BARACUTEY CUBANO

Por Ivo Príamo Alvarenga
Columnista
La Prensa Gráfica
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Fidel Nuñez
Analista
Jefe de Buró
Latinoamérica
Dept de Investigaciones
La Nueva Cuba
Junio 2, 2007
El narcotráfico fue protagonista destacado en el trasiego de armas para la guerrilla, propiciado por Cuba y Nicaragua, durante la guerra, olvidado en las recientes revelaciones, remembranzas y comentarios que se hicieron sobre el tema.

Fidel Castro adquirió amplia experiencia, cuando como aliado de los rusos mandó decenas de miles de jóvenes a sacrificarse en sus guerras africanas, para imponer o sostener a gobiernos marxistas, ninguno de los cuales sobrevivió en su tendencia “revolucionaria”, a la caída de la URSS. La juventud cubana sufrió en la aventura una espantosa pesadilla de muertos e inválidos, para nada, solo por el sueño delirante de sus jefes de conquistar el mundo.

( En unas maniobras militares, si fuera guerra no estaría Fidel, junto a un alto oficial chileno. En primera fila de izquierda a derecha: Arnaldo Ochoa, Zenén Casas Regueiro, ¨Chuchú Guerrero¨ para Arnaldo Ochoa o El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Rafael del Pino, un alto militar chileno ( ¿ Centeno ? ) de la aviación y Víctor Drake )


En esos conflictos se distinguió el general Arnaldo Ochoa, cuyas relevantes cualidades personales y guerreras lo llevaron a ser el militar más querido y respetado en Cuba, distinguido con el título de Héroe de la República. Fiel sin reservas a Fidel Castro, obedeciendo sus órdenes se involucró en el tráfico de drogas; pero su error fatal fue hablar de que después de Castro podría darse en Cuba una Perestroika, de la que él se perfilaba como potencial líder. Fue fusilado con la excusa podrida de estar al servicio del “imperialismo” e, ironía de ironías, por connivencia con el narcotráfico. Este era para Cuba un negocio redondo económica y políticamente.

Ahí por 1984 se calculaban en 25 mil millones de dólares sus beneficios, recabados directamente en Estados Unidos y Europa, donde era fácil invertirlos en armas y tecnología militar, para los movimientos “revolucionarios”, con un agregado de estrategia ideológica. La droga debilitaba a la juventud norteamericana, que estaría menos apta para ir a la guerra, mientras apresuraba el desmoronamiento de la aborrecida sociedad capitalista. La utilidad del narcotráfico en África y Europa, creyó Castro lograrla en Centroamérica. En septiembre de 1961, envió nada menos que a su hermano Raúl para convencer a los sandinistas de “meterse” en la empresa. Los estadounidenses reaccionaron defensivamente. Descubrieron que en Europa el principal gobierno narcotraficante era Bulgaria, el gendarme sumiso que los rusos utilizaban para tareas sucias, como asesinar al Papa o entrenar y pertrechar a guerrilleros y terroristas, contra el Mundo Occidental. Decapitaron también algunas testas dirigentes.

Los nicaragüenses probaron ser buenos discípulos. Se asociaron con Roberto Vesco, un gángster norteamericano cuyo compinche Jitze Kooistra, acorralado por el FBI confesó y “criteriado”, como se dice en El Salvador, proveyó información apoyada en otras fuentes, por ejemplo la proporcionada por el Ministro Consejero (segundo en mando) de la Embajada de Managua en Washington, que se asiló en Estados Unidos, todo sumado a intrincadas, masivas pesquisas de los norteamericanos. Altos sandinistas como Borges y Humberto Ortega, hermano de Daniel, estaban untados hasta la médula. El correo diplomático nicaragüense se empleaba para transferir dinero u otros papeles del consorcio. Cuba y Nicaragua proveían puertos seguros a las lanchas de los narcos.

( Robert Vesco )

Hoy que el país vecino está de nuevo en manos sandinistas, que el círculo de la “revolución” incluye al gran productor de cocaína, Bolivia, y tanto Castro como Chávez son capaces de cualquier ilegalidad o inmoralidad en pro del “Socialismo del Siglo XXI”, podría reanudarse, si alguna vez se interrumpió, la asociación con los capos de la droga. El Salvador talvez ya no recibirá narcoarmas, pero quizás sí narcopropaganda electoral.