RIGONDEAUX Y LARA PENSAR EN HAMBURGO Y REGRESAR A LA HABANA
PENSAR EN HAMBURGO Y REGRESAR A LA HABANA
Por Jorge Olivera Castillo
La Habana
Cubanet
Infosearch:
Jose F. Sanchez
Analista
Jefe de Buro
Cuba
Dept de Investigaciones
La Nueva Cuba
Agosto 7, 2007
Carretón y escoba. Paños para limpiar los ventanales de algún gimnasio. Abandono total. En eso quedará convertida la suerte de Guillermo Rigondeaux y Erislandy Lara. El dúo de pugilistas cubanos que desertaron en los recién concluidos juegos panamericanos realizados en Río de Janeiro.
Ya están de regreso, seguramente arrepentidos, melancólicos, angustiados por haber optado por una fuga que bien podría derivar en un thriller donde aparezcan drogas que cambian la personalidad, quizás un secuestro y hasta el uso de los misterios de la magia negra. Es muy probable que algunos de estos escenarios salgan de las explicaciones que ambos púgiles darán a la opinión pública nacional con el fin de demostrar su inocencia y de hecho aliviar el peso de las tragedias que le vendrán encima.
No se sabe si fue un descuido o simplemente una operación montada desde La Habana para la captura. Tras varios días escondidos en algún sitio de la ciudad brasileña fueron apresados por la policía local en una exótica playa y posteriormente deportados a su país de residencia.
Según trascendió ya habían sido contratados por la empresa alemana Arena Box Promotion y les aguardaba un futuro promisorio en el boxeo profesional similar al que disfrutan desde diciembre del año pasado sus colegas Oldanier Solís, Yuriorkis Gamboa y Yan Barthelemy, quienes desertaron mientras realizaban un entrenamiento en Venezuela.
Para desvirtuar cualquier pesquisa en pos de encontrar su paradero, los contratistas afirmaron que Rigondeaux y Lara habían abandonado Brasil y se encontraban en Turquía a la espera de la documentación necesaria para desembarcar en Hamburgo, donde radica la empresa que logró convencerles para ir a disputar sobre el ring millones de dólares.
A partir de los hechos se evidencian dos conclusiones: falta de pericia de los caza talentos, o excelencia de los servicios de espionaje cubanos. De ser cierto esto último habría que pensar en una colaboración entre los topos de la isla y su contraparte brasileña para lograr los objetivos que finalmente se cumplieron al pie de la letra.
Valdría la pena pensar en la agenda oculta de unas relaciones intergubernamentales que, en apariencias distan de ser excelentes, tras el apoyo a la producción de etanol y la renuencia a acatar los dictados de Hugo Chávez, por parte de Lula Da Silva y las ácidas críticas de Fidel Castro a los bio combustibles y su estrecha participación en el proyecto bolivariano.
Sólo pongo a relieve mis sospechas de que todo se haya dirimido con tanta exactitud y sin alborotos que hubiesen podido evitarle a los candidatos a la fuga el dolor de regresar a Cuba desprovistos de las garantías de volver a ser considerados personas.
Se afirma que no se tomarán represalias. No irán a la cárcel. No habrá actos de repudio. Nada de esto es suficiente para asegurar que su existencia tendrá el mismo sabor de antaño. A partir de ahora serán moradores de las periferias, piezas inservibles en el tablero del poder.
En las entrañas de una dictadura solo prevalece el odio, el aliento para el castigo, la impiedad que se confunde con los destellos de un sable, el rencor como decreto inamovible.
La fama adquirida en sus largas cadenas de éxitos sobre el cuadrilátero les será de alguna utilidad. Impedirá un viaje por las tenebrosas celdas de Villa Maristas (la Lubianka cubana). Al menos por el momento no pasarán una temporada en cualquiera de las cientos de cárceles acusados de algún delito real o prefabricado, y si les queda algo de esa suerte de la que apenas quedan suspiros, tal vez les devuelvan los bienes entregados por el estado en pago a su excelsa carrera deportiva, sobre todo las casas.
Hamburgo resultó un destino imposible. Una quimera, un espejismo detrás del cual estaba La Habana, las ataduras, la mordaza, otra vez los miedos, el baile en la cuerda floja y en derredor policías, muchos policías.
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