EL ¨PODER POPULAR CUBANO ¨ANTE UNA SILLA VACIA
El 'poder popular cubano' ante una silla vacía
Por Gerardo E. Martínez-Solanas
La Asamblea Nacional del Poder Popular cerró su período de sesiones el viernes 22 de diciembre. Su sesión de apertura había sido el lunes 18. Así de breves son los esfuerzos legislativos en la Cuba castrista.
La prensa internacional y quienes esperaban el indicio de algún cambio alimentaban expectativas inconfesadas, por dos razones que serían decisivas en otras circunstancias más razonables y democráticas. Primero, porque el gobernante vitalicio había desaparecido tras 48 años como monarca ''insustituible'' y máximo líder de una ''irrevocable'' revolución permanente, es decir, una revolución eternizada porque su dinámica nunca cristaliza en soluciones ni políticas coherentes.
Segundo, porque la Asamblea Nacional ''es el órgano supremo del poder del Estado. Representa y ejerce la voluntad soberana de todo el pueblo a través de los diputados'', según proclama la Constitución cubana que, además, asigna al ''parlamento'' potestad para destituir al Consejo de Estado y elegir otro renovado.
Sin embargo, la mayor parte de las sesiones de trabajo fueron a puertas cerradas. La prensa extranjera no tuvo acceso a ellas y los medios de información cubanos --todos controlados por el Estado-- sólo daban breves partes, trasmitiendo al exterior segmentos que no coincidían con los trasmitidos para el interior.
Pero si un observador ávido e interesado acude a la página de la Asamblea en la web, tampoco allí encuentra gran información: no publican nada sobre las actas, proyectos de resolución o de ley; ni cómo ni por cuántos votos fueron aprobados los mismos, nada en absoluto sobre la agenda de las reuniones. Muy poco, en fin, salvo un intrascendente resumen publicado el 23 de diciembre sobre el episodio legislativo.
Entre lo poco visto, se mostró la sala del plenario con un sillón vacío, aparentemente la obra del ''convidado de piedra'' que ahora escenifica la dirigencia cubana. Frente a éste, un escuálido número del periódico Granma, algunos documentos, una botella de agua y un micrófono. Era el asiento reservado al líder ''insustituible'', en el que Raúl Castro, en un discurso anterior a esta sesión, puntualizó que sólo podrá sentarse el Partido Comunista en pleno. Evidentemente una opción alucinante. Este ''heredero'', a su izquierda, en uniforme de general, fue el único ''diputado'' que hizo uso de la palabra, aparte de los miembros de la presidencia. Por supuesto, no hubo debates.
El presidente de la Asamblea, Ricardo Alarcón, profirió ocasionales vivas a Fidel, a Raúl, a la revolución, en fin, lo habitual: continuismo y sumisión a los poderes que deciden a puertas cerradas. ¿Se desaprovechaba ese momento tan oportuno para proponer un cambio e introducir iniciativas progresistas y renovadoras? Era de esperar. Todos los diputados son testaferros del régimen totalitario; fueron elegidos a ese fantasma legislativo mediante una lista única promovida por las organizaciones de masas dirigidas por personeros del Partido Comunista.
Habría sido ingenuo esperar otra cosa de quienes no están acostumbrados a tomar decisiones propias.
Economista y politólogo, ex funcionario de las Naciones Unidas.
© Firmas Press
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