BALAS EN EL DIRECTO
Tomado de El Nuevo Herald.com
Balas en el directo
Por Raúl Rivero
Madrid -- José Stalin acaba de desplumar una gallina negra y la suelta en la nieve de Moscú. El animal da unos pasos hacia ninguna parte y regresa a refugiarse del frío en las botas oscuras de su torturador. Con ese ceremonial el dictador explicaba su filosofía para tratar al pueblo ruso. Como esa gallina negra ha comenzado a actuar alguna gente en Cuba.
Ya aparecen, con sus rostros congestionados de odio y desconcierto, ante las cámaras oportunamente convocadas de la televisión oficial en los grupos que han salido a las calles o se reúnen en centros de trabajos para reafirmar su fidelidad sin riberas, en sesiones de histeria y agonía, a quienes los han convertido en seres humanos histéricos y agónicos.
Se ven, aquí y allá, a los oficiales (de civil y uniformados) que pastorean esas demostraciones. Se ve a la gallina que busca calor, en los inflamados discursos de los pequeños cuadros municipales y del nivel de cuadra que con sus piezas oratorias inflamadas y amenazadoras anuncian la aplicación de toda la fuerza contra los que quieran manifestarse en contra del gobierno o sólo expresar un poco de alegría por el clima general que allí se vive.
Es una atmósfera de alta tensión. Un entorno que los rufianes que están en el poder alimentan con combustibles de alto octanaje. Con miedos inducidos, con peligros inventados para mantener a las aves de corral bajo control y en disposición de seguir en las trincheras de las ruinas.
Hay que fijarse bien en las escenas que difunden. Son planos, a veces, de cierto patetismo. He visto a una oficial de las aduanas que se seca las lágrimas con un gesto violento, mientras el que está en su minuto de gloria ante el micrófono criminaliza, mata, cocina y se sirve a una mesa al enemigo.
Se publican reseñas donde ya hay quien ha pedido cartuchos y fusiles, como si la gravedad o la muerte de Fidel Castro y el pantano de estiércol donde ha metido a Cuba se disolviera con una guerra fratricida. Como si con unos tiros al aire y el olor de la pólvora se pudiera ahuyentar al escuadrón de los espíritus que lo lleva a paso de ganso hacia la tumba.
Los voceros del cartel de La Habana convocan a destruir el enemigo: las fuerzas del imperio y el exilio cubano. Pero esos objetivos están lejos y, además se pueden defender. La convocatoria es pura demagogia, fragor de propaganda.
¿Quién es el enemigo entonces? ¿De quién hablan en realidad, para quiénes son las balas que reclaman las gallinas negras? ¿Quién está ahí, con nombre y apellidos, con fotos y detalles, con dirección postal, frente a la dictadura, sin pistolas, a fuerza de verdad y de civismo?
Pues sí, la oposición pacífica. La disidencia acorralada desde hace mucho tiempo. Filmada y bajo los ojos de las brigadas de informantes. En el punto de mira de las pistolas y las carabinas más peligrosas hoy porque hay temblores.
Son todos ellos. Desde los más conocidos y destacados hasta el más humilde activista que vive acosado en un batey o en un caserío en una provincia. Ellos y los presos. Los centenares de presos políticos indefensos en los calabozos. Encerrados y enfermos, mal alimentados, sin información. Expuestos al rencor, las frustraciones y el miedo dirigido por quienes miran, desde el lunes, de otra manera los relojes y los almanaques.
Ellos, la disidencia interna y los presos políticos, son los que están en la zona de riesgo y de peligro. Hay que hablar de ellos, mencionarlos, tenerlos presentes todos los días, para salvarlos de la cobardía de las gallinas negras y de otros animales.
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