sábado, enero 06, 2007

LA SUBORDINACIÓN FILIAL Y UN FUTURO DE INTERNAS ( REPORTAJE AL ENSAYISTA CUBANO CARLOS ALBERTO MONTANER )

Tomado de http://www.firmaspress.com/703.htm

La subordinación filial y un futuro de internas
( reportaje al ensayista Carlos Alberto Montaner)

Por Claudia Martínez
MIAMI. ENVIADA ESPECIAL
Clarin.com
claudiam@clarin.com
El periodista y escritor cubano Carlos Alberto Montaner, nacido en Cuba en 1943, reparte su tiempo entre su casa frente al Parque del Retiro en Madrid y su departamento con vista al mar sobre la avenida Brickell, en Miami. La repentina operación de Fidel Castro y el traspaso del poder a su hermano Raúl lo encontraron aquí, en Miami, donde recibió a Clarín.
—¿Murió o no murió Fidel?
—Yo creo que se está muriendo. Esa operación, a esa edad, tiene un alto grado de riesgo. De todas maneras, si no se muere en esta oportunidad, tendrá una larga convalescencia en la que puede surgir alguna complicación. Aun así, Fidel tiene un temperamento y un carácter muy especial y no se sentará en una silla a mirar lo que pase sin intervenir. Y no lo coloca ahí a Raúl porque crea que es la persona indicada, sino por su lealtad. Sin embargo, provisoriamente, a Raúl le conviene que su hermano respire en una cama. Mientras esté vivo, le da tiempo para consolidar su control sobre la estructura de poder.
—Que pasará después, si Fidel se recupera?
—Es difícil que se recupere lo suficiente como para volver al poder. No es inusual, claro. Ocurrió con Franco dos veces. Le pasó el poder al príncipe Juan Carlos y, apenas le retiraron el respirador, relegó a Juan Carlos a una posición subalterna. Fidel seguramente intentará algo así si se recupera. Si la convalescencia fuera larga, Raúl intentaría algunas reformas en el terreno económico. En los 80, las intentó dentro del ejército. El es enemigo feroz de las libertades políticas, pero está a favor de la libertad económica.

—¿Qué tipo de reformas?
—Empezará un proceso a la vietnamita o china. Una dictadura política férrea con apertura económica. Raúl no tiene la carga ideológica de su hermano.
—¿Cómo es la relación entre Fidel Castro y Raúl?
—La relación es de subordinación total. Para una persona paranoica como Fidel, Raúl le ofrece la garantía absoluta de sumisión total. Desde niño, no cambió nunca. Hasta lo maltrató en varias oportunidades en público. Y según contaba Alcibíades Hidalgo (ex embajador cubano ante la ONU), el castigo de Fidel era quitarle el saludo y Raúl se marchitaba y se le veía la tristeza. Para recuperar el saludo de su hermano, recorría los cuarteles. Son muy diferentes los dos hermanos. Raúl es un hombre con un hígado castigado por el alcohol y tiene ciertos gustos muy diferentes a los de su hermano, más rurales se podría decir. Le gustan las riñas de gallos, se divierte juntándose con los amiguetes a contar chistes procaces. Pero, eso sí, es mucho mejor administrador que Fidel.
—Son distintos hasta físicamente...
—Bueno... Dicen que no tienen el mismo padre. La leyenda en Cuba era que Raúl era hijo realmente del coronel Mirabal, jefe de la Guardia Nacional en la zona de Birán, donde nacieron los Castro. Mirabal luego fue jefe del Interior del gobierno de Batista y murió en la cárcel. Lo que se decía era que no lo habían fusilado, justamente, porque era el padre de Raúl Castro. Yo le pregunte a Mirabal en la cárcel y ni lo aceptó ni lo negó. Pero me dijo: "Nunca vuelva a hacerme esa pregunta. Es muy peligroso".
—¿Cómo es esa historia de que Raúl lo utilizaba a García Márquez como intermediario ante Fidel?
—Como Raúl le tenía tanto miedo, efectivamente, lo utilizaba a García Márquez para transmitir los mensajes que no se atrevía a darle él mismo. Es que Fidel Castro ejerce el liderazgo sobre la base de la intimidación.
—Se vienen las peleas internas en Cuba?
—Son inevitables. Siempre surgen cuando el liderazgo es discutible y el de Raúl lo es.
—¿El pueblo lo acepta?
—En las sociedades totalitarias, los pueblos aprenden a obedecer. Lleva mucho tiempo que se genere una voluntad de rebeldía. Se crea el síndrome de la indefensión adquirida. Uno se da cuenta de que nada puede hacer para cambiar la realidad y aprende a fingir. El entierro, cuando muera Fidel, será un inmenso teatro de dolor en donde la gesticulación del dolor será una muestra de adhesión a la memoria del caudillo. Pero yo presencié la muerte de Franco y, con el cadáver tibio, los franquistas conspiraban para ver cómo se deshacían de esa herencia incómoda.