XXV CONGRESO INTERNACIONAL DE MATEMÁTICAS
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XXV CONGRESO INTERNACIONAL DE MATEMÁTICAS
Matemáticos del mundo, ¡uníos!
Por Alicia Delibes
El día 22 de este mes de agosto se inaugura en Madrid el XXV Congreso Internacional de Matemáticas. En él se darán cita cerca de 5.000 matemáticos, entre los que estarán las más grandes figuras del mundo.
Estos congresos internacionales se vienen celebrando desde hace más de cien años. Al finalizar el siglo XIX el desarrollo de las Matemáticas había tomado tales dimensiones que resultaba muy difícil conocer las teorías, los descubrimientos y las investigaciones que se estaban realizando. En 1893 el matemático alemán Félix Christian Klein (1845-1925) desde su cátedra de la Universidad de Gotinga, al grito de "matemáticos del mundo, ¡uníos!", trató de convencer a las grandes figuras de las Matemáticas de la necesidad de reunirse periódicamente con el fin de revisar y discutir aquellos problemas en los que se ocupaban. La propuesta de Klein fue aceptada y, cuatro años más tarde, se celebró en Zurich el primer Congreso Internacional de Matemáticas al que asistieron 208 matemáticos de 16 países distintos.
El segundo de estos encuentros tuvo lugar en París el año 1900. Entonces, uno de los matemáticos más conocidos del momento, David Hilbert, ante un expectante auditorio, tras pronunciar la frase que llegó a hacerse mítica, "en matemáticas no hay ignorabimus", dio lectura a la lista de los 23 problemas que deberían ser abordados en el siglo XX.
A partir de entonces cada cuatro años se ha celebrado un Congreso Internacional de Matemáticas. El de 1916 se suspendió a causa de la Primera Guerra Mundial. Más tarde, la Segunda Guerra interrumpió la actividad matemática en Europa y los Congresos Internacionales no se reanudaron hasta 1950.
Desde 1936 en todos los Congresos Internacionales de Matemáticas se hace entrega del mayor galardón al que puede aspirar un matemático profesional, la Medalla Fields. En cada Congreso se pueden entregar hasta cuatro medallas pero siempre el galardonado debe ser un matemático que no haya cumplido los 40 años. La Medalla Fields es, en realidad, el equivalente al Premio Nobel de Matemáticas.
Alfred Nobel, al morir soltero y sin herederos, decidió que se destinara gran parte de su fortuna a la creación de cinco grandes premios para aquellas personas o entidades que hubieran sobresalido por su aportación al bienestar de la humanidad en el campo de la Física, de la Medicina, de la Química, de las Letras o de la paz en el mundo. Sin embargo, nada dejó dicho el "millonario europeo vagabundo", como le llamó Víctor Hugo, de premiar la labor realizada en el campo de las Matemáticas.
Se cree que algo debieron de influir en este "olvido" del químico sueco sus desavenencias con un matemático notable, paisano y contemporáneo suyo, Gösta Mittag-Leffer. Se suele contar que Mittag-Laffer se entrometió en uno de los pocos affaires sentimentales del químico millonario. No se tienen datos que avalen esta teoría, lo que sí parece cierto es que Mittag, que había recibido el encargo de conseguir que Nobel legara parte de su dinero a la Hogskola sueca donde trabajaba, fracasó rotundamente en su misión.
Un matemático canadiense, John Charles Fields (1863-1932) luchó durante toda su vida profesional por la creación de un premio de matemáticas que llenara el vacío dejado por Alfred Nobel. En 1932, en el Congreso Internacional de Matemáticas que se celebró en Zurich, se decidió por fin crear un gran premio de Matemáticas y, en honor al canadiense, se le dio el nombre de Medalla Fields.
Pues bien, el próximo día 22 en la sesión inaugural del XXV Congreso Internacional de Matemáticas, ante 5.000 matemáticos venidos de todas las partes del mundo, el rey Juan Carlos dará a conocer los nombres de los cuatro matemáticos, menores de 40 años, cuyos trabajos ha considerado el Comité designado por la Unión Matemática Internacional que son, actualmente, los que tienen mayor valor científico y más relevancia para el progreso de las Matemáticas.
Pero no serán las cuatro Medallas Fields los únicos galardones que se entregarán en este Congreso. En 1982 se fundó el Premio Nevanlinna para reconocer el mejor trabajo realizado en el terreno de la informática y de las matemáticas aplicadas a las tecnologías de la información y la comunicación. Este premio consiste en una medalla de oro con la imagen del matemático finlandés Rolf Nevanlinna (1895-1980), quien en 1950, siendo rector de la Universidad de Helsinki, introdujo la computación en las universidades finlandesas.
Madrid será también el escenario de la entrega del primer Premio Gauss destinado a los mejores trabajos matemáticos que hayan contribuido al progreso de la tecnología o que tengan repercusión en la mejora de nuestra vida cotidiana. Carl Friedrich Gauss (1777-1855), que fue apodado el "príncipe de las matemáticas", había nacido en una familia modesta y poco instruida y destacó desde muy niño por su pasión y facilidad para las matemáticas. De su vida escolar suele contarse que un día el maestro quiso tener a la clase entretenida haciendo sumas y propuso a los niños que sumaran los cien primeros números. A los pocos segundos el pequeño Gauss dio la solución: 5050. Interrogado por el maestro, explicó haberse dado cuenta de que 1 y 100, 2 y 99, 3 y 98, ........, 50 y 51 siempre sumaban 101 y que, por tanto, el resultado debía ser cincuenta veces 101, es decir 5050.
Mientras terminaba de escribir este artículo veía en la televisión cómo Marta Domínguez se hacía con la medalla de oro en la prueba de 5000 metros de los Campeonatos Europeos de Atletismo que acaban de finalizar en Göteborg. La lucha de Marta por conseguir la victoria consiguió ponerme la carne de gallina y desear con toda mi alma su triunfo. La práctica del atletismo y el estudio de las Matemáticas han ocupado muchos años de mi vida y puedo asegurar que me han producido siempre una enorme satisfacción. Me resulta difícil hablar de matemáticas sin recordar las horas que he pasado totalmente abstraída con la resolución de algún problema y la satisfacción o frustración que siempre me invadía según consiguiera o no su resolución. Igual de difícil se me hace contemplar una carrera entre atletas sin volver a sentir los nervios, la rivalidad, el cansancio y la alegría o tristeza de antaño.
Siempre he creído que existen ciertas similitudes entre hacer atletismo y hacer matemáticas. En ambos casos uno pone a prueba su capacidad, ya sea mental o física. En ambos casos se compite con los rivales pero, sobre todo, se compite con uno mismo para sacar el mayor provecho posible de las propias facultades y de largas horas de entrenamiento.
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