miércoles, agosto 23, 2006

LAS LAGRIMAS DE COCODRILO DE RAUL

LAS LAGRIMAS DE COCODRILO DE RAUL



Por Angélica Mora *
Especial para LA NUEVA CUBA
Alaska
E.U.
La Nueva Cuba
Agosto 22, 2006


Recorría el 20 de enero de 1990 una antigua librería en Ciudad de Panamá. Había sido enviada a Panamá por Radio Martí a cubrir la operación "Justa Causa", en la que el dictador Manuel Noriega fue sacado del poder.Entre los libros interesantes que ví en el lugar resaltaba uno muy especial: "Causa 1/89 Fin de la conexión cubana", de la editorial José Martí. Habana/Cuba.

Un tesoro de información. Era palabra por palabra la descripción del juicio al general Arnaldo Ochoa Sánchez, Jorge Martínez Valdés, Antonio de la Guardia Font y Amado Padrón Trujillo, a quienes se les "aplicó la sentencia" en el amanecer del 13 de julio. En la emisora habíamos seguido paso a paso las incidencias de este juicio y el encontrarme seis meses después, un voluminoso libro de casi 500 páginas, donde se daban los pormenores de lo que había sido el escándalo cubano más grande desde que se iniciara la revolución, era una suerte literaria muy grande para mí.

Lo leí cuidadosamente, lo estudié, y lo subrayé y pude gracias a él entender aún más la enorme hipocresía del régimen, que trató de culpar a otros lo que el mismo había fraguado y ordenado.

Los chivos expiatorios estaban allí: Ochoa y un grupo de militares y civiles, entre ellos el vicepresidente del Consejo de Ministros y ministro de Transporte Diocles Torralba. Del MINFAR fueron sometidos a juicio el capitán Jorge Martínez Valdés; el coronel Antonio Rodríguez Estupiñán, ambos ayudantes de Ochoa. Los principales implicados del Ministerio del Interior fueron general de brigada Patricio de la Guardia Font; coronel Antonio de la Guardia Font; teniente coronel Alexis Lago Arocha y mayor Amado Padrón Trujillo. Era la época en que el gobierno de los Estados Unidos tenía pruebas concretas de la participación directa de Cuba en el narcotráfico y diversos documentos implicaban directamente al gobierno de la Habana en la conexión con la droga y vinculaciones con el cartel del narcotraficante colombiano Pablo Escobar Gaviria. El índice divide al libro de la siguiente manera:

Capítulo nueve, el arresto. Capítulo ocho, la vergüenza. Capítulo siete, el compromiso internacional. Capítulo seis, el tribunal de honor. Capítulo cinco, la ley. Capítulo cuatro, el juicio. Capítulo dos, el veredicto. Capítulo uno, la decisión final y Capítulo cero, la ejecución. El libro "Causa 1/89" contiene innumerables contradicciones y el gobierno de Fidel Castro lo hizo desaparecer algunos meses luego de su publicación, según me informaron disidentes en la Isla.
Estas contradicciones las entregaré en crónicas apartes porque en las circunstancias actuales de Cuba creo que merecen que sean analizadas a profundidad.

RAÚL Y SU PIEDAD

Las declaraciones del hermano de Fidel Castro, y hoy designado sucesor del poder en Cuba, durante el juicio presentan a un hombre envidioso y vengativo que ataca en forma feroz a quien fuera un héroe de la patria (quizás por eso) y trata de dar pobres argumentos y justificaciones para lo que ya está dictaminado de antemano, el paredón:

Dice textualmente Raúl en su declaración durante el juicio: "A los que piden clemencia por los méritos de Ochoa -no es nada nuevo lo que digo o diré -ya precisamente el compañero Carlos Rafael Rodríguez acaba de hacer mención de los mismos- les correspondieron oportunamente a los soldados, oficiales y generales que están en Angola. "Los meritos deben ser -dijeron- no un atenuante, sino un agravante."

A los que apelan a los sentimientos y a la lástima debo volver a explicar aquí, por las razones antes expuestas, a los que no participaron en esta reunión del Partido, mencionado anteriormente, que durante 1988 y ante el incremento y complejidad que iba alcanzando la guerra en el sur de Angola, propusimos que al jefe de la Misión Militar cubana en dicho país se le dieran las facultades de jefe de frente en tiempo de guerra y se le permitiera ordenar juicios sumarísimos, para lo que tenía facultad de firmar penas de muerte, según los delitos cometidos.

A través del Ministerio de Justicia, del Presidente del Tribunal Supremo y del Fiscal de la República, se tomaron las medidas correspondientes desde el punto de vista legal, para dar esa facultad de jefe de frente en tiempo de guerra al entonces general de división Ochoa, y él firmó tres sentencias de muerte a jóvenes soldados cubanos por violación y asesinatos de compañeras angolanas. Y para aún así en esas circunstancias la vida de nadie dependiera de un solo hombre allá, se estableció en los instrumentos jurídicos que para esa situación se aprobaron, que yo tenía que ratificar la pena de muerte aquí. Ochoa los llevó a un tribunal sumarísimo, los condenaron a muerte, firmó su sentencia, yo la ratifiqué aquí. Mi mano entonces no tembló porque fue justa la decisión. Hoy tampoco me temblará cuando firme la sentencia que pide el tribunal para los cuatro casos que se nos han traído a esta reunión del Consejo de Estado.

También las madres de estos tres jóvenes pudieron haber pedido clemencia. Si no cumplimos la sentencia, tendríamos que irles a pedir perdón."

LAGRIMAS DE COCODRILO

Lo que presenta en forma más reveladora la calidad humana del reemplazante de Fidel Castro, es la continuación de su exposición en el juicio:

"Como expliqué igualmente en el Pleno anteriormente señalado -ustedes me conocen, saben que no soy un sensiblero- una de estas madrugadas, casi al salir el sol, cuando concluíamos, presididos por Fidel, una larguísima jornada, en los momentos mismos en que veíamos la gravedad del problema por haber descubierto el tema de las drogas, con la cabeza atormentada -como pienso estarían los demás compañeros- con el sueño ausente, mientras me paseaba por mi propio despacho,fui a cepillarme los dientes en el baño que está detrás del mismo y mirándome en el espejo del baño ví que corrían lágrimas por mis mejillas. Como es de suponer, primero me indigné conmigo mismo, inmediatamente me repuse y comprendí en el acto que lloraba por los hijos de Ochoa, a quienes conozco desde que nacieron; lloraba por los hijos de los otros acusados que probablemente serían sancionados a muerte o a largos años de prisión, aun cuando no los conociera; lloraba por sus madres y demás familiares; pero lloraba, por sobre todo, por nuestro pueblo, por esta tonelada de fango que se les echaría encima.

Si no se cumple la sentencia por consideración a los méritos históricos, estaríamos creando un nefasto precedente de impunidad para todos los que en este país -y en esta misma reunión hay unos cuantos- de un modo u otro gozamos de ese reconocimiento por parte del pueblo. Si nos dejamos intimidar por las campañas del enemigo, o cedemos ante las presiones de otros, con independencia de sus motivaciones, cometeríamos un grave error de incalculables consecuencias.

Más de una vez, por temor a esas campañas, o cediendo a presiones, hemos dejado de tomar en nuestro país medidas que hubieran sido muy oportunas y beneficiosas.

No olvidemos que el pueblo lo sabe todo, muchas veces antes que nosotros y casi siempre más que nosotros, sobre lo que anda mal en este país."

OCHOA

Ojalá esas últimas palabras de Raúl Castro en el juicio de Arnaldo Ochoa sean proféticas. Ese pueblo, del que hace mención el heredero y sucesor del poder en Cuba, lo sabe todo y trató de rendir homenaje al héroe de Angola caído por orden del gobierno Ese pueblo no pudo encontrar la tumba en el Cementerio de Colon. Parte de ese mismo pueblo distribuyó hojas de papel en las que se podía leer un número 8 y una A:8A, el apellido de un cubano más, esta vez un caudillo indiscutido de las campañas de Angola, que trató dedar comer a sus tropas cuando no llegaban suministros de Cuba y que murió una víctima más de la tragedia deun país sometido a los caprichos de una clase dominante y definitivamente gastada que ya llega a su fin.


* Angélica Mora, trabajó diez años como periodista en Venezuela. Destacada ante el Congreso y el Palacio de Miraflores por Radio Caracas Radio, Radio Caracas Televisión, bajo la dirección de Rafael Poleo. Fue periodista y luego corresponsal de El Nacional de Caracas. Asimismo, escribió para revistas de el Bloque de Armas. El 28 de junio de 1984 recibió la condecoración Andrés Bello conferida por su labor como corresponsal de Venezuela en Estados Unidos.