miércoles, agosto 30, 2006

LA HISTORIA NO ABSUELVE A LOS DICTADORES NI OLVIDA SUS VÍCTIMAS

La Historia no absuelve a los dictadores ni olvida sus víctimas.




Jorge L,G, Vázquez





Berlín no es solo una ciudad reconstruida sobre los cimientos imperdurables del arte, la ciencia o la filosofía sino también sobre las tumbas de las dictaduras. Las dictaduras tarde o temprano desaparecen. Ellas mismas se ponen la soga al cuello al quitarles la libertad a los pueblos como me dijo un amigo de mi juventud, exiliado por su puesto. La tiranía fascista, después de haber devastado a Europa, fue eliminada militarmente. Las secuelas que dejó son todavía visibles.

La generación que sobrevivió las bombas y los campos de concentración nazis y los millones de judíos, gitanos, polacos y todas las minorías perseguidas no se han podido recuperar del impacto psíquico del fascismo alemán. "Stolpersteine" es el nombre en alemán para unas piezas de bronce con inscripciones, nombres y fechas de los judíos berlineses exterminados por el holocausto. Podemos "tropezar" con ellas si miramos al suelo berlinés. Vestigios de la primera dictadura alemana.

El punto neurálgico-geográfico de la segunda dictadura alemana, la comunista, era Berlín Occidental. El éxodo hacia este sector era masivo. Miles de alemanes abandonaban diariamente el sector soviético en busca de libertad y bienestar. El 13 de agosto de 1961 con la construcción del Muro de Berlín, los comunistas alemanes y rusos pusieron fin a las evasiones.

Muro, alambradas, rejas y balcones tapiados dividieron y destruyeron durante 28 años los destinos, las familias y los sueños de millones de personas. Recuerdo mi primera visita a Berlín en 1981. Desde la torre de televisión en Alexanderplatz se podía obtener una idea de la magnitud de esta obra horrible del comunismo del siglo XX.

El pasado 13 de agosto el muro hubiese cumplido 45 años. Para esta fecha recorro siempre la antigua demarcación y ando tras sus huellas. Fragmentos del muro y señales, a veces laberínticas, nos indican el sendero del Berliner Mauer.

Son momentos para reflexionar. Instantes de silencio, de tristeza pero también de alegría al ver niños jugando al fútbol, jardines, edificios y casas en lugares donde hace 17 años atrás se encontraba este "corredor de la muerte". Paso por la cruz que recuerda el asesinato de Dieter Wohlfahrt, un joven de 20 años masacrado cuando cortaba la alambrada para ayudar a escapar a una familia.

Continúo y llego al Finkenkruger Weg y me detengo ante la cruz de madera que recuerda que el 7 de febrero de 1966 fue asesinado Willi Block. Al intentar escapar quedó enredado en las alambradas. Cuatro disparos mortales pusieron fin a sus sueños.

Restos de dictaduras. Fragmentos de la historia. No tengo duda alguna: La historia no absuelve a los dictadores ni olvida sus víctimas.