LA ¨CONJURA ¨DE LA IGLESIA CATÓLICA CUBANA
Tomado de Cuba Encuentro.com
La 'conjura' de la Iglesia
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¿Por qué quienes rechazan el 'poder católico' quieren que éste se involucre en la política interna cubana?
jueves 4 de enero de 2007 6:00:00
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Por Orlando Rivero
Los Angeles
La Iglesia Católica ha sido objeto de atención en las páginas de este diario. Es una de las instituciones que goza del privilegio de ser siempre actual a los fines de la especulación, la intriga y el ataque, en especial si se trata de aquellos que, con todo derecho, no pertenecen a la grey y que, con más derecho aún, se permiten hablar y escribir sobre lo que ignoran, en especial si no están obligados a probar lo que dicen.
Me refiero al texto publicado días atrás en la sección 'Se dice que…', de Encuentro en la Red, bajo el título de Preocupación en la Iglesia cubana por nuevos obispos 'sin compromiso' con la situación política. La tendencia de hablar y escribir sin pruebas y sin seriedad acerca de la Iglesia —o en su contra— es compartida por medios de prensa, interesados —al parecer— en crear un estado de opinión sobre de la disociación entre los fieles y la jerarquía, y las discrepancias y acomodamientos políticos dentro de la propia jerarquía.
En el artículo de marras se critica a la Iglesia Católica de Cuba por su falta de compromiso con los cambios políticos y, más recientemente, por su tendencia a retraerse al espacio de los templos y las diócesis y no respaldar a los laicos en su posición anticastrista o, simplemente, a favor del cambio político.
Francamente, si no fuera porque el calendario indica que estamos en 2007, algunas de las noticias y comentarios denotan un persistente y arcaico viso de liberalismo anticlerical decimonónico o, quizás, de cierto radicalismo antirreligioso de los tiempos de la II República española que no se corresponde con la realidad de la Iglesia Católica a la que se está criticando. ¡Ese mismo anticlericalismo pedía, desde finales del siglo XVIII, que la Iglesia y la religión se replegaran a los templos y a la vida privada, y que renunciaran al espacio público!
Iglesia, secularidad y política
En España, la Iglesia y el tema religioso de corte católico está bajo intensa presión por parte los medios, al calor de las políticas seguidas por el actual gobierno socialista. De modo similar, el debate acerca del papel de la religión en la vida política, y el tradicional temor a la Iglesia católica, sigue figurando prominentemente en la sociedad norteamericana.
Conflictos constantes existen en toda América Latina entre las fuerzas políticas que quieren utilizar a la Iglesia y las que quieren excluirla, según sus intereses, como en Venezuela, Bolivia, Chile, Colombia o México. Durante largo tiempo, muchos entendieron que catolicismo, reacción, derechismo y dictadura eran sinónimos. Para otros, la Iglesia ha sido la transformación espiritual y vital que les ha lanzado al servicio de su familia, de su comunidad y del mundo.
Dentro de la Iglesia cubana existen personas a favor y en contra del régimen, al igual que hay indiferentes e indecisos. A todos tiene la Iglesia que dar un espacio. Se olvida —o no "se dice"— que la Iglesia ha sido la única institución no estatal que ha militado con firmeza y abiertamente en contra de muchas políticas del gobierno cubano. Ha sido la Iglesia quien ha dado y creado espacios efectivos para el pensamiento político, económico, filosófico, moral, estético, y ha fomentado la creación de medios de prensa no gubernamentales, bibliotecas, y centros de investigación.
En La Habana por ejemplo, la Iglesia ha creado la casa laical con una biblioteca de ciencias sociales y teológicas abierta al público. Allí se imparten ciclos de cines, de conferencias, de formación cívica y religiosa. El colegio de la Inmaculada Concepción es un centro de formación filosófica y eclesial para religiosos y laicos, como también lo es el Aula de Humanidades Fray Bartolomé de las Casas en San Juan de Letrán en El Vedado.
Adicionalmente, se publican las revistas Palabra Nueva, Vivarium, y hasta la más sencilla hojita dominical Vida Cristiana. La diócesis mantiene una Pastoral Penitenciaria para atender y apoyar a los presos y a sus familias. Existe, con el apoyo de la Iglesia, un pequeño movimiento obrero católico, una organización católica universitaria, algunas agrupaciones pequeñas de profesionales (médicos, pedagogos, periodistas, etc.). En la iglesia de Santa Rita, en Miramar, asisten a misa las Damas de Blanco, piden por los presos políticos, y desde allí salen a hacer sus caminatas. En cualquier iglesia habanera lo mismo se ofrecen misas por muertos tan disímiles como Arnaldo Ochoa, Tony de la Guardia y Celia Sánchez, que Fulgencio Batista, Ramón Grau San Martín y Carlos Prío.
La Iglesia ha sido el puente a través del cual muchos, que hoy se encuentran en el exilio, comenzaron una vida intelectual, política y literaria fuera de la sombra del gobierno, y, en no pocas ocasiones, entablaron relaciones con intelectuales y personalidades que luego facilitaron su salida de Cuba y su establecimiento en otras tierras. La Iglesia ha sido el espacio donde podía escucharse la palabra libertad cuando decirla en la calle era casi un delito. Eso no debería olvidarse.
Como tampoco debería olvidarse que, cuando la mayoría consentía o callaba ante los cambios terribles de los años 1960 y 1970, fue la Iglesia católica la que alzó públicamente su voz para denunciar el experimento revolucionario contrario a la libertad. Y no para oponerse a los cambios sociales necesarios y beneficiosos para el país y las personas más necesitadas, sino para indicar el peligro real de la pérdida de la libertad y destrucción de los valores democráticos.
Esos actos costaron caro no sólo a la jerarquía —apelativo cuyo uso y abuso comparten tanto el gobierno de La Habana como los que gratuitamente difunden un secularismo anticatólico—, sino también a los laicos. La Iglesia tuvo el valor de hablar cuando otros no podían, o no querían.
El valor no ha sido privativo de obispos como Pérez Serantes y su sucesor Meurice Estiú. Tan legítima es esa postura como muchas otras menos públicas, y —aparentemente— menos políticas, como asistir a misa cuando era sinónimo de contrarrevolución, y pocos se atrevían a entrar a una iglesia, llevar una cruz o una medalla al cuello en la escuela; cuando el Estado era ateísta, y enseñar en secreto el catecismo y las oraciones a los nietos, o pedir un responso en el cementerio de Colón para un familiar difunto, era un delito. Cuando los presos, los homosexuales y los opositores en general eran rechazados y perseguidos, encontraron en la Iglesia un espacio de tolerancia.
Poder y manipulaciones
Se dice que la Iglesia se aparta de la confrontación política, seguramente porque quienes echan a rodar la especie presuponen que todos los fieles católicos y todo el pueblo cubano desean la confrontación con el gobierno. Muchos esperan y desean que la Iglesia sea una especie de mediadora, otros quieren en la Iglesia un garante de la transición, otros un agente directo del cambio social y político. Pero los deseos no siempre concuerdan con la realidad.
La Iglesia no tiene por qué ser mediadora, garante ni agente de una transición política ni de un cambio político. ¿Con qué cuenta la Iglesia cubana para hacer eso? En los años 1990, el padre Marciano, de la Orden de los Carmelitas en La Habana, escribió un formidable análisis acerca del papel de la Iglesia en la sociedad cubana y en el cambio político. Ese análisis, en esencia, sigue siendo certero y meridiano. Es una verdadera pena que no se divulgue más.
La mediación política de la Iglesia Católica dentro de la sociedad cubana no puede conducir al hundimiento de una laboral pastoral y social eficaz —que es la primera tarea de la Iglesia, y que ha sido el resultado de tantos esfuerzos por mantenerse como institución independiente en medio de un régimen totalitario.
¿Qué propiedades tiene la Iglesia cubana? Los templos, las casas parroquiales y algunos conventos y hospitales pertenecientes a las órdenes y congregaciones religiosas, además de los automóviles, mobiliario y cuentas bancarias que puedan tener. No tiene grandes fincas, ni colegios, ni universidades, ni fundaciones, ni palacios, ni reciben donaciones millonarias de sus fieles. No es la Iglesia de los ricos, porque esos —realmente— o no existen en Cuba, o no son fieles de la Iglesia.
Si la Iglesia no tiene propiedades, ni poder económico efectivo —como el que tenía antes de 1960, o como el que sigue teniendo en otros lugares—, ¿cómo puede influir en el devenir de la sociedad cubana? Si la Iglesia dice una cosa y la feligresía hace lo que desea, ¿cómo puede la Iglesia convertirse en líder de un grupo que malamente empieza a cumplir los propios mandatos religiosos?
Aunque hasta el momento nada indica que los católicos cubanos rechacen a sus legítimos pastores, una jerarquía a la que se le pide acción política, pero que carece de seguidores —como se podría inferir del articulo que comento—, es más bien una camarilla que una ecclesia.
El único poder de la Iglesia es moral; su capacidad y autoridad de hablar directamente a la conciencia de la persona y de tocar, incluso, a aquellos que no son católicos, y dejarlos al menos inquietos y pensando. Este poder —que es también un deber y un derecho de la Iglesia— es tremendamente grande.
Según sopla el viento
Meses atrás alguien escribía en Encuentro en la Red, escandalizado por una homilía de monseñor Meurice Estiú donde el prelado dijo que, en el futuro, Cuba se vería amenazada por la pornografía, las drogas, el consumismo, el reconocimiento legal de las uniones homosexuales y otros males anejos a la sociedad democrática. En esa ocasión, el articulista casi lanza un anatema sobre Meurice Estiú, acusándolo de reaccionario y conservador.
Ahora, según sopla el viento, "se dice" que Meurice es insustituible, que es la única voz que queda por sofocar dentro de la corriente anti-orteguista; todo esto contando con su célebre y justo discurso ante el Papa en Santiago de Cuba, en enero de 1998.
Una prensa de corte secularizador y anticlerical, que ve en la Iglesia Católica la suma de las perversiones, ¿puede pedirle a la Iglesia, al mismo tiempo, que participe más activamente en la vida social? La Iglesia que es criticada cuando dice su opinión sobre el aborto, o sobre la guerra, o sobre la intervención militar, o sobre la pobreza, y a la que pocos escuchan y siguen, ¿es la misma Iglesia a la que se le exige mayor intervención en el espacio público y mayor participación en el cambio político de la sociedad cubana?
Cuando la Iglesia dice lo que le conviene a un grupo, es buena y abanderada de la patria. Cuando dice lo que no conviene, es la inquisidora, reaccionaria, la representante de la España negra. Y así, parece que cada cual toma de la Iglesia el aspecto con que desea formar su propia Iglesia mental.
No obstante, dentro de la misma realidad eclesial —no armónica, quizás, pero quizás mas incluyente y abierta a la diversidad de criterios y perspectivas que las propias instituciones estatales cubanas—, podemos encontrar lo mismo a Boza Masvidal y a Pérez Serantes, que al padre Sardiñas; a los que apoyaron la Reforma Agraria y a los que apoyaron a los opositores que se alzaron en armas para derrocar el gobierno de Fidel Castro. Tan católicos son Jaime Ortega y Alfredo Petit en la UMAP, por ejemplo, como Cintio Vitier en el Partido Comunista.
A diferencia de otras iglesias cristianas, y de otras agrupaciones religiosas que han manifestado abiertamente su adhesión al gobierno y participan, efectiva u oficiosamente, en la gestión política, la Iglesia Católica tiene otra dimensión y otros fines, precedentes a la revolución de 1959, a la República, e incluso, al régimen colonial. Y, como se suele decir de la diplomacia vaticana —que no es otra cosa que la Iglesia misma—, a diferencia de los gobiernos de los hombres y para los hombres, la Iglesia no tiene apuro. Dispone de toda la historia y de todo el tiempo. Creer esto, claro, es cuestión de fe.
¿'Disidencia interna' en la Iglesia?
Si la Iglesia Católica es un poder que muchos políticos, intelectuales y medios de prensa rechazan o ignoran, ¿para qué y por qué desean involucrarla en la política interna cubana, precisamente en este momento? Si pocos —según la propia prensa en general— siguen los mandatos y enseñanzas de la Iglesia, ¿para qué sirve ésta políticamente?
Si, por el contrario, es cierto que tiene un peso social y político, incluso sobre los que no son ni siquiera católicos, y es falso lo que dicen ciertos medios de prensa y ciertos grupos políticos, entonces, ¿será necesario admitir que la Iglesia Católica no se ha dejado, ni se dejará manipular ni por el gobierno cubano ni por ningún grupo de la oposición interna o exterior? Eso, sin duda, puede causar molestias.
¿Cuál es realmente la preocupación porque el Papa haya nombrado nuevos obispos en sustitución de los anteriores? ¿Qué entienden por "Iglesia cubana" los que publicaron la noticia? ¿Quiénes la componen, cómo piensan, dónde y cómo se manifiestan sus puntos de vista? ¿A qué le llaman "fuentes desde Cuba"?
Ciertamente, la Iglesia Católica no encarcelará, torturará y quemará a ningún laico cubano por decir una opinión acerca de la "la jerarquía". No tiene poder para eso. Por otra parte, quizás el gobierno se sentiría feliz de saber que en la prensa se reporta una especie de "disidencia interna" en la Iglesia Católica. Ese es el tono de un artículo, editorial, o noticia —ya que no está claro si es lo primero, porque no lleva firma, ni lo segundo porque no aparece indicado, ni lo tercero porque evidentemente supera el mero fin informativo y se sumerge en el comentario y el juicio— del texto publicado en Encuentro en la Red el 19 de diciembre de 2006.
¿Qué es "la cúpula eclesial" y quiénes la componen? ¿Se supone que la cúpula eclesial tiene que ser más conflictiva y más enfrentada al régimen? Cada obispo gobierna su diócesis por derecho canónico, sin intervención de sus homólogos, y con obediencia directa al Papa. Monseñor Meurice Estiú en Santiago de Cuba, y todos y cada uno de los obispos cubanos tienen exactamente la misma autoridad que el cardenal Ortega en La Habana. ¿En virtud de que autoridad canónica —a menos que sea especial instrucción del Papa— pudo haber "ordenado" el cardenal habanero la salida inmediata de Cuba del obispo de Guantánamo?
En Cuba la difamación existe como delito en el Código Penal, pero raramente es perseguida. En España, como en otras sociedades democráticas y pluralistas, existe el derecho a difundir opiniones acerca de las figuras públicas —sin dudas, los obispos católicos— basado en el derecho a la información. La credibilidad, sin embargo, al igual que la falsedad, existe como concepto.
A juzgar por lo que "se dice", nos enfrentamos a una gran conspiración, urdida por el cardenal Ortega para quitar y poner obispos del agrado de los círculos que se pliegan ante el régimen castrista, e incluso, para concederse a sí mismo poderes de autoridad gubernamental migratoria que serían más propios de un cardenal del siglo XVI que de uno en el siglo XXI.
Probablemente mañana, o a más tardar ante la renuncia de Meurice y el nombramiento de otro obispo "que no será digno de él" —como ya se ha definido y decretado por algunos—, se producirá un cisma en la Iglesia Católica en Cuba entre orteguistas y no orteguistas. Una especie de thriller al estilo El nombre de la rosa o El Código Da Vinci en tierras de Cuba.
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