miércoles, agosto 23, 2006

PROYECTOS COMUNISTAS

Proyectos comunistas


Shelyn Rojas

Bitácora Cubana, 22 de agosto de 2006 - La Habana

– Después de diez meses de estudios, los jóvenes descansan en los meses de julio y agosto. Aprovechan para salir a pasear, o al menos, eso es lo que intentan. En la isla no existen muchos lugares de paseo ni diversión para ellos.

El antiguo parque Lenin está cerrado hasta próximo aviso. En la mayoría de las discotecas, la entrada y el consumo son en moneda libremente convertible, CUC.

Un paseo por cualquier lugar, lejos de ser entretenido, puede resultar tedioso -en el mejor de los casos- a causa del transporte; peligroso por los asaltos o terminar sentado largas horas en un banco de cualquier unidad policíaca a causa de un policía que te pide la identificación y te acuse de estar lejos de tu vivienda.

Gran parte de las playas de Varadero son para los extranjeros.

Sólo queda la alternativa del Campismo Popular. Estos se crearon hace 25 años, cuando las casas en las playas fueron destinadas a organismos y centros de trabajos.

Para conseguir reservación en un campismo es necesario presentar una carta de buen estudiante que especifique que participas en las tareas revolucionarias y que eres miembro de la FEEM (Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media). Si no, algún amiguito que pida la reservación y te invite.

La alternativa de transportarte a los campismos en el tren que sale de Casa Blanca a Matanzas es el más seguro. Existe un servicio de ómnibus junto a las reservaciones, el cual no te garantizan por falta de “combustible”.

El convoy destinado a este recorrido es muy parecido a los tranvías. Son cinco vagones. A algunos de los asientos le faltan los espaldares y a otros la parte de sentarte. Están diseñados para dos pasajeros. Las reglas se rompen por la cantidad de personal. Las ventanillas están llenas de suciedad. Hay poco fresco y ventilación: problemas del diseño.

Los vagones se alumbran con tubos de luz fría, opacos y a punto de fundirse. Cuando el tren hace algún corte con el cable, las luces se apagan y al rato vuelven a prenderse, así es en toda la trayectoria.

Muy similares a los famosos camellos que transitan por la cuidad, van repleto de personas.

La terrible odisea es hasta la parada de Canasí, a varios kilómetros de los campismos. Allí hay un tractor con una carreta que cobra 10 pesos por persona. Es la única opción, de lo contrario a caminar.

Las cabañas de una sola habitación, baño y cocina, son de construcción rústica, apenas sin terminado y los techos de tejas de fibrocemento, agujereado.

En la cabaña número 70 del campismo La Laguna reina el comején. Las ventanas hay que asegúralas al abrirlas, tienden a caerse. En la puerta te dan la bienvenida más de una decena de cucarachas. Emilio, uno de los jóvenes campistas, regresó al día siguiente para su hogar, aterrado por las cucarachas, los mosquitos y otros insectos.

El servicio sanitario no tiene lavamanos. Por el piso del baño corren los orines que se filtran por debajo del inodoro.

Por esos días, la piscina estaba vacía, sólo estaba disponible la del campismo contiguo.

Una sola piscina para tres complejos. Por la tarde la piscina se tornó de un color verde amarillo extraño. El agua para bañarse tenía un horario, la comida también. El menú no variaba. Una ración por persona de arroz amarillo con “pollo”.

Sin embargo, en el campismo Los Cocos no te dejan entrar. Es sólo para extranjeros, funcionarios y trabajadores vanguardias. Desde lejos se divisa la diferencia de la construcción de sus cabañas de hormigón y los aires acondicionados.

“Panoramas”, comentaba con “el Cuco” -otros jóvenes del grupo- los problemas que hay en el lugar.

Una señora de edad avanzada que lo escuchaba se aproximó a ellos y a gritos le respondió que no le permitiría esos comentarios, que aquello era “un proyecto comunista para la juventud”.

Estas experiencias las vivieron muchachos de la barriada de Lawton, quienes decidieron regresar antes de lo previsto.

Por supuesto, no regresarían en tren. Prefirieron hacerlo por las carreteras, a la deriva, pidiendo aventones a camiones de carga. Era preferible y más seguro.