RECTIFICACIÓN IMPRESCINDIBLE
El Fidel Castro que yo conozco
Por Gabriel García Márquez
Rectificación imprescindible, por Wenceslao Cruz Blanco
SU devoción por la palabra. Su poder de seducción. Va a buscar los problemas donde estén. Los ímpetus de la inspiración son propios de su estilo. Los libros reflejan muy bien la amplitud de sus gustos. Dejó de fumar para tener la autoridad moral para combatir el tabaquismo. Le gusta preparar las recetas de cocina con una especie de fervor científico. Se mantiene en excelentes condiciones físicas con varias horas de gimnasia diaria y de natación frecuente. Paciencia invencible. Disciplina férrea. La fuerza de la imaginación lo arrastra a los imprevistos. Tan importante como aprender a trabajar es aprender a descansar.
SU devoción por la palabra propia y su poco respeto a la ajena. Su poder de imposición. Busca los problemas donde no los hay. Su estilo se inspira en la más rancia demagogia. Entre sus libros de cabecera sigue su preferido “Mein Kampf” (Mi Lucha) de Adolf Hitler. Le prohibió al cubano fumar el mejor tabaco (puro) del mundo para destinarlo todo a la exportación. Es quien dice que puede y lo que no puede comer por más de 47 años al pueblo cubano mediante una libreta de racionamiento. Se babea, se tropieza, chochea y da con total arrogancia sus propios partes médicos. Ira frecuente. Exige sacrificios. Su imaginación la confunde con la realidad. Mientras les impone “domingos rojos” a los cubanos se va de pesca en su “Blue Bird” (yate privado de 3 plantas) junto a su mejor amigo, García Márquez.
Fatigado de conversar, descansa conversando. Escribe bien y le gusta hacerlo. El mayor estímulo de su vida es la emoción al riesgo. La tribuna de improvisador parece ser su medio ecológico perfecto. Empieza siempre con voz casi inaudible, con un rumbo incierto, pero aprovecha cualquier destello para ir ganando terreno, palmo a palmo, hasta que da una especie de gran zarpazo y se apodera de la audiencia. Es la inspiración: el estado de gracia irresistible y deslumbrante, que sólo niegan quienes no han tenido la gloria de vivirlo. Es el antidogmático por excelencia.
Dialoga haciendo monólogos. “La Historia Me Absolverá” fue la única y monótona obra literaria que se le atribuye, donde vagamente plagió el discurso de Hitler en Munich de febrero de 1924, aunque algunos que lo conocieron aseguran que fue redactado por el Dr. Jorge Mañach. El mayor estímulo de su vida es el poder y no le importó en su juventud dispararle por la espalda a Leonel Gómez por ser un contrincante político, prefiere arriesgar la vida ajena a la propia. Su medio ecológico perfecto es donde no haya una voz discordante a la suya. Obliga a los cubanos a ir a sus discursos, los saca de los centros de trabajos y de las escuelas y si es domingo los moviliza desde los CDR presentes en cada calle cubana. Es la pura demagogia: el estado de quien utiliza la mentira como la luz de los atrapamoscas, sólo trae oscuridad y muerte, que sólo niegan quienes no han tenido la desgracia de sufrirlo. Es el dogmático por excelencia.
José Martí es su autor de cabecera y ha tenido el talento de incorporar su ideario al torrente sanguíneo de una revolución marxista. La esencia de su propio pensamiento podría estar en la certidumbre de que hacer trabajo de masas es fundamentalmente ocuparse de los individuos.
Primo de Rivera, Adolf Hitler y Stalin son sus autores de cabecera y ha incorporado sus técnicas de poder y represión para mantenerse en el poder por medio siglo. La esencia de su propio pensamiento es estar en la certidumbre de que quitarle la libertad a los individuos es la garantía de su permanencia en el poder.
Esto podría explicar su confianza absoluta en el contacto directo. Tiene un idioma para cada ocasión y un modo distinto de persuasión según los distintos interlocutores. Sabe situarse en el nivel de cada uno y dispone de una información vasta y variada que le permite moverse con facilidad en cualquier medio. Una cosa se sabe con seguridad: esté donde esté, como esté y con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar. Su actitud ante la derrota, aun en los actos mínimos de la vida cotidiana, parece obedecer a una lógica privada: ni siquiera la admite, y no tiene un minuto de sosiego mientras no logra invertir los términos y convertirla en victoria. Nadie puede ser más obsesivo que él cuando se ha propuesto llegar a fondo a cualquier cosa. No hay un proyecto colosal o milimétrico, en el que no se empeñe con una pasión encarnizada. Y en especial si tiene que enfrentarse a la adversidad. Nunca como entonces parece de mejor talante, de mejor humor. Alguien que cree conocerlo bien le dijo: Las cosas deben andar muy mal, porque usted está rozagante.
Esto podría explicar su confianza absoluta en la efectividad de asesinatos y masacres como las del Remolcador “13 de Marzo” o la de Hermanos al Rescate. Aunque habla sólo el idioma de los hipócritas, tiene acólitos, entiéndase comunistas, grupos terroristas y demás grupos y partidos internacionales afines. Su narcisismo sólo le permite situarse por encima del otro y sólo admite preguntas primeramente filtradas que le permitan sentirse seguro. Una cosa se sabe con seguridad: Fidel Castro sólo estará donde le vitoreen, sólo estará con quien le adule. Nunca admite derrotas, pues su único fin es mantenerse en el poder y eso lo ha logrado con sobresaliente. Esa ha sido, es y será su única obsesión. Se inventa enemigos para tener un discurso que justifique su incapacidad para lograr algo. Es cuando se siente realizado. La gran mayoría del pueblo cubano que lo sufre por 47 años dice de él que es un tirano.
Las reiteraciones son uno de sus modos de trabajar. Ej.: El tema de la deuda externa de América Latina, había aparecido por primera vez en sus conversaciones desde hacía unos dos años, y había ido evolucionando, ramificándose, profundizándose. Lo primero que dijo, como una simple conclusión aritmética, era que la deuda era impagable. Después aparecieron los hallazgos escalonados: Las repercusiones de la deuda en la economía de los países, su impacto político y social, su influencia decisiva en las relaciones internacionales, su importancia providencial para una política unitaria de América Latina... hasta lograr una visión totalizadora, la que expuso en una reunión internacional convocada al efecto y que el tiempo se ha encargado de demostrar.
Es un cínico. Mientras alienta a otros que no paguen su deuda externa y critica el comercio de América Latina con los Estados Unidos, el paga la suya al contado y pide le permitan comerciar con quien él expropio y al que considera su enemigo. Su deuda sí es impagable con la antigua URSS pero más impagable la que tiene con su propio pueblo, a quien ha traicionado y humillado.
Su más rara virtud de político es esa facultad de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas... pero esa facultad no la ejerce por iluminación, sino como resultado de un raciocinio arduo y tenaz. Su auxiliar supremo es la memoria y la usa hasta el abuso para sustentar discursos o charlas privadas con raciocinios abrumadores y operaciones aritméticas de una rapidez increíble.
Su más extraña virtud es haber logrado que, aún después de décadas en el poder de forma tiránica, hasta la jerarquía católica de la isla pierda la memoria y rece por la propia recuperación de quien le ha reprimido, le ha expropiado escuelas (algunas convertidas en el centro más importante donde se efectúan torturas, como el centro de seminaristas de los Hermanos Maristas) y demás propiedades, obligó al exilio a decenas de sacerdotes y millones de fieles, y eso sin tener en cuenta las vidas que aún siguen perdiéndose de cubanos que en su desesperación siguen echándose al mar en busca de una libertad negada por tanto tiempo.
Requiere el auxilio de una información incesante, bien masticada y digerida. Su tarea de acumulación informativa principia desde que despierta. Desayuna con no menos de 200 páginas de noticias del mundo entero. Durante el día le hacen llegar informaciones urgentes donde esté, calcula que cada día tiene que leer unos 50 documentos, a eso hay que agregar los informes de los servicios oficiales y de sus visitantes y todo cuanto pueda interesar a su curiosidad infinita.
Está al tanto de sus organismos represivos que le proporcionan la seguridad que necesita. Su aparato represivo la integran las llamadas organizaciones de masas que registran de forma incesante y detallada toda la información de cada ciudadano, sus hábitos, sus amistades, quien le visita, con quien del exterior establece correspondencia.
Las respuestas tienen que ser exactas, pues es capaz de descubrir la mínima contradicción de una frase casual. Otra fuente de vital información son los libros. Es un lector voraz. Nadie se explica cómo le alcanza el tiempo ni de qué método se sirve para leer tanto y con tanta rapidez, aunque él insiste en que no tiene ninguno en especial. Muchas veces se ha llevado un libro en la madrugada y a la mañana siguiente lo comenta. Lee el inglés pero no lo habla. Prefiere leer en castellano y a cualquier hora está dispuesto a leer un papel con letra que le caiga en las manos. Es lector habitual de temas económicos e históricos. Es un buen lector de literatura y la sigue con atención.
Su actuar está tan lleno de contradicciones con lo que expresa que es difícil ver equivocación o ignorancia donde sólo habita el cinismo y la hipocresía. Le tiene tanto miedo a la información libre que encarcela por décadas a periodistas independientes o a quienes distribuyen libros que para él son lecturas apócrifas para su evangelio de despotismo y entre las que se encuentra la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Tiene la costumbre de los interrogatorios rápidos. Preguntas sucesivas que él hace en ráfagas instantáneas hasta descubrir el por qué del por qué del por qué final. Cuando un visitante de América Latina le dio un dato apresurado sobre el consumo de arroz de sus compatriotas, él hizo sus cálculos mentales y dijo: Qué raro, que cada uno se come cuatro libras de arroz al día. Su táctica maestra es preguntar sobre cosas que sabe, para confirmar sus datos. Y en algunos casos para medir el calibre de su interlocutor, y tratarlo en consecuencia.
Tiene la costumbre de ir por lo seguro. Sólo pregunta cosas que leyó horas antes o conoce, para así agregar algo nuevo y alimentar su ego narcisista. Elige a sus interlocutores y se convierte en su profesor. Todavía está en el recuerdo como “instruía” al director del Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología de Cuba, el doctor José Rubiera, durante el paso de un devastador ciclón que pasaba por Cuba.
No pierde ocasión de informarse. Durante la guerra de Angola describió una batalla con tal minuciosidad en una recepción oficial, que costó trabajo convencer a un diplomático europeo de que Fidel Castro no había participado en ella. El relato que hizo de la captura y asesinato del Che, el que hizo del asalto de la Moneda y de la muerte de Salvador Allende o el que hizo de los estragos del ciclón Flora, eran grandes reportajes hablados.
Ha intervenido militarmente en conflictos internacionales, entre los que destacó la guerra de Angola por los miles de jóvenes reclutas cubanos que perdieron la vida. La poca importancia que le da la a la vida ajena, la facilidad con la que la expone, contrasta con la aparatosa escolta que lo acompaña a cada sitio que visita. Su implicación sospechada en la captura del Che y, según recientes declaraciones de ex agentes cubanos, en la muerte de Salvador Allende, no le ha impedido en ningún momento utilizarlos para su propaganda internacional para convertir en ídolos, a simples asesinos y cobardes.
Su visión de América Latina en el porvenir, es la misma de Bolívar y Martí, una comunidad integral y autónoma, capaz de mover el destino del mundo. El país del cual sabe más después de Cuba, es Estados Unidos. Conoce a fondo la índole de su gente, sus estructuras de poder, las segundas intenciones de sus gobiernos, y esto le ha ayudado a sortear la tormenta incesante del bloqueo.
Siempre ha intentado exportar su sistema a toda América Latina por la fuerza y el terrorismo. La creación de la Tricontinental fue la plataforma desde donde se formaron las narcoguerrillas que aún azotan Colombia o las que sufrieron en el Salvador, Guatemala y demás países latinoamericanos. Se ha vendido y ha sido aceptado por la mayor parte de la comunidad internacional como un gobierno víctima y sólo ha sido el más cruel victimario de su propio pueblo.
En una entrevista de varias horas, se detiene en cada tema, se aventura por sus vericuetos menos pensados sin descuidar jamás la precisión, consciente de que una sola palabra mal usada puede causar estragos irreparables. Jamás ha rehusado contestar ninguna pregunta, por provocadora que sea, ni ha perdido nunca la paciencia. Sobre los que le escamotean la verdad por no causarle más preocupaciones de las que tiene: El lo sabe. A un funcionario que lo hizo le dijo: Me ocultan verdades por no inquietarme, pero cuando por fin las descubra me moriré por la impresión de enfrentarme a tantas verdades que han dejado de decirme. Las más graves, sin embargo, son las verdades que se le ocultan para encubrir deficiencias, pues al lado de los enormes logros que sustentan la Revolución los logros políticos, científicos, deportivos, culturales, hay una incompetencia burocrática colosal que afecta a casi todos los órdenes de la vida diaria, y en especial a la felicidad doméstica.
Siempre exige a los periodistas oficialistas cubanos las preguntas que le van a hacer previamente, sobre todo si van a ser expresadas en directo. Es irascible con enorme facilidad. Le encanta oírse a sí mismo y nadie se atreve a contradecirle, pues sabe que pesa en ellos la defenestración y el ostracismo para quien se atreva, como ocurrió con el ministro de la industria azucarera cubana Orlando Borrego Díaz, persona muy cercana al Ché que se atrevió a cuestionar y advertir del fracaso de la llamada zafra de los 10 millones.
Cuando habla con la gente de la calle, la conversación recobra la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales. Lo llaman: Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con un canal de transmisión inmediata por donde circula la verdad a borbotones. Es entonces que se descubre al ser humano insólito, que el resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo conocer: Un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal.
Le encanta darse baño de masas, para los que despliega un potente dispositivo de seguridad y prensa oficial que retransmitirá en diferido por si se presenta algún inconveniente. Son llevados a su presencia trabajadores destacados o chivatos como pago por los servicios “revolucionarios”, o sea a él. Las costumbres austeras de Castro van desde tener decenas de mansiones en Cuba, yates hasta una buena mesa con un buen vino de cientos de dólares, y langostas y peces que le costarían a un sencillo trabajador cubano años de prisión. Numerosas sentencias con largos períodos de cárcel ha habido en Cuba por poseer una libra de langosta o camarón, aún cuando hayan sido obtenida por medios rudimentarios propios.
Sueña con que sus científicos encuentren la medicina final contra el cáncer y ha creado una política exterior de potencia mundial, en una isla 84 veces más pequeña que su enemigo principal. Tiene la convicción de que el logro mayor del ser humano es la buena formación de su conciencia y que los estímulos morales, más que los materiales, son capaces de cambiar el mundo y empujar la historia.
Le tiene tanto miedo a la muerte que creó el Club de los 120 años donde analiza la longevidad de quienes vivieron mayormente sus vidas con otro sistema socio-económico y político, pues los que hayan nacido con la libreta de racionamiento comunista es muy poco probable alcancen cotas de edad elevadas. A bombo y platillo hace una propaganda de una atención médica y medicamentos milagrosos a las que su pueblo no tiene acceso. Existen farmacias para cubanos y farmacias para extranjeros. Evidentemente las de extranjeros no falta nada, pero las destinadas al cubano carecen de todo, están vacías. A un cubano le ocasiona más dolor de cabeza conseguir comprar una simple aspirina que sufrir estoicamente un ataque de migraña fuerte. Para Castro es imprescindible que existan los estímulos fáciles y vacíos a los que llama "morales" ¿Es que acaso otra cosa puede dar un sistema que se ha demostrado ineficaz para crear bienes materiales? Eso sí, es el sistema idóneo para garantizar una larga permanencia en el poder a los de espíritu caudillista.
Lo he oído en sus escasas horas de añoranza a la vida, evocar las cosas que hubiera podido hacer de otro modo para ganarle más tiempo a la vida. Al verlo muy abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, le pregunté qué era lo que más quisiera hacer en este mundo, y me contestó de inmediato: pararme en una esquina.
Tanto mal le ha hecho Castro a su pueblo que no sabe de donde sacar la valentía necesaria para pararse en una esquina si no va acompañado de su armamento pesado y su escolta. Tantas promesas incumplidas pesan sobre sus hombros, tantas traiciones, tantas vidas inocentes que sólo los escritores de la excelencia literaria de García Márquez pero con igual proporción de escasez moral lo pueden tener de amigo.
Madrid 07-08-2006 Wenceslao Cruz Blanco
1 Comments:
Lay, me he sorprendido bastante de tus dòtes de reportero, creo que lo haces bastante bien. Ademàs de saber computaciòn,eres un Feroz anticastrista, en eso coencidimos, saludos de los Pinos
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