con los contenedores de la basura, y de los viejos edificios tomaban pedazos de repellos que servían como proyectiles para lanzar contra la policía que los reprimía brutalmente. Los arrestos fueron masivos y La Habana se convirtió en un caos.
Llegué al área del Malecón cuando aún quedaban brotes de protestas. Unos muchachos del barrio que habían participado en ellas me comunicaron lo que estaba sucediendo, y sin pensarlo dos veces, me dirigí en mi bicicleta china al área del conflicto.
Era algo parecido a una película. Nunca antes había visto tanta exaltación en la gente. Mucho menos un enfrentamiento masivo contra las fuerzas represivas de un régimen que aplasta todas las libertades civiles del pueblo cubano. Pude ver a innumerables jóvenes esposados y conducidos por grandes cantidades de policías que, al pasar cerca de los balcones de edificios aledaños, eran confrontados por otros muchachos que les gritaban: “¡asesinos!”, “¡esbirros!”, y la frase más coreada era: “¡libertad!”, “¡libertad!”. Era como el desahogo masivo de gentes que por años guardaban dentro de sí el enorme deseo de ser libres. Una libertad que nunca habían conocido.
La represión no se hizo esperar, y el régimen lanzó a las calles turbas paramilitares compuestas por la brigada Blas Roca Calderío, constructores devenidos en porristas de un sistema que los explotaba al máximo en su trabajo.
Los agentes de la Seguridad del Estado, vestidos de civil, aparecieron fotografiados en periódicos internacionales con sendas armas apuntando a la población indefensa. La policía pateó a cuanto joven capturaba y los disparos de sus pistolas intentaban controlar una situación que hubiera sido el final de una dictadura que se resiste a perder el poder aunque tenga que masacrar a todo un pueblo.
Jeeps de asaltos con ametralladoras de 70mm recorrieron las calles habaneras, incluyendo barrios lejanos al Malecón. Esta demostración de fuerza y clara amenaza contra la población no me dejó dudas de que dispararían en el momento en que llegara la orden por parte de la alta jerarquía de la tiranía. Más aún, la orden estaba dada.
Miles de jóvenes fueron encarcelados en prisiones de extremo rigor como Kilo 8 en Camagüey, y la represión se acrecentó al máximo contra los opositores pacíficos, culpándolos del desorden creado en una Habana enardecida y caliente. Los arrestos fueron masivos y apenas muy pocos quedaron en la calle para denunciar lo que sucedía. Las líneas de teléfonos al exterior fueron interrumpidas y solo las imágenes de periodistas acreditados en la isla pudieron ser vistas por ojos espantados de cubanos en el exilio que carecían de la información necesaria.
El resultado fue, una alta cifra de prisioneros, innumerables arrestos y una válvula de escape llamada éxodo masivo que inundó las aguas del norte de La Habana, teniendo que ser desviado hacia la Base Naval de Guantánamo por guardacostas norteamericanos hasta su posterior pacto migratorio que determinaría quién tiene los pies secos o mojados. Castro “limpió” el campo y muchos de los opositores que nos quedamos fuimos a parar a prisión poco tiempo después.
Pero el “Maleconazo” fue un espantoso grito desde la oscuridad. Un descubrimiento interno de cada joven de encontrar la libertad que no había conocido desde que nació Fue el escape de la desesperación permanente dentro de cada cubano reprimido. Es una lástima que no supimos encausarlo debidamente. Nos faltó nivel de convocatoria, espontaneidad y experiencia política.
No obstante, otro “maleconazo” todavía pudiera estar pendiente.
Fonte: Identificada en el texto
http://www.cubalibredigital.com
*********************
Publicado 8 de agosto de 2005
Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba - Agosto (www.cubanet.org) - Aquel 5 de agosto de 1994, a una distancia de trescientos metros, vi desde el balcón de mi casa la multitud compuesta de mujeres y hombres doblar por la calle Neptuno. De momento no entendí lo que ocurría. Pensé que se trataba de un acto político del gobierno. Al poco rato supe la verdad: cientos de personas se habían lanzado a las calles habaneras en plena desobediencia civil, de forma espontánea. Gritaban consignas contra el régimen y rompían vidrieras.
Una crónica de la colega Rosa Miriam Elizalde publicada en las páginas del diario Juventud Rebelde siete años después refleja cómo hasta el grupo de periodistas de ese rotativo sintió los temblores del asombro y la sorpresa ante la ola que vieron avanzar por la Avenida del Malecón.
Aclara la comunicadora que "nunca había estado tan cerca de lo que podía ser, literalmente, una guerra". Era cierto. La capital del país estuvo ese día de agosto al borde de una guerra civil. Ella misma, tan incondicional al régimen, se sentía "una gota más en la inmensa ola que desbordó Malecón adentro", y señala que la manifestación ocurrió de manera espontánea, que a los periodistas se les avisó a través de una llamada telefónica porque "algo se agitaba frente a las aguas de la bahía".
Lo que se agitaba era gente sencilla del pueblo, no antisociales, como señaló la prensa después, al lanzarse también a las calles junto a los para-policiales y "verse de pronto debajo de una lluvia de piedras", como explicó en su crónica la joven Elizalde.
"Tengo ante mis ojos -escribió- hombres dispersos, sin rostros, disparando piedras y patadas entre los atónitos transeúntes". Luego narra la llegada de Fidel Castro a "la primera línea de peligro", rodeado, claro está, de los suyos, a los que la periodista llama "río humano".
Termina diciendo en su crónica del año 2001: "Se me ha anclado esa tarde en el recuerdo, de tal manera que me cuesta trabajo ver el Malecón sólo como el bellísimo balcón al mar que es".
También a mí me ocurre igual cuando, a través de mis recuerdos, me veo de pie en el balcón de mi apartamento de la calle Escobar, en Centro Habana, tratando de descifrar qué decían los gritos de la multitud que, casi corriendo, se perdía a lo lejos.
El 5 de agosto de 1994 se ha convertido en una advertencia o amenaza para el régimen castrista, porque es algo que se puede repetir en el momento más inesperado. Es el recuerdo de una sacudida popular, de un combate callejero entre hermanos, propiciado por el gobierno a través de las Brigadas de Respuesta Rápida.
El mes de julio es prueba elocuente de que las masas son impredecibles, que reaccionan como niños, para sorpresa de todos. Pero aquel día 5 de agosto, es cierto, yo también sentí el olor de la guerra en las miserables y deterioradas calles de mi ciudad.
***************
publicado el 5 de agosto de 2002
Tania Díaz Castro
LA HABANA, agosto (www.cubanet.org) - Para la prensa castrista, las únicas manifestaciones populares de rebeldía digna de destacarse son las que suceden en otros países o en otros tiempos. Por estos días se hizo eco de incidentes de campesinos mexicanos, manifestaciones de costarricenses, protestas de comunidades negras de Estados Unidos de América, huelga en demanda de recursos financieros en Ecuador, brotes de violencia en Paraguay, ex prisioneros puertorriqueños que salen de la cárcel y, sobre todo, la manifestación estudiantil ocurrida en Cuba, pero el 27 de enero de 1953. También resaltó la prensa castrista que recorren las calles del ultramarino pueblo Regla sobrevivientes de los asaltos a cuarteles del ejército durante el gobierno de Fulgencio Batista.
Sin embargo, la prensa de Fidel Castro no escribirá ni una sola línea sobre aquel estallido social que tuvo lugar en las calles capitalinas el 5 de agosto de 1994, acción que bien pudo ocasionar una guerra civil o el final del régimen comunista cubano.
Ese 5 de agosto, no hay duda, se llevó a cabo una espontánea demostración de inconformidad popular donde (valga la aclaración) no estuvo presente la oposición pacífica, la cual tampoco contribuyó a que ocurriera la manifestación.
Junto a otros vecinos de la calle Escobar, en el municipio Centro Habana, yo lo vi todo ese día. Primeramente, escuché el rugido humano que crecía por momentos, como si surgiera de las mismas entrañas de la tierra o de las profundidades marinas de la bahía habanera. Luego, una multitud avanzó a gran velocidad y a continuación la torrencial lluvia de piedras, palos y gritos de "¡Libertad, libertad, libertad!"
Sí, aquella tarde de agosto dio fondo para siempre en la mente del cubano de la isla y del exilio, tanto, que no es fácil contemplar o recordar el Malecón con su bahía como un sitio común. Desde ese día él representa un acontecimiento único, una pequeña revolución contra el totalitarismo feroz impuesto por el Partido Comunista de Cuba.
También, por qué no, fue un regalo inolvidable de cumpleaños para el jefe de Estado Fidel Castro Ruz.
Esa fue la primera gran asonada de una sociedad reprimida, cuyas alas están cortadas para que no pueda volar. La segunda e impresionante manifestación en la que también se escucharon gritos de "¡Libertad, libertad, libertad!" ocurrió durante la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba en 1998.
Pero la tercera es a la que más se le teme, no vaya a ser que sea la última, la que acabe con el comunismo en Cuba.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home